28 de enero de 2010

El Gran Fabian y su muñeco Alf


Mr. Moto's Last Warning (1939), Norman Foster 

 La serie B adquiere todo su sentido cuando hablamos de películas como esta de la serie Mr. Moto. Intrigas rápidas, resueltas con eficacia y economía narrativa, poco más de una hora de acción e intriga que sirviesen de complemento a la película principal del estudio. En este caso, uno de los grandes: 20th Century-Fox.

Mr. Moto contra Charlie Chan 
El detective japonés Mr. Moto –protagonista de varias novelas de John P. Marquand- llegó a la pantalla para aprovechar el filón abierto con el policía hawaiano de origen chino Charlie Chan. De hecho, en los programas de variedades que se pueden ver en la película figura repetidamente Charlie Chan in Honolulu (1938). Si éste fue interpretado en primera instancia por el sueco Werner Oland, Mr. Moto le toco en suerte al austriaco Peter Lorre. Según aseguraba él mismo, fue el personaje con el que mejor lo pasó de todos los que tuvo que interpretar en Hollywood. Lo hizo en ocho títulos -Think Fast, Mr. Moto (1937), Thank You, Mr. Moto (1937), Mr. Moto's Gamble (1937), Mr. Moto Takes a Chance (1938), Mysterious Mr. Moto (1938), Mr. Moto's Last Warning (1939), Danger Island (1939) y Mr. Moto Takes a Vacation (1939)- a lo largo de dos años, la mayoría de ellos dirigidos por Norman Foster.
Vamos con el sexto: Mr. Moto's Last Warning, porque en la intriga de espionaje tiene parte un ventrílocuo que se hace llamar El Gran Fabian (Ricardo Cortez).

En el Teatro de Variedades Sultana, de Port Said 
La acción transcurre en Port Said donde se dan cita toda clase de espías y aventureros internacionales. La trama combina un plan para volar la entrada del Canal de Suez y provocar un conflicto entre las flotas francesa y británica. Mr. Moto -¿por encargo de la Policía Internacional? ¿por cuenta propia?- intentará que esta maquiavélica intriga fracase y descubrir que país financia la maquinación. Lo suficiente para que podamos contemplar alguna escena submarina, unas cuantas peleas a puñetazos –sepan ustedes que Mr. Moto es experto en jiu-jitsu- y, sobre todo, varios números de variedades que tienen lugar en el escenario del Teatro Sultana.
Allí trabajan el malabarista Cliquot (Jacques Lory), la soprano madame Rosita o un tal Pete Gracias, que actúa ataviado de gaucho y hace una demostración de habilidad con el látigo. Cliquot, cuyo número incluye un perrillo y varios canotiers lanzados al aire, va maquillado como el primer Fields. En una escena, Mr. Moto se maquillará como él y hará algunos malabares, con lo que logra despistar a sus perseguidores.

La actuación del Gran Fabian y su muñeco Alf tiene la estructura clásica de estos números. Un diálogo humorístico entre ambos y una canción que el muñeco canta mientras el Gran Fabian se fuma un cigarrillo y -¡más difícil todavía!- se bebe un vaso de agua.

En la platea se dan cita un montón de tipos siniestros, desde el aventurero internacional Eric Norvel (Georges Sanders), al sospechosísimo Danforth (John Carradine), pasando por el exótico Hakim (John Davidson). Un reparto internacional –británicos, austriacos, franceses y norteamericanos- para una película que juega sin ambages con los estereotipos nacionales. El mismo Mr. Moto se hace pasar por Kuroke, un tratante de antigüedades, llevando hasta la parodia su impostación nipona. No menos chistoso es el villano que compone Georges Sanders, con su bigotito, su monóculo y un acento imposible.

Mr. Moto's Last Warning no decae en ningún momento. Incluso, brilla ocasionalmente, como en la escena, hermosa y sugerente, de la muerte de John Carradine en un batiscafo. Acción más que suficiente para los setenta minutos que dura la cinta. Ya les decíamos: genuina serie B.

Colofón 
Los ocho títulos de la serie han sido restaurados por 20th Century Fox y, como los de Charlie Chan, editados en DVD. Por esas cosas misteriosas del copyright Mr. Moto's Last Warning está en dominio público por lo que pueden verla aquí: https://youtu.be/D7d6zqoH1c0


Mr. Moto's Last Warning (1939) 
Producción: 20th Century-Fox (EEUU) 
Director: Norman Foster. Writers: Philip MacDonald y Norman Foster, basado en el personaje creado por John P. Marquand. 
Intérpretes: Peter Lorre (Mr. Kentaro Moto), Ricardo Cortez (el Gran Fabian), John Carradine (Danforth / Richard Burke), George Sanders (Eric Norvel), Jacques Lory (Cliquot, el malabarista), Virginia Field (Connie Porter), Joan Carroll (Marie Delacour), Robert Coote (Rollo Venables), Margaret Irving (Madame Delacour), Leyland Hodgson (Captain Bert Hawkins), John Davidson (Hakim), George Humbert (el regidor). 
71 min. Blanco y negro.

