28 de noviembre de 2014

El Show de Ed Sullivan


Toast of the town - The Ed Sullivan Show (1948-1971)

Edward Vincent “Ed” Sullivan nació en 1901 en Harlem, en el seno de una familia irlandesa. Después de una temporada como boxeador, comenzó su profesión en los medios como comentarista deportivo. Sullivan tomó el relevo de Walter Winchel, el columnista más famoso de su época y experto en espectáculos, y se convirtió en columnista de teatro. La nueva columna de Sullivan, “Little Old New York”, se centraba en los espectáculos de Broadway y los chismes relacionados con el famoseo de la época. En 1933 escribe y participa en la película Mr. Broadway, un recorrido por el mundillo del espectáculo neoyorquino con él como anfitrión.

Ed alternaba su trabajo como columnista  con participaciones en programas de radio o animador de concursos de baile y pronto se convirtió en un exitoso cazatalentos, instalando su cuartel general en la sala El Morocco, el famoso night club de Manhattan de los sillones de piel de cebra azulados, donde se daban cita la flor y nata de los políticos, la alta sociedad y los artistas de Nueva York. 

En 1948, la CBS contrata a Ed Sullivan para hacer un programa semanal nocturno de variedades, “Toast of the Town”, que con el tiempo se acabó llamando The Ed Sullivan Show. El Show de Ed Sullivan estuvo en antena durante 23 años —es todavía record de permanencia de un programa de entretenimiento en la televisión americana— y cambió radicalmente el panorama de esta. El escenario de Ed Sullivan acogía todo tipo de actuaciones realizadas por asombrosos artistas, desde actuaciones de rock’n roll, música pop u ópera hasta números de circo y danza de todo tipo o piezas de Broadway, pasando por la política o los deportes.


Cómo consiguió Ed tal éxito en su Talk Show es todavía cuestión de controversia, pues su apariencia y su destreza con las presentaciones dejaba mucho que desear. En 1950, en el Times  hablaban de él de la siguiente manera: “He moves like a sleepwalker; his smile is that of a man sucking a lemon; his speech is frequently lost in a thicket of syntax; his eyes pop from their sockets or sink so deep in their bags that they seem to be peering up at the camera from the bottom of twin wells”. En todo caso, la revista concluía que “en vez de asustar a los niños, Ed encantaba a toda la familia”.


Lo que suplía esas carencias era su gran sentido del humor y la capacidad de reírse de si mismo. En cuanto tenía oportunidad participaba en los sketches de sus invitados o estaba presente mientras los imitadores se ensañaban con él. Podemos verle compartiendo una pieza con Lucille Ball y Desi Arnaz, metiéndose en una caja de espadas con el mago cómico Mack Ronet, charlando amigablemente con el ratoncito italiano Topo Gigio, haciendo una rutina de acrobacia con Gene Kelly, una pieza de piano a cuatro manos con Steve Allen, un dueto con Peter O’Toole o participando como partenaire —muchas veces un auténtico estirado carablanca— de cómicos como Jerry Lewis, Jack Benny, Joan Rivers, Phil Silvers, Alan King, Jimmy Durante y muchos otros.

En sus programas podemos disfrutar de una variedad de actos increíble. Una invasión del vaudeville y las variedades en el nuevo medio de comunicación que pronto acabaría convirtiéndose en el entretenimiento favorito del público y que seria precisamente la causa de la decadencia de estos formatos. Imitadores despiadados, todo tipo de cantantes, ventrílocuos, acróbatas, monologuistas, magos, cómicos, malabaristas, antipodistas, bailarines de claqué, de flamenco, de ballet, excéntricos, aerealistas, y todo tipo de artistas se mezclaban con presentadores de la radio, actores de éxito, big bands, grupos de música moderna, entrevistas o locuciones de autoestima patriótica de Eleanor Roosevelt.


