29 de diciembre de 2020

Annie Laurie Starr y Bart Tare

Gun Crazy (El demonio de las armas, 1950), Joseph H. Lewis


Joseph H. Lewis 
Tremenda. Quien la ha visto, no la olvida. Desde la escena inicial, filmada con la contundencia de una pesadilla infantil, hasta el final onírico, que lleva el amour fou al desafuero absoluto. Y todo, como querían Breton y sus acólitos, proveniente de las cadenas de montaje de la fábrica de sueños. Ahora que tanto se habla de cine independiente, conviene revisar las obras completas de don Joseph H. Lewis, un señor formado en la moviola que terminó hilvanando episodios de westerns televisivos a ritmo desenfrenado. Entre una y otra actividad, un puñado de películas hechas con descartes. Aunque es más recordado por sus “film noir” –Undercover Man (Relato criminal, 1949), The Big Combo (Agente Especial, 1955) o la que hoy nos ocupa- también practicó el melodrama, la comedia, el western o las películas de chavales descarriados. Sus cintas de aprendizaje se rodaban en seis días y duraban poco más de una hora. Las produjeron Universal, Columbia o Monogram.


Una producción de los King Bros. 
Gun Crazy fue producida por los hermanos Frank y Maurice King, auténticos independientes que estrenaban sus películas a través del estudio que se las quisiera coger. Lewis había tenido un encontronazo con Harry Cohn, el mandamás de la Columbia, y se vio obligado a aceptar el mamotreto de guión -500 páginas exagera Lewis- que había preparado MacKinlay Kantor a partir de un relato suyo publicado en 1940 en el “Saturday Evening Post”. Por lo menos Lewis cuenta con treinta días de rodaje y un presupuesto de cuatrocientos mil dólares: razonable para una serie B. Además, los hermanos King le apoyan en todo. Cuando decide que necesita rodar con un equipo ligero y micrófonos pequeños, los técnicos se buscan la vida para hallar la solución. No son caprichos de director.

La escena más recordada de la película, el atraco a un banco, consta de dieciséis páginas y es necesario construir un complicado decorado que albergará al equipo durante cuatro días. Lewis coge su cámara de 16 mm y contrata a dos figurantes. Se coloca en el maletero del coche y les hace hablar mientras conducen, entran en una pequeña ciudad, bajan del coche ante un banco, regresan corriendo y emprenden una carrera para salir del pueblo. Son siete minutos y unos tres kilómetros recorridos. Con este as en el bolsillo se va a ver a los productores y les cuenta que se le ha ocurrido un modo mucho más imaginativo de rodar la escena y, que de paso, se ahorrarán sus buenos dólares. “Imposible”, responden los hermanos King. Entonces Lewis hace proyectar su prueba. El visto bueno es inmediato. Hay que acondicionar un coche, colocar sobre el techo luces de relleno y micrófonos que recojan el sonido exterior, esconder otros dos micros diminutos en los parasoles y montar una silla de jockey sobre una plataforma móvil en la parte trasera para que el cámara pueda realizar toda clase de movimientos, teniendo en cuenta que con él viajan otras seis personas.


Nueve planos en la secuencia prólogo nos cuentan la obsesión por las armas del adolescente Bert Tare (Russ Tamblin). Una serie de flashbacks ante el tribunal de Cashville nos muestran su fascinación por las armas de fuego y su incapacidad para hacer daño a cualquier ser vivo. Los testimonios de su hermana y sus amigos no le libran del reformatorio. Cuando sale de allí, Bart (John Dall) se ha convertido en un experto tirador y un coleccionista de armas. Acude con sus amigos, el sheriff Clyde Boston (Harry Lewis) y el periodista Dave Allister (Nedrick Young), a una feria y allí tiene una epifanía. Todos la tenemos porque ver aparecer en el tabladillo de la barraca a Anna Laurie Starr (Peggy Cummins) es una experiencia inolvidable. El humo de sus revólveres apenas vela el brillo de sus ojos y la palpitación de las aletas de su nariz, como un felino dispuesto a saltar sobre su presa.

