28 de julio de 2012

Fracasse y el impresionismo cinematográfico


Le capitaine Fracasse (1929), Alberto Cavalcanti

Aunque nacido en Brasil, Alberto Cavalcanti ha pasado los años de la Gran Guerra en Suiza, siguiendo los destinos de su padre, profesor en una escuela militar. Se titula en Arquitectura y entra a trabajar en una casa de decoración, en representante de la cual viaja a París. Su idea es enriquecerse rápidamente, pero en su camino se cruza el cinematógrafo. En concreto una película de Marcel L’Herbier. Cavalcanti le escribe y ambos se conocen, pero por circunstancias de su itinerante vida, Cavalcanti se ve obligado a marchar a Inglaterra. Pasa los días metido en el cine, hasta que un día llega una carta de L’Herbier invitándole a incorporarse cono escenógrafo a su nueva compañía independiente. Cavalcanti no se lo piensa dos veces y vuelve a París.


Su primer trabajo es Résurrection (1923), según Tolstoi. Poco después se le ofrece la ocasión de visitar España. Es durante el rodaje de La galerie des monstres (La barraca de los monstruos, 1924). El brasileño recordará de por vida su visita a la catedral de Toledo y la contemplación nocturna del Entierro del Conde de Orgaz a la luz de una vela.


El salto a la dirección está cerca. Le Train sans yeux (1924), rodada entre la Costa Azul y un hangar berlinés en 1924, no se estrena hasta después de que Rien que les heures (1926) haya sido bendecida por los popes de la vanguardia. Son años de aprendizaje.


Antes de recalar en el cine sonoro, realiza Yvette (1928), según la obra de Guy de Maupassant, y hereda de un George Fitzmaurice vituperado por la prensa gala a causa del tiempo pasado en Estados Unidos el proyecto de Le capitaine Fracasse. Codirige con el veterano Henry Wulschleger. Alexandre Benois, escenógrafo de los ballets de Diaghilev, actúa como decorador. De la obra de Gautier —otras simplificaciones aparte— descarta el motivo del vínculo fraterno entre Isabelle (Lien Deyers) y el Duque (un juvenil y casi irreconocible Charles Boyer).


Hay una suerte de escisión en las imágenes de esta versión de Le capitaine Fracasse. Por un lado, aparecen los recursos épicos: la galopada, la cuerda tendida desde un árbol hasta la torre del castillo para pasar el foso…

 
... por otro, los fogonazos de filiación vanguardista, como la imagen del castillo reflejado en el agua que se va descomponiendo en ondas cuando alguien nada bajo la superficie.


Composiciones, ora adscritas al clasicismo formal, ora desniveladas por un arrebato lírico puramente visual, siempre bellas.


Sin embargo, en su concepción global de la dramaturgia cinematográfica, Cavalcanti quema etapas y se aproxima a pasos agigantados a la narración según el modelo estadounidense, más atento a la progresión dinámica que a los juegos evocativos. Duelos, persecuciones y acción digna de folletón no faltan.


El final es agridulce. La compañía de cómicos pierde protagonismo. El duque es desterrado por el rey, que rehabilita a Sigognac. Éste, parte con Isabelle en su carroza. Sin embargo, el carruaje se ve detenido por una ejecución pública en la plaza de Grève. El reo es Agostino (Daniel Mendaille), que ha actuado como sicario a las órdenes del Duque y ahora va a ser ejecutado por el expeditivo método de atarlo a una rueda y quebrarle todos los huesos con una maza. Los enamorados, ignorantes de este hecho, lo viven como un mero contratiempo para su felicidad. Pero, cuando el verdugo va a realizar su trabajo, Chiquita (Pola Illéry), la niña enamorada de Agostino, sube al patíbulo y le clava un cuchillo en el corazón. Por fin, la multitud se disuelve y la carroza de Sigognac e Isabelle se aleja por un paisaje idílico con su rebaño de corderos y todo. El “happy ending” —conscientemente o no— se sustenta sobre esta muerte terrible y la desdicha de Chiquita, el personaje más desvalido de toda la cinta. O sea, sobre un sistema profundamente injusto en el que la felicidad de unos pocos se basa en la desgracia de los más.