27 de enero de 2010

El rey de la comedia


Simon Louvish Sennett: The Life and Clowns of Keystone 
Londres, Faber and Faber, 2004. 

Simon Louvish -del que les hemos recomendado la biografía de W.C. Fields, y que también se ha atrevido con los hermanos Marx, con Laurel y Hardy y con Mae West-, se embarca en la tarea de realizar la crónica del auge y caída de la Keystone y de su creador, Mack Sennett. El rey de la comedia, el inventor del slapstick, el descubridor de comediantes cinematográficos… Todos estos calificativos y muchos más que esconden en la mayoría de las ocasiones la biografía de un hombre “hecho a sí mismo”, como buena leyenda norteamericana, aunque hubiera nacido en Canadá. Entre 1912 y 1933 Sennett produjo mil títulos y dio la alternativa a Mabel Normand, Roscoe “Fatty” Arbuckle, Charlie Chaplin, Harry Langdon, Ben Turpin o ¡admírense! Bing Crosby. Del trabajo arqueológico de Louvish nos interesa sobre todo su dedicación a las figuras menores u olvidadas de la edad dorada del slapstick como Mae Busch, Phyllis Haver, Andy Clyde, Chester Conklin, Billy Bevan o las Bathing Beauties, su atención a los guionistas y directores –Del Lord, Harry Edwards, F. Richard Jones- y el análisis sobre las relaciones entre el teatro de variedades y el cine cómico. Sennett empieza de la mano de Griffith en la Biograph. 

Con él se traslada desde la Costa Este a Hollywood y allí pone en pie su factoría de comedias. No deja de resultar sorprendente que muchas de las fórmulas aplicadas por Sennett fueran derivaciones humorísticas de los planteamientos de Griffith. No parodias, eso vendría más tarde, durante el reinado de Ben Turpin, sino el aprovechamiento de la construcción en paralelo y el principio del “salvamento en el último instante” como motor de la comedia. El final de la compañía, crack bursátil aparte, se produjo con la llegada del sonido pero no, como suele decirse por la dificultosa transición al sonoro de sus estrellas sino por una serie de inversiones desafortunadas en el peor momento. Louvish gasta esta vez, a nuestro parecer, demasiadas páginas en desenredar la identidad sexual de un hombre apegado a su madre y cuya devoción por Mabel Normand pudo ser puramente platónica o, incluso, una construcción en el ocaso de su carrera a fin de venderle un argumento a los grandes estudios de Hollywood. En cualquier caso, la imagen del magnate de la comedia controlando toda su producción desde la bañera instalada en su despacho, nos devuelve al mito en su integridad. El que el mismo “rey de la comedia” quiso dejar para la posteridad en su autobiografía, editada en castellano por la Fundación de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo en 1966.

21 de enero de 2010

Los Jintas, improvisados volatineros japoneses


Sakasu gonin-gumi (1935), Mikio Naruse 

Mikio Naruse 
Sakasu gonin-gumi es la cuarta película sonora de Mikio Naruse (1905-1969) para la productora PCL (Photo-Chemical Laboratories, más tarde Toho), después de haber abandonado la Shochiku en 1934. En el estudio dirigido por Shiro Kido había entrado con quince años, ejerciendo de ayudante hasta que le dieron la oportunidad de dirigir en 1931. No obstante, el estilo contenido y melodramático de Naruse encajaba malamente con las comedias familiares de la casa. Es célebre la frase del jefe del estudio cuando Naruse abandonó la disciplina de Shochiku: “No necesitamos otro [Yasuhiro] Ozu”.

En 1935 Naruse estrena Otome-gokoro sannin kyoudai [Tres hermanas de corazón puro], Joyu to Shirin [La actriz y el poeta], Tsuma yo bara no yo ni [¡Esposa, sé como una rosa!], Uwasa no musume [La chica en boca de todos] y esta Sakasu gonin-gumi [Cinco hombres en el circo] que hoy nos ocupa. Tsuma yo bara no yo ni obtuvo el premio a la mejor película del año de la revista “Kinema Jumpo”, lo que ha oscurecido esta película menor hasta el extremo de que la base de datos imdb no detalla su ficha y el completo estudio que el Festival de San Sebastián de 1998 dedicó a la obra narusiana no trae ningún comentario sobre ella, salvo los créditos y un sucinto argumento. 

