Miss Mend / Мисс Менд (1926), Fiodor Otsep y Boris Barnet.
Jim Dollar
El guión de Miss Mend se basa en una novela satírica, “Mess-Mend, ili Yanki v Petrograde”, publicada en 1923 por Marietta Shaginian con el seudónimo de Jim Dollar. La novela se publicó a modo de folletín, en diez entregas. Pero la dulce Marietta –que diría Brassens- fue reconvenida por fijarse en estos asuntos tan burgueses como decadentes y decidió dedicar su pluma al periodismo y la glosa viajera. A finales de los años veinte –nos cuentan los cronistas- pasó una buena temporada en Armenia colaborando en la construcción de una gran presa. El resultado de sus observaciones quedó plasmado en 1929 en “Gidrotsentral”, aplaudida por su acercamiento al realismo socialista estricto. Acaso en sus diarios (“Dnevniki: 1917-1931”), editados en Leningrado en 1932, se halle la explicación de su conversión y qué se hizo de Jim Dollar, aquel escritor de novelas pulp para el pueblo soviético.
En el prólogo de “Miss Mend” se fabula con la idea de que la primera edición en la Unión Soviética es, en realidad, la vigésimo segunda de una novela de éxito universal de este escritor populista y pomposo llamado Jim Dollar. Se postula en este prefacio la necesidad de una literatura de aventuras para consumo de los jóvenes en la que no falte el humor. Cuando el editor le reprocha a Jim Dollar su autosuficiencia, el autor replica: “Probablemente sea un defecto. En cualquier caso sería uno que comparto con Goethe”.
Un argumento en tres partes
Miss Vivian Mend (Natalia Glan) es una taquimeca de la Rockefeller Co.: una Pearl White con conciencia de clase. Tom Hopkins (Igor Ilinsky), el tímido escribiente, está enamorado de ella hasta las cachas. Pronto tendrá ocasión de demostrarlo porque los obreros se ponen en huelga y la policía, en connivencia con los patronos, no tiene miramientos a la hora de utilizar la violencia. Miss Mend salta desde la ventana para liderar la revuelta. Hopkins la sigue. Pronto se reúnen con ellos Barnet (Boris Barnet), un intrépido reportero del rotativo “La Voz de Littletown”, siempre a la caza de la noticia sensacional, y Vogel (Vladimir Vogel), su inseparable fotógrafo.
Persecuciones vertiginosas, escenas tomadas del universo eisensteniano, acciones rodadas en reversa para lograr saltos imposibles, evasiones filmadas con los modos de una película de los Keystone Kops… Barnet y Ozep ponen la batidora a funcionar desde el primer momento y el mejunje tiene carácter, desde luego.
Miss Mend es salvada in extremis por un individuo que viaja en coche y que dice llamarse Johnson. En realidad se trata de Arthur Storn (Ivan Koval-Samborsky), cuyo padre acaba de ser asesinado por los bolcheviques según difunde la prensa que no se atreve a publicar el reportaje sobre la huelga de Barnet y Vogel. El malvado Sitché (Sergei Komarov) viaja con la viuda y el sarcófago de vuelta a Estados Unidos. Inopinadamente el ataúd empieza a abrirse. En realidad el millonario está secuestrado por la banda de Sitché, que financias u organización criminal gracias al rescate. Gordon Storn consigue enviar un mensaje que cae en manos de Tom Hopkins. Las idas y venidas de este mensaje constituyen el macguffin de este primer episodio que culmina con los sicarios de Sitché se deshacen de la molesta Miss Mend arrojándola al mar.
La segunda entrega arranca cuando los dinámicos reporteros y Tom Hopkins salvan a Miss Mend. Se introducen en la mansión del millonario y averiguan que el hijo de éste, Arthur, se ha asociado con los facinerosos. Estos visitan un laboratorio donde se ha encapsulado la bacteria de la peste. El fragmento debe mucho –tanto en lo puramente decorativo como en su concepción- a los seriales criminales de Lang. El momento en que Sitché y sus socios capitalistas se quitan las chisteras para ponerse las máscaras de gas tiene toda la belleza del surrealismo de perra gorda. El que popularizaron los seriales de Feuillade. El que crea imágenes que pasan a formar parte de nuestras más hermosas pesadillas.
