Hans Richter (1888-1976) fue un artista comprometido con su tiempo. Participó del expresionismo, el cubismo y el dadaísmo. En colaboración con el sueco Viking Eggeling comenzó a experimentar con el cine como soporte para el arte cinético después de la Gran Guerra. Sus primeras propuestas, que ocupan un puesto de honor en los tratados de cine de vanguardia son Rhytmus 21 (1921) y Rhythm 23 (1923). Filmstudie (1926) supone un cambio sustancial, al incluir la figura humana en su imaginario.
En esta nueva línea, próxima al Ballet mécanique (1924), de Léger, se desarrolla en su obra del segundo lustro de la década de los veinte del pasado siglo. Richter pretende colocar al espectador ante una nueva forma de percibir. El cine es ante todo movimiento y este movimiento “no esta supeditado a la capacidad de rememoración (puesta de sol / entierro), ni al ideal (héroe / casta doncella / astuto negociante), ni a sentimientos de compasión (vendedora de fósforos / violinista otrora célebre y ahora sumido en la pobreza / amor defraudado), ni siquiera a un contenido o argumento, sino, independientemente de éste, sigue las peculiares leyes mecánicas de este movimiento”.
Zweigroschenzauber (1929) es un experimento breve que da comienzo cuando un prestidigitador nos muestra se remanga para mostrarnos sus antebrazos: nada por aquí, nada por allá. El mago arroja su varita mágica al aire y esta se convierte en un telescopio ante el que conduce a sus espectadores. Lo que el público ve a través de su lente es el objeto de la película. Analogías poéticas que enlazan la luna y un calvorota, dos amantes con una pareja de boxeadores, una saltadora de trampolín con un avión que planea y un sacristán que toca la campana de una iglesia con una bella enmascarada que trepa por una cuerda… Un collage de imaginería popular, procedente de documentales que, al final, constituye el contenido de una revista que podemos revisar marcha atrás.
Alles dreht sich, Alles bewegt sich! (1929) fue el primer experimento sonoro de Richter. Contó para ello con la colaboración del músico berlinés Walter Gonostray, discípulo de Schöenberg, un compositor muy interesante, con una vida breve pero intensa, compositor de la música del documental The Olympiad (1938) de Leni
Riefensthal.
Aquí la ambientación en una feria nos permite asistir a números de equilibrismo y malabarismo que se resuelven mediante el juego puramente cinematográfico: disolvencias, ralentíes, superposiciones, montaje acelerado, congelados…
Con la llegada de Hitler al poder, en 1933, Richter se ve obligado a escapar a Suiza y, en 1941, se exilia definitivamente en Estados Unidos. Allí da clases en el City College. Uno de sus alumnos, Jonas Mekas, aplicará las enseñanzas de Richter en la segunda ola de cine experimental norteamericano. Richter publicará en el primer número de la revista “Film Culture” (enero de 1955) un artículo titulado “The Film as an Original Art Form” en el que postula una vez más la independencia del cine del teatro y la novela:
“Cuanto más vigorosos e independientes puedan llegar a ser el film documental y el experimental, y cuanto mayor sea la ocasión de que sean vistos por el público en general, más habrán de adaptarse a un “estilo de pantalla” en lugar de un “estilo teatral”. Sólo después de que haya ocurrido tal transformación en el público, el film de entretenimiento podrá seguirle. En esa época dorada, el film-entretenimiento y el film-arte llegarán a ser idénticos”.
Desgraciadamente la “Edad de Oro” parece cada día más lejana. Y, sin embargo, aún hay cineastas-prestidigitadores empeñados en mostrarnos el misterio.
Zweigroschenzauber (1929)
Guión y Dirección: Hans Richter.
Alles dreht sich, Alles bewegt sich! (1929)
Producción: Tobis-Industrie (AL)
Dirección: Hans Richter.
Guión: Hans Richter y Werner Graeff.
Música: Walter Gronostay