Sullivan tenía un talento especial para reconocer los gustos del público y procuraba tener en su programa las mejores atracciones a cualquier precio y antes que nadie. Así consiguió, en 1964, la primera aparición de los Beatles en una televisión americana con un éxito sin precedentes, o en 1969, la presentación del primer single de The Jackson 5. De igual manera pasaron por su programa numerosos artistas afroamericanos, a los que tenía especial aprecio, como The Supremes, The Temptations o los Four Tops, así como los bailarines de claqué The Nicholas Brothers o el actor Bill Cosby. Los Rolling Stone, Bob Dylan, Buddy Holly, Elvis Presley, Ike & Tina Turner, Nat King Cole, Janis Joplin, Marvin Gaye, Roy Orbison, James Brown, Ella Fitzgerald y Sammy Davis, Louis Armstrong o The Doors también tuvieron un hueco en su escaleta con sabrosas anécdotas incluidas.


Hay varias recopilaciones del programa disponibles a través de la página oficial de su programa (www.edsullivan.com) y numerosas piezas en youtube en las que se puede apreciar la versatilidad del programa y su pujanza a lo largo de los años, desde el blanco y negro al color. En una recopilación temprana y no oficial de el Show de Ed Sullivan que he tenido la fortuna de encontrar, entre los diferentes actos me he topado con una pareja increíble de bailarines excéntricos, los españoles Elsa y Waldo. 


Elsa y Waldo
Este matrimonio de artistas, poco conocidos en su propia tierra, comenzó a trabajar alrededor de 1933 anunciados como “Elloise y Waldo Moll: ¡Los colosos!, Bailarines excéntricos”. Durante el breve tiempo de la II República española, a la que defendieron con armas en el Puente de los franceses, fueron elaborando el número, su desconcertante y minimalista baile excéntrico, un acto sutil de muecas y cuerpos de goma, que les haría codearse más tarde con Sammy Davis Jr., Jerry Lewis, Dorothy Lamour, Walt Disney, Marlene Dietrich, el príncipe Rainero y Edith Piaf, como nos cuenta nuestro amigo el mago Luis Boyano. Elsa y Waldo huyeron de la miseria de la derrota en España y establecieron su cuartel general en Nueva York, donde residieron durante cuarenta años, viajando por todo el mundo para realizar innumerables galas.



Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en 1916, Waldo Moll, artista, bailarín, mimo de vida ajetreada y exitosa, murió en su casa de Madrid, el día 2 de agosto de 2002. Tuve la suerte de verle actuar hace tiempo en el Hebe o en el Club de Payasos cuando aún se resistía a aceptar que ya eran muchos años sobre el escenario. Quería enseñar su arte y lo hacía acompañado de Vivianne, la bailarina que le acompañó durante todos esos últimos años. Sus pantomimas tenían el sabor de lo verdadero y Waldo se emocionaba interpretándolas viviéndolas como si fuese la primera vez.

Cuando a Ed le gustaba algo no le importaba volver a programarlo. De esta manera, nuestra amiga, la trapecista Miss Mara tuvo la habilidad  de encandilar al presentador y  fue contratada por la productora media docena de veces. En la primera de ellas, Mara tiene un problema con el montaje y podemos ver a Ed Sullivan nervioso tratando de improvisar para disimular el fallo y al finalizar el número tenemos la oportunidad de ver a una jovencísima y tímida Mara huyendo de la entrevista y escapándose de la cámara.

Lo mismo sucedió con otros españoles como la familia Pompoff y Theddy, responsables de varias alocadas entradas  y el divertido y genial ventrílocuo Señor Wences con su inconfundible “S-all right? S-all right!” de Pedro —una cabeza metida en una caja— y la simpatía de Johnny, su original marioneta hecha con su propia mano, con el que se paseó por el teatro de Sullivan en numerosas ocasiones. El record lo ostentan el dúo de cómicos canadienses Wayne & Shuster con 67 intervenciones, seguido de cerca por la popular marioneta Topo Gigio y su famoso latiguillo “Eddie, kiss me good night”.


Ed Sullivan era alguien que amaba el espectáculo, el entertainment, por encima de todo. Se sentía a gusto siendo querido por los artistas y gozaba programando los mejores actos del momento y dando su primera oportunidad a jóvenes de indudable talento. Su programa es, en la actualidad,  una verdadera lección de historia y una oportunidad única de volver a disfrutar de grandes artistas.

