29 de octubre de 2019

Amalia en blanco y negro


Nasci com esta obrigação de cantar fado! Ou foi o fado que fez isto! O fado é destino, portanto deu-me este destino a mim!

Amália Rodrigues

Fado, historia d'uma cantadeira (1946), Perdigão Queiroga

Fado es un melodrama esencial. Un melodrama hecho de música (melos) y drama que apura hasta las heces las convenciones genéricas de la estrella que triunfa dejando atrás las raíces que sustentan su arte. Y si la artista es Amália, la primera dama de la canción portuguesa, la reina del fado, no les digo más.



Amália es Ana Maria, una muchacha humilde del popular barrio lisboeta de Alfama aficionada al canto. Júlio (el madeirense Virgilio Teixeira), lutier y guitarrista, mantiene con ella un noviazgo de siempre y la alienta a que actúe en el club fadista que regenta el orondo Joaquim (Vasco Santana). En esta primera actuación la descubre Chico Fadista (António Silva), un representante que la conducirá a los brazos de un importante empresario teatral (Tony D’Algy). En el camino hacia el éxito, Ana Maria deja de lado a Júlio, que la atormenta con sus celos amorosos y profesionales, y abandona el barrio que la vio crecer. Su éxito impone la renuncia a aquello que la impulsó hasta allí.

Lisboa Filmes era hasta entonces poco más que un laboratorio. Se lanzó a la producción en una colaboración con España dirigida por el húngaro errante Ladislao Vajda, Tres espelhos / Tres espejos (1946). Su siguiente película es una jugada comercial en toda regla. Amália ha debutado en el cine con Capas negras, una historia ambientada en la Coimbra estudiantil. La película aguantará veintidós semanas en la sala de estreno, un récord histórico para un film portugués. Al tiempo, Amália llena a diario el teatro lisboeta en el que actúa. Lisboa Filmes acepta un guión de Armando Vieira Pinto que novela la vida de la cantante. La identificación con el público no puede ser más completa.

Si Júlio puede ser trasunto ficticio de Francisco da Cruz, el guitarrista con el que Amália se casó en 1940 y del que se separó apenas dos años después y Chico Fadista, el calco del empresario José de Melo, que llevó su carrera con mano de hierro, el sarao que organiza el embajador (Raul Carvalho) no deja de ser una recreación de la fiesta en el Hotel Ritz de Madrid organizada por Antonio Ferro, jefe del Secretariado de Propaganda portugués. Estamos en febrero de 1943. Los regímenes fascistas de España y Portugal viven la eterna tensión entre vecinos, pero recurren retóricamente a la hermandad ibérica siempre que pueden. En esta recepción, Amália es la principal invitada. El humorista gallego Wenceslao Fernández Flórez pronuncia el ditirambo de rigor que culmina con el agradecimiento al organizador al que compara con Enrique el Navegante; si éste descubrió nuevos mundos para Portugal, Antonio Ferro “descubre Portugal al mundo”. Y en este descubrimiento tiene parte fundamental Amália, que interpreta tres fados –“voz plena de sentimiento, modulación perfecta, emoción y gracia”, glosa el cronista del diario ABC- y dos temas del cancionero de Imperio Argentina y Concha Piquer: “Los piconeros” y “Antonio Vargas Heredia”.

Otra canción de Concha Piquer, “No me quieras tanto”, simboliza en la película su ascensión en un ejercicio de lo que los sajones llaman crossover.



Amália, dotada para el fado, es capaz de cantar cualquier cosa. Siempre músicas con alma en las que pierde la suya. Esta identificación de “lo portugués” con el fado, enfrentado a otros tipos de música, ya sea culta o extranjerizante, servía de apoteosis a otra comedia musical, O Costa do Castelo (El fresco de Costa, 1943).


Virgílio Teixeira llega al cine a través del deporte, como Erroll Flynn, Félix de Pomés o Johnny Weissmuller. Durante los años cuarenta lleva su carrera en paralelo en España y Portugal, protagonizando algunos de los más populares dramas históricos que Juan de Orduña factura para Cifesa. Parece que su relación con la diva no fue, al menos en principio, demasiado buena. Ambos recordaban como mejor escena de toda la película aquélla del ensayo en que Perdigão Queiroga les pidió que improvisaran. Hay en ella verdaderamente un aliento de sinceridad que traspasa la pantalla.