Una vez finalizada la producción, Cavalcanti insiste ante los productores en que, aunque la película se haya rodado muda, es preciso sonorizar, aunque sea parcialmente, las escenas de teatro y danza, cosa que no logrará.

Le capitaine Fracasse (1929)
Producción: Lutèce Films (FR)
Director: Alberto Cavalcanti, Henry Wulschleger.
Guión: Alberto Cavalcanti, de la novela homónima de Théophile Gautie.
Intérpretes: Pierre Blanchar (el barón de Sigognac / el capitán Fracasse), Lien Deyers (Isabelle), Charles Boyer (el Duque), Daniel Mendaille (Agostino), Pola Illéry (Chiquita), Marie-Thérèse Vincent (Séraphine), Odette Josylla (Zerbine), Marguerite Moreno (Dame Léonarde), Georges Benoît, Léon Courtois, Clairette de Savoye, Vargas.
93 min. Blanco y negro + virados.

25 de julio de 2012

Eran cuatro capitanes

El cinematógrafo ha buscado en numerosas ocasiones inspiración en el folletín de Teóphile Gautier, publicado por primera vez en 1863, sobre las aventuras románticas del espadachín y actor conocido como “Capitán Fracasse”.


El argumento viene a ser siempre más o menos el mismo. El Barón de Sigognac, noble venido a menos, reducido al furtivismo en sus propias tierras, habita en el castillo de la Miseria. Una anoche toca a su puerta una compañía de cómicos de la legua que representa farsas de la commedia dell’arte. Por amor a la dulce Isabelle, el barón se une a los cómicos para viajar con ellos a París, donde espera que Louis XIII remedie su infortunio. Pero, ay, el licencioso Duque de Moussy también se prenda de Isabelle. A la muerte del comediante Matamore, Sigognac decide ocupar su puesto en la compañía con el sobrenombre de “Capitán Fracasse”. De función en función y de duelo en duelo la compañía alcanzará reconocimiento y se ganará el derecho a representar en París el último acto de la farsa.


La primera versión para la pantalla es Le capitaine Fracasse (1909), con Jean-Marie de l'Isle en el papel titular. Led siguen: Capitán Fracassa (El capitán Fracassa, 1919), de Mario Caserini; la también italiana Capitan Fracassa (1940), con Giorgio Costantini; la doble versión italiana y francesa Le capitaine Fracasse (El capitán intrépido, 1943), dirigida por Abel Gance durante la Ocupación; la aventura de capa y espada Le capitaine Fracasse (El capitán Fracassa, 1961), protagonizada por Jean Marais; e Il viaggio di Capitan Fracassa (El viaje del capitán Fracassa, 1990), dirigida por Ettore Scola en clave de commedia dell’arte y con Massimo Troisi en el papel de Polichinela.


Habrá más. Éstas son las que nosotros hemos localizado. En la carpa hemos proyectado en días sucesivos -por aquello de comparar un poco- las dirigidas por Cavalcanti, Gance, Gaspard-Huit y Scola. Cada una es hija de su tiempo y de una concepción absolutamente disímil en cuanto a su adscripción genérica.


A pesar de ello, son escenas obligadas la llegada de los cómicos al Castillo de la Miseria en una noche de tormenta, la primera interpretación del capitán Fracasse en una representación de la commedia dell’arte, el entierro de Matamore extramuros de tierra santificada y el duelo a espada entre Sigognac y su enemigo. Lo demás –escenografía e interpretación, acentos e intenciones, amores incestuosos o galopadas espectaculares- tienen más que ver con los intereses de cada público y del entendimiento de sus gustos por parte de los creadores y las entidades que promovieron su realización.

