30 de septiembre de 2008

El teatro de Lola Montes

La escandalosa vida de Lola Montes es lo que se suele llamar "una vida de película", o "una vida de teatro". Su azarosa vida permite a los creadores elegir el perfil de la bailarina más adecuado a sus propósitos. Hemos encontrado dos obras, ambas publicadas antes de la Guerra Civil española, que se adueñan de la imagen de la Lola Montes española –en realidad no lo era–, para glosar unos versos dedicados a la madre patria y otros dedicados a la monarquía.

El primero de ellos es un divertido libreto de una zarzuela escrita por Fiacro Yráyzoz, autor de los libretos de otros divertimentos de la época, como el pasodoble "Los Voluntarios" o el juguete cómico "Los… de Úbeda". Descubrimos con su lectura a un buen escritor cómico, que controla los tiempos, da vivacidad a los diálogos y sabe dibujar muy bien a los personajes. Los chistes son limpios y las acciones sencillas y naturales. En este caso, Lola Montes es una española que suplanta en la corte española a la verdadera Lola Montes que, en esos momentos, está terminando su relación con el monarca bávaro. 

YRÁYZOZ, Fiacro
Lola Montes. Zarzuela en un acto 
La Novela Teatral nº 319, 1922, Madrid

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El segundo está escrito por Luis Fernández Ardavín, poeta y autor dramático de la primera mitad del siglo XX. La acción la sitúa, en el primer acto, en la España de Tempranillo y Merimée, en una venta sevillana donde una gitana de raza baila y encandila corazones. La españolita viaja a Munich donde pone patas arriba a toda la corte a ritmo de versos a veces garndilocuentes, a veces certeros y directos, como requiere una buena comedia dramática. El tono más patriótico de la obra se puede comparar con este vídeo que he encontrado en youtube con poemas del mismo Luis Fernández Ardavín. 

FERNÁNDEZ ARDAVÍN, Luis
Romance de Lola Montes. 
Comedia dramática en tres actos, en verso 
Colección La Farsa, Editorial Estampa, 1936, Madrid

29 de septiembre de 2008

Barnum

Magnífico libro dedicado al maestro de todos los grandes empresarios circenses. Para bien y para mal ya que no se puede decir que sea un modelo en todos los aspectos. Los autores, miembros de una misma familia, son también los responsables de un documental de tres horas realizado para Discovery Channel. En este libro, editado el mismo año del lanzamiento del reportaje, como se puede ver en la fotografía de la sobrecubierta, realizan un trabajo muy bien documentado y un libro muy atractivo, que quince años más tarde se puede conseguir a un precio muy asequible.

KUNHARDT Jr, Philip B./Philip B. Kunhardt III/Peter W. Kunhardt 
P. T. Barnum. American Greatest Showman
Alfred A. Knoff, 1995, New York 
ISBN: 0-67943574-3

28 de septiembre de 2008

Más sobre Lola Montes

Buen relato biográfico sobre Lola del escritor alemán Conte Costello, que se centra única y exclusivamente en la aventura de la intrigante bailarina con el rey Luis I de Baviera. 

COSTELLO, Conte
Lola Montes. El rey y la bailarina 
Ediciones Medas, 1962, Barcelona 
Dep. Legal: B 25452-1962 nº registro: 4401-62

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Excelente biografía de Lola Montes escrita por Hermary-Vieille, quien según reza en la solapa: "exhibe un talento excepcional para transformar las biografías de mujeres apasionadas (antes la de Juana la Loca, ahora la de Lola Montes) en obras de singular mérito literario". En este libro sí se cuenta, con más o menos detalle, el éxito y el fracaso de su gira en América de la mano del empresario Edward Willis. 

HERMARY-VIEILLE, Catherine
Lola Montes. Una vida apasionada 
Ediciones Martínez Roca S.A., 1995 
ISBN: 84-270-2037-6

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Librito de divulgación bien documentado. Con un estilo claro y directo el autor nos sitúa a Lola Montes en su época y nos cuenta los principales sucesos de su vida. 

