31 de diciembre de 2012

Protofeminismo en el parque de atracciones de Blackpool


Hindle Wakes (1927), Maurice Elvey

Nos alertaba don Roberto Amaba, con motivo de la entrada sobre el rodaje en Blackpool Pleasure Beach de The Open Road (1924-1926), de la utilización de este mismo parque de atracciones como localización en la versión de 1927 de Hindle Wakes. Corrimos prestos a esa cornucopia audiovisual que es el YouTube y enseguida dimos con un fragmento de la película de Maurice Elvey que, para desgracia nuestra ha sido borrado: En su lugar hemos encontrado un gif en twiter que aunque no nos complace del todo nos sirve para contemplar la principal atracción y sentir el mismo vértigo que sus protagonistas: https://twitter.com/i/status/885889044823113728



Maurice Elvey
Porque míster Elvey se siente émulo de E.A. Dupont y su seminal Variete (1925), y no duda en colocar la cámara en cuanta barquilla lanzada a velocidad vertiginosa se le ponga a tiro (de cámara). Aunque , según Rachel Low en su History of British Film, estas tomas podrían haber sido rodadas por Basil Emmott, un colaborador de John Grierson, que como todos ustedes saben es el creador de la escuela documentalista británica.


Casi nada dijimos sobre este esforzado director británico cuando comentamos The Clairvoyant (El vidente, 1934). Dejemos constancia ahora de su veteranía —lleva en activo desde 1913— y de que realiza numerosas adaptaciones literarias para una productora llamada Stoll antes de marcharse en 1924 a Estados Unidos contratado por la Fox Film Coroporation. De regreso al Reino Unido se establece como productor independiente y realiza, a finales del periodo mudo, unos cuantos melodramas en los que hace gala de su buen gusto visual: Human Law (1926), Palais de Dance (1928) y High Treason (1929). En este grupo se encuadra Hindle Wakes.


La acción se desarrolla en Lancashire. Los trabajadores de las factorías textiles de la localidad de Hindle sólo disponen de una semana de vacaciones a lo largo del año. Durante esos siete días la mano de obra ligada a la maquinaria de sol a sol descansa, los telares se detienen y las sirenas enmudecen. Esta semana propicia el breve romance interclasista entre Fanny Hawthorn (Estelle Brody) y Allan Jeffcote (John Stuart). El amor florece en el parque de atracciones de Blackpool y se consuma en una escapada a la cercana localidad de Llandudno.


Quiere el destino fatal que la coartada de la muchacha se descubra. Sus padres exigen una reparación moral al dueño de la fábrica y éste advierte a su hijo de la responsabilidad que ha contraído con la chica. Pero es ella la que hace valer su derecho a decidir sí quiere o no quedarse con él. Esta parte sigue el patrón de la obra teatral de Stanley Houghton, miembro de un grupo de dramaturgos de Manchester que abogaban por el realismo en la escena y por la presentación en el escenario de conflictos intergeneracionales.


Blackpool, parque de atracciones
Elvey monta en paralelo la presentación del modesto hogar de los Hawthorn y de la mansión de los Jeffcote. Luego, se da a la sinfonía maquinista durante las escenas en la fábrica. Y, finalmente, se gusta en la planificación y el montaje, según la película va ganando en dramatismo. El día en Blackpool, no obstante, queda como lo más memorable de la cinta. Los interiores se ruedan en estudio, pero contra lo que suele ocurrir tanto la fábrica como los exteriores —muy abundantes, sobre todo en la parte que nos interesa— están rodados en exteriores naturales. Carreteras, calles, estaciones, hoteles… Blackpool y su zona de recreo se ofrecen a nuestros ojos con una riqueza descriptiva impresionante.


Fanny y Allan se encuentran en  un puesto de tiro al blanco, flirtean ante el Maxim Flying Machine y sienten el vértigo del enamoramiento en la montaña rusa Big Dipper. En el salón de variedades y baile Palace se entregan al frenesí del jazz.


Una vez más, el parque de atracciones se convierte al tiempo en escenario y metáfora de la gran pasión que, como bien decía Wilde se diferencia del capricho en que éste dura toda la vida. Lo sorprendente es que esta vez es ella —y no él ni sus respectivas familias— quien toma la decisión.

Coda (de versiones)
La obra de Stanley Houghton fue adaptada de nuevo a la pantalla con la llegada del sonoro y, entonces fue Victor Saville, que ya había elaborado el guión de la versión de Elvey, el encargado de dirigirla.


