29 de noviembre de 2013

A ras del cielo



A ras del cielo (Horacio Alcalá, 2013)

El mexicano Horacio Alcalá estaba trabajando en la producción de Varekai cuando en uno de sus viajes de la gira se le ocurrió la idea de realizar este documental. Horacio recuerda exactamente el momento, con quién estaba —Patrick Flynn, uno de los mandamases de Cirque du Soleil—, cuántas copas se habían bebido y cuál era el sentido que quería darle al documental. “Quería mostrar el lado humano, retratar diferentes historias de artistas para acercarnos a su cara real, después de limpiarse el maquillaje y lejos de las luces y la escenografía del circo industrial”.


Cinco años más tarde, después de un recorrido tortuoso en busca de financiación y de un seguimiento íntimo y continuado de ocho artistas de muy diferentes lugares del mundo, ha logrado estrenar  A ras del cielo, un espléndido documental, en el Festival de Circo Actual de Auch. Un documental “de gente común haciendo cosas extraordinarias. Los artistas de circo tienen una luz muy especial, una generosidad, una humildad y una felicidad que es difícil de encontrar en el mundo actual”.


Horacio nos cuenta que los artistas le abrieron las puertas de su alma sin prejuicios. “Podemos ver el color de sus ojos, cómo hablan directamente a la cámara, estamos muy cerca de ellos. Cada una de esas ocho historias tiene algo que ver con mi vida, así que me ha servido también para contar algo de mi”. Esto hace que las historias nos lleguen, nos emocionen y nos cautiven. En Madrid, Jerusalén, Turín, Montreal, Lisboa, Auch…, los protagonistas nos enseñan sus miedos, sus ambiciones, su arte. Un documental para saber quiénes son los artistas de circo, cómo respiran, cómo ensayan, cómo se lesionan y cómo, también, abandonan el circo para emprender otros caminos.


“No hubo preguntas. Entablaba con cada uno de ellos una conversación en la que casi siempre comenzaba yo y luego todo fluía. Muchos de ellos no se acordaban de lo que habían dicho. Antonio, el chico que se lesiona, me agradeció el respeto con el que había tratado su historia. (…) Con el material grabado podría hacer una serie. (…) Solamente se sintieron un poco agobiados cuando comenzamos el trabajo con la cámara profesional  y todo el equipo de grabación. Se sintieron un poco abrumados cuando, por ejemplo, teníamos que rodar desde un helicóptero”.


“He tenido mucha suerte. La FEDEC (Federación Europea de Escuela de Circo) se entusiasmó con el documental desde el primer momento y nos abrieron las puertas de todas sus escuelas y los artistas no nos pusieron ninguna pega. Su generosidad ha hecho más fácil este largo camino.”


Damian, de Australia, Jonathan, de Inglaterra, Max y Antonio, un francés y un español que trabajan en el nuevo espectáculo de Akoreacro, los acróbatas de La Meute, Saar de Holanda, Eryka y el dúo Philippe y Marie Lee, de Canadá, y el palestino Fadi son los protagonistas de esta película. Un documental que es una cita obligada para todos aquellos que quieren dedicarse o se dedican al circo y también para los amantes del cine en general. En diciembre estará en Madrid y luego comenzará su gira por festivales de cine y festivales de circo. Estad atentos a la cartelera.


A ras del cielo (2013)
Producción: Cámara Boreal / Color Space México / Ukbar Films Protugal
Dirección: Horacio Alcalá
Cinematografía: David Palacios
Cámara Leyre Mira
Productores ejecutivos: Carlos Batres y Aitor Echeverría
Intervienen:Damian Istria, Erika Nguyen, Fadi Zmorrod, Antonio Segura y Max La Sala, Jonathan Moss, Marie-Lee Guilbert y Philippe Belanguer, Saar Rombout, Bahoz Temaux y el resto de la troupe de La Meute

90 min. Color

26 de noviembre de 2013

Adivinadora y tiradora, todo en uno


The Crystal Ball (La pitonisa, 1943), Elliott Nugent

Toni Gerard (Paulette Goddard) ha ganado un concurso de belleza en Texas y se presenta en Nueva York con una copa de plata y 38 centavos. Lo primero que hace es acudir a la barraca de Madame Zenobia (Gladys George) a ver si adivina dónde puede dormir esa noche.


