23 de mayo de 2014

Nada en esta mano


Le roi des dollars (1905), Segundo de Chomón

Le roi des dollars es una de las primeras películas que rueda Segundo de Chomón al llegar a París contratado por Pathé Frères. Se trata de una obrita muy sencilla en la que aplica sistemáticamente las técnicas de escamoteo que ha aprendido coloreando las cintas de Georges Méliès.


Una sucesión de tomas y la gesticulación del prestidigitador crean la ilusión de la aparición mágica de monedas, que van cayendo en un plato. A partir de un determinado momento la acción se complica al irrumpir la cabeza de un hombre cuya función es vomitar monedas hasta llenar el plato. Finalizada la regurgitación el rostro se vuelve hacia la cámara y nos hace partícipes del esfuerzo escatológico.


La principal novedad que aporta es que sólo vemos la mano del mago, sin preocuparse por mostrarnos el decorado en que se supone que se desarrolla la acción.

Dos recursos técnicos proporcionan también variedad al tenue argumento. Chomón utiliza un encadenado para que veamos como, al calor de una vela, un dólar se deshace en el aire ante nuestros ojos y la marcha invertida, gracias a la cual el prestidigitador recupera mágicamente su fortunita.

Le roi des dollars (1905)
Producción: Pathé Frères (FR)
Guión y Dirección: Segundo de Chomón.
2 min. Blanco y negro coloreado.

Viaje al fondo de nuestras pesadillas


Une excursión incohérente (1909), Segundo de Chomón

Una de las primeras películas que rodó Georges Méliès fue Le cauchemar [http://www.circomelies.com/2010/10/un-nino-con-un-juguete-nuevo.html] (1896). O sea, la pesadilla. O la intuición de que las pesadillas son motivo tan cinematografiable como la salida de los obreros de una fábrica, la llegada de un tren a la estación o la comida de un bebé.

Como todas las intuiciones, la idea tiene en primera instancia un desarrollo sencillo. La luna se puede transformar en una cara monstruosa que hace muecas, arlequines y otros seres lunares son capaces de desvelarnos con sus serenatas e, incluso, un grupo de diablillos traviesos y peritos en acrobacias se divertirán molestándonos en la cama con sus tridentes hasta que despertemos víctimas de un monumental batacazo.


Las cosas se complican cuando descubrimos que el susodicho batacazo no es el final, sino que la pesadilla continúa después de habernos despertado… como el día siguiente a las elecciones. Y que, además, durante el sueño, no nos hemos limitado a ver reflejadas algunas fantasías cuya interpretación resulta tan lineal como encantadora. Las imágenes generadas por nuestro inconsciente devienen crípticas, desasosegantes, incoherentes.

He aquí a una pareja de viajeros decimonónicos, buenos burgueses equipados para pasar un día en el campo. Sin embargo, en cuanto tienen el picnic dispuesto, las viandas se rebelan y nos revelan lo que hay en su interior: los huevos contienen ratones, los salchichones están rellenos de insectos y gusanos.


La continuidad narrativa, sólida y consistente, nos conduce con los viajeros y sus criados hasta una casa de campo donde se desarrollan dos acciones paralelas. La que atañe a la preparación de la cena por parte de los criados se ve interrumpida por situaciones propias del cine de atracciones: una olla en el hogar se transforma en un rostro mediante el paso de manivela y una explosión en la chimenea provoca la aparición feérica de unas bailarinas.

Mientras, en el piso de arriba, el matrimonio se ha echado a dormir en sendos lechos separados por una cortina. El cambio de punto de vista cuando el hombre apaga la vela nos permite verlo acostado en primer término ante una pantalla contra la que se proyectan, a modo de sombras chinescas, las acciones de su mujer e, inmediatamente, una serie de fantasías oníricas en las que figuran trenes, pájaros enjaulados y unos amantes cuyas cabezas se desprenden del cuerpo para poder besarse. Esta técnica de animación alcanzaría su máxima expresión en manos de Lotte Reiniger, de cuyas Aventuras del príncipe Achmed (1926) les contaremos otro día.


El marido despierta para descubrir a la mujer asediada por dos íncubos. En su huida se encontrará con sus propios fantasmas: dragones y monstruos que no le causan menos pavor por ser de cartón y tela. La excursión culmina con una persecución acrobática que termina en un pozo, como no podía ser de otro modo, tratándose como se trata de una excursión, tan turbadora como deleitable, a lo más inextricable de nuestros temores.


Une excursión incohérente (1909)
Producción: Pathé Frères (FR)
Guión y Dirección: Segundo de Chomón.
8 min. Blanco y negro.