En 1952 llegó a la gran pantalla la última adaptación cinematográfica que conocemos de la obra. En esta ocasión los protagonistas fueron Lisa Daniely, como la chica de los Hawthorn y Leslie Dwyer como el heredero de los Jeffcote.


Hindle Wakes (1927)
Producción: Gaumont British (GB)
Director: Maurice Elvey.
Guión: Victor Saville, basado en una obra teatral de Stanley Houghton.
Intérpretes: Estelle Brody (Fanny Hawthorn), John Stuart (Allan Jeffcote), Norman McKinnel (Nathaniel Jeffcote), Marie Ault (Mrs. Hawthorn), Humberstone Wright (Chris Hawthorne), Gladys Jennings (Beatrice Farrar), Irene Rooke (Mrs. Jeffcote), Peggy Carlisle (Mary Hollins), Arthur Chesney (Sir Timothy Farrar), John Rowal (George Ramsbottom), Alf Goddard (Nobby), Cyril McLaglen (Alf), B. Graham Soutten (Edward Hollins).
116 min. Blanco y negro.

29 de diciembre de 2012

Visitamos en París “El pozo misterioso”


Etudes sur Paris (1928), André Sauvage

Sólo veinticinco años estuvo en funcionamiento el parque de atracciones parisino situado junto a la Porte Maillot, entre 1909 y 1934. Entre sus atracciones más célebres contaba con la cripta los faraones, la rueda diabólica, la montaña rusa, un ferrocarril en miniatura con un recorrido de casi dos kilómetros y las inevitables cataratas. En 1928 montó allí su carpa el Bostock American Circus ofreciendo algún espectáculo de animales salvajes por los que era célebre en todo el mundo.


Hemos llegado a este parque en dicho año de la mano de André Sauvage y de sus maravillosos Etudes sur Paris.


A finales de los años veinte y principios de los treinta las “sinfonías urbanas” cinematográficas son un género por derecho propio. Berlín, San Petersburgo o Sao Paulo cuentan con su propia composición cinemática en la que el ritmo de la vida de la gran ciudad queda reflejado en el ritmo sincopado de las imágenes…


André Sauvage, cineasta secreto, no intenta reproducir el frenesí del trasiego urbano sino los ritmos escondidos de la vida de los ciudadanos. Meticulosamente, de norte a sur y de este a oeste, deja que su cámara recoja brevemente los grandes monumentos y los bulevares parisinos, pero, sobre todo, nos muestra a las gentes que trabajan en las gabarras que recorren los canales, al obrero que lleva a su hijo en la barra de la bicicleta o a los pescadores del Sena.


Busca ángulos inéditos de las estatuas, juega con la geometría de un anemómetro o con la de un rosetón de Notre Dame, encuentra encuadres insólitos y siempre exactos… De pronto, la cámara sorprende a una mujer que no sabe si cruzar o no una calle, o a dos señoras que parlotean cobijadas bajo un paraguas mientras los niños vuelan las cometas.


Es así, como de pronto nos vemos inmersos en el “Parc de Paris” con esa barraca rotulada “El Pozo Misterioso” en la que un autómata anuncia una atracción denominada el “despelote de la parisina”. Acodada en la barandilla, una mujer mira a la cámara sonriente. ¿Es ella la parisina que se presenta cual Venus cada cuarto de hora ante los espectadores ansiosos de lecciones anatómicas? ¿O es sólo una modesta chica que se dedica a vender los boletos para que los espectadores vean a una Lady Godiva de papel maché?


A unos planos más sincopados, propiciados por la vuelta en la montaña rusa, les sucede, por corte neto, otro de dos arrapiezos que se han fabricado un balancín atravesando un tablón sobre un bloque de piedra. Un lirismo nada forzado, nacido de la sencillez, que nos hace pensar que Sauvage es el puente natural entre el Cavalcanti de Rien que les heures (1926) y el Humphrey Jennings de A Diary for Timothy (1946).


Etudes sur Paris (1928)
Producción: André Sauvage et Cie (FR)
Guión, Montaje y Dirección: André Sauvage.
Fotografía: Jean de Miéville y André Sauvage.
80 min. Blanco y negro.

