14 de noviembre de 2019

La otra cara del Cirque du Soleil


Lovesick (Lewis Cohen, 2008)

Queremos hablarles de un documental que recoge durante más de dos años la creación del espectáculo estilo cabaret del Cirque du Soleil, Zumanity, a través de la vida y peripecias de varios de sus artistas.


Cuando propusieron a Guy Laliberté la creación de un nuevo espectáculo para el Hotel Casino New York-New York, el fundador del Cirque du Soleil sabía que no podía hacer un espectáculo que llevase la firma del Soleil y nada más. Primero, Laliberté quería hacer un espectáculo diferente que no compitiese con sus otros espectáculos en Las Vegas. Segundo, el hotel quería un show más atrevido, dirigido más claramente a un público adulto.


Feliz por este nuevo reto, Laliberté cuenta en el libro de Tony Babinski, Cirque du Soleil: 20 Years Under the Sun: “Our previous shows have all been family-oriented and politically correct, which is great, but we are human beings, we won´t hide it. We are a bunch of happy campers. We like to live new experiences. Zumanity deals with some of those experiences”.


El resultado es Zumanity —una combinación entre las palabras zoo y humanidad—, una exploración de la sexualidad, del deseo, de lo erótico, el primer espectáculo del Cirque du Soleil para mayores de 18 años. Una de las características del espectáculo, que le diferencia de la mayoría de espectáculos de contenido erótico que se pueden ver en la Ciudad del Pecado, es su naturaleza inclusiva, con artistas de todos los tamaños, formas, colores y tendencias, todo ello aderezado por el sugerente vestuario diseñado por Thierry Mugler.


El documental comienza con una frase del escritor y cantante Leonard Cohen: “There is a crack in everything. That’s how the light gets in”, que define de alguna manera la selección de los artistas que nos guiarán en la creación del show. Se trata del maestro de ceremonias, la drag queen Joey Arias, el musculoso latin lover Alex Castro, la bailarina británica Laetitia Ray a la que le da apuro mostrarse desnuda ante el público, Jonel Earl, la chica que maneja el látigo y que tiene pendiente un matrimonio y la troupe de payasos Spymonkey. Todos acaban de permanecer 2 meses en Montreal ensayando el nuevo espectáculo y se disponen a  viajar a Las Vegas para sumergirse de lleno en la creación dirigida por Andrew Watson, Dominic Champagne y René Richard Cyr.


El teatro ha sido construido específicamente para el espectáculo y a dos meses del estreno todavía está sin acabar. La ciudad es una locura llena de máquinas tragaperras y establecimientos donde se ofrece sexo en todas sus variantes. Los artistas se enfrentan a un reto que en muchos casos les superará, pero que les provoca la suficiente excitación para trabajar sin descanso y superar todos los contratiempos.

Las historias se entremezclan, los protagonistas nos muestran sus inseguridades, su egoísmo, sus sentimientos…, mientras los responsables del espectáculo se rompen la cabeza, por un lado para que no sea demasiado vulgar, y por el otro, para que no sea demasiado mojigato. Guy Laliberté pide que se vean más tetas y más culos y asevera: “vamos a hacer un show arriesgado, atrevido y provocativo”.


Se realizan varias versiones que se testan con público y que provocan más depresiones, más conflictos, más tensión, pero que van acercando el espectáculo hacia su versión final. Los artistas van liberándose poco a poco de sus prejuicios ayudados por algunas fiestas propuestas por Andrew Watson que cada día se encuentra más estresado.


Por fin llega la premiere, los artistas brillan en el escenario mientras sus parejas en la vida real se preguntan si hay algo más allá de lo que han visto sobre las tablas. Varios meses después sabemos el desenlace de todas las historias. La mayor parte de ellas con final feliz como corresponde al ideario del Cirque du Soleil, aunque el director del documental, Lewis Cohen, prefiere hacer hincapié en la más triste de ellas.

13 de noviembre de 2019

La noria como leit motif


Fuego / Pyro… The Thing Without A Face (1963), Julio Coll

La noria ha sido el motivo vital de Vance Pierson (Barry Sullivan). Desde que viera una de pequeño se decidió su vocación de ingeniero. Aprovechando el principio de la noria ha diseñado un novedoso sistema que es capaz de multiplicar la producción de electricidad en una de aquellas presas que siempre andaba inaugurando Franco. Por eso vino a España, donde conoció a la bella y perturbada Laura Blanco (Martha Hyer). Su amor adúltero quedó sellado en una boîte llamada precisamente “La noria”.