Músicos bajo la carpa (melancólicos) 
Cinco músicos ambulantes conocidos como “Los Jintas” llegan a una ciudad. Como ocurre en tantas ocasiones en el cine japonés de esta época el conflicto queda planteado entre tradición y modernidad, toda vez que Los Jintas interpretan música con instrumentos occidentales. Yosikichi, el violinista del grupo, pide en la posada que le pongan un disco de música clásica europea en lugar de la canción japonesa que suena en el gramófono e, incluso, se atreve a pedir un “bisteki” provocando la consiguiente perplejidad del cocinero.

En la ciudad en que recalan se acaba de establecer el circo Asahi, que dirige el tiránico Matsumoto. Los músicos se han quedado sin trabajo y acuden al circo en busca de diversión y a ver si ligan. Las atracciones incluyen un número de trapecio volante, un equilibrista en bicicleta y un número de danza interpretado por las dos hijas Matsumoto: Sumiko y Chiyoko (Masako Tsutsumi). La belleza de las muchachas cautiva a los músicos. Hace tiempo que Matsumoto no abona los salarios y el mago Kunio, el novio de Sumiko alienta al resto a ponerse en huelga y todos los miembros masculino de la troupe le siguen. Matsumoto contrata entonces a Los Jintas para sustituirlos. Lo primero que deben hacer es el pasacalles.

Mientras Yosikichi y Chiyoko se hacen confidencias sobre sus planes de futuro (él tiene aspiraciones artísticas y quiere ser un gran concertista y ella desea abandonar el camino y tener un hogar) Matsumoto ordena al resto de Los Jintas que realicen los ejercicios que no van a hacer los huelguistas. Uno debe cantar una canción, otro hacer equilibrios con la bicicleta y el tercero subirse al trapecio. -¿El trapecio? ¡Es demasiado peligroso! -Sólo te hace falta un poquito de entrenamiento. Y si te caes… a la gente le encantará.

Finalmente realiza un número burlesco, maquillado de payaso, entre las chicas que bailan ataviadas de hawaianas. Todo es por darle algo de dinero a una muchacha que fue abandonada por su padre… como hizo él con su hija. Chiyoko le explica entonces que no es verdad, que ella le cuenta la misma historia a todo el mundo y se gasta el dinero en golosinas.

La función se completa con una demostración de tiro y una malabarista que hace ejercicios con un barril. Yosikichi se ofrece a dar un concierto de violín. Matsumoto le asegura que esto aburrirá a su público. Chiyoko es la única que aprecia su talento y le apoya. Pero su actuación es un fracaso total. La experiencia resulta tan frustrante para Yosikichi que se marcha con Los Jintas, renunciando al amor de Chiyoko.

Sumiko, que ha subido al trapecio para salvar la función, cae al suelo abrumada como se encuentra por el abandono de Kunio. Naruse no muestra sino el trapecio balanceándose en el vacío. Así que las tres historias principales tienen finales patéticos. Naruse lo resume en un plano de los cinco músicos carretera adelante de filiación chaplinesca. 

Dos cómicos disfrazados de caballo 
Alternando momentos sentimentales de una delicada belleza –como la conversación de las dos hermanas en el río- con otros de comedia bufa –las trapisondas de los músicos para sacar la ropa de la posada- la película termina dominada por un aire melancólico. Naruse encuadra la acción siempre con gusto y mueve la cámara con fluidez… mucho más de lo que lo hará andando el tiempo cuando los travellings de seguimiento de una pareja que conversa se conviertan en su firma personal. El sacrificio femenino, siempre presente en sus películas, es otro de los temas de esta comedia transición, que alcanzaría sus cotas más altas en los años cincuenta, con las películas basadas en las novelas de la escritora Fumiko Hayashi, como Bangiku (Cristantemos tardíos, 1954) o Ukigumo (Nubes flotantes, 1955).

En 1940 Naruse se acerca a otro de los asuntos que suelen ocuparnos –las compañías de cómicos ambulantes-, en Tabi Yakusha [Cómicos ambulantes]. Al parecer Naruse se habría inspirado para hilvanar esta comedia en un episodio de Ukigusa monogatari (1934), de su maestro Ozu, cuya versión de 1959 ya hemos comentado en estas páginas. Se trata de la relación entre los dos actores que hacen la parte delantera y trasera de un caballo cuando el director de la compañía de kabuki pretende sustituirlos por un auténtico equino. 