26 de diciembre de 2012

No hay nadie más solo en el mundo que un siamés demediado


Le Mystère de la tour Eiffel (El misterio de la torre Eiffel, 1928), Julien Duvivier

Los siameses Mironton (Félicien Tramel, duplicado) se exhiben en una feria parisina. Desde el principio sabemos que los hermanos son “de esa clase de siameses que dejan de ser siameses en la intimidad”. En realidad se trata de los gemelos uruguayos Achille-Saturnin y Théo, cuyo carácter no puede ser más dispar. Mientras el primero es un buen hombre, enamorado de la bailarina Sylvie (Régine Bouet), el otro es un intrigante sin escrúpulos.


Su padre muere dejando una cuantiosa fortuna a Achille-Saturnin. Théo se entera y se hace pasar por su hermano para quedarse con la herencia. Pero en el testamento hay una cláusula que estipula que en caso de la desaparición o no comparecencia de su hijo, la fortuna pase a Sir William Dewitt (Gaston Jacquet). Lo que no sabía el padre de los gemelos al testar es que tras su apariencia de filántropo, DeWitt, secundado por su fiel Li-Ha-Ho (François Viguier), dirige una sociedad secreta dedicada a toda clase de tropelías.


Los miembros de la secta, denominados los Camaradas de la Antena, se comunican gracias a las interferencias que provocan en las emisiones desde la Torre Eiffel. Ya puede usted estar escuchando una interesante velada lírica en su aparato de radio, que al poco se verá interrumpido por el siguiente mensaje en clave: “A4PRJONN8”.


Uno de los delincuentes se presenta con un revolver y disfrazado de capirote de Semana Santa en la nueva mansión del heredero. A consecuencia de sus amenazas el cobardica de Théo se esconde en una pensión de Montmartre. Mientras tanto, su hermano Achille-Saturnin malvive de la caridad de Sylvie y de su hermanito Titi (Jummy Gaillard).


Pero el propietario de la barraca pone a los tres de patitas en la calle. Achille-Saturnin, Sylvie y Titi se ganan la vida cantando la canción del “Siamés demediado”: Nada digna de envidia es / mi suerte, pueden creerlo. / No hay nadie más solo en el mundo / que un siamés demediado”.


Théo le propone entonces un intercambio: puede llevar la vida de un  potentado si se hace pasar por él. Achille-Saturnin se traslada con Sylviey Titi a la mansión, sólo para ser secuestrado inmediatamente por los miembros de la secta que lo llevan al castillo de Roca Negra y lo someten al juicio de la copa de veneno…


Dejemos aquí en suspenso la relación del argumento, porque todavía no hemos llegado a mitad del metraje y de la trama de los siameses ya no se acuerda nadie. Ya habrán ustedes advertido que Le Mystère de la tour Eiffel hace suyo el discurso del serial a la Feuillade. Lo novedosos es que se dedica a resolverlo con algunos recursos del cine impresionista y a salpimentarlo con toques de comedia bufa, a lo que contribuye no poco el protagonismo de Tramel. La modernidad de la mixtura viene avalada por un ritmo frenético y por la inclusión de la radiodifusión como motivo central de la trama.


Barracas de feria, un castillo misterioso lleno de encapuchados, un villano maestro del disfraz, cazas sin tregua por carreteras de montaña, casualidades sin cuento, fugas increíbles y, por supuesto, el clímax en lo alto de la Torre Eiffel con una persecución de auténtico escalofrío… todo hace de esta película un puro goce para el espectador deseoso de aventuras. No en vano, la recomendación de verla proviene del Desván del Abuelito (http://eldesvandelabuelito.blogspot.com.es/2012/01/el-misterio-de-la-torre-eiffel.html).


El serial, reducido a largometraje, se estrenó al sur de los Pirineos cuando ya alboreaba el sonoro, convertido así en pieza doblemente anticuada. Su proyección en programa doble, no obstante, autorizaba a anunciar la sesión dominical como “Día del Respingo”.


Le Mystère de la tour Eiffel (El misterio de la torre Eiffel, 1928)
Productor: Le Film d'Art (FR)
Dierector: Julien Duvivier.
Guión: Alfred Machard.
Intérpretes: Félicien Tramel (los siameses Mironton), Régine Bouet (Sylvie), Gaston Jacquet (Sir William Dewitt), Jimmy Gaillard (Reginald “Titi”), François Viguier (Li-Ha-Ho, el secretario de Dewitt), Pierre Hot (el propietario de la feria), Alexandre Mihalesco (el notario)  Jean Diéner, Andrée Reynis, Valentine Bordie, Roger Piquard, Roma d' Esparbès, Alex Mandrès, Darska, Lesueur, Frédéric Mariotti, Jean Rieux, Raymond Gardanne, Bouzique, Tiguier.
104 min. Blanco y negro.