El éxito de Capas Negras y de Fado, así como la popularidad de Amália en Brasil, donde había grabado sus primeros discos en 1945, sugirieron a Leitão de Barro la idea de realizar en régimen de coproducción luso-brasileña, Vendaval maravilhoso (1949), basada en la vida del poeta antiesclavista Castro Alves y su pasión por la actriz portuguesa Eugénia de Câmara. Amália interpretaba este papel dramático, pero sólo cantaba una canción durante los créditos, lo que según algunos selló el fracaso de la película y el alejamiento de la cantadeira de los platós cinematográficos durante algunos años.

Pueden seguir instruyéndose al tiempo que se deleitan en www.amalia.com.


Fado, historia d'uma cantadeira
(1946)
Producción: Lisboa Filmes (PT)
Director: Perdigão Queiroga.
Guión: Armando Vieira Pinto.
Intérpretes: Amália Rodrigues (Ana Maria), Virgilio Teixeira (Júlio), Vasco Santana (Joaquim Marujo), António Silva (Chico Fadista), Tony D'Algy (Sousa Morais, el manager), Raul Carvalho (el embajador), Eugénio Salvador (Lingrinhas), Jose Vitor (Damião, el padre de Ana), Emilia Villas (Rosa, la madre de Ana), Alda de Aguiar (Senhora Augusta), Aida Queiroga “Nenita” (Luisinha).
Blanco y negro.

26 de octubre de 2019

La doma a manguerazos

Segodnya novyy attraktsion (1966), Nadezhda Kosheverova

Dedicar todo el mes de octubre a películas realizadas en la extinta Unión Soviética no ha ampliado nuestros conocimientos del ruso salvo diferenciar algunas letras más del alfabeto cirílico. El esfuerzo ha merecido la pena porque aunque muchas de las películas no serán recordadas por su contribución al lenguaje cinematográfico, en ellas siempre podemos ver circo de verdad. No son carpas remendadas y resecas del polvo del camino. Son edificios estables con todas las comodidades de un teatro. No son actores de teatro o cine disfrazados de payasos. Son payasos de verdad los que protagonizan muchos de estos films. No son números pobremente vestidos y peor ejecutados. Son actos de circo de primera categoría, a muchos de los cuales, por desgracia, somos incapaces de poner nombre y apellido.


Segodnya novyy attraktsionn (1966), la película que nos ocupa, comparte con Ukrotitelnitsa tigrov algo más que los tigres. Comparte también una domadora que se estrena y una historia de amor previsible. Y comparte la dirección, que en ambos casos la lleva Nadezhda Kosheverova, una directora con oficio a la que se recuerda por su versión de Cenicienta: Zolushka (1947).

Además, comparte con muchas otras películas de las que ya hemos hablado en nuestra carpa una directora de circo grande, decidida, que encara los problemas con resolución y que soporta sobre sus espaldas más peso del que debería. En este caso el papel lo interpreta una de las grandes —en todos los sentidos— actrices del cine de la URSS, Faina Ranevskaya (1896-1984), que se despedía precisamente de la pantalla con esta película.

Después de un accidente con los tigres resuelto a manguerazos y de una visita de quien podría parecer un acreedor pero que imaginamos comisario político, la directora del circo (Faina Ranevskaya) convence al domador Marat (Koberidze Flocks) para que sea su mujer (Marina Polbenceva) la que presente el número de doma en la pista. Las domadoras siempre han resultado más comerciales que los domadores desde mucho antes que King Kong se enamorara de la bella Ann. Además, en la URSS, domadoras como Margarita Nazarova e Irina Bugrimova ocupaban el puesto de honor de las principales pistas de los circos estables.


Como es de esperar, la rubia triunfa con sus tigres leones y osos. Además, se columpia con un tigre a sus pies mientras hace malabares con tres mazas. El éxito es rotundo, los planos con nombres de ciudades de la URSS se encadenan en una secuencia que podría parecernos vanguardista, un engaño de la tipografía.


He de confesar que el exceso de rayas —de los tigres siberianos— y del ruso casi acaban conmigo. Intentar entender esta película sin saber ruso es bastante difícil y no he llegado a entender porqué el domador está siempre como enfadado, como a punto de irse. Es evidente que se quieren, así que centrémonos en la doma.

Segodnya novyy attraktsion es una película para los amantes de los animales en el circo. La directora se toma su tiempo para mostrarnos los ensayos y algunas particularidades de este oficio. Las mangueras y las pistolas están preparadas para actuar y su eficacia se comprueba en varias secuencias de la película. En una de ellas, un tigre desobedece a Valentina su orden de retirarse y ella le golpea con el palo violentamente provocando el ataque del tigre. En otra, el ayudante simpático y perezoso de la pareja es perseguido por un gigantesco paquidermo por todas las estancias del circo. En otra, Valentina encarna la constancia y tozudez de los artistas de circo montándose una y otra vez sobre un caballo díscolo.