16 de mayo de 2014

Magia a golpe de manivela


Hôtel électrique (El hotel eléctrico, 1908), Segundo de Chomón

La incorrecta datación de Hôtel électrique ha dado lugar a un sinnúmero de malentendidos. Hasta mediados de los años ochenta del pasado siglo los historiadores españoles –y alguno francés a remolque- mantuvieron que se había rodado en Barcelona en 1905, antes de que Chomón se trasladara a París para trabajar en exclusiva para Pathé Frères. De este modo, el turolense se habría convertido en el gran precursor del cine de animación, una especie de genio visionario que se adelantaba a franceses, británicos, estadounidenses e italianos en la ideación de un prodigio técnico asombroso.


Como ha quedado fehacientemente demostrado por las investigaciones de Henri Bousquet, Joan Minguet y otros, la película es muy posterior, de producción netamente francesa y tiene varios precedentes. El más evidente sería The Haunted Hotel (1907), una película de cinco o seis minutos dirigida en Estados Unidos por J. Stuart Blackton para la Vitagraph. La cinta sigue el modelo mélièsiano de la fantasmagoría: un viajero se aloja en una posada, pero pasa una noche toledana debido a la visita de espectros y a otros hechos misteriosos. Uno de ellos es que el pan se corta solo y un duendecillo sirve torpemente un café:


El efecto causó sensación no sólo entre el público anhelantes de prodigios sino entre los profesionales que se preguntaban cómo era posible que el cuchillo cortase el pan sin que se apreciase corte alguno, ni fuera posible realizar el trucaje invirtiendo la marcha, ni hubiera hilos que sirvieran para manipular chuchillo y rebanadas, ni modo de ocultarlos. Después de un atento estudio fotograma a fotograma, Chomón, el experto en trucajes de la Pathé, no sólo dio con la solución –el rodaje mediante el procedimiento de paso de manivela, lo que hoy se llama stop motion- sino que fabricó una cámara que le permitiera rodar su propia versión para la todopoderosa casa francesa.



Toda esta exposición genealógica, para afirmar que la maravilla de Hôtel électrique no reside en su pionerismo, sino en la inigualable integración de magia a golpe de manivela, poesía slapstick y rigor surrealista.


Hôtel électrique (El hotel eléctrico, 1908)
Producción: Pathé Frères (FR)
Guión y Dirección: Segundo de Chomón.
Intérpretes: Julienne Mathieu.
10 min. Blanco y negro.

13 de mayo de 2014

Max antes de Max


La légende de Polichinelle  (1907), Albert Capellani

A principios de 1907 Max Linder aún no es Max  [http://www.circomelies.com/2009/05/max-linder.html], el patinador de Les debuts d’un patineur (1907) sino un actor contratado por la Pathé. El cómico estrella de la casa es André Deed con el personaje de Boireau.Albert Capellani se ha incorporado a la disciplina del estudio como director en 1905 y ha colaborado con Segundo de Chomón en una serie de adaptaciones de cuentos clásicos como La poule aux oeufs d'or (1905) y Aladin ou la lampe merveilleuse (1906). Linder y Capellani coinciden en esta féerie en torno al personaje del jorobeta Polichinela.


La primera parte de La légende de Polichinelle  falta –al menos en la copia que pudimos ver en la carpa-, pero los catálogos reconstruyen lo sucedido: Polichinela es un muñeco que está enamorado de una bailarina autómata. Un grupo de aristócratas la compra y la lleva a su castillo. Polichinela recibe entonces una varita mágica del hada madrina y, acompañado por un grupo de enanos, corre al rescate de su amada. En este punto es donde comienza la copia que hemos visto.


Polichinela entra en el castillo, mientras los aristócratas contemplan a la prodigiosa bailarina mecánica. De pronto, una antorcha provoca un incendio. Los castellanos huyen. La muñeca cae al suelo desmembrada. Polichinela se abre paso a través del humo y recupera las piezas.


Para regresar debe salvar un abismo. Gracias a la varita mágica reconstruye el puente colgante derruido y llega así ante un palacio. Allí, y de nuevo con su varita mágica, recompone a la muñeca y le insufla vida.


Queda el grand finale, de nuevo en el almacén de juguetes, cuando el hada da vida a todas las marionetas que se organizan en diversas coreografías. La apoteosis es una danza serpentina.


Durante toda esta peripecia se van alternando los decorados fantásticos construidos en estudio con magníficas localizaciones naturales de jardines y castillos. La continuidad entre ellos  queda establecida por  la presencia de Polichinela, fantoche al rescate de su muñeca animada… esto es, dotada de ánima.


