14 de noviembre de 2019

La otra cara del Cirque du Soleil


Lovesick (Lewis Cohen, 2008)

Queremos hablarles de un documental que recoge durante más de dos años la creación del espectáculo estilo cabaret del Cirque du Soleil, Zumanity, a través de la vida y peripecias de varios de sus artistas.


Cuando propusieron a Guy Laliberté la creación de un nuevo espectáculo para el Hotel Casino New York-New York, el fundador del Cirque du Soleil sabía que no podía hacer un espectáculo que llevase la firma del Soleil y nada más. Primero, Laliberté quería hacer un espectáculo diferente que no compitiese con sus otros espectáculos en Las Vegas. Segundo, el hotel quería un show más atrevido, dirigido más claramente a un público adulto.


Feliz por este nuevo reto, Laliberté cuenta en el libro de Tony Babinski, Cirque du Soleil: 20 Years Under the Sun: “Our previous shows have all been family-oriented and politically correct, which is great, but we are human beings, we won´t hide it. We are a bunch of happy campers. We like to live new experiences. Zumanity deals with some of those experiences”.


El resultado es Zumanity —una combinación entre las palabras zoo y humanidad—, una exploración de la sexualidad, del deseo, de lo erótico, el primer espectáculo del Cirque du Soleil para mayores de 18 años. Una de las características del espectáculo, que le diferencia de la mayoría de espectáculos de contenido erótico que se pueden ver en la Ciudad del Pecado, es su naturaleza inclusiva, con artistas de todos los tamaños, formas, colores y tendencias, todo ello aderezado por el sugerente vestuario diseñado por Thierry Mugler.


El documental comienza con una frase del escritor y cantante Leonard Cohen: “There is a crack in everything. That’s how the light gets in”, que define de alguna manera la selección de los artistas que nos guiarán en la creación del show. Se trata del maestro de ceremonias, la drag queen Joey Arias, el musculoso latin lover Alex Castro, la bailarina británica Laetitia Ray a la que le da apuro mostrarse desnuda ante el público, Jonel Earl, la chica que maneja el látigo y que tiene pendiente un matrimonio y la troupe de payasos Spymonkey. Todos acaban de permanecer 2 meses en Montreal ensayando el nuevo espectáculo y se disponen a  viajar a Las Vegas para sumergirse de lleno en la creación dirigida por Andrew Watson, Dominic Champagne y René Richard Cyr.


El teatro ha sido construido específicamente para el espectáculo y a dos meses del estreno todavía está sin acabar. La ciudad es una locura llena de máquinas tragaperras y establecimientos donde se ofrece sexo en todas sus variantes. Los artistas se enfrentan a un reto que en muchos casos les superará, pero que les provoca la suficiente excitación para trabajar sin descanso y superar todos los contratiempos.

Las historias se entremezclan, los protagonistas nos muestran sus inseguridades, su egoísmo, sus sentimientos…, mientras los responsables del espectáculo se rompen la cabeza, por un lado para que no sea demasiado vulgar, y por el otro, para que no sea demasiado mojigato. Guy Laliberté pide que se vean más tetas y más culos y asevera: “vamos a hacer un show arriesgado, atrevido y provocativo”.


Se realizan varias versiones que se testan con público y que provocan más depresiones, más conflictos, más tensión, pero que van acercando el espectáculo hacia su versión final. Los artistas van liberándose poco a poco de sus prejuicios ayudados por algunas fiestas propuestas por Andrew Watson que cada día se encuentra más estresado.


Por fin llega la premiere, los artistas brillan en el escenario mientras sus parejas en la vida real se preguntan si hay algo más allá de lo que han visto sobre las tablas. Varios meses después sabemos el desenlace de todas las historias. La mayor parte de ellas con final feliz como corresponde al ideario del Cirque du Soleil, aunque el director del documental, Lewis Cohen, prefiere hacer hincapié en la más triste de ellas.