Cuando Vance anuncia a su amante que va a regresar junto a su mujer (Sherry Moreland) y su hija, Laura, que ya había dado síntomas de piromanía galopante, prende fuego a la casa. Vance intenta salvar a su familia de las llamas y queda completamente desfigurado. Desde entonces su único objetivo es la venganza. Al fuego, con fuego.

La policía (un inspector encarnado por Luis Prendes) y el antiguo compañero de Vance en la presa (Fernando Hilbeck), le buscan. Pero el hombre sin rostro y sin manos parece haberse desvanecido después de escapar del hospital. Una serie de incendios les ponen sobre la pista de la feria que regenta Frade (Carlos Casaravilla). Allí hay, claro, una noria. Y esta noria está regentada por un tal Peter.

Peter asegura haber trabajado en los parques de atracciones más famosos de Europa: el Prater de Viena y el Tívoli de Copenhague. Su destino es bastante más prosaico, una aldea costera en la provincia de Lugo, donde vive escondida Laura con su hijita. La noria, la omnipresente noria, será el escenario del acto final de la tragedia.

Julio Coll, crítico de teatro y jazz, creador de una escuela de interpretación cinematográfica, experto en psicología y autor de algunas obras señeras del policiaco a la catalana, dirige esta rareza producida en España por Sidney Pink para la American International Pictures.

La película oscila del suspense inicial al terror granguiñolesco -subgénero demente desfigurado: El fantasma de la Ópera, Los crímenes del museo de cera…- del último tramo. En el trayecto, la duda de cómo pasó una coproducción española los trámites de censura previa en 1963 con un adulterio, piromanías varias, doctores (Paco Morán) que opinan que sus pacientes estarían mejor fiambres y sugerencias de incesto. Misterios de una película de misterio.

Fuego / Pyro… The Thing Without A Face (1963) 
Producción: Sidney W. Pink para American International Pictures (EEUU) / Esamer (ES) 
Director: Julio Coll.
Guión: Sidney W. Pink y Luis de los Arcos, basado en un argumento del primero. 
Intérpretes: Barry Sullivan (Vance Pierson), Martha Hyer (Laura Blanco), Sherry Moreland (Verna Pierson), Fernando Hilbeck (Julio Quintana), Soledad Miranda (Liz Frade), Luis Prendes (el inspector), Carlos Casaravilla (Fer Frade), Marisenka (Isabel Blanco), Francisco Morán (cirujano), Hugo Pimentel (Gaspar), Pilarín Gómez, Eric Chapman, Roberto Llamas. 
99 min. Color (Panacolor)

12 de noviembre de 2019

Nosotros, los Fratellini

"Je suis un vieux clown, le plus clown français, et que l'on me traite de paillase, de baladin ou de grotesque, rien ne saurait me faire davantage de plaisir. car j'ai mon métie dans le sang, l'odeur de la piste m'attire comme le picotin attire le cheval". Entre las numerosas publicaciones dedicadas a Los Fratellini destaca este libro escrito por uno de ellos, Albert, el más payaso de los hermanos, el augusto de maquillaje grotesco y zapatos enormes. El libro tuvo gran aceptación en su época y se realizaron numerosas ediciones por lo que hoy no es demasiado difícil hacerse con un ejemplar. Los tres mosqueteros del circo, los hermanos Fratellini, fueron los reyes de la pista durante muchos años. Uno de ellos nos cuenta su gran aventura.

FRATELLINI, Albert
Nous, les Fratellini
Bernard Grasset Editeur, París, 1955
144-12-55 nº ed.1046

29 de octubre de 2019

Amalia en blanco y negro


Nasci com esta obrigação de cantar fado! Ou foi o fado que fez isto! O fado é destino, portanto deu-me este destino a mim!