La nueva atracción que ronda la cabeza de Marat es una mera fantasía para su mujer. Pero ella no quiere rendirse en su propia nueva atracción que finalmente logra presentar en la pista: tigres, leones, y panteras juntos en la pista y ella presidiéndolo todo montada en su, ahora dócil, caballo blanco. Salta sobre varios felinos tumbados sobre el serrín. De repente algo sale mal y las fieras se lanzan sobre el caballo. El accidente provoca un auténtico desastre en el circo. Todo el mundo está a punto de dejarlo todo cuando el gran Marat, el domador que no para de darle a la cabeza, presenta ante el jurado su última creación. Las fieras evolucionan solas por la pista siguiendo las órdenes de Marat que les habla desde megafonía, con un micrófono en la mano. Al rato, entran en la pista tres jovencitas, una de ellas sobre el lomo de un león. Hacen acrobacias y contorsiones entre las fieras cuando, entre las risas del payaso, se sube la red de protección quedando el grupo de fieras sin barreras de protección. Se encadena a pista llena de público…

Aquí pueden disfrutar ustedes del film:


Segodnya novyy attraktsion (1966)
Producción: Lenfilm Studio (URSS)
Director: Nadezhda Kosheverova
Intérpretes: Marina Polbenceva (Valentina), Koberidze Flocks (Marat, el domador), Faina Ranevskaya (la directora del circo), Pavel Sukhanov (el payaso), Gelij Sysoev, Igor Gorbachev, Mikhail Gluzskij, Lev Lemke.
84 min. Color

24 de octubre de 2019

Juicio sumarísimo

Documental sobre un juicio ocurrido en 1982, utilizado por el estado soviético para dar ejemplo de su lucha contra la corrupción, en el que el principal acusado era el director de ”Soyuzgoscirka“, la red que agrupaba a todos los circos de la URSS, Anatoly Kolevatov.

Con la muerte de Suslov, hombre fuerte del partido y posible sucesor de Brezhnev, el Secretario general del Partido Comunista, Leonid Brezhnev, comienza a vivir las intrigas y las luchas de poder para sucederle. En 1981, un poco antes de la muerte de Suslov, estalla el escándalo Kolevatov, en el también se ven implicados su asistente Victor Gorsky y Boris Buryatsa, un llamativo bailarín y ex-artista de circo más conocido como Boris the Gipsy, amigo de Galina Brezhnev, la hija del mandamás comunista, muy aficionada a frecuentar a los artistas de circo y a viajar con ellos, según la leyenda, con documentación falsa.

Según cuenta Stanley Laudan, Galina, mujer ardiente en búsqueda permanente de amantes incansables, estuvo con Mieleyev, un antipodista que sostenía en equilibrio una escalera de más de 10 metros de altura con cinco personas subidas también en equilibrio y con el hijo del mago Kio, entre otros. Su padre la obligó a casarse finalmente con un jefe de la policía de Moscú. Los acusados pedían joyas a cambio de permitir los viajes de los artistas al extranjero. En el piso de Kolevatov se encontraron diamantes y más de un millón de dólares, "regalos" según algunos de los testigos que querían excusar a los acusados.

Según informes internos, el subdirector de la KGB, Semen Tsvigun, que se atrevió a ordenar los arrestos sin el visto bueno del politburó, se encontró con la feroz oposición de Suslov y quedó marcado, suicidándose el 20 de enero de 1982. El 28 de ese mes, al mismo tiempo que se celebran los funerales de estado por la muerte de Suslov, es finalmente arrestado Buryatsa. Al mes siguiente Kolevatov es arrestado y condenado a trece años de prisión. Brezhnev muere en noviembre de ese mismo año y es sustituido por Andropov, casualmente responsable de que salieran a la luz los escándalos de la hija de Brezhnev durante la década de los setenta como jefe del KGB. Prosigue la decadencia del estado soviético.

El documental se sirve del juicio, al que concede poco metraje, para hacer un homenaje al circo y hacer un pequeño repaso por la historia del circo. Mezcla imágenes de archivo y secuencias de películas como Tsirk, Mr. Iks o Ukrotitelnitsa tigrov, con imágenes de artistas contemporáneos en las que destaca el conductor simbólico del documental, como no, un payaso con cara triste que al final toca unas notas melancólicas con su gastada trompeta.

