31 de diciembre de 2009

El ganso del hongo en la pantalla



Carlos Saldaña Beút, alias “Alady”, alias “el ganso del hongo”
6 de octubre de 1902 (Valencia) – 11 de septiembre de 1968 (Barcelona)


Alatdy o Atlady se empeñaban en anunciarle en los cafés cantantes de Barcelona allá por los años de la Gran Guerra, cuando el valenciano de nacimiento y barcelonés de adopción Carlos Saldaña pretendía hacerse un hueco entre los caricatos del momento. Nada, que no había manera. Y el sólo quería ser Alady, el Aladí catalán de la lámpara maravillosa, con esa y griega tan norteamericana que ya entonces era símbolo de todo lo nuevo.

Alady se abre paso a cara descubierta. Su amigo Rámper no se atreve a tanto. Claro que Rámper es el arquetipo del payaso triste, el hombre cuyo rostro delata, sin maquillaje, una tragedia sin fin. Alady, no. Alady es el gran optimista, el hombre de la ocurrencia pronta, de la repentización, de la canción con chispa. Su vestuario: esmoquin, guantes blancos y sombrero hongo. “El Chevalier español” lo llaman.

De entonces son éxitos que han pasado al repertorio como “Cómprame un negro” o “Al Uruguay”, que Carmela y Paulino “variedades a lo fino” utilizaban como himno en ¡Ay, Carmela! (1990). Les transcribimos una estrofa de “Fulano” para que se hagan a la idea: “Fulana, fulana ven, / fulana, tú eres mi bien. / Si no encuentro a mi fulana, / ¿con quién duermo yo mañana? / Si a fulana le sucede / lo mismito que a mi hermana / una que tengo en Totana, / que cuando viaja en tartana / enseguida le entra gana / de esconder la palangaaana…”

Alady asciende desde los cafés cantantes del barrio chino a los music-halls del Paralelo barcelonés. También consigue labrarse un nombre en Madrid. A mediados de los años veinte se convierte en punto fuerte del Teatro Romea, contratado por el empresario Juan Carcellé. En el teatrito de la calle Carretas comparte escenario con las mejores atracciones de variedades del momento: el caricato Luis Esteso (“el único artista que viaja sin su madre”), el prometedor cantor de tangos Carlitos Gardel, la vedette Enriqueta Serrano y, sobre todos, José Álvarez “Lepe”, con el que formará pareja de hecho durante los años republicanos.

Alady lo considera una renuncia. Escribe a Sebastià Gasch: “
El music-hall no se conoce. No se puede hacer. Como no se puede hacer revista… No hay elementos. Escasea el amor propio profesional. Falta el optimismo por todas partes. Lo cierto es que ahora estoy tranquilo. ¡Un año de contrato! ¡Un año diciendo a la misma hora las mismas palabras y haciendo los mismos gestos (si no se enfadan los compañeros). Pero un año en casa junto a mis hijitos y mis libros… ¿Qué quiero más?

En sus estancias madrileñas de los años veinte Alady entabla contacto con los nuevos humoristas que se reúnen en la revista “Gutiérrez”. Enrique Jardiel Poncela compone letras para sus canciones –a cambio de algún adelanto perentorio- y Miguel Mihura se embarca con él en una gira en la que conoce el ambiente de pensiones baratas, músicos negros y chicas como “las seis princesas Rieddjiech”. Son los ingredientes con los que confeccionará su comedia “Tres sombreros de copa”.

Cuando el cine rompe hablar son muchos los artistas de variedades que dan el salto a la pantalla. Como en España aún no hay instalaciones adecuadas para grabar con sonido se desplazan a estudios franceses o alemanes para rodar. Así se encuentra Alady en Alemania, rodando junto a Imperio Argentina
El profesor de mi mujer (El amor solfeando) (1930). Hay también versiones alemana y francesa que dirige el francés Robert Florey. Como no hay manera de entenderse con los españoles en algún momento del rodaje toma las riendas el corresponsal cinematográfico Armand Guerra, anarquista de pro y artífice de aquella Carne de fieras (1936) de la que ya les hablamos a ustedes en otra ocasión.