Amália Rodrigues

Fado, historia d'uma cantadeira (1946), Perdigão Queiroga

Fado es un melodrama esencial. Un melodrama hecho de música (melos) y drama que apura hasta las heces las convenciones genéricas de la estrella que triunfa dejando atrás las raíces que sustentan su arte. Y si la artista es Amália, la primera dama de la canción portuguesa, la reina del fado, no les digo más.



Amália es Ana Maria, una muchacha humilde del popular barrio lisboeta de Alfama aficionada al canto. Júlio (el madeirense Virgilio Teixeira), lutier y guitarrista, mantiene con ella un noviazgo de siempre y la alienta a que actúe en el club fadista que regenta el orondo Joaquim (Vasco Santana). En esta primera actuación la descubre Chico Fadista (António Silva), un representante que la conducirá a los brazos de un importante empresario teatral (Tony D’Algy). En el camino hacia el éxito, Ana Maria deja de lado a Júlio, que la atormenta con sus celos amorosos y profesionales, y abandona el barrio que la vio crecer. Su éxito impone la renuncia a aquello que la impulsó hasta allí.

Lisboa Filmes era hasta entonces poco más que un laboratorio. Se lanzó a la producción en una colaboración con España dirigida por el húngaro errante Ladislao Vajda, Tres espelhos / Tres espejos (1946). Su siguiente película es una jugada comercial en toda regla. Amália ha debutado en el cine con Capas negras, una historia ambientada en la Coimbra estudiantil. La película aguantará veintidós semanas en la sala de estreno, un récord histórico para un film portugués. Al tiempo, Amália llena a diario el teatro lisboeta en el que actúa. Lisboa Filmes acepta un guión de Armando Vieira Pinto que novela la vida de la cantante. La identificación con el público no puede ser más completa.

Si Júlio puede ser trasunto ficticio de Francisco da Cruz, el guitarrista con el que Amália se casó en 1940 y del que se separó apenas dos años después y Chico Fadista, el calco del empresario José de Melo, que llevó su carrera con mano de hierro, el sarao que organiza el embajador (Raul Carvalho) no deja de ser una recreación de la fiesta en el Hotel Ritz de Madrid organizada por Antonio Ferro, jefe del Secretariado de Propaganda portugués. Estamos en febrero de 1943. Los regímenes fascistas de España y Portugal viven la eterna tensión entre vecinos, pero recurren retóricamente a la hermandad ibérica siempre que pueden. En esta recepción, Amália es la principal invitada. El humorista gallego Wenceslao Fernández Flórez pronuncia el ditirambo de rigor que culmina con el agradecimiento al organizador al que compara con Enrique el Navegante; si éste descubrió nuevos mundos para Portugal, Antonio Ferro “descubre Portugal al mundo”. Y en este descubrimiento tiene parte fundamental Amália, que interpreta tres fados –“voz plena de sentimiento, modulación perfecta, emoción y gracia”, glosa el cronista del diario ABC- y dos temas del cancionero de Imperio Argentina y Concha Piquer: “Los piconeros” y “Antonio Vargas Heredia”.

Otra canción de Concha Piquer, “No me quieras tanto”, simboliza en la película su ascensión en un ejercicio de lo que los sajones llaman crossover.



Amália, dotada para el fado, es capaz de cantar cualquier cosa. Siempre músicas con alma en las que pierde la suya. Esta identificación de “lo portugués” con el fado, enfrentado a otros tipos de música, ya sea culta o extranjerizante, servía de apoteosis a otra comedia musical, O Costa do Castelo (El fresco de Costa, 1943).


Virgílio Teixeira llega al cine a través del deporte, como Erroll Flynn, Félix de Pomés o Johnny Weissmuller. Durante los años cuarenta lleva su carrera en paralelo en España y Portugal, protagonizando algunos de los más populares dramas históricos que Juan de Orduña factura para Cifesa. Parece que su relación con la diva no fue, al menos en principio, demasiado buena. Ambos recordaban como mejor escena de toda la película aquélla del ensayo en que Perdigão Queiroga les pidió que improvisaran. Hay en ella verdaderamente un aliento de sinceridad que traspasa la pantalla.