Karandash, Popov y Nikuline —que también es entrevistado— están retratados de manera especial. Karandash aparece en unas imágenes que resultan entrañables. Es la grabación de una de sus sátiras políticas. Su personaje desgarbado y despistado entra con una cartera en la mano. La abre de una manera original y de ella sale Klyaksa, el simpático Scottish Terrier que acompañaba al payaso. Le ordena subir a la tribuna y el perrito, como haría cualquier político, se pone a ladrar y a aullar delante del micrófono. La imagen del payaso es muy simpática: la juventud del payaso salta a la vista. En otro momento del documental Nikuline observa embobado a su maestro Karandash mientras este le explica algo.

Producido en 2005 por Vsevolod Tarasov para Strictly confidential

22 de octubre de 2019

La escuela de Moscú

Leon Harris nos ofrece una visión idílica de la escuela de circo de Moscú. El escritor, apoyado en unas magníficas fotografías, se maravilla continuamente de las condiciones y las características de esta escuela de la que salían los mejores artistas del mundo y donde se trabajaba la investigación buscando nuevas formas de presentación y nuevos aparatos. El cuidado y el apoyo del estado comunista para con el circo permitió el desarrollo de unos números que sorprendieron a Europa y al mundo.

The Moscow Circus School 
Leon Harris Atheneum, New York, 1970 
LC # 72-98611

21 de octubre de 2019

¡Nueva atracción!


Novyy attraktsion
/ New Attraction (1957), Boris Dolin

Vassily, un chaval amante de los animales provoca un altercado en el circo al protestar sonoramente por las malas prácticas de un torpe domador de leones. En su casa sueña con ser un artista de circo e imagina el número de la escuela de perros que tuvimos la suerte de ver, cincuenta años después, de la mano del profesor Ermakov, hijo de Nikolai Ermakov, uno de los especialistas circenses de esta película y protagonista de la fotografía que ilustra este párrafo..

Los sueños, sobre todo en las películas dedicadas a un público familiar, se hacen realidad, así que este adolescente soñador llega a convertirse en la principal estrella del circo con un vistoso número de doma mixta con machos cabríos y leopardos con una exagerada escenografía de afilados riscos donde los cabrones, con perdón, realizan sus equilibrios. Está inspirada en hechos reales sobre la vida del domador Vassili Goulaiev.

Más de la mitad del largo es como un documental sobre la naturaleza. La captura de los astados se lleva una buena parte del metraje, así como las evoluciones de un grupo de cachorros de osos que naufragan junto a su domador en medio de un río o el estropicio que causa otro oso en un colmenar.

Las páginas del calendario se suceden mientras vemos los progresos del domador. Es lo único que progresa en la película porque esta carece del más mínimo interés argumental y no hay emoción, ni suspense, ni demasiada acción. Parece una simple excusa para hacer propaganda de los progresos que el circo soviético estaba consiguiendo en la doma.


Novyy attraktsion / New Attraction (1957)
Producción: Moskovskoi Kinostudii Nauchno-Populyarnikh (URSS)
Director: Boris Dolin
Guión: Boris Dolin y Mikhail Vitukhnovskij
Intérpretes: Ivan Ruban, Vladimir Balashov, Inna Kmit, George Vicin, К. Albanov, Maxim Borisov, Б. Гапонцев, Anatoly Gavrilov, С. Годзий, Д. Kostryukov, Galina Kravchenko, George Millyar, М. Pozdnyakov, В. Ryabinkin, А. Рылеев, George Slabinyak, Н. Ermakov.
90 min. Color

19 de octubre de 2019

El luchador y el clown


Borets i kloun (1957), Boris Barnet y Konstantin Yudin 

Barnet: boxeador, cineasta, suicida 
Boris Barnet comulgó en sus inicios con la estética rompedora del slapstick. Fue la era de los alegres bolcheviques, antes de que el Estado decretara que el Realismo Socialista era la única aproximación válida al arte popular. Por ello precisamente el redescubrimiento en los años sesenta de su primera película en solitario, Devushka s korobkoy (La chica de la sombrerera, 1927), supuso una auténtica conmoción. Okraina (Suburbios, 1933) fue saludada como su obra más próxima a la ortodoxia en tanto que U samogo sinyego morya (Al borde del mar azul, 1936) todavía sigue haciendo correr ríos de tinta.

Nacido en 1902 Barnet tenía apenas 15 años cuando estalló la Revolución y se incorporó como enfermero al frente. Luego se dedicó durante un tiempo al boxeo antes de matricularse en el Laboratorio Experimental de Cine de Kuleshov, bajo cuya dirección debutó como actor en Neobychainye priklyucheniya mistera Vesta v strane bolshevikov (Las extraordinarias aventuras de Mr. West en el país de los bolcheviques, 1924)

Barnet se suicidó en 1965. En la nota que dejó afirmaba sentirse abandonado por el público. Unos años antes había filmado, en colaboración con Konstantin Yudin, esta Borets i kloun cuyo meollo radica precisamente en la aceptación del artista por su pueblo. Toma para ello las conocidas figuras de dos héroes populares en la Rusia de finales del XIX: el luchador Iván Poddubny y el clown Anatoli Durov. 