Sakasu gonin-gumi (1935) 
Producción: PCL (JAP) 
Director: Mikio Naruse. 
Guión: Ryuji Nsgami y Kohei Ima, basado en un argumento de Roppa Furukawa. 
ntérpretes: Masako Tsutsumi (Chiyoko), Ryuko Umezono (Sumiko), Heihachiro Okawa (Kokichi), Hiroshi Uruki (Torakichi), Kamatari Fujiwara (Tadakichi), Riki Miyagawa (Rokuta), Ko Mihashi (Seiroku), Sadao Maruyama, Masako Sanjo. 
64 min. Blanco y negro.

18 de enero de 2010

El profesor Barami, adivino y gurú


El apartamento de la tentación (1971), Julio Buchs 

El profesor Barami es lo más in para la alta sociedad del Madrid hippy. El Barón (Jaime de Mora y Aragón) recomienda a sus amigos una visita a la vieja mansión del profesor, donde el ambiente vampírico “es muy polanski”, según advierte.

El profesor Barami (Jesús Guzmán) ha inventado una nueva terapia. Allí, a cambio de un óbolo, la gente de postín puede desgañitarse, insultarse y expresar sus deseos secretos. La sesión comienza cuando su asistente (Tito García) toca el gong. El profesor Barami desciende la escalera ataviado con esmoquin y un turbante. Luce también perilla y un zarcillo de oro en la oreja. El decorado, a base de tapices e ídolos hindúes. A su señal, los asistentes empiezan a despotricar: -¡Quiero ser hippy y fumar marihuana! –proclama un vejete. -Me gustan los gitanos. ¡Que me traigan a Peret! –reclama María Isbert. -A ver si aprendes a conducir… ¡so cebollo! –exabrupta el Barón.

Cuando Alberto (Juan Luis Galiardo) sospecha que su mujer (Carmen Sevilla) le engaña, vuelve a la consulta del profesor Barami. Éste, después de analizar las pruebas que le ha traído el marido, hace su diagnóstico. Julieta es una Tauro soñadora y ardiente, difícil de seducir, pero caerá rendida ante el cerco de un Capricornio misterioso y aventurero. Ambos se pondrán mutuamente a prueba.

Los líos entre tres matrimonios dan lugar a un enredo vodevilesco que culmina en el “apartamento de la tentación” del título, propiedad de un actor en paro (Antonio Ozores). Pero en todo ello ya no tiene parte el profesor Barami. Sus poderes han servido únicamente para sembrar en la mente del burlador que teme ser burlado la idea de que Julieta puede caer.

El apartamento de la tentación (1971) 
Producción: Ízaro Films (ES) 
Director: Julio Buchs. 
Guión: Federico de Urrutia y Julio Buchs, basado en una idea de Carlos Blanco. 
Intérpretes: Carmen Sevilla (Julieta), Juan Luis Galiardo (Alberto), José Sacristán (Maximino), Helga Liné (Rosaura), Mari Carmen Yepes (Laura), Jaime de Mora y Aragón (el Barón), Antonio Ozores (Zacarías Ridruejo), Jesús Guzmán (el profesor Barami), Tito Rodríguez (su asistente), Rafael Hernández (el taxista), Ángel Ter (Ripoll, agente artístico), Luis Morris (Manqui), Mirta Miller, Emilio Laguna (López), Manolo Codeso (el patriota), Gogó Rojo (Antonia), Xan das Bolas (guarda forestal), José Morales, Beni Deus, María Isbert, Emilio Rodríguez, Fabián Conde, Paco Rabal, Carlos Lucas. 
96 min. Color (Eastmancolor)

16 de enero de 2010

El Circo de la Mariposa


The Butterfly Circus (2009), Joshua Weigel

Por sorpresa, el día de Navidad, tuve un regalo maravilloso. Tuve ocasión de ver el cortometraje The Butterfly Circus (2009). Como la inconclusa serie de televisión Carnivale (2003), The Butterfly Circus está ambientada en la época de la depresión americana, impregnado todo por un tono amarillo desierto que acompaña muy bien a las compañías ambulantes y a su pobreza.
El corto es un canto a la autosuperación y a la esperanza, cuyo protagonista es Bill (Nick Vujicic), un hombre sin extremidades. Este australiano se ha convertido en un famosos orador motivacional y recorre el mundo contando sus experiencias y ayudando a muchas personas a revisar su actitud frente a la vida. Sus pequeños logros diarios fueron fuente de inspiración para muchos y para él mismo que decidió dedicarse a transmitir su mensaje de esperanza cristiana.

La verdad es que aunque la película contrapone la exhibición de fenómenos o discapacitados con el espectáculo verdadero ("la belleza adquirida gracias a la paciencia"), en la vida real estos dos manifestaciones vivían de la mano como bien dice Bill. Los circos administraban un pequeño carnaval de diez atracciones en una –Ten in One– que daba colorido al paseo que conducía a la entrada principal del circo, el sideshow, vamos. "Vienen de todas partes para vernos". Para muchos de ellos significaba la única manera de ganarse su propia vida y de huir del desprecio y los abusos de sus afortunados y completos semejantes.