Antes de participar en el concurso de misses se dedicaba a realizar trucos con el lazo y a dispararle a los cigarrillos de los inocentes espectadores que se ofrecían a servir de blanco. Madame Zenobia decide que su futuro inmediato pasa por el puesto de tiro de Pop Tibbets (Cecil Kellaway).


Una de las clientas de Madame Zenobia es una acaudalada viuda (Virginia Field), de cuyo abogado, Brad Cavanaugh (Ray Milland) se enamora perdidamente Toni cuando lo ve en la galería de tiro. ¡Para qué perder tiempo! A partir de aquí nos encontramos con el clásico enredo sentimental en el que Toni debe pasarse por Madame Zenobia sin que Brad lo advierta, ya que la auténtica vidente ha tramado un plan para venderle unos terrenos.


The Crystal Ball se sostiene por el ritmo que le imprime Elliott Nugent a la dirección a pesar de tratarse de una película de considerable modestia. Buena parte de las restricciones tienen que ver con la situación bélica, que se infiltra en la trama cuando vemos que los blancos de la galería de tiro de Pop son Hitler, Mussolini y el emperador del Japón.


Entretenimiento para tiempos difíciles y poco más, pero tenemos ocasión de disfrutar de unas interpretaciones solventes, de una dirección ágil y de un par de escenarios que nos resultan bastante familiares. ¡Qué pena no haber entrado al circo de pulga de La Marr! Según el anuncio del hombre-sandwich, bailan, cantan y hablan.


The Crystal Ball (La pitonisa, 1943)
Producción: Cinema Guild Productions para Paramount Pictures (EEUU)
Director: Elliott Nugent.
Guión: Virginia Van Upp, de un argumento de Steven Vas.
Intérpretes: Ray Milland (Brad Cavanaugh), Paulette Goddard (Toni Gerard), Gladys George (Madame Zenobia), Virginia Field (Jo Ainsley), Cecil Kellaway (Pop Tibbets), William Bendix (Biff Carter).
81 min. Blanco y negro.

22 de noviembre de 2013

Wheeler y Woolsey en la Conferencia Internacional de Desarme


Diplomaniacs (Diplomanías / Rumbo a Ginebra, 1933), William A. Seiter

¿Quién nos iba a decir que Joseph Leo Mankiewicz, el director de All About Eve (Eva al desnudo, 1950), The Barefoot Contesssa (La condesa descalza, 1954) Cleopatra (Cleopatra, 1963) o Sleuth (La huella, 1972), iba a ser el responsable literario de algunas de las comedias excéntricas más memorables de principios de los años treinta? Pues así es. Avalado por su hermano Herman aterrizó en la Paramount en 1929 y allí escribió comedias corrientitas para Jack Oakie y Skeets Gallagher y alumbró libretos de una comicidad absolutamente desquiciada como Million Dollar Legs (A todo gas, 1932) o ésta Diplomaniacs que hoy comentamos.

 

Protagonizan Wheeler y Woolsey, cuyo perfil ya trazamos cuando proyectamos en la carpa So This Is Africa (1933). Ya hablamos entonces de su procacidad verbal, su capacidad para explotar los dobles sentidos, su afición al travestismo y cuanto pueda hacer tambalearse el orden establecido. 

 

¿Y qué mejor excusa que la Conferencia de Paz de Ginebra en un momento en que Occidente le ve al lobo las orejas de una nueva conflagración mundial? ¿No se había tomado a chufla Joe Mankiewicz el espíritu olímpico de los Juegos celebrados en Los Ángeles en 1932? ¿Por qué no hacer lo mismo con la Conferencia Internacional de Desarme que se estaba desarrollando en Ginebra al tiempo que Hitler llegaba al poder en Alemania? 

 

Que la cosa estaba en el aire queda constatado por el rodaje casi contemporáneo de Duck Soup (Sopa de ganso, 1933), con los hermanos Marx al frente del reparto.