24 de noviembre de 2014

Lanzador de cuchillos y falsificador


L'angelo bianco (1955), Raffaello Matarazzo

Donde menos se espera salta la liebre. ¿Quién nos iba a decir a nosotros que en mitad de un melodrama sobre la paternidad y el amor imposible nos íbamos a encontrar con un lanzador de cuchillos llamado Mario de la Torre?


Desde que en 1949 rodase Catene, Raffaello Matarazzo se convierte en el especialista en melodramas del cine italiano. Su serie de películas con Amedeo Nazzari e Yvonne Sanson son éxitos clamorosos de taquilla y labran la fortuna de la Titanus.


En 1951 Matarazzo realiza la tercera versión de un argumento que la productora ya había rodado durante la etapa silente y durante la guerra. Su título: I figli di nessuno (Los hijos de nadie). Se narra aquí la historia de Guido (Nazzari), un aristócrata enamorado de Luisa (Sanson), la hija del guardia de la cantera de Carrara. La condesa (Françoise Rosay) ve con malos ojos los amores de su hijo con una plebeya y, con la complicidad del malvado capataz (Folco Lulli) se las arregla para separarlos y hacer creer a la madre que su hijo ha muerto. Luisa, destrozada, ingresa en un convento y toma el nombre de sor Addolorata). Ignorante de su vástago, Guido se casa con una dama de su misma clase (Enrica Dyrell) y tiene una hija. Pero el chico escapa del internado y busca en Carrara a quien paga las facturas del colegio. El chico morirá a consecuencia de una explosión en la cantera y sor Addolorata y Guido se reunirán cuando sea ya demasiado tarde.


Pues bien, L’angelo bianco comienza en este punto preciso, con un montaje de imágenes que nos retrotraen a la película estrenada cuatro años antes. Lo que en I figli di nessuno eran apuntes de lucha de clases en torno a las condiciones de explotación en que viven los empleados de la cantera, se torna en esta segunda parte en puro delirio masoquista. Guido se separa de su mujer al comprender que sólo ha amado a Luisa. Al intentar huir de los abogados, Elena y su hija fallecen en un accidente marítimo. Guido es siquiera incapaz de quitarse la vida. Intenta volver al trabajo y, en una estación, ve en otro tren a una mujer idéntica a Luisa. Sin dudarlo un segundo, abandona el tren y sigue a esta doble escandalosa y procaz. Se llama Lina (de nuevo Sanson) y es artista de variedades.


Guido la abandona una y otra vez, y una y otra vez vuelve a ella, arrebatado hasta el extravío, febril. Mario de la Torre (Philippe Hersent), un compañero que actúa en la misma compañía de variedades que Lina como lanzador de cuchillos y, probablemente, su amante y explotador, la exhorta a aprovecharse del acaudalado aristócrata. Esa noche, ambos se rinden a las leyes del deseo. Pero, ay, el tal Mario de la Torre se dedica a distribuir moneda falsa aprovechando los trasiegos de la compañía, la policía descubre un maletín en la habitación de la artista y ella termina en la cárcel. Y, además, embarazada de Guido.


No les contamos más que seguro que ya no les quedan a ustedes pañuelos. Las escenas en los teatros tienen lugar entre bambalinas, así que no hay ocasión de comprobar la puntería de Mario de la Torre. Dos veces lo vemos ensayando y aunque, por la distancia, parece poco perito en tan difícil especialidad, cuando amenaza a Lina los cuchillos coadyuvan al ambiente ominoso.


L'angelo bianco (1955)
Producción: Titanus / Labor Films (IT)
Director: Raffaello Matarazzo.
Guión: Aldo De Benedetti, Raffaello Matarazzo, Giovanna Soria, Piero Pierotti.
Intérpretes: Amedeo Nazzari (Guido), Yvonne Sanson (Luisa / sor Addolorata / Lina), Enrica Dyrell (Elena), Alberto Farnese (Poldo), Flora Lillo (Flora), Philippe Hersent (Mario de la Torre), Nerio Bernardi (Rossi, el abogado), Virgilio Riento (Marini, el médico), Emilio Cigoli (el director de la prisión), Olga Solbelli.
100 min. Blanco y negro.