El éxito de Capas Negras y de Fado, así como la popularidad de Amália en Brasil, donde había grabado sus primeros discos en 1945, sugirieron a Leitão de Barro la idea de realizar en régimen de coproducción luso-brasileña, Vendaval maravilhoso (1949), basada en la vida del poeta antiesclavista Castro Alves y su pasión por la actriz portuguesa Eugénia de Câmara. Amália interpretaba este papel dramático, pero sólo cantaba una canción durante los créditos, lo que según algunos selló el fracaso de la película y el alejamiento de la cantadeira de los platós cinematográficos durante algunos años.

Pueden seguir instruyéndose al tiempo que se deleitan en www.amalia.com.


Fado, historia d'uma cantadeira
(1946)
Producción: Lisboa Filmes (PT)
Director: Perdigão Queiroga.
Guión: Armando Vieira Pinto.
Intérpretes: Amália Rodrigues (Ana Maria), Virgilio Teixeira (Júlio), Vasco Santana (Joaquim Marujo), António Silva (Chico Fadista), Tony D'Algy (Sousa Morais, el manager), Raul Carvalho (el embajador), Eugénio Salvador (Lingrinhas), Jose Vitor (Damião, el padre de Ana), Emilia Villas (Rosa, la madre de Ana), Alda de Aguiar (Senhora Augusta), Aida Queiroga “Nenita” (Luisinha).
Blanco y negro.

26 de octubre de 2019

La doma a manguerazos

Segodnya novyy attraktsion (1966), Nadezhda Kosheverova

Dedicar todo el mes de octubre a películas realizadas en la extinta Unión Soviética no ha ampliado nuestros conocimientos del ruso salvo diferenciar algunas letras más del alfabeto cirílico. El esfuerzo ha merecido la pena porque aunque muchas de las películas no serán recordadas por su contribución al lenguaje cinematográfico, en ellas siempre podemos ver circo de verdad. No son carpas remendadas y resecas del polvo del camino. Son edificios estables con todas las comodidades de un teatro. No son actores de teatro o cine disfrazados de payasos. Son payasos de verdad los que protagonizan muchos de estos films. No son números pobremente vestidos y peor ejecutados. Son actos de circo de primera categoría, a muchos de los cuales, por desgracia, somos incapaces de poner nombre y apellido.


Segodnya novyy attraktsionn (1966), la película que nos ocupa, comparte con Ukrotitelnitsa tigrov algo más que los tigres. Comparte también una domadora que se estrena y una historia de amor previsible. Y comparte la dirección, que en ambos casos la lleva Nadezhda Kosheverova, una directora con oficio a la que se recuerda por su versión de Cenicienta: Zolushka (1947).

Además, comparte con muchas otras películas de las que ya hemos hablado en nuestra carpa una directora de circo grande, decidida, que encara los problemas con resolución y que soporta sobre sus espaldas más peso del que debería. En este caso el papel lo interpreta una de las grandes —en todos los sentidos— actrices del cine de la URSS, Faina Ranevskaya (1896-1984), que se despedía precisamente de la pantalla con esta película.

Después de un accidente con los tigres resuelto a manguerazos y de una visita de quien podría parecer un acreedor pero que imaginamos comisario político, la directora del circo (Faina Ranevskaya) convence al domador Marat (Koberidze Flocks) para que sea su mujer (Marina Polbenceva) la que presente el número de doma en la pista. Las domadoras siempre han resultado más comerciales que los domadores desde mucho antes que King Kong se enamorara de la bella Ann. Además, en la URSS, domadoras como Margarita Nazarova e Irina Bugrimova ocupaban el puesto de honor de las principales pistas de los circos estables.


Como es de esperar, la rubia triunfa con sus tigres leones y osos. Además, se columpia con un tigre a sus pies mientras hace malabares con tres mazas. El éxito es rotundo, los planos con nombres de ciudades de la URSS se encadenan en una secuencia que podría parecernos vanguardista, un engaño de la tipografía.


He de confesar que el exceso de rayas —de los tigres siberianos— y del ruso casi acaban conmigo. Intentar entender esta película sin saber ruso es bastante difícil y no he llegado a entender porqué el domador está siempre como enfadado, como a punto de irse. Es evidente que se quieren, así que centrémonos en la doma.