Nuestro protagonista no estaba tan mal en esa pequeña tienda de fenómenos que comparte con la mujer gorda, las hermanas siamesas y el hombre tatuado entre otros. Lo que pasa es que no estaba bien vendido ni bien tratado. El charlatán (Mark Atteberry) tiene la osadía de presentarlo como al ser humano que hasta el mismo Dios ha dado la espalda. Y el director tiene la osadía de filmar cómo dos muchachos le arrojan tomates.

En fin, que al resignado tronco no le queda otra que escaparse. Y como un torpe polizón se esconde en los camiones del Butterfly Circus, una inspirada troupe de artistas compuesta por Otto, contorsionista y escapista (Doug Jones), Ana, la trapecista (Lexi Pearl), el forzudo, el tragafuegos… y el anciano Poppy (Bob Yerkes) realizando trapecio volante.

Después de caerse en un río, Bill, a punto de ahogarse, comprueba que puede nadar. La euforia de la troupe se desata y el atractivo maestro de ceremonias Mr. Méndez (el actor mexicano Eduardo Verástegui) que al principio se negaba a presentar fenómenos de sideshow en su espectáculo, al final acaba presentando un número sensacional, pero no por ello éticamente menos reprobable que la exhibición pura y dura de la anterior vida de Bill. En un auténtico y clásico de nuestro repertorio diving act, Bill es izado a lo alto de una escalera desde donde se lanza a un bidón lleno de agua. El acto tiene más glamour que cuando Bill soportaba las burlas del hombre tatuado, pero la sensación que me provoca no deja de ser, en el fondo, la misma.

Volvamos al Sideshow.
Algunos de estos artistas simplemente se exhibían y su acción se reducía a vender postales con su fotografía y un texto sobre su vida, pero otros mostraban su destreza, su habilidad y su capacidad de superación realizando pequeñas rutinas. Los hombres sin brazos tenían que desarrollar sus habilidades podológicas si querían desenvolverse y realizar determinadas actividades. Los hombres tronco y los hombres langosta, llamados así porque sus dedos forman una pinza que sale a la altura de los hombros, tendían a desarrollar los minúsculos apéndices que les quedaban para realizar, generalmente con mucho esfuerzo, determinadas acciones cotidianas como encender un cigarrillo: véase Freaks (1927) Sí, esto causaba admiración y extrañeza entre el público, y muchas veces desprecio, burla. Esa mezcla, con las apropiadas dosis, es el cocktail perfecto en el mundo del espectáculo.

Ya hemos hablado en nuestra carpa de Kobelkoff, uno de los grandes y más famosos hombre sin extremidades, pionero en la exhibición de películas en las ferias acompañando sus propias exhibiciones con la proyección de películas, en ocasiones protagonizadas por él mismo. Una inteligente manera de hacer doblete, como nuestro admirado Fregoli. Y tendremos ocasión de volver una y otra vez a este tema que nos apasiona y que debido a su complejidad y al gran número de películas y libros sobre el tema, estamos reservando para más adelante.

Butterfly Circus ha sido el ganador de l concurso anual del ‘The Doorpost Film Project’, entre cuyos principios están sacar a la luz la verdad del hombre y abrir la puerta a trabajos cinematográficos que entretengan y provoquen un impacto profundo en la vida de los espectadores. Sus diferentes secciones están dedicadas a la Autenticidad, Comunidad, Sacrificio, Compromiso, Verdad, Identidad y Esperanza. Toda una demostración de principios. La película que nos ocupa quedó ganadora de la sección dedicada a la Esperanza (Hope). 

 

The Butterfly Circus (2009)
(EEUU)
Director: Joshua Weigel
Guión: Joshua Weigel y Rebekah Weigel
Productor ejecutivo: Nathan Elliott
Intérpretes: Eduardo Verástegui (Mr. Mendez), Nick Vujicic (Will), Doug Jones (Otto), Matt Allmen (George), Connor Rosen (Sammy), Lexi Pearl (Anna), Bob Yerkes (Poppy), Mark Atteberry (charlatán del sideshow), Kirk Bovill (Jimmy, el Hombre Tatuado), Dion Slide (el padre), Christian Pikes (chico) Max Daniels (payaso), Corey David Thomas (marionetista)
20 min. Color

14 de enero de 2010

Very Special People


Este libro es el primero que cayó en mis manos referente a los freaks. El primero y uno de los más interesantes. El que me empujó a interesarme más sobre ellos gracias a sus fantásticas historias personales y su asombrosa capacidad de superación. Muy ameno, cubre casi todas las deformidades artísticas y las historias de muchos de ellos.

