
Un lugar para el encuentro. en el más amplio sentido del término, entre el cine, el circo y las variedades
(A place for the meeting, in the most wide sense of the term, among the cinema, the circus and varietés).
Autores: Sr. Feliú y Javier Jiménez
24 de diciembre de 2017
Dyanik y Lina son…

29 de noviembre de 2017
La ballena blanca
Las comedias de episodios italianas
La comedia a la italiana tiene padres conocidos. El papá fue, claro, el neorrealismo. La “mamma”, la farsa teatral. A principios de los sesenta ella misma empezó a tener retoños. Uno de los más vigorosos fue la comedia de episodios.
Ya lo había intentado Vittorio de Sica con los relatos del escritor napolitano Giuseppe Marota reunidos en L’oro di Napoli (El oro de Nápoles, 1954). Pero el pistoletazo de salida lo da el productor Carlo Ponti en 1962 cuando consigue juntar en una misma película los talentos de Fellini, Visconti, de Sica y Monicelli. Boccaccio ’70.
En la comedia de episodios cabe de todo. Desde la idea que no necesita de hora y media para florecer hasta el simple chascarrillo. Sin embargo, donde encuentra su justa medida es en la crítica de costumbres. Los pequeños vicios y las grandes lacras de la sociedad son el terreno abonado para su cultivo.
En época de prosperidad cinematográfica hay exceso de ideas que no se desperdician porque encuentran su hueco en la comedia de episodios. Lejos de ser una tabla de salvación para directores en paro, la comedia de episodios supone un laboratorio de experimentación para los veteranos y un trampolín de lanzamiento para los noveles.

Mauro Bolognini también se apunta a la moda de los episodios en varias ocasiones, aunque en La donna è una cosa meravigliosa (1964) opta por un formato poco frecuente, el de díptico. Dos son los capítulos que componen la cinta, ligados por lo grotesco de su estilo visual y por una misoginia galopante. La Rossella (Sandra Milo) de “Una donna dolce dolce” ha capitidisminuido a su marido –calvo y con bigote, para colmo- hasta convertirlo en un niño al que baña y pone a hacer pipí. La Miriam de “La balena bianca”… De ella quería hablarles.
Miriam (Giampiera Colombo) es una montaña, una elefanta, una de esas gordas que desafían a la naturaleza. Pesa ciento ochenta y cuatro kilos, ejecuta varios números acrobáticos y funambulísticos, y dirige el circo a golpe de ladrido. Su número estrella, que nunca veremos, es el combate por el título mundial del “peso elefante” en noble lid con el oso Paraíso, de doscientos treinta kilos.
Su marido, Eros (Arnaldo Fabrizio), en cambio, es un microbio, una partícula diminuta ante esta giganta descomunal. Pero Eros se la pega a su mujer con Luciana (Carmen Najarro), una mujer de su misma estatura. Sus encuentros eróticos tienen lugar en una sórdida habitación de hotel. Luciana le reprocha a su amante que haga el amor con ella “después de haber estado con ese horrible monstruo”. La situación ha llegado a ser insostenible y Eros decide acabar con Miriam. Como si estuviéramos en un corto del Coyote y el Correcaminos, el marido mínimo recurrirá a todos los métodos para deshacerse de su esposa y ella saldrá indemne de todas estas intentonas criminales.
Director de pulcras adaptaciones literarias, Bolognini opta en La donna è una cosa meravigliosa por el desmelenamiento formal. Los cuerpos contorsionados de equilibristas y trapecistas que sirven de fondo a los títulos de crédito nos ponen sobre aviso del barroquismo que presidirá la puesta en escena. El fellinismo de algunos maquillajes, de la invocación circense y de la elección del reparto, queda reforzado por el singular parecido de la pequeña Carmen Najarro con Giulietta Massina, de la cual parece un clon diminuto.
Las escenas del intento de envenenamiento nos retrotraen al universo de la obra maestra de Tod Browning, Freaks. Sin embargo, Bolognini y su guionista, Parise, no nos llevan por el camino de la identificación. No tenemos referencia de “lo normal” en este combate entre David y Goliat. El “uno de los nuestros” -¡One of us! ¡One of us!- queda fuera de cuadro y de la historia.