20 de noviembre de 2014

El Gabinete de Curiosidades de Miss Elsa


American Horror Story: FreakShow Temporada 4 (Ryan Murphy y Brad Falchuk , 2014)

Estoy acostumbrado a ver freaks. Tengo unos cuantos documentales, varias películas y muchos libros que cuentan su vida y costumbres. Conozco las peripecias de muchos de ellos, sus matrimonios por amor y por conveniencia y cómo se ganaban la vida en los sideshows americanos desde mediados del siglo XIX hasta la mitad del siglo XX. Nunca me han dado miedo aunque muchos directores se empeñaran en ello. Al contrario, siempre me han parecido entrañables.


Pero he de reconocer que después de haber visto tan solo cinco episodios de la cuarta temporada de American Horror Story, esa tranquilidad y familiaridad se ha desvanecido y la inquietud y el desasosiego se han apoderado de mí por culpa de Twisty (John Carroll Lynch), un payaso asesino cuya sonrisa-máscara ya se me ha aparecido en alguno de mis sueños. No es de extrañar que Glenn Kohlberger, el presidente de Clowns of America International y Randy Christensen, "Oxford P. Nuts", presidente de la  World Clown Association, hayan protestado por la macabra imagen que acentúa el miedo irracional hacia los payasos.


American Horror Story es una serie creada por Ryan Murphy y Brad Falchuk en 2011 para la cadena FX. Cada temporada es independiente, con personajes y escenarios diferentes, y una trama que comienza y acaba. Las tres primeras temporadas han transcurrido, respectivamente, en una mansión embrujada (Murder House), en un hospital psiquiátrico (Asylum) y en el ambiente de vudú y brujería de Nueva Orleans (Coven). La cuarta temporada, la que nos ocupa, transcurre en un pequeño pueblo de Florida donde tiene su cuartel general el espectáculo de freaks de la enigmática señorita Elsa (Jessica Lange), una artista de cabaret y sexo de la Alemania de Hitler.


Lo más interesante de este festival de terror es que algunos de sus protagonistas son auténticos freaks: la diminuta Jyoti Amge, la gigante Erika Ervin, la mujer mitad Rose Siggin, Drew Rin Varic, un pequeño actor que en la serie es conocido como Toulouse, en homenaje al genial pintor, Mat Fraser que actúa como Paul, "the Illustrated Seal" o Ben Woolf que interpreta a Meep.


A este elenco de malformaciones los creadores han añadido freaks de efectos especiales como las hermanas siamesas Bette and Dot, interpretadas las dos con mucho acierto por Sarah Paulson; Ethel, la mujer barbuda, tras la que se esconde la siempre inquietante Kathy Bates; Jimmy (Evan Peters) con pinzas de cangrejo en vez de dedos; Desiree Dupree (Angela Bassett ), la mujer de tres tetas; Dell Toledo (Michael Chiklis) que hace de forzudo; la actriz Naomi Grossman que interpreta a Pepper, un personaje similar a los pinheads (cabeza de alfiler) que aparecen en la película Freaks; y un personaje que viene del más allá, Edward Mordrake (Wes Bentley), el hombre de las dos caras. 


Entre Twisty, el traumatizado payaso asesino, y el jovencito millonario (Finn Whitrock), psicópata fascinado por Twisty, consiguen la dosis de miedo necesaria para engancharnos a la serie. Además, para enredar un poco más, dos personajes sin escrúpulos se infiltran en el elenco: Maggie Esmeralda (Emma Roberts) y Stanley (Denis O'Hare) —que se considera a si msmo un freak debido al exagerado tamaño de su pene—, empeñados en hacer negocio con los freaks, añadiendo sus cuerpos muertos al Museo de Curiosidades en el que colaboran. Si a esto añadimos que los diferentes capítulos se adentran más en el horror con flashbacks que nos explican la biografía de sus personajes principales, el éxito de esta cuarta entrega de AHS parece asegurada.