Drimmer, Frederik
Very Special People, 
The Struggless, Loves and Triumphs of Human Oddities
Amjon Publishers, Inc, NY, 1973

13 de enero de 2010

El Hombre Tronco

Kobelkoff (1900)
Nikolai Vassilivivh Kobelkoff nació en 1853 en Troizk, en la Siberia rusa en el seno de una acomodada familia numerosa de 14 hermanos, todos ellos normales excepto el pequeño Nikolai. Al principio sus padres pretenden ocultarlo de las miradas horrorizadas de sus vecinos, pero pronto aceptan la realidad y permiten que un clérigo de buen corazón le dé una educación básica. Kobelkoff se anima y aprende a escribir y a pintar, desarrollando con asombrosa efectividad el muñón de su hombro derecho que junto con la barbilla le permitían realizar numerosas actividades de la vida diaria.

Un avispado empresario de espectáculos llamado Berg le ofrece la posibilidad de trabajar en St. Petersburgo en el año 1870. Durante los dos años siguientes, Kobelkoff maravillará a la audiencia con sus demostraciones de habilidad comiendo con cuchara, abriendo y sirviendo vino en un vaso, pintando, enhebrando una aguja, disparando con rifle, danzando y realizando diversas acrobacias… En esta grabación, Kobelkoff nos muestra su talento y su encanto personal en un acto lleno de dinamismo. Su fama se expandió por toda Europa llegando a actuar ante la realeza de diferentes países.


En 1876 se casa con una joven austriaca, Anna Wilfert. En su extraño casamiento, como cuenta Frederik Dimmer en su excelente libro Very Special People (1973), Nikolai después de llevar a su mujer en brazos (¿?) hasta el altar, puso el anillo a su prometida con la boca y guardó el suyo en una pequeña bolsa que llevaba colgada al cuello. Fue un matrimonio feliz que engendró hasta once niños normales, seis de los cuales alcanzaron la madurez.

El Hombre Tronco fue una persona cultivada y muy emprendedora. Algunos estudiosos hablan de su autoritarismo y de los maltratos a los que sometía a su mujer. Como otro gran artista de la época, el violinista sin brazos Carl Unthan, publicó sus memorias. También construyó su propia barraca de feria donde, como novedad, incluye el cinematógrafo y acaba sus días en 1933 con su propio establecimiento en el Prater, el histórico Parque de atracciones de Viena.

10 de enero de 2010

Otro sobrino del capitán Grant

Le Avventure Straordinarissime di Saturnino Farandola (Aventuras extraordinarias de Saturnino Farandola, 1914), Marcel Fabré 

El Saturnino Farandola de Robinet es una adaptación de la novela de Albert Robida, “Voyages très extraordinaires de Saturnin Farandoul, dans les 5 ou 6 parties du monde et dans tous les pays connus et même inconnus de M. Jules Verne”, editada en 1879. Como se puede comprobar por el subtítulo, Robida asumía, burla burlando, la herencia (reciente) de Verne multiplicando los escenarios y aventuras hasta lo inaudito y reciclando situaciones y personajes de “20.000 leguas de viaje submarino” y “La vuelta al mundo en ochenta días” llevadas hasta el absurdo a base de coincidencias rocambolescas. 

Robinet adapta a Robida 
Robida fue un hombre de imaginación fértil, visionario de lo por venir, grabador e ilustrador minucioso, caricaturista apreciado por sus contemporáneos e inventor de un telefonoscopio que hubiera patentado gustosamente el profesor Franz de Copenhague. Pierre Kast le dedicó un cortometraje: Monsieur Robida, prophète et explorateur du temps (Pierre Kast, 1954), en la que un discípulo del grabador viajaba al París de 1953 en una máquina del tiempo para comprobar in situ cuáles de las profecías de su maestro se habían cumplido.

En 1913 la productora turinesa Ambrosio decide emprender la adaptación de los “Voyages très extraordinaires de Saturnin Farandoul” y confía el personaje protagonista y la realización al popular “Robinet”. No obstante, la complejidad de la producción, plena de efectos especiales, aconseja la asistencia de Luigi Maggi, veterano director de la casa, experimentado en costosos proyectos históricos y mentor de Marcel Fabré en sus primeros pasos en Italia. Aunque los catálogos hablan de un serial de 18 episodios de 20 minutos, con una duración de más de seis horas, “La Vanguardia” del 15 de abril de 1914 describe la película como un largometraje en cuatro partes con una duración de 3.000 metros; esto es casi tres horas. Sin embargo, la copia recuperada por la Cineteca Italiana de Milán apenas alcanza la hora de duración. Sobre esta versión considerablemente reducida es sobre la que realizamos nuestro comentario. 