La presencia del público es mínima. Y, salvo unos apuntes de los payasos, tampoco vemos varios números que se anuncian, como el de Gina “en su clásico número sobre el alambre”, Ciciolín y su león del Atlas o las encantadoras hermanas alemanas. Ninguno de ellos cobra más de quinientas liras diarias más la comida y el vestuario. Miriam considera que con semejante dispendio no va a pagar además la Seguridad Social. Eros solivianta a los artistas contra su mujer, pero ella sale siempre triunfadora. Al final, el marido, nuevo capitán Ahab, queda aplastado por la evidencia de que “es imposible desembarazarse de la ballena blanca”.
Hijos naturales y mujeres contra natura
Un apunte especialmente sórdido tiene lugar cuando Luciana coquetea con el contable –al que sólo vemos en un lejano plano general o de cintura para abaja, dado que su estatura es normal- y él, celoso, intenta estrangularla. Antes le ha anunciado que está embarazada y que no quiere tener un hijo sin padre. El artífice literario de “La balena bianca” es Goffredo Parise, escritor y guionista, hijo natural, que sublimó este trauma en buena parte de su obra. El análisis de su carrera literaria no nos corresponde. De la cinematográfica, señalemos que también intervino, como argumentista en Una storia moderna: l’ape regina (1963), la cinta que sirvió de debut en Italia a Rafael Azcona, de la mano de Marco Ferreri, y de otro episodio en la película que servía de pórtico a este comentario, Boccaccio ’70. Parise forma parte del equipo que guioniza el episodio dirigido por Fellini, “Las tentaciones del doctor Antonio”. Está protagonizado por un habitual de Circo Méliès, el napolitano Peppino de Filippo, que debe enfrentarse a otra mujer colosal, en este caso una Anita Ekberg del tamaño de un edificio de cuatro pisos escapada de una valla publicitaria en la que sus inmensos senos sirven de reclamo a una marca de leche. Este episodio –declaraba Fellini- tiene “una dimensión clownesca-.
La película se presentó en el festival de Venecia, fuera de concurso. Según recuerda el director el escándalo fue monumental. En un remedo de la desproporción mostrada en la pantalla Fabrizio y Najarro tuvieron que ser escoltados por la policía mientras los espectadores indignados intentaban lincharlos. Él era famoso como el pequeño Goliat en una serie de películas de gladiadores que constituyeron un subfilón del cine de sandalias italiano. Ella no nos consta que volviera a asomarse a la pantalla, probablemente a causa de este recibimiento.
La donna è una cosa meravigliosa (1964)
Producción: Zebra Film (IT) / Aera Film (FR).
Director: Mauro Bolognini
Argumento: Goffredo Parise. Guión: Leonardo Benvenuti & Piero de Bernardi y Goffredo Parise.
Intérpretes: Giampiera Colombo (Miriam), Arnaldo Fabrizio (Eros), Carmen Najarro (Luciana).
85 min. Blanco y negro
24 de octubre de 2017
En el Circo Oklahoma