 
Otro punto a destacar de esta serie es la banda sonora, una colección de versiones de canciones famosas que son interpretadas por los protagonistas de AHS Freakshow. Así nos encontramos a Jessica Lange cantando "Life on Mars" de David Bowie o "Gods and Monsters" de Lana Del Rey y a la pareja de siamesas interpretando "Criminal" de Sarah Paulson. Algo que merece la pena ver, como muchos de los teaser —minirrelatos de terror que promocionan la serie— y los títulos de crédito que parecen inspirados en las extrañas criaturas de los hermanos Quay. Abajo encontrarán una nutrida lista de reproducción para ir abriendo boca.


American Horror Story: FreakShow Temporada 4 (2014)
Produccón: FX Televisión (EEUU)
Creación: Ryan Murphy y Brad Falchuk
Guión: James Wong y otros.  
Intérpretes Jessica Lange (Elsa Mars), Kathy Bates (Ethel Darling, la mujer barbuda), Angela Bassett (Desiree Dupree), Sarah Paulson (Bette y Dot Tattler, las hermanas siamesas ), Evan Peters (Jimmy Darling), Frances Conroy (Gloria Mott), Emma Roberts (Maggie Esmeralda), Denis O'Hare (Stanley), Michael Chiklis (Wendell Del Toledo),
Wes Bentley (Edward Mordrake), Finn Wittrock (Dandy Mott), John Carroll Lynch (Twisty, el payaso), Patti LaBelle (Nora, la mucama de Gloria), Jyoti Amge (Ma petite ), Naomi Grossman (Pepper), Matt Fraser (La Foca lustrada), Erika Ervin (Eva, la Amazona), Ben Woolf (Meep), Wes Bentley (Edward Mordrake), Rose Siggins (Suzi, la mujer mitad) y Drew Rin Varick (Toulouse)
Color. 60 min. x episodio.

17 de noviembre de 2014

Miss Ada, el proyectil humano enamorado


Young Man’s Fancy (Llovida del cielo, 1939), Robert Stevenson

El joven Lord Alban (Griffith Jones) escapa de sus padres, los duques de Beaumont (Seymour Hicks y Martita Hunt), que pretenden casarlo con la hija de un acaudalado cervecero (Meriel Forbes). En su huida, entra en un modesto local de music hall en el que actúa Miss Ada, la bala humana (Anna Lee).


Ella es hija de un titiritero (Edward Rigby), que actúa con sus marionetas a la puerta del teatro, pero ella tiene aspiraciones. No quiere trabajar en la calle. El music hall le parece lo más a lo que puede aspirar una artista. De modo que, cada noche se deja disparar con un cañón por un tipo pomposo vestido de militar y apodado capitán Boumphray (el cómico escocés Billy Bennett).


Pero la noche en que Lord Alban presencia el número hay un error de cálculo, el proyectil humano rebota en la red y va a parar directamente a sus brazos. Por prescripción médica la lleva a la mansión de los duques y allí ambos conciben un plan que lo librará a él de la boda de conveniencia. Protagonizarán una sonada escapada a París de modo que el conservador cervecero deshaga el compromiso. Pero las cosas no suceden como habían previsto, los prusianos cercan París y la pareja se enamora de verdad en la ciudad cercada.


Al borde de la muerte por inanición, ella recibe la oferta del propietario del Palace d’Amusements (Francis L. Sullivan) de trabajar en su local.


Los enamorados resucitan el número de la bala humana. Lord Alban hará la presentación del número y el papel de artillero. Una vez más el destino, ay, les juzga una mala pasada. Los espectadores escapan a celebrar la firma del armisticio. Mademoiselle Ada consigue caer en el centro de la red en un local desierto. El propietario del Palace d’Amusements les ofrece que realicen cualquier otro número: equilibrismo, trapecio volante… El del cañón ha quedado obsoleto desde el mismo momento en que se ha firmado la paz.