De Mopotu al reino de los Makololos 
La isla de los monos El “Delfín”, el velero del marsellés Bernabé Farandola, se va a pique en mitad del Océano Pacífico. Los padres colocan al bebé en un cajón que dejan a merced de la corriente; es el único medio de que escape a su trágico destino. Saturnino llega así a la isla de Mopotu habitada exclusivamente por primates, que son niños y hombres embutidos en trajes de peluche cuya única actividad es pegar volteretas y hacer cabriolas sin fin. Pasan siete años y Saturnino aprende los fundamentos de la acrobacia. Pero cuando pasan otros diez y ve que no le crece la cola ni el cuerpo se le cubre de peluche empieza a preocuparse.

Homo habilis a su pesar, Saturnino coge un tronco de palmera y se fabrica un rudimentario remo con el que abandonar la isla. Lo recoge la tripulación de la “Bella Leocadia” al mando del capitán Lombrico, que pronto le familiariza con las costumbres y el lenguaje de los hombres civilizados. Cuando los piratas del malvado Bora-Bora les hacen prisioneros Saturnino organiza la escapada y es elegido por unanimidad nuevo capitán de la nave. Una elipsis -en la que echamos en falta el encuentro con el Nautilus-, presenta a Saturnino y su novia Misora como escafandristas. Aquí entramos ya en el reino de Méliès, con esa inspiración de grabado a buril que más adelante llevará a la perfección el checo Karel Zeman, con cuya Vynález zkázy (Una invención diabólica, 1958) Saturnino Farandola guarda no pocos puntos de contacto. Misora es Nilde Baracchi, compañera habitual de Marcel Fabré en sus comedias; tanto es así que su personaje era conocido como “Robinette”. Mientras Saturnino intenta coger una perla gigante una ballena se merienda a Misora y va a encallar en las playas de Melbourne donde el profesor Crokunff, director del Aquarium, se hace cargo de ella. En una de las peceras, la ballena vomita a Misora, pero el profesor, vayan ustedes a saber por qué extraño prurito científico, la mantiene encerrada en la pecera. Saturnino regresa entonces a Mopotu y pide ayuda a sus amigos los simios, que atacan la ciudad fortificada con escudos y cachiporras. Al comprobar su derrota, el profesor Corkunff hace estallar una bomba que destroza las peceras y muere devorado por un molusco gigante.

En busca del elefante blanco Saturnino y Misora viajan en un transatlántico rumbo a Asia. Allí leen la noticia de la desaparición del elefante sagrado del Rey de Siam. Por su recuperación se ofrece una recompensa de veinte millones de tykós. Llegan a la Plaza Real de Bangkok, donde las amazonas hacen la instrucción, y piden audiencia con el Rey, pero son encarcelados. Misora se hace pasar por coronela de las amazonas y consigue rescatar a toda la tripulación. El Ministro de Policía, Nao-Ching, que es quien ha robado al elefante sagrado, lo quiere vender al mandarín San-Kiu. La tripulación de Saturnino llega en unos carricoches propulsados por velas. San-Kiu pretende hacer de Misora su geisha particular. Los hombres de Saturnino son aprisionados en barriles y condenados a muerte. Pero la astuta Misora proporciona unas pipas de opio a los vigilantes y estos quedan inmediatamente fuera de combate. Para asegurar la escapada, Misora les anuda las coletas. Saturnino y Misora devuelven el elefante blanco al rey de Siam y cobran la recompensa. La reina de los Makalolos La tercera parte comienza con los planes de Saturnino de remontar el Nilo hasta sus fuentes. Él y Misora viajan en una lancha vestidos de exploradores cuando descubren en la orilla a los miembros de la tribu Ñam-Ñam, que han hecho prisioneras a las dos reinas de los Makalolos. Desembarcan y derriban a un gorila y a un oso con sus fusiles de caza, los desuellan y, recubiertos con sus pieles, ponen en fuga a los Ñam-Ñam y salvan a las reinas de ser devoradas. Saturnino decide cazar un león para lo que recubre su traje con púas, como si fuera un erizo. Cuando regresa al campamento, las tres mujeres han desaparecido. Han sido secuestradas por unos gorilas. Claro que a Saturnino no hay argot simiesco que se le resista después de haber sido criado por los primates. En fin, que en un momento los tiene llorando a lágrima viva ante la vileza de su acción. Saturnino y Misora pueden por fin reemprender su viaje por el Nilo acompañados ahora por las makalolianas.