Estamos en el reino de Méliès, no en el de Max Linder. En breve hará su aparición el tipo de la chistera y los botines, pero ahora es únicamente un mimo vestido de arlequín cuyo rostro apenas podemos vislumbrar al final, cuando se aproxima un poco a la embocadura del escenario –la cámara- para expresar su felicidad por haber recuperado a su amada.

La légende de Polichinelle  (1907)
Producción: Pathé Frères (FR)
Director: Albert Capellani.
Intérprete: Max Linder (Polichinela).
7 min. Blanco y negro + virados.

9 de mayo de 2014

Los trillizos de la amazona del Circo Slim


L'allegro fantasma (1940), Amleto Palermi

L'allegro fantasma es una entrada flojita en la filmografía del primer Totò, el de antes de la guerra. En lugar de los dos personajes que encarnara en Animali pazzi (1939), de Carlo Ludovico Bragalia, aquí se hace cargo de unos trillizos, además de un personaje secundario y otro en efigie. También como en Animali pazzi, la perfecta ejecución de los gags requería en esta ocasión un desembolso en efectos espaciales que brilla por su ausencia y la película, rodada atropelladamente entre compromisos de avanspettacolo junto a Anna Magnani, deja por ello un regusto agridulce.


Totò se lleva “la parte del león” –nos disculparán el chiste fácil, pero no se las ponían así a Fernando VII- y brilla en las caracterizaciones del hambriento vagabundo Nicolino y del tímido músico Gelsomino. Sin la presencia de ambos no se puede dar lectura al testamento del tío Pantaleo, porque nacieron de una aventura amorosa con una amazona del Circo Slim y en su lecho de muerte se arrepiente de no haberlos reconocido.


Tanto Temistocle (Luigi Pavese) como Asdrubale (Augusto Di Giovanni) esperan su parte de la fortunita como agua de mayo. Temistocle tiene que pagar el lujoso internado de sus tres hijas cantarinas (el Trio Primavera) y Asdrubale planea financiar una expedición al continente africano para cazar leones.


Mientras ellos amenazan al famélico Nicolino, un empresario teatral (Franco Coop) y su cohorte explotan la facilidad para la composición de canciones de éxito del apocado Gelsomino, en arte Alberto de Torrefiorita. Las hijas de Temistocle, colegialas a la fuga del prestigioso internado, quieren que éste las oiga cantar.


Por si la farsa de los dobles multiplicados ad infinitum, los equívocos, los delirios verbales de Totò, las canciones y la presencia del fantasma del tío Pantaleo no habían sido motivo suficiente de embrollo hasta el momento, del Circo Slim, acampado cerca de la villa donde se han reunido todos, escapa un león hambriento.


Es ésta una película de circo y de fieras enlas que no aparecen ni el circo ni las fieras. Todo queda fiado a la comicidad excéntrica del príncipe De Curtis y al buen hacer de secundarios como Franco Coop, Paolo Stoppa y Luigi Pavese. Y si el ritmo se resiente de la falta de medios y la poco imaginativa labor de Amleto Palermi, nos permite en cambio disfrutar de perlas del avanspettacolo como “Margherita”.


L'allegro fantasma (1940)
Producción: Capitani - Fono Roma (IT)
Director: Amleto Palermi.
Guión: Carlo Ludovico Bragaglia, Ettore M. Margadonna, Amleto Palermi.
Intérpretes: Totò (Nicolino, Gelsomino alias “Alberto di Torrefiorita”, el león del Circo Slim, el cartero y el tío Pantaleo), Franco Coop (Maurizio Davalier, el agente de Gesolmino), Elli Parvo (Erika, su secretaria), Paolo Stoppa (Gigetto, su ayudante), Amelia Chellini (la tía Lia), Dina Perbellini (la tía Giovanna), el “Trio Primavera” (Rosa, Lilli, Titti), Luigi Pavese (Temistocle, el padre), Augusto Di Giovanni (el tío Asdrubale, cazador de lenoes), Claudio Ermelli (Battista, el mayordomo), Livia Minelli (la doncella), Giulio Donato (el sargento de policía), Lydia Johnson, Gioia Fredi, Emilio Petacci, Rio Nobile, Mario Giannini.
Durata: 85 min. Blanco y negro.

5 de mayo de 2014

Persecución en el tubo de la risa


El guardián del paraíso (1955), Arturo Ruiz-Castillo

Arturo Ruiz-Castillo, miembro de la generación de los renovadores de posguerra, hijo del editor José Ruiz-Castillo y colaborador de La Barraca, decide a mediados de los cincuenta intentarlo con la comedia costumbrista y se decanta por un guión episódico de Manuel Pombo Angulo que ha recibido en 1953 un premio del Sindicato Nacional del Espectáculo.


