
Gracias a él descubrimos un buen puñado de películas que se nos hubieran escapado de otro modo y a él se debe que tuvieran ustedes conocimiento del Crimen en la Ratonera de Oro o que decidiéramos desentrañar la identidad del domador que aparecía en Zalacaín el aventurero.
Su trabajo de los dos últimos años queda como un tesoro de rostros, voces e historias que constituyen, más allá del oropel, la auténtica historia del cine español.
Ya ven que nos negamos a hablar en pasado. Sigan visitándolo.
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