Durante los próximos días iremos contándoles el aquel de cada una…

Filmografía en Circo Méliés:
Le capitaineFracasse (1929), Alberto Cavalcanti
Le capitaine Fracasse (El capitán intrépido, 1943), Abel Gance
Le capitaine Fracasse (El capitán Fracassa, 1961), Pierre Gaspard-Huit
Il viaggio di Capitan Fracassa (El viaje del capitán Fracassa, 1990), Ettore Scola

23 de julio de 2012

En el Panopticum

Actualizamos esta entrada para informarles de la reciente edición de esta película en DVD por Versus Entertainment.

  
Parte de una copia norteamericana: lleva intertítulos y textos en inglés y, en la cabecera, una cartela de The National Film Library. Blanco y negro con virados. Subtítulos opcionales en español. Partitura de piano durante todo el metraje. Duración: 83:26 mon.  Viene acompañada por un libreto ilustrado con un texto de Joaquín Vallet.


Das Wachsfigurenkabinett (El hombre de las figuras de cera, 1924), Paul Leni

En la Alemania de entreguerras la cosa estaba tan achuchada como ahora aquí. Así que si a uno le ofrecían un trabajo, por extravagante y a tiempo parcial que fuera, había que decir que sí. Eso es lo que le ocurre al poeta (Wilhelm Dieterle, que como director en Estados Unidos cambiaría su nombre por el de William). Su cometido: redactar historias cuanto más truculentas mejor para ambientar las visitas al Panopticum, el gabinete de figuras de cera de un parque de atracciones.



Hay cuatro figuras y probablemente hubiera cuatro historias, ya que uno ha visto fotos de los amantes con atuendo veneciano. Sin embargo, en la película tal como se conserva sólo hay tres episodios.

Los dos primeros cuentos surgen con facilidad de la fértil imaginación del poeta. Para justificar el brazo roto de la figura de Harun al Raschid, se imagina a sí mismo como un panadero en la antigua Persia. El amor por su esposa Zarah (Olga Belajeff, que no es otra que la hija del propietario del gabinete) le distrae de su cometido y ahúma al califa (Emil Jannings). Harun al Raschid envía el Gran Visir a dar su merecido al pandero pero éste olvida su cometido ante la belleza de Zarah. La coquetería de ésta excita los celos del panadero y la libidinosidad del califa, que esa noche sale disfrazado de palacio. Mientras el califa seduce a su mujer, el panadero se cuela en el palacio dispuesto a robar la sortija real para Zarah. Pero el brazo que corta para hacerse con la joya es sólo el de un muñeco de cera que el califa deja en su lecho cuando sale en sus correrías amatorias.

Hay que ver (para creer) a Jannings chupándose el dedo, con un bigote más grande que su turbante, poniendo ojitos a la coqueta panadera. O intentando introducir su enorme barrigón y se real pandero en el horno del obrador para ocultarse del marido celoso. Por su estructura episódica se suele comparar Das Wachsfigurenkabinett con Der Müde Todd (Las tres luces, 1924), de Fritz Lang. Sin embargo, a uno le trae a las mientes las farsas orientales de Max Reinhardt, si es que la versión de Lubitsch de Sumurun (Sumurun, una noche en Arabia, 1920) es fiel reflejo del espectáculo teatral.


Los histriones alemanes tienen en Das Wachsfigurenkabinett amplio campo para explayarse. El decorado invita a ello. Las cúpulas de Oriente son el correlato perfecto para las orondas figuras del califa y el visir. Los sótanos del Kremlin, de la segunda historia, obligan a Iván el Terrible (Conrad Veidt) a caminar constantemente encorvados.


