Carlos Saldaña Beút, alias “Alady”, alias “el ganso del hongo”
6 de octubre de 1902 (Valencia) – 11 de septiembre de 1968 (Barcelona)
Alatdy o Atlady se empeñaban en anunciarle en los cafés cantantes de Barcelona allá por los años de la Gran Guerra, cuando el valenciano de nacimiento y barcelonés de adopción Carlos Saldaña pretendía hacerse un hueco entre los caricatos del momento. Nada, que no había manera. Y el sólo quería ser Alady, el Aladí catalán de la lámpara maravillosa, con esa y griega tan norteamericana que ya entonces era símbolo de todo lo nuevo.
Alady se abre paso a cara descubierta. Su amigo Rámper no se atreve a tanto. Claro que Rámper es el arquetipo del payaso triste, el hombre cuyo rostro delata, sin maquillaje, una tragedia sin fin. Alady, no. Alady es el gran optimista, el hombre de la ocurrencia pronta, de la repentización, de la canción con chispa. Su vestuario: esmoquin, guantes blancos y sombrero hongo. “El Chevalier español” lo llaman.
Alady asciende desde los cafés cantantes del barrio chino a los music-halls del Paralelo barcelonés. También consigue labrarse un nombre en Madrid. A mediados de los años veinte se convierte en punto fuerte del Teatro Romea, contratado por el empresario Juan Carcellé. En el teatrito de la calle Carretas comparte escenario con las mejores atracciones de variedades del momento: el caricato Luis Esteso (“el único artista que viaja sin su madre”), el prometedor cantor de tangos Carlitos Gardel, la vedette Enriqueta Serrano y, sobre todos, José Álvarez “Lepe”, con el que formará pareja de hecho durante los años republicanos.
Alady lo considera una renuncia. Escribe a Sebastià Gasch: “El music-hall no se conoce. No se puede hacer. Como no se puede hacer revista… No hay elementos. Escasea el amor propio profesional. Falta el optimismo por todas partes. Lo cierto es que ahora estoy tranquilo. ¡Un año de contrato! ¡Un año diciendo a la misma hora las mismas palabras y haciendo los mismos gestos (si no se enfadan los compañeros). Pero un año en casa junto a mis hijitos y mis libros… ¿Qué quiero más?”
En sus estancias madrileñas de los años veinte Alady entabla contacto con los nuevos humoristas que se reúnen en la revista “Gutiérrez”. Enrique Jardiel Poncela compone letras para sus canciones –a cambio de algún adelanto perentorio- y Miguel Mihura se embarca con él en una gira en la que conoce el ambiente de pensiones baratas, músicos negros y chicas como “las seis princesas Rieddjiech”. Son los ingredientes con los que confeccionará su comedia “Tres sombreros de copa”.
Cuando el cine rompe hablar son muchos los artistas de variedades que dan el salto a la pantalla. Como en España aún no hay instalaciones adecuadas para grabar con sonido se desplazan a estudios franceses o alemanes para rodar. Así se encuentra Alady en Alemania, rodando junto a Imperio Argentina El profesor de mi mujer (El amor solfeando) (1930). Hay también versiones alemana y francesa que dirige el francés Robert Florey. Como no hay manera de entenderse con los españoles en algún momento del rodaje toma las riendas el corresponsal cinematográfico Armand Guerra, anarquista de pro y artífice de aquella Carne de fieras (1936) de la que ya les hablamos a ustedes en otra ocasión.
Mano a mano con Lepe, rueda en los estudios Lepanto de Barcelona, tres títulos producidos por el francés afincado en Barcelona Henri (Enrique) Huet. Son comedias cuarteleras, traídas de vodeviles galos. En una de ellas, ¡Viva la vida! (1934), coinciden de nuevo con el entonces rey del Paralelo, José Santpere. De El paraíso recobrado, rodada a continuación de las anteriores pero fuera del ciclo Huet, les daremos noticias en breve.
La filmografía de Alady se completa con otras producciones de Iquino hasta el mismo año de su muerte. Su última película debió de ser El Baldiri de la costa (1968), a mayor gloria del cómico catalán Joan Capri. O acaso La viudita yeyé (1968), en la que Alady compartía cabecera de cartel una vez más con la hija de José Santpere, Marieta, la Mary, compañera en mil funciones del Cómico, en las revistas de Gasa. Murió ese mismo año, tras haber publicado sus memorias y ser nombrado “Payaso de Honor”.
Angélico Alady, optimista a prueba de bombas, caricato, chansonier, humorista, mago, cómico cinemático… el ganso del hongo.