23 de diciembre de 2012

Parodia de españolada




Brilliantino the Bullfighter (1922), Ben Wilson

Monty Banks, con su cara redondita, su minúsculo bigotito y su breve estatura, fue uno de los comediantes de la época silente que perdió su lugar en las carteleras un poco antes de la llegada del sonoro, cuando el modelo de exhibición basado en noticiario, cartoon, película cómica de dos bobinas y largometraje cambió a película principal y película de relleno… que no otra cosa es la serie B.


Monty Banks, que había nacido en Italia con el nombre de Mario Bianchi allá por 1897 y se había hecho un lugar en la programación desde sus tempranas colaboraciones con Roscoe “Fatty” Arbuckle hacia 1917, se trasladó a finales de los años veinte a Gran Bretaña donde trabajó como director y se casó con otra comedianta, Gracie Fields. Al estallar la Segunda Guerra Mundial regresó a Estados Unidos donde, seguro, estaba más seguro y realizó aparte de algunas películas como director tareas ejecutivas en 20th Century Fox.


Si por algo lo rescatamos del olvido hoy es por su trabajo como cómico en el competitivo mundo del slapstick. El pequeño Monty Banks solía encarnar a un tipo al que el mundo le viene grande pero que siempre termina triunfando a base de recursos o por pura chiripa. Su película más célebre, Play Safe (1927) lo inscribe en la tradición de los cómicos del riesgo, como Harold Lloyd o Larry Semon:


En la carpa hemos proyectado Brilliantino the Bullfighter (1922), una película perdida y encontrada en el archivo de Nueva Zelanda, que ha sido restaurada por el archivo de la UCLA y la National Film Preservation Foundation (http://www.filmpreservation.org/) en cuyo sitio web pueden ver ésta película y algunos otros títulos que seguro despiertan su curiosidad.


Se trata, desde su mismo título, de una parodia de Blood and Sand (Sangre y arena, Fred Niblo, 1922) estrenada apenas unos meses antes y protagonizada por Rodolfo Valentino. Como tal parodia, Brilliantino the Bullfighter juega con el contrapunto del aspecto físico de su protagonista y el del galán parodiado y se dedica a darle la vuelta a las situaciones tópicas de cualquier españolada.


En medio de este leve esquema argumental se engarzan algunos gags bastante torpes, algunos porque su relación argumental con la historia principal es levísima –como el del carterista en el Café Cortez-, otros porque la incompetencia en su preparación –como el de la pecera volcada en el sombrero de copa- es tal que termina por desactivarlos.


Desperdigados aquí y allá hemos podido ver humor de buena ley. El triunfo de Brilliantino (Monty Banks) en la plaza de toros se nos hurta… con lo cual nos ahorramos ver a un supuesto torero pegándole pases a una cabeza de cartón. A cambio, la fiereza del bicho se nos muestra por el número de matadores que es capaz de catapultar por encima de la puerta grande desde el interior del coso. El diestro derrotado se limpia el polvo después de una costalada de unos veinte metros y se va despotricando a su casa. Finalmente, Brilliantino decide entrar en la plaza. A los pocos segundos el que aparece volando desde lo alto es… el toro. El éxito se traduce entonces en sombreros arrojados al aire que forman una montaña ante el portón. Brilliantino tendrá que atravesarla como un espeleólogo para poder abandonar el coso y tendrá más de un `problema para localizar su castiza montera entre tanto sombrero.


En esta parodia no podía faltar la ya célebre escena del tango de otra película de Valentino a partir de otra novela de Blasco Ibáñez: The Four Horsemen of the Apocalypse (Los cuatro jinetes del apocalipsis, Rex Ingram, 1921). Gracias a la intervención de unos oportunos lagartos que se cuelan en la chaquetilla de Brilliantino, el baile se convierte en una suerte de farsa dancística en la que Monty Banks era especialista, pues cuando llegó a Estados Unidos a principios de los años diez, fue contratado precisamente como bailarín cómico.


Monty Banks murió prematuramente, a los 53 años. Una de sus últimas apariciones en la pantalla fue en la versión de Blood and Sand (Sangre y arena, Rouben Mamoulian, 1941) protagonizada por Tyrone Power y Rita Hayworth.

