Las
capturas proceden de I Clowns
Hacer
una película es la versión en castellano de uno de los
mejores libros sobre Fellini: el que escribió él mismo en 1980 para Enaudi con
el título de Fare un film. No fue una
tarea fácil. El manuscrito original era un collage de entrevistas y páginas
volanderas en mil y un idiomas que había recopilado la editorial Diogenes de
Zúrich para editarlas en alemán en 1974. Una mera traducción al italiano habría
resultado absurda y Fellini se involucró en la redacción de
nuevos textos a partir de este material heterogéneo.
El resultado, ya lo avanzamos más arriba es
un libro de una clarividencia lacerante, inopinadamente complementaria a la
componente irracional —rememorativa, onírica, espiritual si se quiere- que
parece guiar toda su obra cinematográfica. Sólo por esto valdría la pena el
libro, pero es que, además, ofrece un aluvión de información adicional al
proyecto televisivo I Clowns .
Para empezar, la transcripción de
la entrevista con Bario (Manrico Meschi) al micrófono, que luego fue incapaz de
repetir ante las cámaras.
Bario propone la creación de una escuela de
circo donde los payasos puedan aprender de sus mayores. Habla sobre el
maquillaje, por ejemplo:
“El maquillaje es
materia de enseñanza. Ni mucho ni poco. Si hay demasiado asusta a los niños.
Albert Fratellini ha hecho llorar a muchos niños., con su trombón, con sus pies
que se apagaban y encendían como luciérnagas. Hacer el payaso es bueno para la salud.
Sienta bien porque uno puede hacer finalmente lo que quiere: romperlo todo,
desgarrarlo, pegar fuego, rodar por los suelos… Y no hay nadie que te lo
reproche, sino que por el contrario te aplauden… Y los niños quisieran hacer
todo lo que haces: romper, quemar, rodar por los suelos… Por eso te quieren. Es
preciso empujarlos por este camino, y hacer una buena escuela de payasos, con
inscripción abierta también para los niños: sobre todo para los niños. Así
pueden estar cómodos ellos, divertirse y hacer que otros se diviertan: es un
buen oficio y, de saberlo hacer, se gana tanto como un oficinista. ¿Por qué los
padres quieren que sus hijos sean oficinistas y no payasos? Todo eso está
equivocado. Dicen: la risa hace buena sangre. Ah, yo creo en eso. Si uno ha
pasado toda su vida en medio de carcajadas, cuando llega a viejo tiene los
pulmones llenos de oxígeno”. (pág.167)
El segmento más extenso de estas
reconstrucciones es el del “entierro del payaso”, que constituye el clímax de
la película. Hay, no obstante, dos ficciones que Fellini detalla en Hacer una película y cuya ausencia nos
duele especialmente.
La primera es la de la familia Zacchini, a
decir de Fellini, los inventores de “la bala humana”. El primer Zacchini
dedicado a los ejercicios aéreos fue Ildebrando, nacido en Ferrara en 1868 y
fundador del Circo Olimpico. Uno de sus nueve hijos, Hugo, fue el que concibió
el número de la bala humana, según la leyenda, como arma de guerra a utilizar
en la contienda mundial del año 14. Al parecer el Estado Mayor italiano
desestimó por impracticable la idea de un grupo de proyectiles humanos que pudieran
sorprender al enemigo por la retaguardia y Hugo decidió proponérselo a su
padre. El número se estrenó en El Cairo en 1922 y en 1926 se presenta en
Barcelona. Escribe entonces el comentarista de La Vanguardia:
“Mr. Zacchini, el
intrépido (…), realiza la hazaña de lanzarse disparado por la explosión de una
carga de dinamita corriente desde el interior de un cañón monstruo. El momento
de introducirse por la boca del cañón, este hombro bala, es de lo más
impresionante que puede presentarse en público”.
(4 de noviembre de 1926)
Poco después firmó un contrato con el circo de Ringling, Barnum y Bailey y se trasladó a Estados Unidos con sus hermanos.
Y aquí comienza su historia Fellini. Los
Zacchini se instalan en Tampa (Florida) en una casa con un pequeño jardín sin
extensión suficiente para realizar sus entrenamientos, de modo que instalaban
sus aparatos en el jardín e iban a aterrizar en un prado, al otro lado de la
carretera. Los accidentes en la zona eran continuos porque los automovilistas
se despistaban cuando veían al proyectil humano pasar por encima de sus
cabezas. El alcalde de Tampa decide entonces colocar sendos carteles en ambas
entradas de la carretera en los que se advierte a los conductores:
“Si ven a un hombre
que vuela no se asusten; son los Zacchini que ensayan sus ejercicios”.
Federico
FELLINI:
Hacer una película.
Barcelona,
Ediciones Paidós, 1999.
Traducción
de Josep Torrell de Fare un film,
publicado por Enaudi en Turín en 1980.
ISBN: 9788449307409