 

¿El resultado? Todo el mundo recuerda al presidente de Freedonia, Rufus T. Firefly, y el grito de “¡Más madera, es la guerra!”, pero casi nadie se acuerda de la peliculita de Wheeler y Woolsey.

 

Diplomaniacs (Diplomanías / Rumbo a Ginebra, 1933)
Producción: RKO – Radio Pictures (EEUU)
Director: William A. Seiter.
Guión: Joseph L. Mankiewicz y Henry Myers, basado en un argumento del primero.
Intérpretes: Bert Wheeler (Willy), Robert Woolsey (Hercules), Marjorie White (Dolores), Phyllis Barry (Fifi), Louis Calhern (Winkelreid), Hugh Herbert (su ayudante chino), Edgar Kennedy (el president de la Conferencia de Paz), Richard Carle (Capitán).
61 min. Blanco y negro.

19 de noviembre de 2013

El fin de la Belle Époque

 
Gastone (1960), Mario Bonnard 

Gastone es una caricatura en la que el director Mario Bonnard y el actor Alberto Sordi rinden tributo a uno de los maestros del teatro cómico italiano: Ettore Petrolini, o cuando el sustantivo caricato no era despectivo.


En el ambiente de los salones de variedades de la Italia en las postrimerías de la Gran Guerra, Sordi es el gigoló y danseur mondain, eternamente embutido en su frac y engominado y De Sica es un aristócrata calavera que vive de la fortuna de su esposa estadounidense.


Ambos se empeñan, cada uno a su modo, en el triunfo de la pujante Naninna (Anna María Ferrero), que conquistará los teatros de París y Londres con sus danzas africanas o americanas. Es el triunfo de la modernidad, que aboca a la extinción al tango, el cancán y toda la Belle Époque.
   

Pero si la agonía de Gaston Le Beau adquiere tintes patéticos, la del príncipe interpretado por De Sica, al contrario, está teñida de nostalgia y savoir faire. Aquí podrán apreciar de lo que hablamos.



Gastone (1960)
Producción: Maxima Film / Spes (IT) / Variety Film (FR)
Director: Mario Bonnard.
Guión: Oreste Biancoli, Rodolfo Sonego y Mario Bonnard, Mario Bonnard, de un argumento de Ettore Maria Margadonna y Luciana Corda, basado en un personaje de Ettore Petrolini.
Intérpretes: Alberto Sordi (Gastone), Vittorio De Sica (el príncipe), Anna Maria Ferrero (Nannina), Paolo Stoppa (Achille), Franca Marzi (Rosa “Mignonette”), Magalì Noël (Sonja), Nando Bruno (Michele), Chelo Alonso (Carmencita), Tino Scotti (el prestidigitador), Linda Sini (Lucy Duval), Mino Doro (Cavallini, el director del Apollo), Anna Campori (cantante del "tandem"), Angela Luce (Yvonne), Nanda Primavera (doña Flora), Mimmo Palmara (el empresario milanés), Salvo Libassi (el comisario), Lilly Granado, Lola Braccini, Salvatore Cafiero (Antonio), Nino Milano, Mario Frera, Livio Lorenzon, Mario De Simone.
102 min. Color (Eastmancolor)

9 de noviembre de 2013

El grupo de teatro y variedades del Segundo Cuerpo del ejército polaco llega a San Marino



Lo sconosciuto di San Marino (1946), Michal Waszynski

No nos hemos detenido a desentrañar qué pretendían los creadores –Cesare Zavattini y Vittorio Cottafavi en la parte literaria y el judío polaco Michal Waszynski en la dirección- cuando se plantearon ambientar una historia bélica en la serenísima república de San Marino.


Un cura católico (Antonio Gandusio) y un vegetariano ateo (Vittorio De Sica) se disputan la tutela de un amnésico (el bailarin y coreógrafo húngaro Aurel M. Miloss) llegado a la ciudad durante la contienda. Anna Magnani encarna una vez más a una mujer fuerte, una prostituta de la que se enamora el recién llegado.