Mano a mano con Lepe, rueda en los estudios Lepanto de Barcelona, tres títulos producidos por el francés afincado en Barcelona Henri (Enrique) Huet. Son comedias cuarteleras, traídas de vodeviles galos. En una de ellas,
¡Viva la vida! (1934), coinciden de nuevo con el entonces rey del Paralelo, José Santpere. De El paraíso recobrado, rodada a continuación de las anteriores pero fuera del ciclo Huet, les daremos noticias en breve.
Con Mihura en el guión y con su hermano Jerónimo en la dirección ruedan Lepe y Alady el corto (veinte minutos) Don Viudo de Rodríguez en los últimos días del año 1935. Filman por la mañana, porque por la noche actúan en el Pavón con Laura Pinillos. Película inaccesible, Don Viudo de Rodríguez es una muestra cabal del humor absurdo y surreal que cuajaría en “La Codorniz”.

Después de la guerra, en la que está a punto de morir fusilado porque el esmoquin y el bombín convencen a algunos de que se trata de un burgués recalcitrante, Alady trabaja en el Circo Price. Su efigie animada protagoniza el cortometraje de la serie de dibujos animados Garabatos realizada por Enrique Ferrán “Diban”. También tiene un papel de cierta importancia en una de los dos largometrajes del dibujante y alpinista Enrique Herreros. La muralla feliz (1947), se tituló. Y de ahí, a una breve intervención en la película fundacional de la comedia crítica española de los años cincuenta: Esa pareja feliz (1951), dirigida a alimón por Berlanga y Bardem. Alady es aquí el representante de la Academia Ríus, cuyo lema subraya con un vuelo de sombrero, una espléndida sonrisa y una mirada hipnótica: “¡A la felicidad por la electrónica!”.


Lepe reactiva brevemente su carrera cinematográfica a raíz de su intervención en El cochecito. Hay una oportunidad de ver entonces juntos de nuevo a Lepe y Alady en Un rincón para querernos (1964), sobre guión de Azcona, con producción y dirección del infatigable Iquino. El argumento (las primeras veinticuatro horas en la vida de unos recién casados incapaces de encontrar un rinconcito donde amarse) hace que los novios viajen a Pamplona en plenas fiestas de San Fermín. En el tren coinciden con un entrometido viajante de productos de perfumería (Alady) que pregona a los cuatro vientos el recién contraído estado de los tortolitos y un coronel de infantería retirado (Lepe) que les anima a procrear porque -afirma categórico- “los hijos son el porvenir, la riqueza y la defensa de la patria”.

La filmografía de Alady se completa con otras producciones de Iquino hasta el mismo año de su muerte. Su última película debió de ser
El Baldiri de la costa (1968), a mayor gloria del cómico catalán Joan Capri. O acaso La viudita yeyé (1968), en la que Alady compartía cabecera de cartel una vez más con la hija de José Santpere, Marieta, la Mary, compañera en mil funciones del Cómico, en las revistas de Gasa. Murió ese mismo año, tras haber publicado sus memorias y ser nombrado “Payaso de Honor”.

Angélico Alady, optimista a prueba de bombas, caricato,
chansonier, humorista, mago, cómico cinemático… el ganso del hongo.

29 de diciembre de 2009

Alady en el Edén de los naturistas


El paraíso recobrado (1935), Xavier Güell.

El pintor tarraconense Xavier Güell, que había intervenido como supervisor de los diálogos españoles en El profesor de mi mujer en 1930 y había desarrollado una interesante labor como documentalista en los primeros años treinta, vuelve a contar con Alady para su debut como guionista, director, figurinista y productor: El paraíso recobrado.

La película se rueda a paso rápido, aproximadamente en tres semanas del verano de 1935 en los estudios Trilla-La Riva y en exteriores naturales de los alrededores de Barcelona. Alady y Lepe compaginan el rodaje con varias representaciones diarias de “La sota de oros”, “Las vampiresas” y “Las tentaciones” en el Cómico, junto a Laura Pinillos.

El guión recurre a un tema de plena actualidad: el naturismo. En marzo de ese mismo año se ha estrenado en España el documental norteamericano Elysia, Valley of the Nude (Elysia, 1934), película producida por el presidente de una colonia naturista californiana. El humorista Edgar Neville muestra en “El Diario de Madrid” su desacuerdo con algunas situaciones mostradas en la cinta: “nos parece que cuando se ha logrado reunir en una finca una serie de amigos sin ropa, entre los cuales descuellan algunas jóvenes bellas, es un poco pueril y poco naturista, ponerse a jugar a la pelota”. Probablemente en este documental se encuentre el germen de El paraíso recobrado.