El Cesare de Das Cabinet des Dr. Caligari (El gabinete del doctor Caligari, 1920) no se deja achantar por Jannings. Donde este ponía travesura y lujuria, Veidt expone tortuosidad moral y crueldad. Su do de pecho es el orgasmo abrazado a una clepsidra en el momento en que un prisionero torturado fallece al tiempo que cae el último grano de arena. El zar sospecha del fabricante de venenos real. Como venganza, éste escribe el nombre de Iván en uno de los relojes de arena. Un noble llega a la corte para recordarle al zar que ha prometido asistir a la boda de su hija. Iván le hace tomar su puesto en el trineo de modo que es al padre de la novia al que dan muerte las flechas de los rebeldes. Iván entonces rapta a la muchacha (de nuevo la hija del propietario del gabienete) y encierra al joven príncipe (otra vez el poeta) en sus mazmorras. Pero entonces descubre el reloj de arena con su nombre y, creyendo que ha sido envenenado, intenta detener el tiempo dándole la vuelta al reloj antes de que el último grano caiga al otro lado. Una y otra vez… hasta enloquecer.


Mientras el poeta idea la tercera historia, cae rendido por el sueño y la figura de Jack el Destripador cobra vida. El carnicero de Whitechapel no es otro que Werner Krauss, el mismísimo Caligari. Si en la película de Robert Wiene todo se justificaba por la locura del doctor, en Das Wachsfigurenkabinett es una pesadilla lo que toma cuerpo. En lugar de atenerse al rígido catecismo caligárico Paul Leni juega con sobreimpresiones de la feria sobre las figuras de los amantes, convirtiéndolos en habitantes del mundo de los sueños. Escapan del asesino en un decorado elusivo, de sobreimpresiones, dibujos y decoraciones con sombras pintadas. En el vacío más absoluto, sobre un fondo negro, el poeta intenta salvar a su amada. Pero la figura evanescente y multiplicada del Destripador toma su lugar.


Los juegos visuales mandan en este tramo, aunque tampoco estaban ausentes de los otros episodios. Baste mencionar el momento en que el panadero va a robar la sortija del califa y su rostro se multiplica en las facetas de la piedra preciosa. Sin embargo, el horror, el verdadero horror, no termina de cuajar en Das Wachsfigurenkabinett. Se trata más bien un vuelo fantástico de la imaginación, protagonizado por figuras sin alma, en decorados que sólo el cine —el arte de las sombras— puede recrear.


Así que, ya saben, amigos mileuristas, si les ofrecen trabajo en el Panopticum, sopesen antes si serán capaces de salir incólumes de sus propias fantasías.

Das Wachsfigurenkabinett (El hombre de las figures de cera, 1924)
Producción: Neptune-Film A.G. (AL)
Director: Paul Leni.
Guión: Henrik Galeen.
Intérpretes: Wilhelm Dieterle (el poeta / Assad, el panadero / el príncipe ruso), John Gottowt (el propietario del gabinete), Olga Belajeff (Eva, su hija / Zarah, la mujer del panadero / la hija del noble ruso), Emil Jannings (Harun al Raschid), Conrad Veidt (Iván El Terrible), Werner Krauss (Jack el Destripador), Georg John, Ernst Legal.
83 min (version restaurada). Blanco y negro.

21 de julio de 2012

Titiriteros en el Gran Ducado


Deváté srdce (1978), Juraj Herz

Tras rodar Spalovacmrtvol, Juraj Herz cayó en desgracia. Las nuevas autoridades no apreciaban especialmente su trabajo y él decidió refugiarse en el fantástico. Así es como en 1978, Herz, poco afín a la línea del partido y muy mal pagado, se ve obligado a simultanear el rodaje de Panna a netvor (La bella y la bestia, 1978) y Deváté srdce (1978), uno por la mañana y otro por la tarde.


Deváté srdce viene a ser, en román paladino, El noveno corazón. Nueve son los corazones que precisa el astrólogo y nigromante Aldobrandini (Juraj Kukura) para mantenerse eternamente joven y ejercer su dominio hipnótico sobre la princesa Adriena (Julie Juristová). Al rescate de la dama —no en vano esto es un cuento de hadas— acude el intrépido Martin (Ondrej Pavelka), amparado en el poder de la capa que lo vuelve invisible y asistido por la sabiduría del bufón de la corte (Frantisek Filipovsky).