Segodnya novyy attraktsion es una película para los amantes de los animales en el circo. La directora se toma su tiempo para mostrarnos los ensayos y algunas particularidades de este oficio. Las mangueras y las pistolas están preparadas para actuar y su eficacia se comprueba en varias secuencias de la película. En una de ellas, un tigre desobedece a Valentina su orden de retirarse y ella le golpea con el palo violentamente provocando el ataque del tigre. En otra, el ayudante simpático y perezoso de la pareja es perseguido por un gigantesco paquidermo por todas las estancias del circo. En otra, Valentina encarna la constancia y tozudez de los artistas de circo montándose una y otra vez sobre un caballo díscolo.

La nueva atracción que ronda la cabeza de Marat es una mera fantasía para su mujer. Pero ella no quiere rendirse en su propia nueva atracción que finalmente logra presentar en la pista: tigres, leones, y panteras juntos en la pista y ella presidiéndolo todo montada en su, ahora dócil, caballo blanco. Salta sobre varios felinos tumbados sobre el serrín. De repente algo sale mal y las fieras se lanzan sobre el caballo. El accidente provoca un auténtico desastre en el circo. Todo el mundo está a punto de dejarlo todo cuando el gran Marat, el domador que no para de darle a la cabeza, presenta ante el jurado su última creación. Las fieras evolucionan solas por la pista siguiendo las órdenes de Marat que les habla desde megafonía, con un micrófono en la mano. Al rato, entran en la pista tres jovencitas, una de ellas sobre el lomo de un león. Hacen acrobacias y contorsiones entre las fieras cuando, entre las risas del payaso, se sube la red de protección quedando el grupo de fieras sin barreras de protección. Se encadena a pista llena de público…

Aquí pueden disfrutar ustedes del film:


Segodnya novyy attraktsion (1966)
Producción: Lenfilm Studio (URSS)
Director: Nadezhda Kosheverova
Intérpretes: Marina Polbenceva (Valentina), Koberidze Flocks (Marat, el domador), Faina Ranevskaya (la directora del circo), Pavel Sukhanov (el payaso), Gelij Sysoev, Igor Gorbachev, Mikhail Gluzskij, Lev Lemke.
84 min. Color

24 de octubre de 2019

Juicio sumarísimo

Documental sobre un juicio ocurrido en 1982, utilizado por el estado soviético para dar ejemplo de su lucha contra la corrupción, en el que el principal acusado era el director de ”Soyuzgoscirka“, la red que agrupaba a todos los circos de la URSS, Anatoly Kolevatov.

Con la muerte de Suslov, hombre fuerte del partido y posible sucesor de Brezhnev, el Secretario general del Partido Comunista, Leonid Brezhnev, comienza a vivir las intrigas y las luchas de poder para sucederle. En 1981, un poco antes de la muerte de Suslov, estalla el escándalo Kolevatov, en el también se ven implicados su asistente Victor Gorsky y Boris Buryatsa, un llamativo bailarín y ex-artista de circo más conocido como Boris the Gipsy, amigo de Galina Brezhnev, la hija del mandamás comunista, muy aficionada a frecuentar a los artistas de circo y a viajar con ellos, según la leyenda, con documentación falsa.

Según cuenta Stanley Laudan, Galina, mujer ardiente en búsqueda permanente de amantes incansables, estuvo con Mieleyev, un antipodista que sostenía en equilibrio una escalera de más de 10 metros de altura con cinco personas subidas también en equilibrio y con el hijo del mago Kio, entre otros. Su padre la obligó a casarse finalmente con un jefe de la policía de Moscú. Los acusados pedían joyas a cambio de permitir los viajes de los artistas al extranjero. En el piso de Kolevatov se encontraron diamantes y más de un millón de dólares, "regalos" según algunos de los testigos que querían excusar a los acusados.

Según informes internos, el subdirector de la KGB, Semen Tsvigun, que se atrevió a ordenar los arrestos sin el visto bueno del politburó, se encontró con la feroz oposición de Suslov y quedó marcado, suicidándose el 20 de enero de 1982. El 28 de ese mes, al mismo tiempo que se celebran los funerales de estado por la muerte de Suslov, es finalmente arrestado Buryatsa. Al mes siguiente Kolevatov es arrestado y condenado a trece años de prisión. Brezhnev muere en noviembre de ese mismo año y es sustituido por Andropov, casualmente responsable de que salieran a la luz los escándalos de la hija de Brezhnev durante la década de los setenta como jefe del KGB. Prosigue la decadencia del estado soviético.