En el Circo Truzzi
La historia comienza en Odessa, en una escalerilla próxima al puerto que no es, desde luego, la escalinata que Eisenstein inmortalizó en Bronenosets Potiomkin (El acorazado Potemkin, 1925). Allí se encuentran por vez primera el colosal Iván Poddubny (Stanislav Chekan) y el pulcro Anatoli Durov (Alexander Mikhailov). Un póster anuncia la estancia en la ciudad del Mar Negro del circo del Giuseppe Truzzi (Boris Petker).

En la función de la noche Anatoli actúa como clown con un augusto. Luego aparecen el resto de los payasos con una piara de lechoncillos. Anatoli le coloca a uno una gorra militar, pero su sátira no cae nada bien entre el estamento castrense que ocupa la primera fila. La labia de Anatoli obliga al oficial del ejército zarista a abandonar el circo entre las risas de los ciudadanos. Es el gran triunfo de Anatoli Durov. Pero el payaso Enrico (Georgiy Vitsin) está celoso por haber perdido la cabecera de cartel y mezcla con el maquillaje un tóxico que ciega a Anatoli.

En el Circo Truzzi tiene especial relevancia la lucha greco-romana. La estrella del espectáculo es un fornido luchador enmascarado. Simulando ser uno más de los espectadores, Iván acepta el reto del jefe de pista y lo vence. El payaso Enrico debe poner el final cómico al número ofreciéndole unas flores al vencedor. Pero Iván arroja las flores al suelo y le aprieta la mano hasta que confiesa que ha sido él quién ha cegado a Anatoli. El público, por supuesto, se monda de risa.

Desde el primer momento Iván se muestra como un hombre noble, solícito, dispuesto a ayudar a cualquiera. Se enamora perdidamente de Mimí (Iya Arepina), una frágil trapecista que padece del corazón y a la que el tiránico Truzzi empuja una y otra vez a realizar el más difícil todavía. Mimí realiza su número en el trapecio. No sólo está primorosamente ejecutado sino que además está rodado con un gusto exquisito. La cámara esté siempre en la cúpula, moviéndose al compás de la ejecución de Mimí. El número posee una verosimilitud infrecuente, la que le otorga que los ejercicios sean realizados por la propia actriz, Iya Arepina. Los espectadores están entusiasmados, así que Truzzi la exige que vuelva a subir al trapecio. Mimí cae mientras realiza un ejercicio sin red. Iván se despide de Anatoli y se embarca en una larga gira que le ayude a olvidar.

Es el momento del triunfo del clown Anatoli Durov y de sus enfrentamientos con el poder, lo que provoca continuas denuncias y detenciones. Como Lenny Bruce, Anatoli prescinde progresivamente del maquillaje y se convierte en un satírico feroz. En su reencuentro con Iván tiene una escaramuza con un general. Anatoli va vestido de payaso y viaja en un trineo tirado por un imponente cerdo. El militar, en calesa, junto a una bella dama. El paralelismo no puede ser más evidente. Cuando Anatoli lanza sus puyas hasta la dama que acompaña al militar se ríe. Es mejor poner tierra de por medio. Anatoli emprende una gira internacional. En Madrid se anuncia como “Éxito - Durof - Éxito”.

Podubbny vs. Le Boucher 
Mientras tanto, Iván recala en París. Se anuncia el combate del siglo, el que enfrentará al Hércules ruso con el luchador francés Raoul Le Boucher “El Carnicero” (Anatoli Solovjov). Iván no consigue hacer presa en su compañero, que se ha untado el cuerpo con aceite. Denuncia el fraude, pero los jueces pretenden que la pelea continúe. Iván renuncia entonces al combate y regresa a su pueblo donde encuentra de nuevo el amor junto a la bella campesina Alena (M. Kazakova).

Este interludio bucólico está trufado de canciones folklóricas, paseos al atardecer, duro trabajo en el campo y días de feria. Aquí se produce el reencuentro de Iván con el circo. Iván disfruta con el espectáculo pero la mera visión de un trapecio vacío le hace evocar la tragedia de Mimí. Como en The Quiet Man (El hombre tranquilo, 1952), de John Ford, el hombre que regresa al hogar no puede escapar tan fácilmente de su pasado. El manager de los luchadores hace un bello discurso en el que pregona que ninguno ha habido como Iván. Todos los artistas le rinden el homenaje de su admiración y los espectadores se suman a los aplausos. Iván, conmovido, baja a la pista.