Destaca también el momento en que nuestros héroes se enteran de los planes criminales de Sitché apoyados por toda la oligarquía financiera norteamericana. La reunión de los villanos es puro Bond. En la mansión en la que se reúnen hay unas armaduras medievales que, de pronto, cobran vida.
Sitché y Arthur Storn –que ha suplantado al ingeniero Berg- se embarcan hacia Leningrado. Miss Mend y sus amigos se embarcan también, aunque tengan que viajar como polizones. En esta segunda parte, que encontramos cuajada de referencias, no tenemos más remedio que aludir a Nosferatu. Barnet y Hopkins viajan en la bodega, en unos grandes cajones de madera, en tanto que en el barco en el que se ha introducido Vogel se declara una epidemia de peste.
Cuarentena. Vogel inmovilizado. Barnet persigue a Arthur Storn y lo desenmascara, arrancándole la barba postiza. Lucha a brazo partido. Puñetazos a granel. Una mesa tumbada oculta a los contendientes mientras Arthur Storn coge un cuchillo. ¿Llegará a tiempo Miss Mend de ayudar a Barnet? Fin de la segunda parte.
Miss Mend aún cree que Arthur Storn es su benefactor, el señor Johnson. Se asombra de encontrárselo en las afueras de Leningrado pero se cita con él por la tarde. Mientras tanto, Hopkins, que seguía a Sitché en tren, cae hipnotizado por el villano, émulo de Mabuse. Vogel puede por fin abandonar el barco. Su encuentro con un arrapiezo nos traslada de improviso al universo chapliniano. Es más, la primera nevada del año crea un inopinado remanso apacible en el que Barnet y Ozep se muestran irrevocablemente líricos. Ya les dijimos al principio que aquí cabe todo y todo encuentra su lugar.
Pero no nos relajemos. El plan de Sitché es diabólico. Las cápsulas mortales están suspendidas en cables que cruzan las calles de la ciudad. Todo lo controla él desde una clínica de reposo donde tiene su cuartel general. Los últimos veinte minutos son una catarata de acción trepidante. No hay tregua. Carreras a caballo y en coche por paisajes nevados, máscaras de gas, persecuciones y peleas, identidades desveladas, culminan con la escena impresionante de la muerte del villano.
Miss Mend y sus tres amigos pueden por fin regresar a Estados Unidos. Gracias a ellos miles de ciudadanos la Unión Soviética se han librado de una muerte terrible.
Otsep / Ozep / Otzoup (que de los tres modos puede escribirse)
Fedor Ozep (o Fyodor Otsep, si así lo prefieren), el codirector de Miss Mend, fue un auténtico zíngaro del cine. Era todavía estudiante en la Universidad de Moscú cuando comenzó a escribir guiones cinematográficos. Esto ocurría allá por 1916. Junto a Protazanov, Pudovkin y Boris Barnet, integra el grupo de producción Mezhrabpom-Rus. De esta época es su colaboración en esa fantasía marciano-marxiana titulada Aelita (1924). De la Unión Soviética viajó a Alemania y de allí a Francia, huyendo del auge del nazismo, dirigió una película en Gran Bretaña e, incluso, camino de Estados Unidos recaló en España donde trabajó como técnico bajo el nombre de Pedro Otzoup y dirigió el remake de Maddalena: zero in condotta que De Sica había hecho en Italia en 1940. Previo paso por Marruecos, Ozep se dirigió al continente americano. No pudo hacer Guerra y Paz en Hollywood y terminó inventándose el cine francófono en Quebec apenas terminada la Segunda Guerra Mundial. Murió a los 54 años. Si se atreven, aquí pueden ver la versión completa de tres horas:
Miss Mend / Мисс Менд (1926)
Producción: Mejrabpromfilm-Rus (URSS)
Dirección: Fedor Ozep y Boris Barnet.
Guión: Fedor Ozep, Boris Barnet y Vasili Sakhnovsky.
Basado en una “Mess-Mend, ili Yanki v Petrograde” (1923), de Marietta Shaginian.
Intérpretes: Natalia Glan (Miss Vivian Mend), Igor Ilinsky (Tom Hopkins), Boris Barnet (Barnet, el reportero), Vladimir Vogel (Vogel, el fotógrafo), Sergei Komarov (Sitché), Ivan Koval-Samborsky (Arthur Storn), Natalya Rozenel (Elisabeth Storn), S. Ghez (John, el sobrino de Vivian), Mikhail Zharov.
3 partes. 261 min., la versión restaurada. Blanco y negro.