Tiburcio (Alady) está en paro. Así que cuando lee el anuncio que solicita un hombre para todo en El Paraíso Recobrado no se lo piensa dos veces y allá que se planta. “Salud y Luz” es el lema de esta colonia naturista en plena naturaleza. Samuel (Lepe) el antiguo conserje le pone en antecedentes de las normas del club: prohibición de todas las desigualdades, vegetarianismo, nada política, abolición de la moneda y, por supuesto, nudismo a tutiplén. Parece que todos estos alicientes se ven contrarrestados por una disciplina férrea, que convierte la vida natural en una esclavitud. Tiburcio, al que todos llaman Tib, se hace enseguida dueño de la situación. Con su simpatía como banderín de enganche organiza excursiones, juegos y canciones y proporciona a las damas unos estupendos masajes.


Un buen día llegan a la zona unos viejos arqueólogos en busca de civilizaciones perdidas. Tropiezan con unas chicas en cueros y creen haber descubierto el emplazamiento del Jardín del Edén. Abandonan allí sus ropas y las siguen. La policía y sus dilectas señoras esposas sospechan que hayan sido secuestrados e irrumpen en el club. Escandalizados por lo que allí ocurre consiguen expulsar del Paraíso Recobrado a estos nuevos Adanes y Evas.

Con todas estas experiencias, el irreductible Tib decide montar un espectáculo musical, no sin antes casarse con una de las muchachas del club a la que convierte en primera vedette (Mapy Cortés). El espectáculo se titula “El paraíso recobrado”.


Todo el mundo alabó en su momento el acierto de las composiciones musicales del maestro Dotras Vila, que suponemos que tendrían especial relevancia en la apoteosis del espectáculo. Pero los distribuidores Buigas y Soler no debían tener demasiada fuerza porque la película no llegó a Madrid y en Barcelona se proyectó en una sala habitualmente dedicada a los reestrenos, el Cine Avenida. Por si había dudas se subtituló “El Edén de los naturistas”, aunque todos los recensionistas se apresuran a declarar que se trata de un entretenimiento inofensivo, una comedia blanca, sin ninguna situación “escabrosa”. En el programa de mano que acompaña a este comentario ya pueden ustedes comprobar que todo el mundo aparece de un textil subido. En los títulos de crédito se cita a la casa D.H. como suministradores de los trajes de baño de las bellas Olimpic Girls, unas “Bathing Beauties” de andar por casa.

No nos pregunten ustedes cómo fue pero esta modestísima cinta se estrenó también en el Teatro Campoamor de Nueva York (en español) en abril de 1936 y el crítico del “New York Times” tuvo a bien dedicarle el siguiente comentario: “tolerable amusement for persons appreciative of broad burlesque, flavored with pleasant melody”.

Hasta donde sabemos, no se conserva ninguna copia.

El paraíso recobrado (1935)
Producción: Films Minerva (ES)
Guión y Dirección: Xavier Güell.
Intérpretes: Alady (“Tib”, Tiburcito), Antoñita Arqués “Miss Cataluña 1935” (Flora), Mapy Cortés (Margarita), Lepe (Samuel), Alejandro Nolla (el director de El Paraíso Recobrado), Conchita Rey (vedette), Valeriano Ruiz París, José Llimona, Samuel Crespo y José María Aleu (los arqueólogos) y las Olimpic Girls.
7 bobinas. Blanco y negro.



27 de diciembre de 2009

Gansadas y Memorias

Las gansadas de mi hongo, recopilado por el propio Alady, es una andanada de “gansadas a granel”. Un prólogo (demasiado datado) de Julio Ichaso sirve de pórtico al cúmulo de ocurrencias, gracias y humoradas que Alady solía soltar desde el escenario. -¿A dónde va? -Al cinematógrafo. -¿Y por qué no dice cine y terminará usted antes? -Y yo, ¿qué prisa tengo? En la misma página podemos encontrarnos éste otro diálogo, de estirpe netamente codornicesca. -Carlos, qué cambiado estás. -Ya lo creo, señorita. Soy Francisco. Hay que reconocer que así, a palo seco, sin la presencia de su artífice saben a poca cosa. Pero también se encuentran aquí los libretos de algunos de sus sketchs clásicos con Lepe (“El que se pone triste es tonto”) y Mary Santpere (el de “la funeraria La Siempreviva”).

En las páginas finales de Las gansadas de mi hongo se anuncian unas memorias que no se publicarán hasta 1965, en catalán y en la editorial Bruguera. Rialles, llàgrimes i « vedettes » es un completísimo recorrido por cincuenta años de revista, music-hall y, sí, también circo. Le ofrece la oportunidad Juan Carcellé en otoño de 1944. Se trata de que Alady ejerza de animador y presentador en el Circo Price. El caricato acepta tan entusiasmado que el empresario le descuenta veinte duros del sueldo que le tenía asignado.