La pareja no tiene más remedio que regresar a Londres. Ella, fracasada. Él, abocado a un matrimonio de conveniencia. ¿O no?


Young Man’s Fancy (Llovida del cielo, 1939)
Producción: CAPAD / Ealing Studios (GB)
Director: Robert Stevenson.
Guión: Roland Pertwee, de un argumento de Robert Stevenson.
Intérpretes: Griffith Jones (Lord Alban), Anna Lee (Miss Ada), Seymour Hicks (el duque de Beaumont), Martita Hunt (la duquesa de Beaumont), Billy Bennett (el capitán Boumphray), Edward Rigby (Gray), Francis L. Sullivan (Vincent St. George, director del Palace d’Amusements), Meriel Forbes (la señorita Crowther), Felix Aylmer (Sir Caleb Crowther), Raymond Aimos (el vagabundo), Phyllis Monkman (Esme), Morton Selten (Mr. Fothergill), Alan Aynesworth (Mr. Trubshaw), George Carney, Athene Seyler.
77 min. Blanco y negro.

14 de noviembre de 2014

Un popurrí para despedir a Bojangles


No queremos despedirnos de Bill Bojangles Robinson sin agrupar otras piezas que hemos ido encontrando durante estos días y que constatan, una vez más, la calidad de su baile, la simpatía de su interpretación y la influencia que supuso para otros bailarines, negros o blancos, que se convertirían pronto en estrellas de la pantalla. 

Harlem is Heaven (1932), es la primera película protagonizada exclusivamente por negros. Ya os hemos enseñado en el perfil de Bill Robinson el número de la escalera tal y como lo hacia sobre los escenarios de Broadway y de toda América. Una auténtica delicia llena de ritmo, buen gusto y excelencia. Ahora os dejamos con  la película que nos sumerge de lleno en el ambiente del Harlem de la época:



En 1934, Roy Mack dirige a Robinson en el mediometraje King for a Day donde Robinson se gana la posibilidad de participar en el espectáculo —y que lleve su nombre— jugando a los dados, una buena idea para los bailarines de hoy en día si son rechazados en una audición.


En Hooray for Love (Viva el amor, Walter Lang, 1935) encontramos a tres grandes artistas afroamericanos: el gran Fats Waller, nuestro protagonista Bill Robinson y la muy talentosa artista Jeni Le Gon. En esta ocasión podemos admirar el baile vertiginoso de Robinson —y de Le Gon— sin adecuar su velocidad al ritmo de otros, léase Shirley Temple. Era la primera vez que Robinson compartía su baile con una partenaire que no fuese la pequeña Temple y Jeni Le Gon, aún siendo muy joven y la primera película en la que intervenía, responde con calidad y precisión, iniciando así una carrera de éxito. Siéntense cómodamente y disfruten del ritmo afroamericano:



Para terminar, queremos añadir este documental. De momento esto es todo. Ya volveremos con otros maestros y maestras de este maravilloso y rítmico baile.

10 de noviembre de 2014

Un inédito Café Metropole


Café Metropole (Edward H. Griffith, 1937)

No hemos tenido la oportunidad de ver esta película aunque nos hemos decidido a paliar esta falta cuanto antes, pues los tres protagonistas merecen la pena y se nos ha abierto el apetito después de descubrir —mientras navegábamos en busca de piezas de Robinson— que dos magníficas coreografías de nuestro homenajeado se quedaron fuera de la edición final de este film.


La primera de ellas es una genial coreografía de claqué interpretada por Robinson en una gigantesca pista de baile, imaginamos que del Café Metropole, y la segunda de ellas y la que más nos ha llamado la atención es una sorprendente danza apache que nos ha maravillado y que rápidamente hemos añadido a nuestra colección. Esperamos que disfruten tanto como nosotros.



