Un lugar para el encuentro. en el más amplio sentido del término, entre el cine, el circo y las variedades
(A place for the meeting, in the most wide sense of the term, among the cinema, the circus and varietés).
Autores: Sr. Feliú y Javier Jiménez
31 de julio de 2010
Pájaros de papel
30 de julio de 2010
¡Qué remedio!
Una de las primeras escenas que rodó Hathaway fue el hundimiento en el puerto de Barcelona del barco en el que viaja la troupe de Matt Masters (John Wayne). Durante tres meses trabajaron en esta escena los especialistas, pues en ella participaban todos los actores principales y más de seiscientos extras. El final de Circus World es el incendio de la carpa. Una ráfaga de viento traicionera hizo que el fuego se contagiara a las otras carpas y fue precisa la colaboración de todo el equipo con los bomberos para controlar el siniestro.
Otra de las cosas a destacar es el trabajo del director artístico John F Cuir, el director artístico, un maestro encontrando soluciones ingeniosas como convertir el Liceo de Barcelona en la pista del Circo de Hamburgo, transformar el Paseo de Coches de Madrid en los Champs Elysées de París o el estanque del Parque del Retiro en el Parque de Atracciones de Viena.
Jesús García de Dueñas -cronista del “Imperio Bronston” (Ediciones del Imán, 2000), de donde proceden muchos de los datos de esta breve entrada y la foto de Claudia Cardinale y Rita Hayworth enterándose del asesinato de Kennedy- nos cuenta que durante el rodaje de Circus World el imperio Bronston se desmoronaba. “El Imperio tan esforzadamente levantado se derrumbaba con estrépito. Samuel Bronston admiraba la autodestrucción, a la manera de los héroes románticos que perseguían quimeras…”
28 de julio de 2010
Perla Blanca en el parque de atracciones
The Perils of Pauline (Las peripecias de Paulina, 1914), Louis Gasnier y Donald MacKenzie
27 de julio de 2010
Los recuerdos de MIliki
El Imperio Bronston
26 de julio de 2010
La hija de Max
L'Homme au chapeau de soie (1983), Maud Linder
L'Homme au chapeau de soie es un ejercicio de memorialismo y una invocación mediúmnica. Ya saben que Max Linder se suicidó con su joven esposa en octubre de 1925. Cincuenta y tantos años después su hija Maud intenta recuperar a su padre a través de su legado cinematográfico.
Entre la pregunta inicial (quién) y la final (por qué) tenemos la ocasión de contemplar una antología con los mejores cortos de Linder conservados, una muestra de sus largometrajes norteamericanos —que la propia Maud antologizó en En compagnie de Max Linder (1963)— y apenas unas fotografías de Der Zirkuskönig (1924).
Max prend un bain (1910) es una muestra relativamente temprana de rigor en la construcción de una comedia. Max compra una bañera. Como el cochero no está dispuesto a cargar semejante armatoste, se la lleva hasta casa como si fuera una tortuga. La instala en su habitación… pero el grifo está en el descansillo. Pronto comprueba que si intenta llenar la bañera con una jarrita nunca conseguirá darse el ansiado baño. Traslada entonces la tina al descansillo. Pero una vez llena, no hay quien la mueva. Solución: bañarse allí mismo. Escándalo vecinal. Llegada de la policía. Max es conducido a comisaría como si fuera un faraón; incluso se detiene a saludar a unas amigas. En la comisaría Max juguetea con el agua, salpica a los policías. Termina escapando, convertido de nuevo en tortuga humana y perseguido por un grupo de representantes de la ley que prefiguran en unos cuantos años a los Keystone Kops. Ya está.
L'Homme au chapeau de soie (1983)
Producción: Films Max Linder (FR)
Guión, Dirección y Narración: Maud Linder.
Documental. Archivo: Max Linder.
96 min. Blanco y negro.
24 de julio de 2010
Linder, Fairbanks y Dumas
The Three Must-Get-Theres (Los tres mosqueteros, 1922), Max Linder
Los completistas de Max Linder están de suerte, porque en esa cueva de Alí Babá que es youtube hemos encontrado The Three Must-Get-Theres, la última de las tres películas que Linder rodó en Estados Unidos en el plazo de un año. La copia es una restauración de la Deutsche Kinemathek a partir de la copia conservada en el Nederlands Filmuseum complementada con otros materiales.
Mosqueteros acróbatas
Y, sin embargo, mucha de la magia de Linder está aquí: su precisión para la pantomima y algún gag estrictamente cinematográfico, como cuando los hombres del cardenal le inyectan al caballo una dosis de morfina que tumbaría a un ídem. Dart-In-Again espolea a su cabalgadura para llegar a tiempo a París, pero la escena está resuelta a cámara lenta. O la justamente célebre escena en la que se ve rodeado por los guardias del cardenal que le atacan al mismo tiempo. Véanla porque su resolución, en el mejor estilo Busby Berkeley, merece la pena.