No vamos a contarles el final, vitriólico y acre, de esta féerie satírica sobre el poder y el amor, a ratos mélièsiana y por momentos próxima a Der müde Tod (Las tres luces, 1921), la película de Fritz Lang que decidió la vocación cinematográfica de Buñuel. Nos interesa, sobre todo, cómo termina Martin metido en las once varas de esta camisa.


Pues bien… Érase que se era una compañía de titiriteros que representan el retablo de los amores del guerrero Filodén y la princesa Beatriz en el lejano reino de Nápoles. No conviene olvidar que Herz fue alumno de la pretigiosa DAMU, la escuela de marionetas y títeres de Praga entre 1954 y 1958.


En la película manejan los muñecos Tonce (Josef Kemr) y su hija Toncka (Anna Málová). Martin, estudiante sin fortuna, requiebra a Toncka y la invita a comer. Pero —¡ah!— ante la promesa de un banquete Toncka convoca a toda la familia: lanzadores de cuchillos, comefuegos, músicos, acróbatas y volatineros... 


Martin termina en prisión y los comediantes deben recoger sus bártulos. La obra que representan no es en absoluto inocente, tan sólo traslada de lugar y época lo que está pasando en el Gran Ducado. De este modo, Deváté srdce se convierte en un juego de cajas chinas, un mecanismo nada inocente de espejos enfrentados en los que la sátira política viene envuelta en el papel de estaño de la comedia bufa protagonizada por los soldados que intentan capturar a Martin. La Nápoles del retablillo es, en realidad, el Gran Ducado, que es la Checoslovaquia sovietizada, que es…


El bufón recibe como recompensa del Gran Duque por ayudar a rescatar a su hija el honor de lucir una cadena de oro. “Mejor eso que los cascabeles”, es la enigmática respuesta del payaso triste. Resulta poco acorde con el personaje pero uno se imagina perfectamente al titiritero Herz escribiendo la frase y matizando la interpretación del actor, consciente de que todas las convicciones políticas no valen lo que un plato lleno.

 
Aquí pueden disfrutar ustedes de la bella secuencia de animación que sirve de fondo a los créditos de la película:


Deváté srdce (1978)
Producción: Filmové Studio Barrandow (CHE)
Director: Juraj Herz.
Guión: Josef Hanzlík, Juraj Herz.
Intérpretes: Ondrej Pavelka (Martin), Anna Málová (Toncka), Julie Juristová (la princesa Adriena), Josef Kemr (Tonce, el titiritero), Juraj Kukura (Aldobrandini, el astrólogo), Frantisek Filipovský (Sask, el bufón), Premysl Kocí (el Gran Duque), Ruzena Rudnická (la Gran Duquesa), Josef Somr (el general), Václav Lohniský (el posadero), Lubomír Cerník, Jan Preucil, Karel Effa, Vladimir Jedenáctik, Augustín Kubán.
89 min. Color.

18 de julio de 2012

El corazoncito de Ninon (o un crimen en el baile de los ferroviarios)


La Bête humaine (La bestia humana, 1938), Jean Renoir

El presente texto cuenta el final de la película.
Avisamos a nuestros lectores con la misma advertencia que se puede
leer en el letrero grabado a la entrada de las catacumbas de París:
“Detente, estás a punto de entrar en el reino de la muerte”.


Jacques Lantier (Jean Gabin) es el maquinista de la Lison, la locomotora que hace el trayecto Paris-Le Havre. Pero, ay, sufre unos trastornos hereditarios que le producen violentas crisis de epilepsia homicida.


Roubaud (Fernand Ledoux), el subjefe de estación está casado con Séverine (la mujer pantera Simone Simon). Para que no se descubra una falta que ha cometido, Roubaud empuja a Séverine a los brazos de Grandmorin (Jacques Berlioz). Luego, celoso, lo asesina en el tren. Cabuche (el propio Jean Renoir) es acusado del crimen. Pero Lantier ha sido testigo del hecho y se aprovecha de la situación para aproximarse a Séverine.


