Spite
Marriage (El comparsa, 1929), Edward Sedgwick
Spite Marriage es la última película silente protagonizada por
Buster Keaton. Él mismo figura como productor pero es evidente que en el seno
de la todopoderosa Metro-Goldwyn-Mayer ha perdido autonomía y, lo que es peor,
gracia.
Sedgwick y Keaton
Prácticamente toda la
producción de Keaton en M-G-M fue dirigida por Edward Sedgwick. Provenía éste
de una familia dedicada al vodevil y en su infancia y juventud realizaba un
número acrobático en compañía de sus padres y sus dos hermanas. Se hacían
llamar “The Five Sedgwicks”. Cuando el padre enfermó, el joven Edward formó
compañía propia y no pasó mucho tiempo antes de que decidiera que el futuro
estaba en el cinematógrafo.
Primero como actor y más
tarde como director participó en seriales y en westerns de Tom Mix y Hoot
Gibson, antes de ser contratado por la Universal. En 1926 recala en M-G-M. En
el estudio del león una de sus últimas películas antes de comenzar su relación
con Keaton es Circus Rookies (1928).
Aunque el Gran Cara de
Palo no tiene nada que ver con ella aprovechamos para contársela porque entra
de lleno en nuestro negociado.
Oscar Thrust (Karl Dane)
tiene un gorila apodado “Bimbo, el devorador de hombres” (Fred Humes) y bastante antipatía
por Francis Byrd (George K.
Arthur), un reportero enamorado de la trapecista La Belle (Louise Lorraine). La
Belle es hija del dueño de la carpa, míster Magoo (Sydney Jarvis). Thrust
torpedea todos los intentos de Francis por ingresar en el circo. El joven queda
como un cobarde ante la trapecista. Durante un viaje en tren, Thrust encierra a
Bimbo en el departamento de Francis, pero el gorila escapa y persigue a la trapecista
por el techo del convoy. El maquinista, aterrorizado, salta del tren en marcha.
Bimbo lo conduce a toda velocidad hacia un desastre seguro. ¿Conseguirá el
tímido Francis detener a la bestia, salvar la vida de los pasajeros y lograr el
amor de La Belle? ¿Qué final le aguarda al malvado Thrust entre los hercúleos
brazos de Bimbo?
La siguiente película de
Sedgwick es The Cameraman (El cameraman, 1928), en la que de nuevo
hay un simio, aunque de menor tamaño.
Su relación con Keaton se
prolonga más allá de este ciclo de ocho títulos (más la supervisión de tres
versiones en otros idiomas) que abarca desde esta cinta hasta What! No Beer? (Queremos cerveza, 1933).
A finales de la década,
con una carrera también declinante en M-G-M pero aún contratado por el estudio
propone, junto a otros viejos compañeros como Clyde Bruckman, la contratación
de Keaton como gagman. De este modo
colaborarán en dos de los últimos empeños profesionales de Sedgwick como
director: Nothing But Trouble (1944),
cinta también crepuscular de Laurel y Hardy, y A Southern Yankee (1948), del pujante Red Skelton.
Keaton y Sedgwick
Desde que se vio obligado
a desarrollar sus películas en formato largo, Keaton suele recurrir a un mismo
esquema: un tipo más o menos inútil tiene que llevar a cabo una tarea que le
supera… conseguir el amor de la chica, por ejemplo. Sin embargo, gracias a su
inventiva y a su voluntad de salir airoso de las peores situaciones consigue
finalmente superar todas las trabas que se oponían a que consiguiese su
objetivo. Sus armas: el tesón, el ingenio y un cuerpo de acróbata.
Keaton se empeñó en rodar Spite Marriage como película sonora, lo
que no quiere decir necesariamente “hablada”. El estudio sólo condescendió a
postsincronizarla con una partitura musical y algunos efectos de sonido, pero
sin contar con el actor. Funcionan adecuadamente los aplausos de Elmer (Buster
Keaton) al aparecer su admirada Trilby (Dorothy Sebastian) en el escenario, o,
en un guiño al nuevo espectador del espectáculo sonoro, los dos medios cocos
con el que el maquinista simula el galope del caballo.
En la columna del “debe”
la banda continua de risas enlatadas durante la larga escena en que Elmer
boicotea involuntariamente la representación al sustituir al barbudo soldado
nordista que besa a la protagonista.
Además, el guión descansa
sobre una trama melodramática y Keaton se ve obligado, por primera vez, a
encarnar a un tipo sentimental y un tanto melancólico, casado con una actriz
que lo único que pretende es provocar los celos de su galán. Comienza así a
decantarse por un esquema que se repetirá en varias de sus películas sonoras:
una torpe historia, melodramática en el peor de los casos, cuajada de diálogos
en la que las rutinas y los gags keatonianos se insertan sin ninguna
continuidad, provocando incluso una quiebra en el perfil caracterológico de un
personaje que nunca necesitó sicología para hacernos reír durante hora y media.
Desde las oficinas de los
ejecutivos, se le exige a Keaton que rellene sus minutos de presencia en
pantalla con golpes, caídas y batacazos, obviando que el auténtico arte del
comediante reside en su capacidad para desafiar las leyes de la física en un
mundo demasiado grande para él. No es tanto que la gracia sea un estado de lo
mismo y que Keaton la haya perdido de un día para otro, no. Se trata del
descentramiento que supone el apartar al cómico del centro de la pantalla,
considerando sus habilidades insuficientes para atraer al nuevo público del
cine parlante. Los gags entonces, en lugar de coadyuvar a construir un
personaje central capaz de enfrentarse a las situaciones más peliagudas, son
meros respiros bufos en el desarrollo de un argumento cien veces visto.
En medio de este
desbarajuste Keaton cuenta con cinco minutos de gloria. Cinco minutos de
pantomima brillante con la colaboración de Dorothy Sebastian, para nada una
especialista en humor físico. La escena tiene lugar en el dormitorio cuando
Elmer trata de acostar a Trilby, que ha bebido más de la cuenta. Nada de lo que
podamos contarles haría justicia a este prodigio de ritmo y humor, así que nos
ahorramos la exposición. Disfruten de ella si se les pone a tiro.
Spite Marriage es un producto híbrido, anuncio de los tiempos que
se avecinan. El cine parlante amenaza con arrollar a quien no se someta a las
nuevas normas. La técnica no tiene ninguna culpa, pero en los grandes estudios
reina el miedo ante el cambio tecnológico y es preciso amortizar las
inversiones a la mayor brevedad. Poco importa quien caiga en el camino. Lo de Keaton
en Spite Marriage tampoco se puede
llamar caída. Si acaso, un tropezón del rey del batacazo.
Spite Marriage (El comparsa, 1929)
Producción:
Joseph M. Schenck para Metro-Goldwyn-Mayer (EEUU)
Director:
Edward Sedgwick.
Guión: Ernest
S. Pagano, a partir de un argumento de Lew Lipton.
Intérpretes:
Buster Keaton (Elmer), Dorothy Sebastian (Trilby Drew), Edward Earle (Lionel
Benmore), Leila Hyams (Ethyl Norcrosse), William Bechtel (Nussbaum), Jack Byron
(Scarzi), Pat Harmon (el capitán del barco), Sydney Jarvis (un espectador),
Theodore Lorch (el regidor).
76 min.
Blanco y negro.