El documental se sirve del juicio, al que concede poco metraje, para hacer un homenaje al circo y hacer un pequeño repaso por la historia del circo. Mezcla imágenes de archivo y secuencias de películas como Tsirk, Mr. Iks o Ukrotitelnitsa tigrov, con imágenes de artistas contemporáneos en las que destaca el conductor simbólico del documental, como no, un payaso con cara triste que al final toca unas notas melancólicas con su gastada trompeta.

Karandash, Popov y Nikuline —que también es entrevistado— están retratados de manera especial. Karandash aparece en unas imágenes que resultan entrañables. Es la grabación de una de sus sátiras políticas. Su personaje desgarbado y despistado entra con una cartera en la mano. La abre de una manera original y de ella sale Klyaksa, el simpático Scottish Terrier que acompañaba al payaso. Le ordena subir a la tribuna y el perrito, como haría cualquier político, se pone a ladrar y a aullar delante del micrófono. La imagen del payaso es muy simpática: la juventud del payaso salta a la vista. En otro momento del documental Nikuline observa embobado a su maestro Karandash mientras este le explica algo.

Producido en 2005 por Vsevolod Tarasov para Strictly confidential

22 de octubre de 2019

La escuela de Moscú

Leon Harris nos ofrece una visión idílica de la escuela de circo de Moscú. El escritor, apoyado en unas magníficas fotografías, se maravilla continuamente de las condiciones y las características de esta escuela de la que salían los mejores artistas del mundo y donde se trabajaba la investigación buscando nuevas formas de presentación y nuevos aparatos. El cuidado y el apoyo del estado comunista para con el circo permitió el desarrollo de unos números que sorprendieron a Europa y al mundo.

The Moscow Circus School 
Leon Harris Atheneum, New York, 1970 
LC # 72-98611

21 de octubre de 2019

¡Nueva atracción!


Novyy attraktsion
/ New Attraction (1957), Boris Dolin

Vassily, un chaval amante de los animales provoca un altercado en el circo al protestar sonoramente por las malas prácticas de un torpe domador de leones. En su casa sueña con ser un artista de circo e imagina el número de la escuela de perros que tuvimos la suerte de ver, cincuenta años después, de la mano del profesor Ermakov, hijo de Nikolai Ermakov, uno de los especialistas circenses de esta película y protagonista de la fotografía que ilustra este párrafo..

Los sueños, sobre todo en las películas dedicadas a un público familiar, se hacen realidad, así que este adolescente soñador llega a convertirse en la principal estrella del circo con un vistoso número de doma mixta con machos cabríos y leopardos con una exagerada escenografía de afilados riscos donde los cabrones, con perdón, realizan sus equilibrios. Está inspirada en hechos reales sobre la vida del domador Vassili Goulaiev.

Más de la mitad del largo es como un documental sobre la naturaleza. La captura de los astados se lleva una buena parte del metraje, así como las evoluciones de un grupo de cachorros de osos que naufragan junto a su domador en medio de un río o el estropicio que causa otro oso en un colmenar.

Las páginas del calendario se suceden mientras vemos los progresos del domador. Es lo único que progresa en la película porque esta carece del más mínimo interés argumental y no hay emoción, ni suspense, ni demasiada acción. Parece una simple excusa para hacer propaganda de los progresos que el circo soviético estaba consiguiendo en la doma.


Novyy attraktsion / New Attraction (1957)
Producción: Moskovskoi Kinostudii Nauchno-Populyarnikh (URSS)
Director: Boris Dolin
Guión: Boris Dolin y Mikhail Vitukhnovskij
Intérpretes: Ivan Ruban, Vladimir Balashov, Inna Kmit, George Vicin, К. Albanov, Maxim Borisov, Б. Гапонцев, Anatoly Gavrilov, С. Годзий, Д. Kostryukov, Galina Kravchenko, George Millyar, М. Pozdnyakov, В. Ryabinkin, А. Рылеев, George Slabinyak, Н. Ermakov.
90 min. Color