Esto supone el regreso de Iván al tapiz y su reencuentro con Anatoli en París. Mr. Fish (Grigori Abrikosov), un manager corrupto, prepara el combate de revancha contra Raoul Le Boucher. Esta vez no dejará nada al azar. Paga a una cocotte para que corrompa al inocente Iván, que se entrega a una vida de champán y cabarets. En la víspera del combate más importante de su vida, Iván se lo encuentra borracho como una cuba. ¿Estará en condiciones, a pesar de haber caído en las inmundas simas de la degradación occidental, de vencer a su rival? 

Cualquier parecido con la realidad… 
Ya les decíamos que el luchador y el clown estaban basados en personas reales aunque, como tantas veces, cualquier parecido entre los personajes de ficción y sus contrapartes verídicos es pura coincidencia. Aquí pueden ustedes ver al auténtico Iván Poddubny en acción:


También existió Raoul Le Boucher, su rival en la ficción. Y no hubo un Giuseppe Truzzi pero sí un Massimiliano Truzzi, propietario de varios circos en Rusia. Su hija Esterina (encarnada en la película por Kyunna Ignatova) fue una conocida ecuyère. Truzzi poseía circos en Odessa, Kiev, Rostov y Sebastopol. Para él trabajaron los hermanos Anatoli y Vladimir Durov, antes de su separación por celos profesionales. Para obtener más información sobre la estirpe de los Durov visiten esta entrada de la Circopedia y permanezcan en la sintonía de Circo Méliès, donde en breve les dedicaremos una nota bibliográfica. 

Borets i kloun (1957) Mosfilm (URSS) 
Dirección: Boris Barnet y Konstantin Yudin. 
Guión: Nikolai Pogodin. 
Intérpretes: Stanislav Chekan (Ivan Maximovich Poddubny), Alexander Mikhailov (Anatoli Leonidovich Durov), Iya Arepina (Mimí, la trapecista), Boris Petker (Giuseppe Truzzi, el director del circo), Kyunna Ignatova (su hija Esterina), Georgiy Vitsin (Enrico, el otro payaso), Anatoli Solovjov (Raoul Le Boucher), Grigori Abrikosov (Mr. Fish), L. Topchiyev (Orlando), Yuri Medvedev (Nikita, el amigo de Ivan), Stepan Kayukov (Vanya), Grigori Chpigel (Solomonsky), M. Kazakova (Alena), Polina Nyatko (la madre de Ivan), Tamara Loginova. 
95 min. Color (Magicolor)

9 de octubre de 2019

Marion Dixon, la bala (comunista) humana


Tsirk (El circo, 1936) 

Ilf y Petrov 
Vamos, vamos… ¿Cómo que no se acuerdan de Ilf y Petrov? Pasaron por la carpa cuando les hablamos de la adaptación cubana de su farsa Las doce sillas. Ilf y Petrov aquellos eran dos satíricos rusos enamorados del circo. O, al menos, les interesaba lo suficiente para dedicarle en 1934 una comedia titulada “Pod kupolom tsirka” -en castellano, “Bajo la carpa”-. Contaron en esta ocasión con la colaboración de Valentin Kataev, el hermano mayor de Petrov, que le había animado a dedicarse a la literatura. La obra fue escrita después de que los autores realizaran un viaje por Europa y Estados Unidos donde conocieron a Ernest Hemingway y a Henry Ford, además de tener ocasión de familiarizarse con el reciente cine norteamericano. El encargado de llevar la obra a la pantalla es Grigori Alexandrov, inventor del musical a la soviética, que toma elementos de la opereta cinematográfica alemana y de la comedia musical americana, salpimentado todo con las convenientes dosis de propaganda.

Alexandrov había nacido y estudiado en Ekaterimburgo, había actuado como acróbata para distraer al Ejército Rojo y en el Proletkult coincidió con Eisenstein. Fue su ayudante en títulos míticos como Stachka (La huelga, 1925) y Bronenosets Potemkin (El acorazado Potemkin, 1925). Alexandrov también viajó a Estados Unidos junto a su mentor, antes de que la Paramount renunciase a rodar ninguno de los proyectos que el atrevido ruso sometía a la consideración de la productora y tuvieran que abandonar el rodaje de ¡Que Viva Mexico!. Alexandrov fue precisamente el responsable del montaje “oficial” de esta cinta Da zdravstvuyet Meksika! en 1979. Alexandrov fue el director habitual –y luego marido- de la estrella de la canción Lyubov Orlova, que culminaría con la concesión de la Orden de Lenin en 1940. 

