Robert Woolsey (1889-1938) y Bert Wheeler (1895-1968) fueron una de esas parejas de cómicos excéntricos formadas en el vodevil que llegaron al cine con la eclosión del sonoro. Como los hermanos Marx, como Olsen y Johnson, estaban al cabo de la calle de lo que el público de teatros de variedades les exigía, sin importarles demasiado lo que opinaran los censores. Este era el tipo de cosas en las que Wheeler y Woolsey eran maestros y traían a mal traer a los vigilantes de la
moral pública:
Obscena, indecente e inmoral
En el otoño de 1932 Wheeler y Woolsey se marchan de la RKO, el estudio para el que han protagonizado una docena de películas desde finales de 1929. Su debut en la Columbia es So This Is Africa.
En primera instancia el guión de Norman Krasna pasa los trámites censoriales pues se trata de un divertimento sin mayores complicaciones, pero en febrero de 1933 la oficina de Nueva York rechaza de plano la película por: “obscena, indecente e inmoral”. Siguen una retahíla de cartas, informes, memoranda, amenazas y telegramas en los que la Columbia lucha por mantener el metraje y la Censura intenta que se descarten todas las frases de doble sentido. Los 65 minutos iniciales quedan reducidos a 54 para el estreno comercial en Estados Unidos. Por suerte la copia que hemos proyectado en la carpa contiene todas las procacidades verbales y bailes obscenos que obsesionaban a los guardianes de la moral. Por una vez debemos mostrarnos de acuerdo con el cafre de Harry Cohn, el capitoste de la Columbia Pictures, cuando argumentaba que la película era simplemente un entretenimiento (no tan) inocente.
La película arranca con el discurso del presidente de Ultimate Pictures (Berton Chiurchill). Está dispuesto a ofrecer al público la mejor película sobre África que jamás se haya visto. Por desgracia, la responsable de la filmación, Mrs. Johnson Martini (Esther Muir) tiene miedo de los animales. Esta Mrs. Johnson Martini es un caricatura de la aventurera norteamericana Osa Johnson, que junto a su marido, Martin Johnson, realizó numerosos documentales sobre la vida en África y Borneo. Congorilla (Congorila, 1932), del matrimonio Johnson, competía en popularidad en las pantallas de todo el mundo con Trader Horn (Trader Horn, 1931) y los primeros tarzanes de Johnny Weissmuller.
Mientras tanto -en una escena que finalmente no aparece en la película- Alexander (Woolsey) y Wilbur (Wheeler) actúan en el teatro con cinco leones famélicos. Los leones no les hacen el más mínimo caso y son despedidos. Ellos serán, con toda la lógica del absurdo, los elegidos para llevar a cabo la filmación de la Ultimate Pictures.
Las aventuras africanas de Wheeler y Woolsey hacen abundante uso de los tópicos del género. Wheeler dispara su escopeta repetidamente contra planos de archivo en los que se contemplan carreras desenfrenadas de animales salvajes. Cuando falla, sólo hay que poner la película en reversa para librarse del peligro del rinoceronte asesino.
También hay tiempo en el apretado metraje para los números musicales, que incluyen una rendición paródica del “Minnie the Moucher” de Cab Calloway y un ballet africano que la Censura decidió que era definitivamente objetable. Aquí la pueden ver y buscar la secuencia de la que hablamos:
A partir de ahí, pronto nos adentramos por el sendero de un humor absurdo que permite a los cómicos transitar alegremente por toda clase de caminos vedados: travestismo, sodomía, zoofilia...
La gorila Josephine se encapricha de Woolsey y hay varias sugerencias bastantes explícitas de que este amor pudiera ir más allá del puro platonismo.
Las amazonas están aquejadas de un furor uterino que se exacerba apenas cae la oscuridad: Su reina (Raquel Torres) es bautizada por Wheeler como “Miss More” porque siempre quiere “más”…
El remate funciona a tope. Primero Wheeler se traviste de amazona para escapar de la muerte, pues estas son como las mantis religiosas, que una vez apareadas liquidan al macho. Entonces Woolsey debe elegir pareja y termina escogiendo, cómo no, a Wheeler. Se casa con él y son conducidos a la choza nupcial. Ahora es Woolsey quien se disfraza de amazona para escapar. Pero la inesperada llegada de una tribu de tarzanes -más próximos al de Elmo Lincoln que al de Weissmuller- los convierte en objeto de deseo de dos fornidos muchachotes.
El epílogo hace bien poco por desfacer el entuerto. Un año después Wheeler y Woolsey continúan vestidos de amazonas, hacen la colada y, cuando se dan la vuelta, descubrimos que llevan a sus bebés colgados a la espalda. Poco importa que entonces aparezcan en escena la reina de las Amazonas y Mrs. Martini-Johnson, como auténticas responsables de la procreación. La semilla de la transgresión ya ha germinado irremediablemente en la cabeza de los espectadores.
Una de fieras (apéndice español)
Sabemos que el humorista español Miguel Mihura pudo trabajar antes de la Guerra Civil en el doblaje de algunas películas de Woolsey y Wheeler. Acaso en So This Is Africa? No podemos confirmarlo, pero en 1934 escribió el guión y realizó la locución de una película de cortometraje de Eduardo G. Maroto titulada Una de fieras.
En los primeros metros se explica cómo, con tres mil míseras pesetas, a lo más a lo que pueden aspirar los cineastas madrileños empeñados en hacer una cinta de aventuras africanas es a contratar actores en una piscina pública y llevárselos a Alcázar de San Juan. Por ello la comitiva de negros es escasa (“los americanos pondrían aquí desfilando cincuenta negros, pero nosotros sólo pondremos cuatro y a mucha honra”) y por ello la selva no es selva sino el Retiro madrileño. En él se adentra un grupo de exploradores, y en él son apresados por la tribu de los camelungos, “antropófagos sangrientos y crueles, [que] de pequeños empezaron a comerse las uñas, y luego un dedo, y así hasta que terminaron por comerse un pastor protestante”.
Los exploradores finalizan, como es de rigor, en una inmensa cazuela, mientras la espera de la comilona es amenizada por las canciones de Agripina (Gloria de Granada), que entona un absurdo cuplé:
“En la selva es un encanto residir / vas desnudo sin tenerte que vestir. / Y las fieras te conocen, / y te miran dulcemente, / y no atacan ni asesinan / como es cosa ya frecuente. / Agripina, Agripina, es una salvaje fina. / Agripina, Agripina, de la selva dueña es, / que a las fieras y a los hombres / los domina con su amor”.
So This Is Africa (1933)
Producción: Columbia Pictures (EEUU)
Director: Edward F. Cline.
Guión: Norman Krasna.
Intérpretes: Robert Woolsey (Alexander), Bert Wheeler (Wilbur), Raquel Torres (la amazona), Esther Muir (Mrs. Johnson-Martini), Berton Churchill (el presidente de Ultimate Pictures), Henry Armetta (el barrendero), Spencer Charters (el doctor).
64 min. Blanco y negro.
2 comentarios:
¡Menuda maravilla! Esta la tenía incluida en una lista para cuando emprenda un maga informe sobre cine primate, pero no creía poder llegar a verla algún día... cine de jungla de juguete, con dos señores de risa, un gorila de trapo y señoritas en bikini de leoprado... pocas cosas pueden hacerme más feliz!
Venerable Abuelito:
También nosostros estamos enredados en nuestro megainforme propio, de ahí que andemos ahora un poco a medio gas.
Esperan su sapientísimo estudio sobre el cine primate con impaciencia, sus nietos
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