Las dos primeras historias están ligadas a sendas llaves del manojo del sereno Manolo (Fernando Fernán-Gómez). Éste se las relata a un hombre mayor y curioso (Rafael Bardem) en un café de la Plaza Mayor madrileña. Sus protagonistas son un poeta (José María Rodero) y una monja (Emma Penella). El poeta vive aquejado de mal de amores, que combate con libaciones sin tasa. En cambio, la monjita, toda candor e inocencia debe sumergirse en el proceloso mundo del estraperlo para conseguir los antibióticos para un niño enfermo, una excusa que se convertirá en cliché en el cine de episodios de estos años. Si esta viñeta busca el final feliz, la del poeta concluye trágicamente.


El tercer episodio es el que mejor ha resistido el paso del tiempo. Una leve trama policiaca sirve para hilvanar la historia de amor entre Manolo y Cecilia. El hecho de que ambos estén encarnados por Fernando Fernán-Gómez y Elvira Quintillá establece un vínculo inmediato con Esa pareja feliz (1951). También Manolo y Cecilia se conocen en una verbena castiza y si entonces podían ver un futuro esplendente desde lo alto de la noria, ahora el barracón de fotografías al minuto les proporciona la ocasión de verse ya casados y en viaje de novios.


En el pim-pam-pum Manolo, que es lapidado en  efigie, siente cada bolazo en carne propia hasta que aquello termina como el rosario de la aurora.


El haiga, el coche americano se convierte así en símbolo del otro, del ciudadano acaudalado… pero también del delincuente. Antes de que el director nos proporcione la solución al enigma policiaco mostrándonos la cicatriz que identifica al culpable del atraco, el haiga ya nos había dado la pista definitiva: el rival amoroso es el jefe de la banda de atracadores. Como dice el taxista borrachín:
—Cuando una chavala se sube a un haiga no es por un casual, es por el abrigo.


Un delincuente por amor, buena gente y dispuesto a entregarse a la policía a la primera de cambio, para que el final feliz no entre en colisión con la conclusión moralizante. Gracias a ella Manolo conseguirá la ansiada colocación en la fábrica y podrá gritar:
—¡Viva la libertad! ¡Abajo la esclavitud del trabajo!


Antes, no obstante, el sereno se ha convertido en héroe y ha conseguido atrapar a uno de los delincuentes: un jorobeta cuya siluete recortada contra un cristal esmerilado le proporciona la clave del enigma.


La persecución del jorobado nos devolverá a la feria y acabará en el emblemático tubo de la risa, atracción centrípeta consistente en cuatro secciones cilíndricas que giran en sentidos alternos. Algo así como meterse en una lavadora. Lo curioso es que aquí el que disfruta de la atracción es el que ve al que entra recibir la paliza. Por eso a la entrada del tubo hay unas gradas llenas de isidros felices con el vapuleo ajeno.


El guardián del paraíso (1955)
Producción: Roncesvalles P.C. / Suevia Films - Cesáreo González (ES)
Director: Arturo Ruiz-Castillo.
Guión: Manuel Pombo Angulo.
Intérpretes: Fernando Fernán-Gómez (Manolo, el sereno), Elvira Quintillá (Cecilia), José María Rodero (Arturo Abril, el poeta), Emma Penella (la monjita), José Isbert (José, el taxista), Rafael Bardem (don Eduardo, El Cicatriz), Antonio Riquelme (El Solomillo), Carolina Jiménez (la madre del niño enfermo), José Prada (el doctor Carlos), Antonio Casas (el comisario), Antonio Ozores (El Remilgao), Matilde Muñoz Sampedro (María, la mujer del Solomillo), Félix Dafauce (El Fino), Antonio Fornis (El Callao), Mariano Belloso (El Jorobado, el vendedor de lotería), Xan das Bolas (el sereno de Monforte de Lemos), Casimiro Hurtado (el camarero del Bolero), Francisco Bernal (el nuevo sereno), Manuel Requena (el charlatán de la feria), Manuel Arbó, Juan Vázquez, Eugenio Domingo, Modesto Blanch, Manuel Guitián, Santiago Rivero, Joaquín Bergía, Dominica Megino, María José Valero, Carmen Manzano, Mari Sol Luna, Pilar Hernández, Carlos Vico, Enrique Núñez, Manuel Pombo Bravo, Luis Barbán, Mike Brendel, Eugenio González, Luis Meyral, Ángel Aranda, Rosario Bustos, Dora Sánchez, Niño de Linares y la cantante Ana María González.
94 min. Blanco y negro.