Con el jefe de maquinaria del circo de la Plaza del Rey hace Alady un curso acelerado de historia del recinto y las principales figuras que han pasado por allí. Conoce a Pompoff y Tedy, a los Alcides, “acróbatas del 900”, al domador Jesús Vargas y su mona Chita, actúa como maestro de ceremonias durante el funeral de la pantera de Johnny Koks y Erka Wyes, fallecida de pulmonía, y da la alternativa como jefe de pista al propio Carcellé en el homenaje a Ramper. Con el Price hace temporadas en Valencia y en el Olimpia de Barcelona, donde se incorpora la troupe del suizo Circus Knie. Allí actúa como el “Mago Cosquillas” en las funciones infantiles y relata los clásicos cuentos del payaso triste –un augusto valenciano- y de la trapecista que, mientras hacía el número sin red temblaba por el destino cotidiano de aquellas pobres gentes que la admiraban. De estas experiencias de primera mano surge su colaboración en Cuentos de la pista, que ya hemos comentado en estas páginas. Se titula: “Siete historias de circo sin trascendencia”. Pero Rialles, llàgrimes i « vedettes » es mucho más que circo. Es el recorrido por casi diez lustros de espectáculos populares y una enciclopedia del mundo de las lentejuelas, con retratos vívidos y anécdotas reveladoras de un puñado de artistas y personajes cuyos nombres sólo encontramos en la cartelera de los viejos periódicos. Alady es generosísimo con sus recuerdos. Si lo encuentran en una biblioteca o en algún librero de viejo, no lo duden.

Saldanya Beut, Carles “Alady”
Rialles, llàgrimes i « vedettes » (Memories de Alady). Barcelona, Bruguera, 1965. 

Alady Las gansadas de mi hongo (Chistes, Diálogos, Conferencias, Pasarelas, Sketchs, Poesías y gansadas a granel) Barcelona, Editorial F. Berni, ¿1953?

24 de diciembre de 2009

El Circo en México

Cárdenas, Julio Revolledo
La Fabulosa Historia del Circo en México
Conaculta y Escenología, A.C., 2005, México

23 de diciembre de 2009

¡Chiquirriquis, Chiquistratis!



Dos locos en escena (1960), Agustín P. Delgado

Crimen en la Compañía Vivancos
Hay todo un subgénero policiaco que consiste en resolver un asesinato enigmático en el tiempo que dura una representación teatral. La tramoya, los disfraces, el maquillaje… proporcionan un entorno adecuado para el misterio. La acción que se desarrolla en escena suele ser el perfecto contrapunto para lo que ocurre entre cajas. Las envidias, celos y amores prohibidos proporcionan al guionista una gama amplísima de sospechosos y móviles para el crimen. La duración de la representación proporciona una unidad de tiempo y lugar que permite desarrollar una historia al modo clásico.

En Dos locos en escena Viruta y Capulina se enfrentan, con todos los ingredientes de la parodia, a uno de estos misterios. Y todo por un quíteme allá ese muerto escondido en un canapé. Aquí pueden ver la película entera: https://youtu.be/10rD3e3jgis

Viruta y Capulina… y Chespirito
Dos exconvictos tramoyistas, un policía botarate que de todos sospecha, el enloquecido propietario del teatro y las bellas Cristal (la cantante Flor Silvestre) y Coquis (Marina Camacho), novias de los celosísimos Viruta y Capulina, son los elementos que pone en juego el guionista habitual de las películas de la pareja.

Se trata de Roberto Gómez Bolaños “Chespirito” que ganaría fama en la televisión internacional gracias a dos de sus creaciones. “El Chavo” y “El Chapulín Colorado”. “Chespirito” hace doblete en Dos locos en escena al debutar como actor cinematográfico en el papel cuasi-mudo de un tal don Juan, petimetre borracho con un ramo de flores que se ha ofrecido a financiar el ruinoso espectáculo porque está prendado de Coquis.


El guión de “Chespirito” acumula enredos para enhebrar las intervenciones de los protagonistas. Aunque se les suele comparar con Laurel y Hardy, a uno le parecen más próximos a Bud Abbott y Lou Costello, cuyas comedias también suelen descansar en la parodia, amén de su común procedencia radiofónica.

