15 de febrero de 2016

Harold Lloyd y el vertiginoso siglo XX


Never Weaken (1921), Fred Newmwyer

En la mayoría de sus películas de dos y tres bobinas, el personaje de Harold Lloyd carece de nombre. Los títulos de crédito lo denominan simplemente “El Chico”. Ésta es la última de tres –o sea, de unos treinta minutos- antes de que el productor Hal Roach decidiera seguir aumentando el metraje camino del largo. No obstante, la estructura en tríptico es evidente y cada rollo desarrolla una situación cómica completa a la que sirve de ligazón con el conjunto la historia de amor imposible entre El Chico y La Chica (Mildred Davis, con la que Lloyd contraería matrimonio un par de años más tarde).


El Chico… Así, en genérico. Casi una abstracción. Urbano, profesional… Nada que ver con el marginado encarnado por Chaplin ni con la “bayeta humana” interpretada por Keaton. Ni siquiera con “Lonesome Luke”, el estrafalario personaje al que el propio Lloyd había dado vida durante la etapa de Rolin Films. El tipo de las gafitas es la perfecta encarnación de la década de los veinte, siempre sujeto al vértigo de la velocidad o de las alturas.


En esta ocasión, serán las alturas. El Chico terminará intentando salvar su vida en el último piso de un rascacielos en construcción cuando minutos antes lo único que quería era acabar con ella. Con su vida, queremos decir. Y todo por un error de apreciación. Lloyd repetiría estos trampantojos en muchas de sus películas. En esta ocasión, la visión escorada de la chica en brazos de otro (Roy Brooks, el ayudante de dirección habitual de Lloyd) le (y nos) impide ver que el tipo es un predicador y escuchar que ha venido según ha hecho los votos para poder casarlos.


Antes había estado en una situación similar. Al pasar por delante de una de las oficinas del edificio ha visto como un tipo salía disparado por el aire y recibía un tremendo trompazo. El Chico entra corriendo a socorrerle para descubrir que no hay atacante alguno —el encuadre desde el pasillo le (y nos) obstaculizaba la vista. El tipo (Mark Jones) le tranquiliza acreditando su condición de acróbata. “Pasé diez años cabeza abajo con Barnum y Bailey”, explica.


El chico, siempre expeditivo, le pide que colabore con él para que la consulta del osteópata en las que trabaja su novia no tenga que cerrar. Lo utilizará como gancho para una curación milagrosa en plena calle después de un trompazo tremendo y los peatones con problemas de movilidad correrán raudos a la consulta del doctor. Pero las cosas se complican por la presencia de un agente de policía (Charles Stevenson) y El Chico no tendrá más remedio que buscar una nueva solución: convertir una calle recién regada en pista de patinaje gracia a un paquete de jabón en polvo.


Pero entonces, ¡ay!, El Chico descubre que La Chica se la pega con otro. La vida carece de sentido y decide suicidarse. La preparación del suicidio es un prodigio de ritmo y observación. El Chico encuentra excusas para descartar el veneno, la electrocución o atravesarse el corazón con un pincho clava notas… La pistola requiere la utilización de un sofisticado sistema que le hace creer que está efectivamente muerto cuando sale por la ventana enganchado en una viga del lindante edificio en construcción, escucha un coro angelical y contempla a una de las cariátides de la fachada edificio con sus alas desplegadas.


Pronto se dará cuenta de que no hay tal y de que suspendido a cien metros del suelo, su vida está en serio peligro. Aunque Lloyd llevará esta situación hasta sus últimas consecuencias en Safety Last! (El hombre mosca, Fred Newmeyer, 1923) y en Feet First (¡Ay que me caigo!, Clyde Bruckman, 1930), aquí ya está perfectamente medida y constituye un buen ejemplo de la comedia del riesgo, de la que Lloyd fue uno de los más conspicuos cultivadores.


Never Weaken (1921)
Producción: Hal Roach (EEUU)
Director: Fred Newmeyer.
Guión: Hal Roach, Sam Taylor. Intertítulos: H. M. Walker.
Intérpretes: Harold Lloyd (El Chico), Mildred Davis (La Chica), Roy Brooks (El Otro), Mark Jones (El Acróbata) Charles Stevenson (El Agente de Policía).
29 min. Blanco y negro.


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