Desde ese momento, sus destinos están encadenados. Primero, un número conjunto. Luego, cuando las cosas se tuercen, una serie de atracos y una persecución sin fin a imagen de la de Bonnie Parker y Clyde Barrow. Apenas un momento de respiro en una feria en la que bailan al arrullo de la voz de Frances Irwin. El asesinato de un policía, los disfraces para eludir los controles, el atraco a un matadero, la persecución por los pantanos… Todo en Gun Crazy es memorable y bello. Con la belleza de lo necesario. Nada sobra en esta película esencial. 

Una apuesta de Billy Wilder y un fin de semana con Joan Crawford 
Gun Crazy es un fracaso económico. En United Artists, que distribuye la película, a alguien se le ocurre que Gun Crazy no es un título muy comercial y decide estrenarla con el de “Deadly Is the Female”, que en castizo viene a ser “Las féminas son mortales de necesidad”.

Sin embargo, su osadía técnica atrae la atención de los estudios. Todos quieren saber cómo se han rodado aquellos planos endemoniados. Billy Wilder asalta a Lewis un día. Necesita una aclaración porque ha hecho una apuesta: él dice que ha tenido que utilizar cuatro retroproyecciones combinadas para lograr aquella escena. Joan Crawford quiere que Lewis la dirija en su próxima película… y que pase el fin de semana con ella en su casa de la playa.

Metro-Goldwyn-Mayer, el estudio de las estrellas, le hace una oferta más convincente. Se trata de utilizar el mismo estilo directo, en una película para el estudio sobre la inmigración cubana en Estados Unidos. Lewis no se lo puede creer. Firma a ciegas. No tardará en darse cuenta de que se ha metido en la boca del lobo. La protagonista de esta historia semidocumental es la estrella Hedy Lamar. Si Gun Crazy no dio un duro, A Lady Without Passport no le proporcionó el prestigio que buscaba en un gran estudio. Lewis no se arredró. En sus episodios de The Rifleman (El hombre del rifle, TV) o Gunsmoke (La ley del revólver, TV) tenía todavía el prurito de dejar su firma. Una rueda en primer término otorgaba profundidad e interés visual al plano más ramplón. Siempre fue un tipo modesto y un enamorado de su profesión.
Sr. Feliú
Gun Crazy (El demonio de las armas, 1950) 
Producción: King Bros. (EEUU) 
Director: Joseph H. Lewis 
Guión: MacKinlay Kantor y Millard Kaufman (quien firmaba por Dalton Trumbo, incluido en la Lista Negra del Comité de Actividades Antinorteamericanas), sobre el relato homónimo de MacKinlay Kantor publicado en el “Saturday Evening Post” en 1940. 
Intérpretes: Peggy Cummins (Annie Laurie Starr), John Dall (Bart Tare), Harry Lewis (el sheriff Clyde Boston), Nedrick Young (el periodista Dave Allister), Berry Kroeger (Packett), Morris Carnovsky (el juez Willoughby), Anabel Shaw (Ruby Tare), Frances Irwin (la cantante del Danceland), Anne O'Neal (Miss Augustine Sifert), Joseph Crehan (Mr. Mallenberg), Stanley Prager (Bluey-Bluey), Virginia Farmer (Miss Wynn, la maestra), Russ Tamblyn (Bart adolescente), Mickey Little (Bart niño), William J. O'Brien, Eddie, Dick Elliott, Trevor Bardette, Tony Barr, Don Beddoe, Ross Elliott, Franklyn Farnum, Harry Hayden, Arthur Hecht, George Lynn, Robert Osterloh, Shimen Ruskin, Ray Teal, Dale Van Sickel, David Bair, Paul Frison.
86 min. Blanco y negro.

13 de diciembre de 2020

Gato por liebre


Az prijde kocour (La historia que nunca ocurrió, 1963), Vojtech Jasny 

Gato por liebre. Y no es que haya engaño alguno en Az prijde kocour. Ocurre simplemente que lo que trae el mago en la chistera no es un conejo sino un gato. O una gata. Una gata con unas gafas con cristales de colores. Si miran por ellas verán que el apacible pueblecito en el que ustedes viven se transforma en un mundo fantástico que anticipa la sicodelia y en el que toda hipocresía queda al descubierto.
La conexión donostiarra de Vojtech Jasny 
Az prijde kocour es obra de Vojtech Jasny, hijo de un maestro de Moravia. Estudió Filosofía y ruso en Praga antes de iniciar una carrera como documentalista que desemboca en su dedicación al cine de ficción. Forma parte, por tanto de la generación de directores checoslovacos que emergieron durante los primeros sesenta, aunque, un poco mayor que Milos Forman o Vera Chytilová, procedentes de la FAMU, la Escuela de Cine de Praga.