De esta cinta, en la que apenas nada destaca, queremos destacar el baile apache sobre cuya historia y plasmación cinematográfica tuvieron ocasión ustedes de ilustrarse aquí.

Los trucos del mago Lord Viruta y su asistente Capulina –“nada por aquí, nada por allá, chiquirriquis, chiquistratis”-se sirven de aparatos como “la jaula encantada” o “la cocina hechicera”. El sensacional acto “los muertos vivos” incluye la utilización de un sarcófago egipcio y de un “cajón de aserruchar”.

Los dos únicos momentos en que la comedia prometía trascender tampoco llegan a cuajar. Se trata del instante en que Capulina se cree muerto ante un decorado de angelitos, toca la lira y recomienda “paz, tranquilidad y santidad”, y aquel otro, durante el número de magia, en el que el tramoyista cambia la pistola de truco por una de verdad. Coquis debe disparar sobre Capulina que está a punto de entrar en el cajón del muerto. No apunta. Dispara al aire. Capulina cae en el interior de la caja. Le golpea la tapa. Una paloma muerta cae encima Está claro que se trata de una de las palomas del mago que andaba entre bastidores y a la que ha acertado Coquis. Viruta la coge entre sus manos, la mira con pena y sentencia: “Es el alma de Capulina”. Luego la arroja al suelo.


Capulina sin Viruta
Como ocurre con tantas parejas cómicas el final de Viruta y Capulina no fue amistoso. Llegó en 1966. Después de ello Capulina hizo todavía medio centenar de películas en las que siguió colaborando con Chespirito.


En busca de un nuevo compañero —es broma— llego a enfrentarse al más famoso enmascarado de los rings cinematográficos aztecas en
Santo contra Capulina (1968), de René Cardona. Recorrió buena parte de Latinoamérica con su propio espectáculo circense: “El Circo de Capulina”.


Dos locos en escena (1960)
Producción: Producciones Zacarías (MX)
Director: Agustín P. Delgado.
Guión: Roberto Gómez Bolaños.
Intérpretes: Marco Antonio Campos “Viruta” (Viruta), Gaspar Henaine “Capulina” (Capulina), Flor Silvestre (Cristal), Marina Camacho (Coquis), Roberto Gómez Bolaños “Chespirito” (don Juan), Armando Sáenz (Rafael Troncoso “Trinquetes”, el representante), Aída Araceli (bailarina), Alberto Marcos, Jorge Russek, Cecilia Brañas Montero, Mary Carmen Vela, Sergio Jurado, Jorge Zamora, Jorge Casanova, Francisco Meneses.
94 min. Blanco y negro.

21 de diciembre de 2009

Viruta y Capulina


Angelitos del trapecio (1959), Agustín P. Delgado

Humor edénico, blanco, inocente (si nos atenemos a su acepción más peyorativa). Humor sin malicia. Sin diálogos brillantes; apenas un retruécano cada tanto. Humor que ni siquiera puede llamarse humor, sino comicidad ingenua. Comedias de tipos y muecas podríamos bautizar éstas que Viruta y Capulina rodaron en México mientras Cantinflas intentaba su lanzamiento estadounidense, Buñuel se decidía por Europa y Luis Alcoriza comenzaba su carrera como director, pongamos por caso.

Marco Antonio Campos “Viruta” y Gaspar Henaine “Capulina” actuaron juntos durante catorce años. Nacidos como pareja cómica en la radio, en 1952, en el programa en “Cómicos y Canciones”, pasaron con el mismo formato a la cadena televisión Telesistema Mexicano. Entre 1957 y 1966 protagonizaron además veintitantas películas, a una media de tres por año. La primera fue Se los chupó la bruja (1957) y la última Dos pintores pintorescos (1966). Entre ellas, Angelitos del trapecio (1959) y Dos locos en escena (1960). Aunque los responsables de la dirección rotaban, la producción en serie solía correr a cargo de Producciones Zacarías y los libretos eran obra de Roberto Gómez Bolaños “Chespirito”.

Charlatanes en el circo
En Angelitos del trapecio, Viruta y Capulina son dos charlatanes que andan de feria en feria vendiendo un remedio curativo: -

El elixir que lo cura todo- pregona Viruta-. Barros, espinillas, catarro, laringitis, polmunía (sic.), ojos de pescado, dolor de cabeza, toda clase de neuralgias…

—Y los callos —apostilla Capulina.