Brilliantino the Bullfighter (1922)
Producción: Ben Wilson Productions (EEUU)
Director: Ben Wilson.
Intérpretes: Monty Banks (Adolph Brilliantino), Bud Ross (el padre de Brilliantino), Jerry O’Dell (Maledito, el villano), Florence Gilbert (la novia de Brilliantino).
30 min. Blanco y Negro + Virados.


21 de diciembre de 2012

El beso de la muerte


Shirley Temple Story (1976), Antoni Padrós

Shirley Temple (Rosa Morata) se entera por el noticiario radiado de Louella Parsons (Marta Vives) de que los capitostes de la M-G-M han decidido darle a Judy Garland el papel protagonista en El mago de Oz.


En compañía de las señoras Pit (Dolors Ducastella), Pot (Montse Fontova) y Put (Carmela Rambla), las tres hijas de generales, emprende el camino hacia la Ciudad de la Esmeralda, donde vive el Mago. Shirley Temple entretendrá el viaje con sus amigas interpretando canciones del repertorio cinematográfico estadounidense y relatándoles unas historias tan alegóricas como crípticas.


Un comando anarco-estructuralista (Paco Caja, Jesús Garay y Lluís Rambla) las sigue con un decorado de cartón que ponga en evidencia la artificiosidad de lo que cuentan e intentará tomar la voz para relatar su propia historia en un momento de gran convulsión ideológica.


En el camino (que no es de baldosas amarillas) les saldrán al encuentro otra serie de personajes como una lúbrica Hada del Este (Gloria González), el decadente míster Voland (Walter Cots) oun trovador que canta que la Ciudad de la Esmeralda es España pero que quien sabe quién es el Mago de Oz.


En un decorado teatral, Shirley y las hijas de los generales se encuentran con un mago de capa y chistera (Joaquín Gándara), alumno, según confesión propia, del Gran Mandrake. El mago pretende poseer el secreto de la materialización de la carne y de la sangre, suerte de misterio teológico que cristaliza en forma de una paloma que saca de la chistera. Desgraciadamente, la paloma está muerta, lo que provoca una gran tristeza en Shirley y sus compañeras.


El mago argumenta entonces que el oficio de prestidigitador “consiste en crear la ilusión, en señalar, de un cúmulo de hechos, aquellos que permiten ver o vivir el momento mágico. El mago ordena el mundo de tal forma que la lectura resultante arroja una fugaz visión del paraíso”. Pero el mago opina que esa visión es “siempre amarga”, de ahí la desolación que producen sus trucos.


Su último número, el “grand finale” de su actuación, consiste en coger con los dientes la bala disparada a bocajarro con una pistola de duelo. Shirley será la encargada de apretar el gatillo. El truco recibe el nombre de “el beso de la muerte”.


Shirley Temple Story es una de las películas clave del underground español. Sin concesiones de ningún tipo, rodada en 16mm y, en buena parte, con negativo de sonido, lo que proporciona un contraste brutal a algunos tramos, ajena a cualquier procedimiento administrativo y con una duración –casi cuatro horas- que excede desborda cualquier expectativa de proyección comercial, aparece ahora en formato doméstico, junto con el resto de la obra cinematográfica del francotirador Antoni Padrós.


Shirley Temple Story (1976)
Producción: Antoni Padrós (ES)
Director: Antoni Padrós.
Guión: Antoni Padrós, Fernando Huici.
Intérpretes: Rosa Morata (Shirley Temple), Dolors Ducastella ( señora Pit), Montse Fontova (señora Pot), Carmela Rambla (señora Put), Paco Caja (Paco), Jesús Garay (Jesús), Lluís Rambla (Luis), Gloria González (el Hada del Este), Joaquín Gándara (el prestidigitador), Walter Cots (míster Voland), Marta Vives (Louella Parsons), Anna Alzamora (Rose Mary), Francesc Tudó (José Dos Santos), Montse Cardús (María Dos Santos), Jordi Figueras (el trovador), Josep Molins (Johnny), Ludwig Wangüemert (el arcángel ario), Pepe Carreras (el vampiro), María Balletbò (la muerte), Montse Prunes (Mammy Samba), Albert López (el Mago de Oz), Xavier Gusi (el hombre triste), Bassam Kanaan (el árabe), Enric Majó (el gigoló), Enrique Carbó (el espía), Xavi Espona (el guardaespaldas), Jaume Fontanals (el chófer), Toni Freixa (el marinerito), Maruja Rambla (la “girl”).
210 min. Blanco y negro.