TARRES, Francisco
Quién fue… Lola Montes 
Ediciones G.P., 1959, Barcelona 
Dep. Legal: B.3002-1959

Sobre Lola

Lola Montez
Grange (Irlanda), 17 de febrero de 1821
New York, 17 de enero de 1861

Intrigante, genial y, según parece, mediocre bailarina, Lola Montes fue el escándalo de París, estuvo a punto de provocar el hundimiento de la monarquía bávara y acabó sus días en el Oeste americano, exhibiendo sus marchitos encantos ante la mirada ávida de los pioneros. Cecil Saint-Laurent le devuelve en esta obra su riqueza llena de matices, su complejidad, el perfil auténtico de un alma femenina desconcertante en su mezcla de perversión e ingenuidad. Pero al mismo tiempo, el autor introduce un dato erróneo sobre Lola: que trabajase en el Circo Barnum. El mismo Barnum escribió: "Lola if rightly managed will draw immensely, but I am not the man for her" (P.T. Barnum, Philip B. Kunhardt, 1995). Sobre este texto, Annette Wademant realizó la adaptación para la película de Max Ophüls. 

SAINT-LAURENT, Cecil
Lola Montes 
Luis de Caralt Editor S.A., Barcelona 1976 
Serie Historia y Biografía ISBN: 84-217-4186-1

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Filmografía: 
Lifting the Ban of Coventry (1915), Wilfrid North > Julia Swayne Gordon 
Midnight Madness (1918), Rupert Julian > Claire Du Brey 
Lola Montez (1918), Robert Heymann > Leopoldine Konstantin 
Lola Montez 2 (1919), Rudolf Walther-Fein > Marija Leiko 
Lola Montez, die Tänzerin des Königs (1922), Willi Wolff > Ellen Richter T
he Palace of Pleasure (1926), Emmett J. Flynn > Betty Compson 
Wells Fargo (Una nación en marcha, 1937), Frank Lloyd > Rebecca Wassem 
Lola Montes (1944), Antonio Román > Conchita Montenegro 
Black Bart (El enmascarado, 1948), George Sherman > Yvonne De Carlo 
Golden Girl (1951), Lloyd Bacon > Carmen D'Antonio 
Lola Montès (Lola Montes, 1955), Max Ophuls > Martine Carol 
Szerelmi álmok - Liszt (Sueños de amor, 1970), Márton Keleti > Larissa Trembovelskaya 
Ludwig - Requiem für einen jungfräulichen König (Ludwig, réquiem por un rey virgen, 1972), Hans Jürgen Syberberg > Ingrid Caven 
Royal Flash (Royal Flash, el cobarde heroico, 1975), Richard Lester > Florinda Bolkan 
Lisztomania (Lisztomania, 1975), Ken Russell > Anulka Dziubinska

26 de septiembre de 2008

Madame Dupont, pitonisa de lo que pudo ser

La vida en un hilo (1945), Edgar Neville.

Mercedes (Conchita Montes) acaba de enviudar en provincias. Regresa a Madrid para recomenzar su vida pero la acompaña un recuerdo funesto. No, no es el de la muerte de su marido, sino un espantoso reloj que le regalaron a él sus compañeros de promoción y que las tías parecen empeñadas en que no se olvide. En el tren coincide con madame Dupont (Julia Lajos), artista en gira por el norte cuya especialidad es la adivinación. En su número toman parte unos patos que proveerán los oportunos gags en su momento. Instaladas en el mismo compartimento, entre las dos mujeres se establece una rápida corriente de simpatía. Madame Dupont revela entonces que sus números de adivinación del futuro son pura superchería. 


Lo que ella ve son los pasados alternativos. En el pasado de Mercedes, como en el de Conchita Montes, hubo un día de lluvia en el que aceptó la invitación de subir a un taxi. Podría haberlo hecho con Miguel (Rafael Durán), artista, improvisador, amante de la vida, pero lo hizo con Ramón (Guillermo Marín), ingeniero, amigo del orden y aburrido a más no poder. Las escenas de las dos vidas alternativas se suceden. El noviazgo anodino, la vida con Ramón en provincias, la casa llena de cachivaches, la maledicencia e hipocresía de las tías y sus amistades y el viaje a Madrid en busca de una diversión planificada y poco fructífera, de un lado. En el pasado que pudo ser, la vida con Ramón a lo que surja, el plan inesperado y el desprecio por las convenciones ejemplificado en ese grupo escultórico para próceres pueblerinos al que basta con colocarle la cabeza del difunto porque las figuras simbólicas que lo rodean son siempre las mismas. 

