Toast of the town - The Ed Sullivan Show (1948-1971)
Edward Vincent “Ed” Sullivan nació en 1901 en Harlem, en el
seno de una familia irlandesa. Después de una temporada como boxeador, comenzó
su profesión en los medios como comentarista deportivo. Sullivan tomó el relevo
de Walter Winchel, el columnista más famoso de su época y experto en
espectáculos, y se convirtió en columnista de teatro. La nueva columna de
Sullivan, “Little Old New York”, se centraba en los espectáculos de Broadway y
los chismes relacionados con el famoseo de la época. En 1933 escribe y participa
en la película Mr. Broadway, un recorrido por el mundillo del espectáculo
neoyorquino con él como anfitrión.
Ed alternaba su trabajo como columnista con participaciones en programas de
radio o animador de concursos de baile y pronto se convirtió en un exitoso
cazatalentos, instalando su cuartel general en la sala El Morocco, el famoso
night club de Manhattan de los sillones de piel de cebra azulados, donde se
daban cita la flor y nata de los políticos, la alta sociedad y los artistas de
Nueva York.
En 1948, la CBS contrata a Ed Sullivan para hacer un
programa semanal nocturno de variedades, “Toast of the Town”, que con el tiempo
se acabó llamando The Ed Sullivan Show. El Show de Ed Sullivan estuvo en antena
durante 23 años —es todavía record de permanencia de un programa de entretenimiento en la televisión americana— y cambió
radicalmente el panorama de esta. El escenario de Ed Sullivan acogía todo tipo
de actuaciones realizadas por asombrosos artistas, desde actuaciones de rock’n roll,
música pop u ópera hasta números de circo y danza de todo tipo o piezas de
Broadway, pasando por la política o los deportes.
Cómo consiguió Ed tal éxito en su Talk Show es todavía cuestión de controversia, pues su apariencia y su destreza con las presentaciones dejaba mucho que desear. En 1950, en el Times hablaban de él de la siguiente manera: “He moves like a sleepwalker; his smile is that of a man sucking a lemon; his speech is frequently lost in a thicket of syntax; his eyes pop from their sockets or sink so deep in their bags that they seem to be peering up at the camera from the bottom of twin wells”. En todo caso, la revista concluía que “en vez de asustar a los niños, Ed encantaba a toda la familia”.
Lo que suplía esas carencias era su gran sentido del humor y la capacidad de reírse de si mismo. En cuanto tenía oportunidad participaba en los sketches de sus invitados o estaba presente mientras los imitadores se ensañaban con él. Podemos verle compartiendo una pieza con Lucille Ball y Desi Arnaz, metiéndose en una caja de espadas con el mago cómico Mack Ronet, charlando amigablemente con el ratoncito italiano Topo Gigio, haciendo una rutina de acrobacia con Gene Kelly, una pieza de piano a cuatro manos con Steve Allen, un dueto con Peter O’Toole o participando como partenaire —muchas veces un auténtico estirado carablanca— de cómicos como Jerry Lewis, Jack Benny, Joan Rivers, Phil Silvers, Alan King, Jimmy Durante y muchos otros.
En sus programas podemos disfrutar de una variedad de actos
increíble. Una invasión del vaudeville
y las variedades en el nuevo medio de comunicación que pronto acabaría
convirtiéndose en el entretenimiento favorito del público y que seria
precisamente la causa de la decadencia de estos formatos. Imitadores
despiadados, todo tipo de cantantes, ventrílocuos, acróbatas, monologuistas, magos, cómicos, malabaristas,
antipodistas, bailarines de claqué, de flamenco, de ballet, excéntricos,
aerealistas, y todo tipo de artistas se mezclaban con presentadores de la
radio, actores de éxito, big bands, grupos de música moderna, entrevistas o
locuciones de autoestima patriótica de Eleanor Roosevelt.