En un plazo brevísimo, el desconocido se hace amigo de los niños, enamora a la prostituta, convence al cura de utilizar nuevos métodos para captar adeptos… y se mete en un campo de minas. Es allí donde se lo encuentran los miembros de la compañía de variedades que acompaña al segundo cuerpo del ejército polaco, comandado por el general Anders. Los miembros de la compañía lo recogen y lo llevan a la ciudad.


Justo antes salir a cantar Wanda (Renata Bogdanska) recibe la noticia de que su familia ha muerto durante una razzia perpetrada por los nazis.


Sin solución de continuidad —mientras tanto o en un universo paralelo, quién sabe-—se prepara la tradicional procesión religiosa y Beatrice (Franca Belli), la mujer del ateo, lo ha narcotizado para poder acudir a la celebración. Pero, al ver la cruz, el amnésico recuerda su pasado de nazi despiadado, intenta violar a Beatrice y vuelve al campo de minas para expiar sus muchos pecados. Por el camino, el ateo se reconcilia con su mujer y la prostituta se redime.

  
Película bizarra como pocas, sin norte ni rumbo, que consignamos por contener uno de los pocos registros cinematográficos de la bella Renata Bogdanska, por el cruce entre ballet y mimo con el que el recién llegado encanta a los niños y por un interludio en la actuación para los soldados en el que podemos entrever a una pareja de bailarines excéntricos.
  

Conste en acta.

Lo sconosciuto di San Marino (1946)
Producción: Film Gamma (IT)
Director: Michal Waszynski.

Guión: Cesare Zavattini, Vittorio Cottafavi, Giulio Morelli.

Intérpretes: Anna Magnani (Liana, la prostituta), Aurel Milloss (el amnésico), Renata Bogdanska (Wanda, la cantante polaca), Vittorio De Sica (Leo, el ateo), Franca Belli (Beatrice, su mujer), Antonio Gandusio (el padre Antonio), Irma Gramatica (Agata), Giuseppe Porelli (el napolitano), Fausto Guerzoni (Marin, el sacristán).
80 min. Blanco y negro

6 de noviembre de 2013

El juego (del paso) de la oca


 
The Goose Steps Out (1942), Basil Dearden y Will Hay

Will Hay y el music-hall
Dice la leyenda que el cómico británico Will Hay había ya terminado sus estudios y había comenzado a trabajar como ingeniero cuando vio una película de W.C. Fields y decidió que también él quería convertirse en malabarista. Fueran así o no las cosas, lo cierto es que a principios de los años treinta Hay era una de las figuras más cotizadas del circuito del music-hall. Había hecho su debut profesional en 1909 cantando una canción propia titulada “Bend Down” y caracterizado como maestro. Cuando estalla la Gran Guerra, la canción se ha convertido en un acto de vaudeville completo. 



Al finalizar la contienda se enrola en la célebre compañía de Fred Karno. Mientras tanto desarrolla otra rutina basada en el mismo personaje que le acompañaría toda su vida: un profesor incompetente que debe salir indemne de las clases que imparte a unos alumnos tan espabilados como tocahuevos. El número tiene tanto éxito que le permite salir de gira por los dominios británicos —Australia, Nueva Zalanda, Sudáfrica— y Norteamérica. Durante la década de los veinte, escribe y protagoniza dos revistas —Listening In y Vanity Box— y se convierte en una de las principales atracciones de la naciente radiodifusión.

Antes de recalar en Ealing
En cuanto el cine empieza a hablar reclama los servicios de Will Hay. Antes de recalar en Ealing, Hay ya había trabajado en los estudios Elstree y para Gainsborough Pictures donde produjo, a decir de los expertos, lo mejor de su filmografía. Son siete comedias dirigidas, entre 1936 y 1939, por el francés Marcel Varnel y el estadounidense William Beaudine.


Al profesor torpón, con sus antiparras siempre a punto de descabalgar de su nariz y el birrete ladeado, se suma una galería de roles que incluye a abogados, bomberos, jefes de estación, funcionarios de prisiones… personajes, esencialmente fieles al tipo del pomposo incompetente cuya ineptitud pone en entredicho la dignidad de la autoridad que representa. 