Han instalado su puesto en la feria de Rigoletto, payaso y propietario del Circo Esqueda. Rigoletto tiene dos bellas hijas que, vaya usted a saber porqué, se sienten irresistiblemente atraídas por los charlatanes. Sus pretendientes –el mago y el trapecista- quieren espantarlos y para ello, asistidos por el travieso Pulgarcito (Cesáreo Quezadas “Pulgarcito”), se dedican a asustarlos disfrazados de fantasmas. Contra todo pronóstico, el elixir milagroso cura la gota de Rigoletto. Viruta y Capulina se convertirán primero en el carablanca y el augusto del circo y, luego, intentando rescatar a las chicas, en involuntarios trapecistas. Y ya está.

Despliega Angelitos del trapecio todo el catálogo de atracciones de las ferias ambulantes: “Atlas”, el hombre más fuerte del mundo; la mujer araña, convertida en monstruo por la maldición de un brujo; el puesto de tiro, el de la fuerza y la caseta de la adivinadora, que responde con un bofetón cuando se ponen en duda sus poderes mediúmnicos.

El Circo Esqueda Hermanos
En la carpa principal, el número de magia, bastante rutinario, es saboteado constantemente por Capulina -“lo tiene en la manga del saco”-. Lina (Anabelle Gutiérrez), una de las hijas de Rigoletto, realiza una exhibición en el alambre, aunque está doblada en los planos generales. El tour de force final está protagonizado por Viruta y Capulina en el trapecio. No en balde, los Esqueda eran conocidos como las “Águilas Humanas”.

Había iniciado la dinastía don Ascensión Esqueda, un fabricante de textiles enamorado del circo, que vendió sus propiedades y orientó a sus vástagos hacia esta vida trashumante. Don Ascensión fundó su propio circo en 1893. Entres sus descendientes hubo icaristas, alambristas, malabaristas, domadores e, incluso, pilotos de globos aerostáticos, cuando esta actividad tenía menos que ver con la aviación que con las ferias.

A mediados de los años veinte del pasado siglo, los hermanos Esqueda recibieron una oferta para trabajar en Estados Unidos, que se concretó en una gira por Texas, Nuevo México, Arizona y California. Allí incorporaron innumerables mejoras a su carpa, como palcos con butacas y una grada preferente con respaldo. Obedeciendo a una trágica tradición circense, todo ello ardió un día en que la carpa se colocó cerca de la vía ferroviaria y unas chispas saltaron de la caldera de la locomotora a la lona recubierta de parafina impermeabilizante.

Las Águilas Humanas pertenecieron a la tercera generación de los Esqueda dedicados al circo. En 1947 se presentaron en Estados Unidos en el circo de Ringling Bros., Barnum & Bailey. Uno de sus integrantes de la troupe, José Esqueda, intervino también en El circo, de Cantinflas.

Raúl Esqueda Betancourt y sus siete hijos son los promotores del Circo Esqueda Hermanos que sirve de escenario a Angelitos del trapecio. Está en activo desde 1949, aunque se publicita sin faltar a la verdad como “el más antiguo de México”. En los títulos de crédito iniciales queda constancia de la participación de los perchistas Raúl y Armando Silva y de los trapecistas Carlos y José Ezqueda. Provienen de la rama familiar comandada por Juan Esqueda Torres y su esposa, María Betancourt Trujillo, puesto que los demás hermanos, tíos y primos tuvieron que integrarse en otras compañías. El resto de atracciones que sirven de marco a las gansadas de Viruta y Capulina son las que presentaba este circo en 1959. En los programas de los años sesenta se anunciaba a Gin, “el oso caballero”, como “el mismo OSO de la película Angelitos del trapecio”.

La película está completa en youtube, pero les proponemos este fragmento en el que pueden contemplar la actuación completa de Viruta y Capulina como payasos:




Angelitos del trapecio (1959) 
Producción: Producciones Zacarías (MX) 
Director: Agustín P. Delgado. 
Guión: Roberto Gómez Bolaños “Chespirito”. 
Intérpretes: Marco Antonio Campos “Viruta” (Viruta), Gaspar Henaine “Capulina” (Capulina), Cesáreo Quezadas “Pulgarcito” (Pulgarcito), Maricruz Olivier (Tina), Anabelle Gutiérrez (Lina), José Gálvez, Armando Sáenz, Arturo Castro “Bigotón” y las atracciones del Circo Esqueda. 
85 min. Blanco y negro.