19 de octubre de 2019

El luchador y el clown


Borets i kloun (1957), Boris Barnet y Konstantin Yudin 

Barnet: boxeador, cineasta, suicida 
Boris Barnet comulgó en sus inicios con la estética rompedora del slapstick. Fue la era de los alegres bolcheviques, antes de que el Estado decretara que el Realismo Socialista era la única aproximación válida al arte popular. Por ello precisamente el redescubrimiento en los años sesenta de su primera película en solitario, Devushka s korobkoy (La chica de la sombrerera, 1927), supuso una auténtica conmoción. Okraina (Suburbios, 1933) fue saludada como su obra más próxima a la ortodoxia en tanto que U samogo sinyego morya (Al borde del mar azul, 1936) todavía sigue haciendo correr ríos de tinta.

Nacido en 1902 Barnet tenía apenas 15 años cuando estalló la Revolución y se incorporó como enfermero al frente. Luego se dedicó durante un tiempo al boxeo antes de matricularse en el Laboratorio Experimental de Cine de Kuleshov, bajo cuya dirección debutó como actor en Neobychainye priklyucheniya mistera Vesta v strane bolshevikov (Las extraordinarias aventuras de Mr. West en el país de los bolcheviques, 1924)

Barnet se suicidó en 1965. En la nota que dejó afirmaba sentirse abandonado por el público. Unos años antes había filmado, en colaboración con Konstantin Yudin, esta Borets i kloun cuyo meollo radica precisamente en la aceptación del artista por su pueblo. Toma para ello las conocidas figuras de dos héroes populares en la Rusia de finales del XIX: el luchador Iván Poddubny y el clown Anatoli Durov. 

En el Circo Truzzi
La historia comienza en Odessa, en una escalerilla próxima al puerto que no es, desde luego, la escalinata que Eisenstein inmortalizó en Bronenosets Potiomkin (El acorazado Potemkin, 1925). Allí se encuentran por vez primera el colosal Iván Poddubny (Stanislav Chekan) y el pulcro Anatoli Durov (Alexander Mikhailov). Un póster anuncia la estancia en la ciudad del Mar Negro del circo del Giuseppe Truzzi (Boris Petker).

En la función de la noche Anatoli actúa como clown con un augusto. Luego aparecen el resto de los payasos con una piara de lechoncillos. Anatoli le coloca a uno una gorra militar, pero su sátira no cae nada bien entre el estamento castrense que ocupa la primera fila. La labia de Anatoli obliga al oficial del ejército zarista a abandonar el circo entre las risas de los ciudadanos. Es el gran triunfo de Anatoli Durov. Pero el payaso Enrico (Georgiy Vitsin) está celoso por haber perdido la cabecera de cartel y mezcla con el maquillaje un tóxico que ciega a Anatoli.

En el Circo Truzzi tiene especial relevancia la lucha greco-romana. La estrella del espectáculo es un fornido luchador enmascarado. Simulando ser uno más de los espectadores, Iván acepta el reto del jefe de pista y lo vence. El payaso Enrico debe poner el final cómico al número ofreciéndole unas flores al vencedor. Pero Iván arroja las flores al suelo y le aprieta la mano hasta que confiesa que ha sido él quién ha cegado a Anatoli. El público, por supuesto, se monda de risa.

Desde el primer momento Iván se muestra como un hombre noble, solícito, dispuesto a ayudar a cualquiera. Se enamora perdidamente de Mimí (Iya Arepina), una frágil trapecista que padece del corazón y a la que el tiránico Truzzi empuja una y otra vez a realizar el más difícil todavía. Mimí realiza su número en el trapecio. No sólo está primorosamente ejecutado sino que además está rodado con un gusto exquisito. La cámara esté siempre en la cúpula, moviéndose al compás de la ejecución de Mimí. El número posee una verosimilitud infrecuente, la que le otorga que los ejercicios sean realizados por la propia actriz, Iya Arepina. Los espectadores están entusiasmados, así que Truzzi la exige que vuelva a subir al trapecio. Mimí cae mientras realiza un ejercicio sin red. Iván se despide de Anatoli y se embarca en una larga gira que le ayude a olvidar.