  

Probablemente por ser un tipo ya maduro cuando alcanza el estrellato, suele carecer de una contraparte femenina que le dé la réplica y, según la norma de la época, sirva de soporte a la subtrama romántica. Para compensarlo, Hay forma tándem con el desdentado Moore Marriott y el insolente gordito Graham Moffatt. Juntos articulan un rodillo cómico que algunos han querido bautizar como “los hermanos Marx británicos”, aunque carecen de la contundencia anarquista que despliegan los cinco hijos de Samuel y Minnie Marx.

 

Al contrario que su personaje, Hay era un políglota dotado, experto en astronomía, así que al estallar la II Guerra Mundial se pone al servicio del ejército como docente. En 1941, tras este periodo transitorio, firma un contrato con Ealing. 

Will Hay en Ealing
En el estudio de Michael balcón, Hay toma el relevo de las declinantes estrellas cómicas de la casa: George Formby  y Gracie Fields. Su producción tampoco es muy abundante cinco largometrajes de los cuales el segundo —el corto extendido The Big Blockade (Charles Frend, 1942— lo presenta en un inhabitual papel secundario en una cinta de propaganda de tono didáctico:


Pero Hay ha aterrizado en el estudio en pleno esfuerzo propagandístico y hay que adaptar su personaje a la situación. Como en otras películas concebidas como vehículos estelares al servicio de un comediante con una personalidad ya establecida, las comedias de Will Hay carecerán de esa nota que constituye la esencia del espíritu Ealing: el sentido de comunidad que permite a los liliputienses vencer a Goliat. Ésta es la razón por la que al elaborar el corpus de la “comedia Ealing”, nunca aparece ningún título de Gracie Fields, George Formby, Tommy Trinder  o… Will Hay.


En su primer intento, sigue fiel a Charles Varnel The Ghost of St. Michael's (1941). The Black Sheep of Whitehall (1942), The Goose Steps Out (1942) y My Learned Friend (1943) están codirigidas por Hay y por Basil Dearden, que también debuta como director en el estudio donde llevaba trabajando desde la etapa de Basil Dean y se convierte en uno de sus más sólidos puntales. Balcon afirmaría pasados los años que, en realidad, Hay se limitaba a proponer sus rutinas cómicas y a hacer sugerencias sobre el modo de interactuar con el resto del reparto, así que probablemente Dearden asumiera un cometido esencialmente técnico, apoyando estas decisiones con propuestas de planificación y montaje.

  

Una parodia de Carol Reed
El argumento de The Goose Steps Out es una parodia descarada de Night Train to Munich (1940), de Carol Reed, una producción de 1940 que lanza a un agente británico (Rex Harrison) en un juego del ratón y el gato con la Gestapo por toda Europa al rescate de un científico checo y de su bella hija (Margaret Lockwood). Una intriga hitchcockiana cien por cien en la que Harrison se pasa la mitad del metraje con el uniforme de oficial alemán, proporcionando al espectador la doble experiencia de la aventura vicaria y la burla inmisericorde de la estulticia que las comedias del período producidas en los países aliados atribuyen al nazismo en general y a Hitler en particular.
The Goose Steps Out incorpora al führer no sólo como parte de la caricatura del totalitarismo —el bigote, el respeto reverencial…—
sino como sustanciación de aquel sueño británico de abofetear al jerarca que ya había tenido lugar, aunque en el plano onírico, en Let George Do It (1940), en la que Marcel Varnel dirigía a Formby.

 

El argumento arranca de un modo bastante acelerado, cuando un modesto profesor inglés apellidado Potts (Will Hay) resulta ser el doble de un espía alemán detenido en suelo británico. El jefe de la inteligencia militar le propone a Potts que ocupe su puesto en la Universidad de Altenburg y ejerza de agente al servicio de su patria. 

  

Dicho y hecho. En un instante está sobrevolando el país enemigo, donde entra en contacto con una agente llamada Lena Schümann (Anne Firth) bajo la identidad de Rudolph Müller, el espía alemán.