En ocasiones el pretérito perfecto y el imperfecto se entrecruzan. En una sala de fiestas, Miguel y Mercedes se sientan en la mesa de Ramón, su mujer y sus amigos. Ante las visitas chismosas Mercedes defiende a Isabel (Alicia Romay), una amiga que ha terminado de artista ecuestre en un circo y que las tías de Ramón aseguran se exhibe desnuda a lomos de un caballo. “El que iba sin ropa era el caballo”, replica Mercedes. En cambio, cuando Mercedes está casada con Miguel, su amiga la rehúye porque la bohemia de la pareja puede afectar a la reputación que tanto le ha costado recuperar.

En el pasado inmediato, Ramón decide llevar una vida higiénica y dormir, llueva o truene, con la ventana abierta. Sin ninguna transición muere de pulmonía. El tren llega a Madrid. Mercedes se despide de madame Dupont y se cruza varias veces con Miguel en la estación sin reconocerle. Cuando él le ofrece su taxi, ella declina la invitación. Pero luego reacciona. Corre a reunirse con Miguel y le explica lo que será su vida a partir de ahora. El estilo de comedia desenfadada le va a Conchita Montes como un guante. Con ella y Julia Lajos logra Neville crear una pareja cómica en la mejor tradición del género; en la línea de Laurel y Hardy. La estilizada y elegante Conchita se gamberriza al entrar en contacto con su gorjeante compañera. La complicidad entre Mercedes y madame Dupont queda establecida mediante una mirada, la que cruzan al descubrir el reloj de Ramón. Lo cogen entre ambas y lo arrojan por la ventanilla del tren, riendo, sin más explicaciones. 


Luego vienen las confidencias y la capacidad adivinatoria de madame Dupont. La censura se preocupa mucho de este tipo de creencias ajenas a la ortodoxia católica, pero Neville lo resuelve haciendo decir a madame Dupont que lo suyo no es tanto un augurio “como un ejercicio de imaginación”. Su voz sirve de introducción al relato de los pasados alternativos, pero Neville no limita a esto el recurso. Cuando Mercedes rechace por segunda vez la invitación de Miguel a la salida de la floristería, la voz de madame Dupont le recuerda que en esta ocasión debe aceptar. “¡Ay, es verdad!”, comenta Mercedes, mientras la imagen la muestra rectificando.

Santiago Aguilar y Felipe Cabrerizo: “La Codorniz en cinta” (de próxima edición).

La vida en un hilo
(1945) 
Producción: Edgar Neville (ES). 
Dirección, Argumento y Guión: Edgar Neville 
Intérpretes: Conchita Montes (Mercedes), Rafael Durán (Miguel Ángel), Guillermo Marín (Ramón), Julia Lajos (Madame DuPont), Alicia Romay, Juanita Mansó, Joaquín Roa, María Brú, Eloísa Muro, Julia Pachelo, Manuel París, César de Nueda, Rosario Royo, Josefina de la Torre. 
92 min. Blanco y Negro.

Entre liliputienses

Gulliver (1976), Alfonso Ungría

Gulliver es una película invisible. 
Realizada en 1976, Gulliver sufrió en carne propia los últimos coletazos de una Censura a punto de pasar a mejor vida. Por un quítame allá esa escena de sexo oral, la cinta quedó bloqueada administrativamente, sin permiso para ser estrenada. Su director, Alfonso Ungría, cuya carrera llevaba camino de convertirse en un rosario de desencuentros con el público recurre a la prensa para denunciar las presiones administrativas. ¿Qué asustaba tanto a los censores? La adaptación a la España contemporánea de la obra de Jonathan Swift. Con el tiempo, Liliput y el resto de tierras visitadas por Lemuel Gulliver se habían ido descafeinando convirtiendo en temas infantiles apropiados para dibujos animados o efectos especiales la feroz sátira de Swift, que es también –no lo olvidemos- el pergeñador de aquel inolvidable panfleto titulado “Una modesta propuesta para acabar con el hambre y la miseria en Irlanda” en la que sugiere que los pudientes deberían de devorar a los hijos de los menesterosos.