18 de diciembre de 2009

La noche 1002 de Cantinflas


El mago (1949), Miguel M. Delgado 

¿Fatiga? ¿Stress? ¿Cansancio? ¿Impotencia? En la agencia “Su otro yo” no resuelven su problema sino que lo sustituyen a usted. Le buscan un duplicado que asuma su puesto y así puede usted marcharse al campo a descansar.


El príncipe Krifnar, vidente 
Es la solución que adopta el adivino príncipe Krifnar (José Baviera) cuando unos atracadores de bancos se presentan en su consulta y pretenden que les profetice qué sucursales podrán asaltar con éxito. Claro que el mago no es un príncipe de pega, sino el heredero del trono de Harichi, enviado cuando niño por su padre a México para escapar de las intrigas de su malvado tío.
En “Su otro yo” tienen al doble perfecto, el hombre sin atributos capaz de encajar en cualquier personalidad o fisonomía. Pero, ay, esa tarde llega su novia de viaje. No la ve hace tiempo y no se le ocurre otra solución que recurrir a Cantinflas, el conserje de la oficina, para que le sustituya. Cantinflas se convierte así en cuádruplo del príncipe Krifnar, puesto que es doble de un doble.

A partir de aquí ya tienen ustedes montado el enredo. El sultán de Harichi ha muerto y sus ministros viajan a México para traerse de vuelta al heredero, el tío del príncipe Krifnar envía a un emisario y dos sicarios para que acaben con él, una peligrosa espía internacional (Leonora Amar) quiere conseguir a toda costa la concesión de las minas de diamantes y los gángsteres pretenden que les dé una solución a sus últimos fracasos.

El Gran Faquir Birmano y la política 
Los sicarios deben acabar con el príncipe Krifnar durante una recepción oficial. Le identificarán por el turbante blanco característico de la realeza. Pero Cantinflas se encuentra con el maharajá de Penthalá (Roberto Corell), que también lleva turbante blanco. Para colmo, se presenta en la recepción el “Gran Faquir Birmano” que viene a saludar a su antiguo colega, Krifnar. Y, sí, también él se toca con un turbante blanco. El guionista Jaime Salvador –un español exiliado que escribió para Cantinflas ¡27 guiones!- aprovecha la presencia del faquir para insertar un puntacito satírico-populista a los que tan aficionado era el cómico:

-He acostumbrado a mi cuerpo a todas las privaciones –asegura el faquir-. A todas las vicisitudes. A comer poco y malo… -¿De qué parte de México es usted? –pregunta Cantinflas.

Por supuesto, Cantinflas logra escapar de todos los complots. Cuando llega a Harichi este es el tono. No es el mundo de “Las mil y una noches”. La cosa se asemeja más a aquella parodia de The Sheik (El caíd, 1921) protagonizada por Ben Turpin: The Shriek of Araby (1923). Tropecientas favoritas y carne de comer todos los días. Las arcas del estado se vacían en los caprichos más extravagantes.

El ministro (Pepe Martínez) le pegunta cómo le organiza las elecciones. Cantinflas aplica la doctrina del PRI: -Limpias y democráticas… para que aluego salga quien yo disponga. 

Olga Chaviano, odalisca y rumbera 
Una escena de una incorrección política increíble tiene lugar durante la “tienta” de un grupo de odaliscas de Arabia a las que se trata como vacas de lidia. Entre ellas destaca la bella bailarina cubana Olga Chaviano, que debuta apenas adolescente en los teatros de La Habana, actúa en Venezuela y forma pareja de baile con el mexicano René Barrera. No fue el único porque la tempestuosa vida amorosa de la Chaviano ha llegado a ser legendaria. Después de interpretar varias películas en México en un breve espacio de tiempo, regresa a Cuba donde fue primera estrella del Tropicana hasta el triunfo de la Revolución en 1959. En El mago se marca un ballet oriental que degenera en rumba, lo que da oportunidad a Cantinflas de ejecutar una de sus imprescindibles parodias dancísticas.

La llegada del auténtico príncipe Krifnar da al traste con su vida regalada. Se da por satisfecho con que no le rebanen el cuello allí mismo, pero como el nuevo sultán se muestra magnánimo pide que bisbisbis… De vuelta en México Cantinflas regenta un barracón pomposamente bautizado como “Gran Teatro Cantinflas”. No es, desde luego, el Tívoli, en cuyo escenario triunfaron Cantinflas y Olga Ochaviano. En el tabladillo, las sensacionales bellezas de Oriente ejecutan un mix de danza de vientre y mambo. Fantasía oriental al alcance de los pelados.