Terror en Sunnyville 
El principio de Tsirk es, como poco, desconcertante. Sunnyville, pequeña ciudad de Estados Unidos. El periódico local se hace eco del escándalo que supone para la pequeña ciudad la presencia de Marion Dixon, la bala humana del circo local. Sin darnos tiempo a procesar la información, vemos a la atribulada Marion (Lyubov Orlova) corriendo con su bebé en brazos perseguida por una turba que pretende lincharla. Todo es muy rápido. Ella alcanza el tren y encuentra a un hombre que se ofrece a protegerla. En realidad se trata de un gesto interesado, ya que se trata del malvado Franz Von Kneishitz (Pavel Massalsky). El emblema de la compañía ferroviaria es una bola del mundo en la que vemos el acrónimo de los Estados Unidos. La bola gira. Ahora podemos leer claramente CCCP, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La bola desciende desde la cúpula del circo. Sirve para que la foca amaestrada haga su número y para que jueguen con ella los perros futbolistas. Silencio. Va a hacer su entrada en la pista la protagonista del número sensacional: la gran atracción internacional: La bala humana.

El número, mezcla de vaudeville y circo, es verdaderamente impresionante. Marion hace su aparición en una plataforma tirada por seis caballos blancos. Von Kneishitz descubre la tela que cubre la peana y descubrimos que es un inmenso cañón… y a un payaso, imitador de Chaplin (N. Otto), que se ha quedado allí dormido. Von Kneishitz acciona la palanca que pone el cañón en vertical y Marion trepa hasta la boca donde canta una de sus canciones y baila claqué. Luego, mientras entona el “goodbye” final, desciende en vertical por el alma del cañón. Se encienden miles de bombillas. La cúpula del circo queda tachonada de estrellas eléctricas. Von Kneishitz apunta la pieza de artillería hacia un gran aro blanco con una luna pintada. Advierte a Marion de que está listo y dispara. El imitador de Chaplin busca refugio en el seno de una señora gruesa. La cantante sale volando, atraviesa el aro de papel y se cuelga de otro aro con el perfil de la luna en creciente. Hace un par de piruetas para sentase en él y, desde allí, interpreta una nostálgica serenata. Luego, sin red, realiza una serie de ejercicios.

Martynov (Sergei Stolyarov), un soldado condecorado, contempla boquiabierto todo el número junto al director del circo (Vladimir Volodin). Desde el centro de la pista Von Kneishitz hace girar el aro en el que está sentada Marion una espiral descendente. Al pasar ante el palco, Martynov le arroja un ramo de flores a la cantante. Ésta le devuelve una flor. El flechazo es fulminante, a pesar de que Von Kneishitz golpea a Marion porque no quiere perder a su más preciada posesión. Por si acaso, Von Kneishitz torna su atención hacia Rayechka (Yevgeniya Melnikova), la hija del director del circo.

En su primer intento como hombre pájaro, Martynov se pega un tremendo golpe. Sólo su preparación atlética le salva de la muerte. Von Kneishitz contempla el accidente con mal disimulada satisfacción. Pretende convencer a Marion para que sigan su gira, pero ella quiere quedarse en Moscú. Entonces él la chantajea. Por primera vez vemos al niño de Marion (Jim Patterson) que resulta ser un mulatito. Ya la expulsaron de Estados Unidos por mantener una relación interracial y ser madre soltera. Lo mismo ocurrirá en la URSS, amenaza Von Kneishitz.

Marion escribe una carta de amor a Martynov pero Von Kneishitz la intercepta y hace creer al tontorrón pretendiente de Rayechka (Aleksandr Komissarov) que es para él. Sumido en el arrobo que la lectura de la misiva le produce no se da cuenta de que se ha quedado en la jaula con los leones. El pretendiente se las arreglará para realizar el número de doma sin más armas que un ramo de flores, con lo que logra un éxito de público inesperado.

Martynov también ha caído en la trampa y cuando Marion intenta hablar con él, la rechaza. Entonces acepta marcharse con Von Kneishitz, pero in extremis Rayechka le explica lo ocurrido. La hija del director del circo toma el puesto de Marion en el tren y, con la ayuda de su pretendiente, rescatan al hijito de Marion de las garras de Von Kneishitz. Marion, no obstante, no aparece por el circo. El director debe resucitar los viejos números de triciclo y monociclo con los que obtuviera éxitos internacionales treinta años atrás. Todo esto, sin dejar de cantar. También el Capitán Borneo (Fyodor Kurikhin) tiene por fin su oportunidad. Su perrillo ladra un número cualquiera y el capitán toma un cartón con dicha cifra con la boca y se acerca al perro a cuatro patas esperando su aprobación. Por fin, llega Marion. El director enloquece de alegría. Más aún, Martynov, al que la cantante expone su decisión de no marchar a América y de abrazar la causa soviética. Martynov hace toda clase de volatines y besa… a un caballo.