13 de noviembre de 2019

La noria como leit motif


Fuego / Pyro… The Thing Without A Face (1963), Julio Coll

La noria ha sido el motivo vital de Vance Pierson (Barry Sullivan). Desde que viera una de pequeño se decidió su vocación de ingeniero. Aprovechando el principio de la noria ha diseñado un novedoso sistema que es capaz de multiplicar la producción de electricidad en una de aquellas presas que siempre andaba inaugurando Franco. Por eso vino a España, donde conoció a la bella y perturbada Laura Blanco (Martha Hyer). Su amor adúltero quedó sellado en una boîte llamada precisamente “La noria”.

Cuando Vance anuncia a su amante que va a regresar junto a su mujer (Sherry Moreland) y su hija, Laura, que ya había dado síntomas de piromanía galopante, prende fuego a la casa. Vance intenta salvar a su familia de las llamas y queda completamente desfigurado. Desde entonces su único objetivo es la venganza. Al fuego, con fuego.

La policía (un inspector encarnado por Luis Prendes) y el antiguo compañero de Vance en la presa (Fernando Hilbeck), le buscan. Pero el hombre sin rostro y sin manos parece haberse desvanecido después de escapar del hospital. Una serie de incendios les ponen sobre la pista de la feria que regenta Frade (Carlos Casaravilla). Allí hay, claro, una noria. Y esta noria está regentada por un tal Peter.

Peter asegura haber trabajado en los parques de atracciones más famosos de Europa: el Prater de Viena y el Tívoli de Copenhague. Su destino es bastante más prosaico, una aldea costera en la provincia de Lugo, donde vive escondida Laura con su hijita. La noria, la omnipresente noria, será el escenario del acto final de la tragedia.

Julio Coll, crítico de teatro y jazz, creador de una escuela de interpretación cinematográfica, experto en psicología y autor de algunas obras señeras del policiaco a la catalana, dirige esta rareza producida en España por Sidney Pink para la American International Pictures.

La película oscila del suspense inicial al terror granguiñolesco -subgénero demente desfigurado: El fantasma de la Ópera, Los crímenes del museo de cera…- del último tramo. En el trayecto, la duda de cómo pasó una coproducción española los trámites de censura previa en 1963 con un adulterio, piromanías varias, doctores (Paco Morán) que opinan que sus pacientes estarían mejor fiambres y sugerencias de incesto. Misterios de una película de misterio.

Fuego / Pyro… The Thing Without A Face (1963) 
Producción: Sidney W. Pink para American International Pictures (EEUU) / Esamer (ES) 
Director: Julio Coll.
Guión: Sidney W. Pink y Luis de los Arcos, basado en un argumento del primero. 
Intérpretes: Barry Sullivan (Vance Pierson), Martha Hyer (Laura Blanco), Sherry Moreland (Verna Pierson), Fernando Hilbeck (Julio Quintana), Soledad Miranda (Liz Frade), Luis Prendes (el inspector), Carlos Casaravilla (Fer Frade), Marisenka (Isabel Blanco), Francisco Morán (cirujano), Hugo Pimentel (Gaspar), Pilarín Gómez, Eric Chapman, Roberto Llamas. 
99 min. Color (Panacolor)

12 de noviembre de 2019

Nosotros, los Fratellini

"Je suis un vieux clown, le plus clown français, et que l'on me traite de paillase, de baladin ou de grotesque, rien ne saurait me faire davantage de plaisir. car j'ai mon métie dans le sang, l'odeur de la piste m'attire comme le picotin attire le cheval". Entre las numerosas publicaciones dedicadas a Los Fratellini destaca este libro escrito por uno de ellos, Albert, el más payaso de los hermanos, el augusto de maquillaje grotesco y zapatos enormes. El libro tuvo gran aceptación en su época y se realizaron numerosas ediciones por lo que hoy no es demasiado difícil hacerse con un ejemplar. Los tres mosqueteros del circo, los hermanos Fratellini, fueron los reyes de la pista durante muchos años. Uno de ellos nos cuenta su gran aventura.

FRATELLINI, Albert
Nous, les Fratellini
Bernard Grasset Editeur, París, 1955
144-12-55 nº ed.1046