Ambos deciden acabar con Roubaud. Sin embargo, Lantier es víctima de una de sus crisis y…






Ya te advertimos, lector, que no pasaras del frontispicio. Nosotros no hemos tenido más remedio que hacerlo porque si traemos hoy a colación La Bête humaine es, precisamente, por la escena de la muerte de Séverine. Renoir ya había hecho algo parecido en La Chienne (La golfa, 1932), cuando Legrand (Michel Simon) apuñalaba a Lulu (Janie Marèze). Los dejamos en la habitación mientras ella se burlaba de él con un abrecartas en la mano y, después de ver a los músicos callejeros y los ciudadanos concitados a su alrededor, ascendemos por la fachada y, tras detenernos brevemente en un gatito que pasea por la ventana, vemos a través de ésta a Lulu degollada en la cama. En un gesto de suprema ternura necrófila, Legrand le besa la mano antes de abandonar el lugar del crimen.

 
El crimen de Severin en La Bête humaine tiene lugar durante el baile de los ferroviarios, Un chansonier popular, Marcel Veyran, interpreta el vals “Le coeur de Ninon” (Buccucci - Bereta - Millandry), perfecto contrapunto sentimentalón a la brutal acción que está teniendo lugar en el piso superior.


El fogonero Pecqueux (Julien Carette) y su esposa (Colette Régis) asisten al espectáculo. Veyran canta:

El corazoncito de Ninon,
Es tan pequeño, tan dulce, tan fragil…
Es como una leve mariposa
El corazoncito de Ninon.


Ningún otro rastro cinematográfico hemos encontrado de Marcel Veyran salvo su intervención, también como cantante, en Le mensonge de Nina Petrovna (Las mentiras de Nina Petrovna, 1937), de Viktor Tourjansky.


Glenn Ford y Gloria Grahame protagonizaron la versión de la novela de Zola que Fritz Lang dirigió en Estados Unidos con el título de Human Desire (Deseos humanos, 1954).

La Bête humaine (La bestia humana, 1938)
Producción: Paris-Films Production (FR)
Guión y Dirección: Jean Renoir, de la novela  "La Bête humaine" de Emile Zola.
Intérpretes : Jean Gabin (Jacques Lantier), Simone Simon (Séverine), Fernand Ledoux (Roubaud), Julien Carette (Pecqueux), Blanchette Brunoy (Flore), Jenny Hélia (Philomène Sauvagnat), Gérard Landry (Henri ), Colette Régis (Victoire ), Jacques Berlioz (Grandmorin), Charlotte Clasis (Phasie), Léon Larive (el mayordomo), Georges Spanelly (el secretario), Jean Renoir (Cabuche), Claire Gérard (una viajera), Corteggiani (el jefe de sección), Guy Decomble (el guardabarreras), Marcel Veyran (el cantante), André Tavernier (el juez de instrucción), Jacques Roussel (el comisario Cauche), Maurice Marceau (un mecánico), Marcel Pérès, Emile Genevois, Jacques B. Brunius, Jacques Becker, Georges Péclet, Jacques Beauvais, Marguerite de Morlaye.
105 min. Blanco y negro.

14 de julio de 2012

Tormenta de verano en Coney Island

 
The Little Fugitive (El pequeño fugitivo, 1953), Ray Ashley, Morris Engel, Ruth Orkin

Joey pasa un fin de semana en el parque de atracciones Steeplechase, de Coney Island.


Joey (Richie Andrusco) tiene siete años y cree que ha matado a su hermano Lennie (Richard Brewster). Es una broma de Lennie y sus amigos (Charlie Moss y Tommy DeCanio), pero Joey lo cree a pies juntillas. 

 
Su abuela de Joey se ha puesto enferma. La madre (Winifred Cushing) debe ir a verla y deja a los chicos solos. Los bromistas le entregan a Joey la armónica de Lennie para que tenga un recuerdo del difunto. La culpabilidad dura lo que el viaje en metro a Coney Island. 