El jefe de pista (Sergei Antimonov) anuncia a las estrellas del espectáculo. El nuevo cañón es una pieza de artillería de diseño futurista. Lo escoltan un grupo de motoristas e individuos ataviados con monos que ejecutan sus tareas con precisión militar. Suenan trompas y trompetas. Los héroes, ataviados con cascos y capas descienden por una larga escalera blanca. Marion penetra en el interior del cañón. Martynov se coloca en un balancín. El director del circo dispara el cañón. Marion es propulsada por los aires hasta alcanzar el trapecio en tanto que, perfectamente coordinado, Martynov, provisto de unas alas artificiales, sale volando. Planea en círculo sobre la pista del circo. El trapecio de Marion va sujeto a un inmenso paracaídas lo que permite que la apoteosis final concilie la apología militarista con un desarrollo musical a la Buysby Berkeley. ¡Ahí es nada!

Hace su última aparición en escena el malvado Von Kneishitz. Se ha hecho con el niño y lo muestra al buen pueblo ruso para que éste se vuelva contra la inmoralidad de Marion, como ocurriera en Estados Unidos. Pero el buen pueblo ruso no sólo esconde al mulatito de las garras del pérfido Von Kneishitz sino que, pasándolo de mano en mano, hilvana una canción en la que se hermanan razas y creencias: el judío y el negro, el campesino y el intelectual, el militar y el bufón… Todos forman parte del gran pueblo soviético que acoge a la artista norteamericana y a su hijo como propios. En la apoteosis final, Marion encabeza junto a Martynov un desfile en la Plaza Roja, presidido por el retrato del padrecito Stalin. 

Musicales estalinistas 
Tsirk se estrenó en España durante la Guerra Civil. Lógicamente en las ciudades bajo control de la República. En Madrid se proyectó en el cine Monumental, el 8 de febrero de 1937, y en Barcelona, seis semanas después, en el Coliseum. En un reciente libro de José Cabeza sobre la programación de las salas madrileñas durante el periodo bélico se constata que ésta fue la única película soviética que el público respaldó con su asistencia.

No nos consta que se estrenaran en España las dos otras colaboraciones de ese periodo de Alexandrov y Orlova, y eso que Vesyolye rebyata (1934) pasa por ser el primer musical soviético. Se trata de un argumento clásico de comedia, en el que un humilde pastor es confundido con un compositor y termina dirigiendo una jazz band en Odessa. En Volga-Volga (1939) –al parecer la película favorita de Stalin– Orlova lleva a los trabajadores de una fábrica hasta Moscú donde vencen en un concurso de músicos aficionados. Quienes las han visto aseguran que el dinamismo y energía que ambos ponían en sus producciones era suficiente para que los espectadores obviaran las altas dosis de propaganda que contenían. En Tsirk, al menos, tanto la coreografía como la escenografía compiten en lujo con las producciones norteamericanas. La espectacularidad de sus números musicales capaces de conciliar el circo con la estética futurista y el militarismo más desvergonzado la convierten, como poco, en una joya del kitsch.

Sr. Feliú




Tsirk (El circo, 1936), Grigori Alexandrov 
Producción: Gosudarstvennoe Upravlenie Kinematografii i fotografii (URSS) 
Director: Grigori Alexandrov. 
Guión: Grigori Alexandrov., basado en la comedia “Pod kupolom tsirka”, de Ilya Ilf, Evgeni Petrov y Valentin Kataev. 
Intérpretes: Lyubov Orlova (Marion Dixon), Sergei Stolyarov (Martynov), Pavel Massalsky (Franz Von Kneishitz), Vladimir Volodin (el director del circo), Yevgeniya Melnikova (Rayechka, la hija del director), Aleksandr Komissarov (Skamejkin), N. Otto (el payaso imitador de Chaplin), Jim Patterson (el hijito de Marion), Fyodor Kurikhin (El Capitán Borneo, domador de perros), Emmanuel Geller (el director de orquesta), Sergei Antimonov (el jefe de pista), Solomon Mikhoels, Pyotr Geraga, Lev Sverdlin, Vladimir Kandelaki. Alexandra Panova. 
94 min. Blanco y negro.