“Veinte años antes”
En alguna de sus reposiciones españolas la película fue rebautizada como “El estrecho mosquetero”, aunque en octubre de 1923, cuando la cinta se estrenó, la prensa española siempre se refiera a ella como la parodia de “Los tres mosqueteros”, igual que la Carmen de Chaplin se había llamado Chaplin’s Burlesque on Carmen. Al año siguiente Sennett comenzó la serie de parodias protagonizadas por Ben Turpin con The Schriek of Araby, burla del colosal éxito de Rodolfo Valentino. En fin, que esto de las parodias ya daba buenos rendimientos cómicos antes del invento de la televisión.
The Three Must-Get-Theres (Los tres mosqueteros, 1922)
Poducción: Max Linder Productions (EEUU)
Guión y Dirección: Max Linder.
Basada en la novela “Los tres mosqueteros” de Alejandro Dumas padre. Intertítulos: Tom Miranda.
Intérpretes: Max Linder (Dart-In-Again), Bull Montana (el Duque de Rich-Lou), Frank Cooke (el Rey Louis XIII), Caroline Rankin (Annie, la Reina), Jobyna Ralston (Connie Bonne-aux-Fieux), Jack Richardson (Walrus), Charles Mezzetti (Porpoise), Clarence Wertz (Octopus), Fred Cavens (Bernajoux), Harry Mann (Bunkumin), Jean de Limur (Rochefort).
58 min. Blanco y negro más tintados.
22 de julio de 2010
Llora una vez más, payaso
Por fama y prestigio encabeza el reparto Marcos Redondo. Además de popularísimo, sobre todo en Barcelona donde residía, Redondo es una de las figuras puntaras del arte lírico español del siglo XX. Ostenta dos récords: haber superado las trescientas funciones anuales durante la década 1924-1934 y haberse grabado en una tarde seis discos de dos caras. En La farándula, además de interpretar dos temas de hondo calado argumental –“Así es la vida” y “La frase de Pierrot”-, se atreve con largas cantatas de Il barbiere di Siviglia, de Rossini y con la circomélièsiana I pagliacci, de Leoncavallo.
La cosa comienza en el café bohemio de ciudad portuaria. En el pequeño escenario se suceden las actuaciones: un tanguista, los recitados cómicos de Berenguela (Amalia de Isaura), las canciones arrastradas de Rosa (Pilar Torres), los histrionismos del artista del hambre Ataúlfo Manzanos (Antonio Palacios) y el arte lírico de Lorenzo (Marcos Redondo).
Los cuatro deciden “formar compañía” y se echan al camino. Ahí se encuentran con el apuesto Carlos (Julio de Infiesta), que les propone trabajar en un pueblo cercano: Villa Sierra Alta. Allá que se van. Primero actúan en una fiesta en casa del alcalde bajo promesa de una suculenta merendola. Luego, en el coliseo local donde Lorenzo tiene un éxito apoteósico y llama la atención de un empresario que le ofrece realizar una gira internacional.
Se nota que el productor es montador, porque si ya los viajes en tren tiraban de material de archivo que era un primor, todo el triunfo del barítono se narra gracias a sucesivos encadenados de planos documentales de ciudades del mundo, mediante el expeditivo procedimiento de montarlas al ritmo de las melodías con las que suponemos que Lorenzo se ha hecho un nombre en el mundo de la ópera.
Pero -¡ay!, llora, payaso-, Rosa, su sempiterna amada, se ha comprometido durante su ausencia con Carlos. Argumentalmente, poco o nada aporta la película salvo su abonamiento al tópico. Además, lo irregular de su rodaje y postproducción le otorgan un ritmo sincopado en el que algunas escenas parecen sucederse sin demasiada lógica mientras otras se remansan en largos desarrollos que alternan lo lírico con lo cómico. Registro de una época y un modo de hacer, los interesados en el arte lírico pueden disfrutar de la que creemos que es la única aparición de Marcos Redondo en la pantalla, después de haberse anunciado su debut en diversas ocasiones durante el quinquenio republicano. Nosotros hemos disfrutado con la interpretación desorbitada de Amalia de Isaura, una de las principales cultivadoras del cuplé cómico, que en esos años solía acompañar en los espectáculos a Miguel de Molina.
Una vez finalizada la contienda y tras los oportunos ajustes, La farándula se estrena en un par de salas de Barcelona, sin mayor repercusión.