El mago (1949) 
Producción: Posa Films (MX) 
Director: Miguel M. Delgado. 
Guión: Jaime Salvador. 
Argumento: Alex Joffé y Jean Lévitte. 
Intérpretes: Mario Moreno “Cantinflas” (Cantinflas), Leonora Amar (Janet), José Baviera (el príncipe Krifnar), Ernesto Finance (Makafar), Julián de Meriche (Minischar), Alejandro Cobo (el jefe de los pandilleros), Pepe Martínez (ministro 1º), Roberto Corell (el maharajá de Penthalá), Olga Chaviano (la odalisca), Miguel Manzano, Rafael Icardo, Amparo Arozamena, Rudy del Moral, Jorge Mondragón, Óscar Pulido. 
100 min. Blanco y negro.

16 de diciembre de 2009

Cantinflas en el circo

El circo (1943), Miguel M. Delgado


El circo es una temprana película del actor cómico Mario Moreno Cantinflas. Después del éxito de la sátira sobre el toreo Ni sangre ni arena (1941) se asocia con Miguel M. Delgado, un antiguo secretario personal de Gary Cooper que había conseguido hacerse un hueco en Hollywood como ayudante de dirección, y Jaime Salvador para producir en su propio estudio, Posa Films, una serie de parodias como Los Tres Mosqueteros (1942), Romeo y Julieta (1943), Gran Hotel (1943) Un día con el diablo (1945) y otras entre las que se encuentra esta que nos ocupa realizada en 1943: la parodia de la famosa película de Charlot en manos del genial cómico mexicano.

La alegre cabalgata del Gran Circo Estrella desfila por el pueblo donde Cantinflas ejerce de zapatero remendón en su taller "El Chanclazo". El zapatero cierra su negocio y cuelga un cartel: "Este changa se fue pal sirco". Cuando le sacan a patadas del circo, Cantinflas aterriza sobre la postal de la amazona Rosalinda.

El zapatero es muy hábil con sus clientes, sobre todo con la labia. Sus explicaciones sobre cómo va a arreglar los zapatos son verdaderamente absurdas, muy divertidas. Rosalinda (Gloria Lynch) aparece en la zapatería justo cuando Cantinflas está más embobado con su recuerdo. Le molesta una de sus botas y le pide al nervioso zapatero que se las arregle. Ya tenemos a Cantinflas dentro del circo y ¡con autorización! Por otro lado, el Circo Estrella pasa por un mal momento, está al borde de la bancarrota, y su propietario, El Coronel (Ángel T. Sala), padre de Rosalinda está siendo presionado por el usurero de turno, Don Elías, que pretende saldarle la deuda si acepta que su hija Rosalinda se case con él.

En el circo se suceden las situaciones cómicas y como en la película de Charlot de 1925, Cantinflas tiene que hacer de equilibrista, trapecista, domador y acróbata. Mientras el pobre zapatero tiembla de miedo agarrado al portor, la red de seguridad va de un lado para otro: "por aquí, no, no, por acá, un momento, por aquí, aquí no más, no, no, por acá". Una imagen que, hace algunos años, iba a ser el logo-bucle de este blog.

Como era de esperar, Cantinflas salva al circo de la ruina, pero no consigue a la chica. Triste y abatido se despide de todos los animales. Uno de ellos, el elefante, cuando el circo abandona la ciudad, cambia de dirección. En el plano final vemos al zapatero instalado cómodamente sobre su lomo. La zapatería "El Chanclazo" es ahora una atractiva zapatería ambulante. Aquí la pueden ver en diez capítulos de unos diez minutos cada uno:

 

El circo (1943)
Producción: Posa Films S.A. (MEX)
Direccción: Miguel M. Delgado 
Guión: Jaime Salvador
Intérpretes: Cantinflas (el zapatero), Gloria Lynch (Rosalinda), Estanislao Schillinsky (Shilinsky), Eduardo Arozamena (don Martín), Ángel T. Sala (el Coronel Buitrago), Alfonso Jiménez “Kilómetro” y Edmundo Espino (payasos), Rafael Burglete (bailarín), Tito Novaro (el doctor Tanner), Arcady Boytler (un extranjero en la cola), Leonid Kinskey (un agitador), Ignacio Peón (el que compra el palco), Pedro Elviro “Pitouto”, Manuel Dondé, Julio Ahuet, Juan García, Guillermo Meneses, Charles Rooner. 
90 min. Blanco y negro.