Con la colaboración de Fernán-Gómez en el guión Ungría urde una parábola satírica en la que un delincuente, huido de la policía, se refugia en un pueblo abandonado que sirve de cobijo a una cuadrilla de treinta enanos que actúan en espectáculos cómico-taurinos. De ahí surgió precisamente la idea. Declaraba el director en una entrevista concedida al diario “El País” el 19 de abril de 1979: 

A mí siempre me habían asombrado aquellas corridas bufas que organizaba El Chino Torero con su troupe de enanos. Cuanto más empitonaba el becerro a los pequeños hombrecillos, cuantas más volteretas y golpes les propinaba, más crecían las risas, el jolgorio, del respetable público. ¿Fiesta bárbara? ¿Sadismo colectivo? No; más bien, descubrí que la desfiguración de una imagen (trágica, en este caso: «la cogida») libera de la crueldad de su absurdo, y este descubrimiento gratificante se desborda en risa. (…) No tengo la menor duda del porqué, de entre los diversos sectores de marginados, los enanos son los que sufren la más, imposible integración social. ¿Se imaginan ustedes que un enano pudiera llegar a magistrado supremo, catedrático, presidente de la Generalidad o hasta ser elegido sumo pontífice? (…) Pues, eso. Es el único de los marginados que sólo con su presencia, a la cabeza de cualquier institución, haría tambalear sus cimientos”. 

El reparto incluye a los diminutos Enrique Fernández, José Jaime Espinosa, Rodolfo Sánchez, Mariano Camino, Isabel Fernández… y así hasta treinta liliputienses que en el cartel se promocionan como “grandes enanos”. Rememora el protagonista en un libro de conversaciones con Enrique Brasó que este fue uno de los problemas a los que hubo de enfrentarse la producción. El organizador financiero del asunto contaba con el sueldo de su estrella, pero pensaba que los salarios de los diminutos serían proporcionales a su tamaño. Craso error. Casi todos ellos ganaban sus buenos cuartos en el circo o con los espectáculos taurinos y renunciar a ellos durante más de un mes que duró el rodaje, requería compensaciones principescas. Por ello, concluye Fernán-Gómez, los productores tuvieron que seguir pagando pequeñas cantidades mucho tiempo después de acabado el rodaje. “Lo que más recuerdo, como cosa singular, es el haber visto que todos estos actores componían una especie de sociedad distinta dentro de nuestra sociedad. Y que se comportaban de otra manera. Vivían así”.

El estafador (Fernán-Gómez) descubre que el diminuto empresario que explota a sus compañeros oculta a una mujer (Yolanda Farr). Con la ayuda de ésta el extranjero decide hacerse con el poder. Lo logra gracias al libre mercado: juego, alcohol, tabaco… Los oprimidos se alzan contra su antiguo jefe… sólo para colocar en su puesto al delincuente. Eso sí, en nombre de la civilización occidental y el progreso. La lectura entre líneas, en tiempos de la transición democrática, no podía ser más sarcástica. Menos nihilista acaso que aquella También los enanos empezaron pequeños (Auch Zwerge haben klein angefangen, 1970), que el director alemán Werner Herzog rodara en Lanzarote y que tantos puntos de contacto guarda con Gulliver. Gulliver se estrena con casi tres años de retraso en el coqueto cine Palace de Madrid, con sus butacas blancas y su terciopelo rojo, una vez enterrado el control estatal heredado del franquismo. En su día tuvo una distribución limitadísima y ahora no parece el plato más adecuado para las televisiones. Película invisible, ea.
Sr. Feliú

Gulliver (1977) 
Producción: Juan Manuel Muñoz P.C. (ES) 
Director: Alfonso Ungría 
Guión original: Fernando Fernán Gómez y Alfonso Ungría 
Intérpretes: Fernando Fernán Gómez, Yolanda Farr, Enrique Fernández, José Jaime Espinosa, Rodolfo Sánchez, Mariano Camino, Santiago Pérez, José Riesgo, Enrique Vivó, Manuel Pereiro, Antonio Canal, Isabel Fernández, la trouppe de "El Chino Torero". 
97 min. Eastmancolor.