Al final la encontramos y esto es lo que vimos. Pueden ustedes también disfrutar de ella:


Café Metropol (1937)
Producción: Twentieth Century Fox Film Corporation (EEUU)
Director: Edward H. Griffith,
Música: David Buttolph y Cyril J. Mockridge.
Intérpretes: Loretta Young (Laura Ridgeway), Tyrone Power (Alexis), Adolphe Menjou (Monsieur Victor), Gregory Ratoff (Paul), Charles Winninger (Joseph Ridgeway), Helen Westley (Margaret Ridgeway), Christian Rub (Maxl Schinner), Ferdinand Gottschalk (Monsieur Leon Monnet), Georges Renavent (Captain) y Leonid Kinskey (Artista).
83 min. Blanco y negro


7 de noviembre de 2014

Del ático al sótano y vuelta


Just Around the Corner (Irving Cummings, 1938)

Resulta curioso que en 1938 volvieran a juntarse Shirley Temple y Bill Robinson para realizar dos películas, igual que en 1935 con The Little ColonelThe Littlest Rebel, aunque en esta ocasión los directores fueran distintos.


En Just Around The Corner, la pequeña Penny Hale (Shirley Temple), especialista en ablandar y embaucar a adultos malhumorados con su sencillez y naturalidad: Little Miss Fix-It, tiene que ayudar a su padre, Jeff Hale (Charles Farrell), un famoso y visionario arquitecto, a recuperar su trabajo y su prestigio y llevarle de vuelta al ático del hotel donde habita, pues su falta de trabajo le ha llevado a una habitación del sótano. Para ello, Penny tiene que vérselas con el millonario Gillingwater (Samuel G. Henshaw) —al que confunde con el Tío Sam— que, finalmente, cae en las redes de la simpática niña.


Just Around the Corner es una screwball comedy, tan de moda en la época de la Gran Depresión americana en la década de los años 30 del siglo XX, y es una de las pocas comedias que interpretó la pequeña Temple. Quizá por eso no se encuentre entre sus mejores películas, ni entre las más taquilleras. Shirley tenía ya diez años y, a pesar de realizar 18 películas más —las últimas las real
iza en 1949— , esta marca la diferencia entre la brillante y popular niña estrella y la modesta actriz adolescente que finalmente decide abandonar su carrera diez años más tarde.


El peso de la comedia lo llevan los actores Bert Lahr, Joan Davis y especialmente Franklin Pangborn, que interpreta a Waters, el divertido recepcionista-manager del hotel donde se hospeda el arquitecto. Franklin Pangborn es un viejo conocido de Circo Méliès por su participación en algunas de las películas de W.C. Fields y por su participación en algunos de los programas de televisión del cómico Red Skelton y en numerosas comedias de Preston Sturges.


Los números musicales, las canciones de Walter Bullock y Harold Spina, son "Just Around the Corner", durante los créditos, "This Is A Happy Little Ditty", una canción bastante pegadiza que interpretan Shirley Temple, Bert Lahr, Joan Davis y Bill Robinson,  "Brass Buttons and Apple-Lass", cantada y bailada por Bill Robinson y un coro de porteros de hotel, todos negros, y la adorable "I Love To Walk In The Rain", cantada y bailada bajo la lluvia por nuestra pareja de moda, Robinson y Temple, arropados por una simpatica escenografía.


La ultima oportunidad de apreciar la magia que se creaba cuando esta singular pareja bailaban claqué juntos. Una conexión que traspasaba la pantalla y atrapaba al espectador que contemplaba maravillado como una niña de pelo rubio rizado bailaba con toda naturalidad con un simpático negro muy negro. Esta magia la podemos apreciar en la interpretación de la Temple en el número principal, "This Is A Happy Little Ditty", cuando comparte claquetas con Robinson. Para mi, sencillamente, brillante.  


Just Around the Corner (1938)
Producción: Twentieth Century Fox Film Corporation (EEUU).
Dirección: Irving Cummings.
Guión: Ethel Hill, J.P. McEvoy y Darrell Ware basado en la novela "Lucky Penny" de Paul Girard Smith.
Música: Walter Bullock y Harold Spina.
Director musical: Louis Silvers.
Intérpretes: Shirley Temple (Penny Hale), Joan Davis (Kitty), Charles Farrell (Jeff Hale, padre de Penny), Amanda Duff (Lola Ramsby), Bill Robinson (Corporal Jones), Bert Lahr (Gus), Franklin Pangborn (Waters), Cora Witherspoon (Tía Julia Ramsby), Marilyn Knowlden (Gwendolyn), Claude Gillingwater (Samuel G. Henshaw), Benny Bartlett (Milton Ramsby), Brooks Benedict (periodista), Orville Caldwell (secretario de Henshaw), Eddie Conrad (profesor de francés), Bennie Bartlett (Milton Ramsby) y Hal K. Dawson (periodista).
70 min. Blanco y negro (versión coloreada). 