18 de octubre de 2017
Mamá, quiero teta
La teta y la luna (1994), Bigas Luna
Hemos adelantado la proyección de esta película de Bigas Luna para completar este pequeño ciclo dedicado al arte del pedo. Nuestro personaje invitado: Maurice (Gérard Darmon), un pedómano francés con su pequeño espectáculo ambulante en tierras catalanas. Un pedómano motero que enmarca muy bien a su personaje sentado sobre una Harley ribeteada de llamas, una puesta en escena muy acertada para este peculiar acto.
Tete (Biel Durán), un chaval que es anxaneta en los castells de su pueblo —el miembro más joven y quien corona el castell—, está bastante obsesionado con las tetas y con el nacimiento de su hermanito esta obsesión se acentúa de una manera notable. Es entonces cuando descubre que las mujeres están llenas de leche y pide a la luna que le traiga una teta sólo para él. Más tarde descubrirá que es su padre quien llena de leche a su madre, que se la pide gozosa.
Después de una temporada dedicándose a la pintura y la fotografía, dos aficiones con las que hace innumerables exposiciones, Bigas Luna vuelve al cine en 1992 iniciando la "Trilogía Ibérica" con Jamón Jamón, película ganadora del León Plata en el Festival de Venecia; Huevos de Oro (1993), Premio del Jurado del Festival Internacional de San Sebastián; y la que nos ocupa, La teta y la Luna (1994), galardonada en el Festival de Venecia. Las tres retratan muy bien la España de Bigas Luna, aunque es esta última la más autobiográfica de todas.
Dirección: Bigas Luna.
Producción: Lola Films, Creativos Asociados de Radio y Televisión y Hugo Films (ESP/FR).
Guión: Cuca Canals, Bigas Luna, Frédéric Lasaygues y Josep Bargalló.
Musica: Nicola Piovani.
Intérpretes: Biel Durán (Tete), Mathilda May (Estrellita), Gérard Darmon (Maurice),Miguel Poveda (Miquel), Abel Folk (el padre), Laura Mañá (la madre), Genís Sánchez (Stallone), Xavier Massé (el abuelo), Victoria Lepori (la de las tetas), Xus Estruch (la madre de Stallone), Jane Harvey (la Caballé, profesora), Vanessa Isbert (novia de Stallone), Jordi Busquets (Cap Colla), Diego Fernández, Salvador Anglada (casteller) y Javier Bardem.
15 de octubre de 2017
Autómatas en la Tierra de los Sueños
O Dreamland (1953), de Lindsay Anderson



Precisamente son estos pabellones los que más contraste provocan con la alienación de los espectadores que se congregan en ellos. Los autómatas son víctimas o verdugos de las más atroces torturas. Así, podemos contemplar la ejecución en la silla eléctrica del espía atómico Rosemberg mientras un funcionario de prisiones se carcajea hasta el descoyunte o torturas chinas e inquisitoriales entre las que destaca “la muerte por mil cortes”.

O Dreamland (1953)
Productora: Sequence (GB)
Guión y Dirección: Lindsay Anderson
Fotografía: John Fletcher.
Documental.
12 min. Blanco y negro.
4 de octubre de 2017
El fin de una era
La siguiente película de Sedgwick es The Cameraman (El cameraman, 1928), en la que de nuevo hay un simio, aunque de menor tamaño.
A finales de la década, con una carrera también declinante en M-G-M pero aún contratado por el estudio propone, junto a otros viejos compañeros como Clyde Bruckman, la contratación de Keaton como gagman. De este modo colaborarán en dos de los últimos empeños profesionales de Sedgwick como director: Nothing But Trouble (1944), cinta también crepuscular de Laurel y Hardy, y A Southern Yankee (1948), del pujante Red Skelton.
Desde las oficinas de los ejecutivos, se le exige a Keaton que rellene sus minutos de presencia en pantalla con golpes, caídas y batacazos, obviando que el auténtico arte del comediante reside en su capacidad para desafiar las leyes de la física en un mundo demasiado grande para él. No es tanto que la gracia sea un estado de lo mismo y que Keaton la haya perdido de un día para otro, no. Se trata del descentramiento que supone el apartar al cómico del centro de la pantalla, considerando sus habilidades insuficientes para atraer al nuevo público del cine parlante. Los gags entonces, en lugar de coadyuvar a construir un personaje central capaz de enfrentarse a las situaciones más peliagudas, son meros respiros bufos en el desarrollo de un argumento cien veces visto.
3 de octubre de 2017
Del muro de la muerte al bólido infernal






16 de septiembre de 2017
Atracciones y clowns



El otro motivo es la presencia de Mary Santpere caracterizada de payaso. Ahora (en 1971) se dedica al circo, según declara ella misma. Ella es una de las difamadas por Olga Pompeyo en sus memorias eróticas. Poco más que un cameo en una breve conversación telefónica con evidentes síntomas de improvisación en el que la Mary hace gala de un desparpajo y una expresividad aprendidos junto a su padre -José Santpere- en los teatros del Paralelo. Alguna vez hemos amenazado con ocuparnos de ellos. Sirva esta foto para sellar el compromiso que tenemos con ustedes y con el teatro de variedades barcelonés.