Sullivan tenía un talento especial para reconocer los gustos del público y procuraba tener en su programa las mejores atracciones a cualquier precio y antes que nadie. Así consiguió, en 1964, la primera aparición de los Beatles en una televisión americana con un éxito sin precedentes, o en 1969, la presentación del primer single de The Jackson 5. De igual manera pasaron por su programa numerosos artistas afroamericanos, a los que tenía especial aprecio, como The Supremes, The Temptations o los Four Tops, así como los bailarines de claqué The Nicholas Brothers o el actor Bill Cosby. Los Rolling Stone, Bob Dylan, Buddy Holly, Elvis Presley, Ike & Tina Turner, Nat King Cole, Janis Joplin, Marvin Gaye, Roy Orbison, James Brown, Ella Fitzgerald y Sammy Davis, Louis Armstrong o The Doors también tuvieron un hueco en su escaleta con sabrosas anécdotas incluidas.
Hay varias recopilaciones del programa disponibles a través
de la página oficial de su programa (www.edsullivan.com) y numerosas piezas en youtube en las que se puede apreciar la
versatilidad del programa y su pujanza a lo largo de los años, desde el blanco
y negro al color. En una recopilación temprana y no oficial de el Show de Ed
Sullivan que he tenido la fortuna de encontrar, entre los diferentes actos me
he topado con una pareja increíble de bailarines excéntricos, los españoles
Elsa y Waldo.
Este matrimonio de artistas, poco conocidos en su propia tierra, comenzó a trabajar alrededor de 1933 anunciados como “Elloise y Waldo Moll: ¡Los colosos!, Bailarines excéntricos”. Durante el breve tiempo de la II República española, a la que defendieron con armas en el Puente de los franceses, fueron elaborando el número, su desconcertante y minimalista baile excéntrico, un acto sutil de muecas y cuerpos de goma, que les haría codearse más tarde con Sammy Davis Jr., Jerry Lewis, Dorothy Lamour, Walt Disney, Marlene Dietrich, el príncipe Rainero y Edith Piaf, como nos cuenta nuestro amigo el mago Luis Boyano. Elsa y Waldo huyeron de la miseria de la derrota en España y establecieron su cuartel general en Nueva York, donde residieron durante cuarenta años, viajando por todo el mundo para realizar innumerables galas.
Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en 1916, Waldo Moll, artista, bailarín, mimo de vida ajetreada y exitosa, murió en su casa de Madrid, el día 2 de agosto de 2002. Tuve la suerte de verle actuar hace tiempo en el Hebe o en el Club de Payasos cuando aún se resistía a aceptar que ya eran muchos años sobre el escenario. Quería enseñar su arte y lo hacía acompañado de Vivianne, la bailarina que le acompañó durante todos esos últimos años. Sus pantomimas tenían el sabor de lo verdadero y Waldo se emocionaba interpretándolas viviéndolas como si fuese la primera vez.
Cuando a Ed le gustaba algo no le importaba volver a
programarlo. De esta manera, nuestra amiga, la trapecista Miss Mara tuvo la
habilidad de encandilar al
presentador y fue contratada por
la productora media docena de veces. En la primera de ellas, Mara tiene un
problema con el montaje y podemos ver a Ed Sullivan nervioso tratando de
improvisar para disimular el fallo y al finalizar el número tenemos la
oportunidad de ver a una jovencísima y tímida Mara huyendo de la entrevista y
escapándose de la cámara.
Lo mismo sucedió con otros españoles como la familia Pompoff y Theddy, responsables de varias alocadas entradas y el divertido y genial ventrílocuo Señor Wences con su inconfundible “S-all right? S-all right!” de Pedro —una cabeza metida en una caja— y la simpatía de Johnny, su original marioneta hecha con su propia mano, con el que se paseó por el teatro de Sullivan en numerosas ocasiones. El record lo ostentan el dúo de cómicos canadienses Wayne & Shuster con 67 intervenciones, seguido de cerca por la popular marioneta Topo Gigio y su famoso latiguillo “Eddie, kiss me good night”.
Ed Sullivan era alguien que amaba el espectáculo, el entertainment, por encima de todo. Se
sentía a gusto siendo querido por los artistas y gozaba programando los mejores
actos del momento y dando su primera oportunidad a jóvenes de indudable
talento. Su programa es, en la actualidad, una verdadera lección de historia y una oportunidad única de
volver a disfrutar de grandes artistas.