3 de noviembre de 2014

La marcha de los soldaditos de juguete


Rebecca of Sunnybrook Farm (1938), Allan Dwan

Poco tiene que ver esta Rebecca of Sunnybrook Farm con la que protagonizó Mary Pickford en 1917 y que hemos de suponer algo más fiel a la novela de Kate Douglas Wiggin, un clásico de la literatura “para chicas” estadounidense de principios del siglo XX. Pero también es de notar que 20th Century Fox debía pensar que las cintas de la “novia de América” eran ideales para la actriz más taquillera de la década de los treinta porque la puso hasta en cuatro remakes de sus viejas películas. La diferencia es que la Pickford tenía casi veintitantos años cuando las rodó y la pequeña Shirley, ocho o diez.


Tras la cámara, Allan Dwan, un veterano del cine mudo que ya la había dirigido en otro clásico infantil, Heidi (1937). Dwan y sus guionistas hacen lo que pueden por poner la historia al día: la radio, la publicidad, ritmos del momento…


Pero también en las rutinas desarrolladas durante el periodo silente. Raymond Griffith, comediante formado en el slapstick, actúa como productor asociado y aporta gags e ideas cómicas que Dwan plasma con la ayuda de Slim Summerville –un habitual de los Keystone Cops-, el siempre frenético Franklin Pangborn y el maestro del batacazo, William Demarest.


La pareja romántica está compuesta por Randolph Scott como un agente de publicidad en busca de una cantante infantil que anuncie unos cereales y Gloria Stuart como la chica de la granja vecina a la suya a la que ha ido a parar la pequeña Rebecca Winstead (Temple). La coqueta cantante encarnada por Phyllis Brooks aporta una pizca de picante al romance.


Una serie de enredos y emisiones radiofónicas, que justifican los números musicales, finalizará con la consumación de hasta tres parejas… O cuatro, si contamos con la que forman Shirley Temple y Bill “Bojangles” Robinson.


El bailarín tiene un papelito como jardinero en Sunnybrook Farm. Allí acompaña a Rebecca en una canción. Sin embargo, su estatus de estrella queda acreditado al figurar como compañero de baile de la protagonista en el último número. Se trata de una canción con aire de marcha militar y coreografiada con un pequeño grupo de coristas que interpretan a unos soldaditos de juguete.


En el centro del decorado, una escalera con seis peldaños invita al espectador a esperar la repetición de lo ya conocido, un happy end en el que la niña rubicunda y el hombretón de color demuestran su complicidad en una coreografía tan sencilla como eficaz.

Cine familiar que hemos visto en una copia coloreada.


Rebecca of Sunnybrook Farm (1938)
Producción: 20th Century Fox (EEUU)
Director: Allan Dwan.
Guión: Karl Tunberg, Don Ettlinger, de una novela de Kate Douglas Wiggin.
Intérpretes: Shirley Temple (Rebecca Winstead), Randolph Scott (Anthony Kent), Jack Haley (Orville Smithers), Gloria Stuart (Gwen Warren), Slim Summerville (Homer Busby), Bill “Bojangles” Robinson (Aloysius), Phyllis Brooks (Lola Lee), Helen Westley (la tía Miranda), Alan Dinehart (Purvis), William Demarest (Henry Kipper), J. Edward Bromberg (el doctor Hill), Dixie Dunbar (el recepcionista), Paul Hurst (Mug), Ruth Gillette (Melba), Franklin Pangborn  (Hamilton Mantmorcy) y Raymond Scott and His Quintet.
81 min. Blanco y negro.