Joey adora el baseball y los westerns: se cree un vaquero. Prueba pericia en el pim-pam-pum. Monta en los caballitos. Se hace una foto tras el troquel de Tom Mix. Come: perritos calientes, algodón de azúcar, maíz dulce, más perritos. Cuando quiere montar en los ponis, se da cuenta de que no le queda un centavo.


Vaga por la playa. Descubre el negocio de la recogida de cascos de refresco vacíos. Cuando reúne un cuarto de dólar, corre a los ponis. Repite operación financiera y atracción. Y otra vez… hasta que cae la noche.


Joey duerme en la playa. Lennie espera en casa su regreso. Pero Joey vuelve a los ponis. El encargado (Jay Williams) le propone contratarlo para cuidar de los animales. Obtiene así su dirección. Llama a casa. Lennie acude a Coney Island. Joey ha visto al encargado saludar a un policía y ha sentido miedo. Escapa. Cuando Lennie llega su hermano no está. Recorre las atracciones de caballitos. Nada. Le deja un mensaje con tiza: “Soy Lennie y no estoy muerto. Ve a los paracaídas, te espero allí”. Los graciosos tachan y enmiendan: “Soy Lennie y estoy muerto. Ve a los paracaídas y tírate”. Aburrido de esperar, Lennie sube a la atracción: el Parachute Jump. Desde lo alto ve a su hermano paseando con un globo. Cuando baja, sigue al globo entre la multitud. Pero al llegar a la playa el globo se pierde en el cielo.


De pronto, el diluvio. Llueve torrencialmente. La playa y los parques de atracciones quedan desiertos. Coney Island se vacía. Joey se va a buscar cascos vacíos a la playa desierta. Allí lo encuentra Lennie. Deben regresar a casa antes de que vuelva su madre.


Así de modesta es la peripecia que sostiene The Little Fugitive. La concibieron y rodaron un matrimonio de fotógrafos (Morris Engel y Ruth Orkin) y un escritor de ciencia ficción para niños (Ray Ashley). Diálogo mínimo y una banda sonora ceñida a un único instrumento: la armónica. Fotografía espléndida, cámara en mano, atenta a cada detalle, pendiente de la mirada de Joey. Una mirada ora aturdida, ora asombrada, dispuesta siempre a maravillarse con los prodigios de a diez centavos. Aquí pueden disfrutar de ella si lo desean.


Sedujo y triunfó en el Festival de Venecia de 1954. Se estrenó en España puntualmente. En Madrid, en el Real Cinema. En Barcelona, en el Montecarlo y el Niza. Las comparaciones con Chiquilín (Jackie Coogan), el compañero de desventuras de Charlot en The Kid (El chico, 1921) estuvieron a la orden del día. Distribuía Chamartín, la casa que estaba a punto de lanzar a Pablito Calvo en Marcelino pan y vino (1955). Otro concepto de la infancia, claro. En aquella España pacata la crítica alabó la sencillez de la fábula de The Little Fugitive pero no supo ni quiso ahorrarse admoniciones morales:

“Menos simpático nos es el cuadro de una infancia bastante desmandada, como lo es la que nos exhibe «El pequeño fugitivo», cinta cuyo valor documental se extiende hasta ser un testimonio de los estragos que en la niñez de todos los países está causando el estilo moderno de diversión”.

The Little Fugitive (El pequeño fugitivo, 1953)
Producción: Little Fugitive P.C. (EEUU)
Guión y Dirección: Ray Ashley, Morris Engel y Ruth Orkin.
Intérpretes: Richie Andrusco (Joey Norton), Richard Brewster (Lennie Norton), Winifred Cushing (la madre), Jay Williams (Jay, el del Pony-Ride), Will Lee (el fotógrafo), Charlie Moss (Harry), Tommy DeCanio (Charley).
75 min. Blanco y negro.