 

La tarea que le tiene encomendada el Reich es entrenar sobre las costumbres inglesas a unos aprendices de espías cuya misión es infiltrarse en Gran Bretaña. Y ya tenemos al bueno de Will Hay con sus antiparras caladas impartiendo lecciones en las que los retruécanos se dan la mano con las situaciones cómicas. La situación culmina en una escena que seguro arrancó las carcajadas al público de su época pero que no cabe imaginar en otro momento de la producción inglesa.

 

Cuando un alumno especialmente repelente (un jovencísimo Peter Ustinov) le pregunta Müller si los británicos no utilizan ningún tipo de saludo ceremonial, éste explica que el equivalente de la salutación imperial con el brazo al frente, es mostrar los dedos índice y corazón extendidos, con la palma de la mano mirando hacia uno y un movimiento de elevación del antebrazo.

 

Inmediatamente propone que los alumnos se entrenen en este salve con el retrato de Hitler que preside la clase. Y ya tenemos a todos los cachorros de espía mandando a su líder a tomar por saco.

 

El humor varía de calibre a lo largo del metraje. Probablemente la secuencia mejor resuelta es aquella en la que Potts se cuela en el laboratorio del profesor Hoffman (Frank Pettingell) después de haber intentado sonsacarle sus secretos mediante la ingesta incontrolada de cerveza.

 

El modo en que se va deshaciendo de los vigilantes, el traje de amianto en el que se esconde y los enredos subsiguientes beben de la mejor tradición de la comedia física, con un tempo sostenido y soluciones imaginativas para la mayor parte de los gags. 

  

Le proporcionan la necesaria coartada un grupo de estudiantes austriacos que argumentan que su país ha sido invadido por Alemania y que se han apuntado a la escuela de espías como mejor modo de viajar a Inglaterra con todos los gastos pagados. El robo de la bomba secreta tendrá lugar durante un viaje en tren —en nueva referencia a Night Train to Munich— en la que Potts se enreda en una escalada de despropósitos acerca de la invasión de Inglaterra con el general von Glotz (Julien Mitchell). Los juegos de palabras adquieren un ritmo endiablado que podrán disfrutar los muy duchos en la lengua de Shakespeare.

Por causas que escapan a nuestra comprensión, la mayor parte de este diálogo ha sido cortada en la versión que circula actualmente de la película.

  

Queda una larga secuencia de puro slapstick en la que Potts y los estudiantes austríacos deben pilotar un avión de vuelta a las islas británicas, eludir el fuego de artillería antiaérea y entregar el arma secreta a los responsables del Servicio de Inteligencia. No les descubrimos nada si les decimos que lo logran. Lo divertido es ver cómo. 

 

El trabajo con las maquetas y las transparencias acaso provoque alguna sonrisa de suficiencia en el espectador contemporáneo, pero es una muestra más que solvente de artesanía cinematográfica al servicio del guión.

  

La última película
Después de este esfuerzo propagandístico hay sólo rodó una película más en el seno de los estudios Ealing, cuando ya le habían diagnosticado un cáncer fatal. My Learned Friend, es una comedia inusualmente negra, que prefigura el rumbo que tomaría el estudio cuando las producciones cayeran en manos de Alaxander Mackendrick y Robert Hamer.

 

Will Hay seguirá trabajando en la radio y el teatro hasta su prematura muerte en 1949.
  
The Goose Steps Out (1942) 
Producción: Ealing Studios (GB)

Directores: Basil Dearden y Will Hay.

Guión: Angus MacPhail y John Dighton, sobre un argumento de Reg Groves y Brendan Miles.

Intérpretes: Will Hay (William Potts / Rudolph Müller), Frank Pettingell (el profesor Hoffman), Julien Mitchell (el general von Glotz), Charles Hawtrey (Max), Peter Croft (Hans), Anne Firth (Lena Schümann), Leslie Harcourt (Vagel), Jeremy Hawk (A.D.C.), Raymond Lovell (Schmidt, oficial de la Gestapo), Aubrey Mallalieu (el rector), Barry Morse (Kurt), Lawrence O'Madden (el coronel Truscott), Peter Ustinov (Krauss), John Williams (el comandante Bishop).

70 min. Blanco y negro.