La guerra en las nubes Ni el amor de Misora ni “el afecto fraterno” de las reinas de Makalolo –ahora viven los cuatro juntos- sacia la sed de aventuras de Saturnino que reúne una vez más a la tripulación de la “Bella Leocadia” y pone rumbo a América, donde los ingenieros de Milligan del Sur planean apropiarse de las Cataratas del Niágara. Saturnino se instala entonces una ciudad llamada Castorópolis. Se trata de un poblado de viviendas lacustres de forma semiesférica. No nos pregunten la razón pero el aventurero Fileas-Fogg (sic.) y el jefe indio Bisonte Rojo se ponen de acuerdo para impedir los propósitos de nuestro héroe. Los pieles rojas, que se mueven sospechosamente como en anteriores episodios lo hicieran los primates o los pérfidos asiáticos, les tienden una emboscada. “Luna que se alza”, la hija de Bisonte Rojo se ha enamorado perdidamente de Saturnino y durante la noche lo desata. Convertido en general del ejército nordista de Milligan, Saturnino hace planes de guerra en tanto que Fileas-Fogg pretende el amor de Misora, a la que tiene encerrada en una cabaña. Para colmo de villanías el muy bellaco se pone al frente del ejército de Milligan del Sur. En el ataque al fuerte se utilizan bombas de cloroformo y un aspirador neumático. El clímax es una batalla aérea entre mongolfieres y dirigibles de una belleza visual que sobrepasa el primitivismo mélièsiano. Es esta –breve en nuestra copia- escena la que justifica la cualificación de la película como precursora de la ciencia-ficción cinematográfica y su adscripción –algo aventurada, a nuestro juicio- a la vanguardia futurista. La película finaliza –permítannos por una vez contarles este bello happy end- con el regreso de Saturnino Farandola y Misora a Mopotu, la isla de los simios, donde viven felices rodeados de los pequeños monitos que constituyen su familia. 

Tintín y los sobrinos del capitán Grant 
La gacetilla promocional de “La Vanguardia” proclama: “El éxito obtenido con esta maravillosa obra cinematográfica es indiscutible y ninguna otra película ha llegado a conseguir llamar tanto la atención como “Los viajes extraordinarios de Saturnino Farándola”, que es única en su clase, siendo sus escenas tan sumamente variadas, que solamente la casa Ambrosio, a cúmulo de grandes sacrificios, ha conseguido editar esta, originalísima obra, que se aparta de todo lo editado hasta el día”. Lo cierto es que la película sigue la estela viajera de Verne por cuatro de las cinco partes del mundo y la saga mantiene más relación con la novela de aventuras que con la fantástica, aunque nadie le quita el mérito de ser precursora de muchas cosas que andando el tiempo se convertirían en el pan nuestro de cada día. La puesta en escena es habitualmente frontal, aunque en ocasiones se utiliza la profundidad de campo con excelentes resultados. Los decorados construidos y los exteriores naturales se conjugan hábilmente. Al espectador contemporáneo las aventuras de Saturnino Farandola le traerán en seguida a la cabeza las primeras historietas de Tintín, con sus escenarios exóticos y sus tipos caricaturescos. A los más avezados, les proponemos otro parentesco, la zarzuela “Los sobrinos del capitán Grant”.

Se estrenó el 25 de agosto de 1877 en el Teatro Príncipe Alfonso, de Madrid, y constituyó un notable éxito, ya que se le dieron, en primera instancia, 79 representaciones. Fernández Caballero y Ramos Carrión, músico y libretista, ya habían suministrado piezas de este tipo a los Bufos madrileños de Francisco Arderius, compañía especializada en estos espectáculos lírico-fantástico-colosales. Baste decir que había 22 cambios de escenario y que estos incluyen: el fondo del mar con un pulpo gigante, las llanuras argentinas, un monte de los andes con un cóndor que secuestra a los viajeros, la cubierta del transatlántico, el puente dinamitado de un ferrocarril, un fuerte militar donde los soldados cantan aquello de “Viva el general Archiparraguirriguerriberrigorrigurrichea”, un ombú gigante, un molino de Australia y el gran templo maorí con sus túneles secretos. En los últimos años se ha repuesto por Navidad en el Teatro de la Zarzuela madrileño y resulta un espectáculo bien entretenido. 

Le Avventure Straordinarissime di Saturnino Farandola (Aventuras extraordinarias de Saturnino Farandola, 1914) 
Producción: Ambrosio (IT) 
Director: Marcel Fabré (y Luigi Maggi). 
Guión: Guido Valente, basado en la novela “Voyages très extraordinaires de Saturnin Farandoul” (1879) de Albert Robida. 
Intérpretes: Marcel Fabre (Saturnino Farandola), Nilde Baracchi (Misora), Filippo Costamagna, Luciano Manara, Alfredo Bertone. 
56 min. Blanco y negro + Virados.