Es el momento del triunfo del clown Anatoli Durov y de sus enfrentamientos con el poder, lo que provoca continuas denuncias y detenciones. Como Lenny Bruce, Anatoli prescinde progresivamente del maquillaje y se convierte en un satírico feroz. En su reencuentro con Iván tiene una escaramuza con un general. Anatoli va vestido de payaso y viaja en un trineo tirado por un imponente cerdo. El militar, en calesa, junto a una bella dama. El paralelismo no puede ser más evidente. Cuando Anatoli lanza sus puyas hasta la dama que acompaña al militar se ríe. Es mejor poner tierra de por medio. Anatoli emprende una gira internacional. En Madrid se anuncia como “Éxito - Durof - Éxito”.

Podubbny vs. Le Boucher 
Mientras tanto, Iván recala en París. Se anuncia el combate del siglo, el que enfrentará al Hércules ruso con el luchador francés Raoul Le Boucher “El Carnicero” (Anatoli Solovjov). Iván no consigue hacer presa en su compañero, que se ha untado el cuerpo con aceite. Denuncia el fraude, pero los jueces pretenden que la pelea continúe. Iván renuncia entonces al combate y regresa a su pueblo donde encuentra de nuevo el amor junto a la bella campesina Alena (M. Kazakova).

Este interludio bucólico está trufado de canciones folklóricas, paseos al atardecer, duro trabajo en el campo y días de feria. Aquí se produce el reencuentro de Iván con el circo. Iván disfruta con el espectáculo pero la mera visión de un trapecio vacío le hace evocar la tragedia de Mimí. Como en The Quiet Man (El hombre tranquilo, 1952), de John Ford, el hombre que regresa al hogar no puede escapar tan fácilmente de su pasado. El manager de los luchadores hace un bello discurso en el que pregona que ninguno ha habido como Iván. Todos los artistas le rinden el homenaje de su admiración y los espectadores se suman a los aplausos. Iván, conmovido, baja a la pista.


Esto supone el regreso de Iván al tapiz y su reencuentro con Anatoli en París. Mr. Fish (Grigori Abrikosov), un manager corrupto, prepara el combate de revancha contra Raoul Le Boucher. Esta vez no dejará nada al azar. Paga a una cocotte para que corrompa al inocente Iván, que se entrega a una vida de champán y cabarets. En la víspera del combate más importante de su vida, Iván se lo encuentra borracho como una cuba. ¿Estará en condiciones, a pesar de haber caído en las inmundas simas de la degradación occidental, de vencer a su rival? 

Cualquier parecido con la realidad… 
Ya les decíamos que el luchador y el clown estaban basados en personas reales aunque, como tantas veces, cualquier parecido entre los personajes de ficción y sus contrapartes verídicos es pura coincidencia. Aquí pueden ustedes ver al auténtico Iván Poddubny en acción:


También existió Raoul Le Boucher, su rival en la ficción. Y no hubo un Giuseppe Truzzi pero sí un Massimiliano Truzzi, propietario de varios circos en Rusia. Su hija Esterina (encarnada en la película por Kyunna Ignatova) fue una conocida ecuyère. Truzzi poseía circos en Odessa, Kiev, Rostov y Sebastopol. Para él trabajaron los hermanos Anatoli y Vladimir Durov, antes de su separación por celos profesionales. Para obtener más información sobre la estirpe de los Durov visiten esta entrada de la Circopedia y permanezcan en la sintonía de Circo Méliès, donde en breve les dedicaremos una nota bibliográfica. 

Borets i kloun (1957) Mosfilm (URSS) 
Dirección: Boris Barnet y Konstantin Yudin. 
Guión: Nikolai Pogodin. 
Intérpretes: Stanislav Chekan (Ivan Maximovich Poddubny), Alexander Mikhailov (Anatoli Leonidovich Durov), Iya Arepina (Mimí, la trapecista), Boris Petker (Giuseppe Truzzi, el director del circo), Kyunna Ignatova (su hija Esterina), Georgiy Vitsin (Enrico, el otro payaso), Anatoli Solovjov (Raoul Le Boucher), Grigori Abrikosov (Mr. Fish), L. Topchiyev (Orlando), Yuri Medvedev (Nikita, el amigo de Ivan), Stepan Kayukov (Vanya), Grigori Chpigel (Solomonsky), M. Kazakova (Alena), Polina Nyatko (la madre de Ivan), Tamara Loginova. 
95 min. Color (Magicolor)