Jasny ganó con esta película el premio especial del jurado en Cannes, en 1963, y formó parte de la primera delegación checoslovaca que visitó el Festival de San Sebastián en 1964. En aquel entonces el certamen donostiarra era la excusa del régimen para demostrar que en España se proyectaba cine de más allá del telón de acero y mantener una cierta apariencia de apertura cultural, que no política. Jasny concurrió a la Sección Informativa precisamente con Az prijde kocour, cuya presencia quedó oscurecida por la película a concurso Limonadovy Joe (Joe Kolaloka, 1964), de Oldrich Lipsky, una farsa musical en clave de ópera western que obtuvo la Concha de Plata. Aunque Az prijde kocour no se estrenó comercialmente en España circuló por algunos festivales y cine-clubs con el título de La historia que nunca ocurrió.

Jasny regresó a San Sebastián en 1977. Para entonces ya había tenido que salir por pies de Checoslovaquia. Esta vez la Concha de Plata fue para él, por su adaptación de la novela de Heinrich Böll, “Opiniones de un payaso”, así que a lo mejor nos volvemos a tropezar con él por aquí.

El mago, la trapecista y la gata 
El señor Oliva (Jan Werich, que también es el guionista) se nos aparece en un ventanuco del reloj de la torre y nos interroga: -¿Realidad o fantasía? Más bien parece fantasía…

Y pronto nos daremos cuenta de que es así cuando Robert (Vlastimil Brodsky) encomiende a sus alumnos que dibujen lo que más y lo que menos les gusta de la ciudad. Los papeles en blanco se animan con imágenes en blanco y negro de lo que de siniestro esconde lo cotidiano. Nadie se atreve a dibujar esto.
Jasny es un moralista. Robert se enfrenta al director del colegio (Jirí Sovák) cuando éste abate una cigüeña. La reprimenda apenas deja margen para la interpretación: llamar asesino a un superior no es lo más adecuado y sólo existe una verdad, la del recto camino que marca la autoridad. Robert filmaba a la cigüeña. El plano del director disparando a la zancuda es su simétrico inverso. Robert ama a los animales. El director está orgulloso de que la ciudad tenga el mejor museo de animales disecados del país: eso es lo que atrae a los turistas.

Desde la torre del reloj el señor Oliva nos presenta a los habitantes de la ciudad: Janek (Karel Effa), un perezoso que se hace pasar por cojo, y Marjánka (Vlasta Chramostová), trabajadora infatigable que carga con él cuando se finge enfermo; la cotilla (Alena Kreuzmannová), que pretende enterarse de lo que ocurre detrás de cada ventana; el dueño del restaurante (Jaroslav Mares), que agasaja a los representantes oficiales para que hagan la vista gorda…

Robert lleva al señor Oliva a clase. Servirá de modelo para que los niños deben dibujen “la realidad”, siguiendo la vieja norma del realismo socialista. Sin embargo, en un instante, el señor Oliva se ha embarcado en una historia que encanta a los niños y dispara su imaginación. La historia de su naufragio, de cómo conoció a la bella Diana (Emília Vásáryová) y a Mourka, una gata con gafas. Cuando se las quitaban la gente se volvía del color de sus acciones: los farsantes y mentirosos, violetas; los desleales, amarillos… En cambio los enamorados se volvieron rojos como amapolas.
Y de pronto la fantasía cobra vida. Al pueblo llega un camión rojo con un jazz band negro, Diana con el gato en brazos y el doble del señor Oliva como un mago vestido de verde.

Por la noche, en la plaza, tiene lugar el espectáculo. La sesión comienza con una pantomima protagonizada por prendas de ropa y utilería que se recortan contra el fondo negro. Los habitantes de la ciudad están encantados en tanto que la fábula resulta inofensiva, pero cuando el director y el profesor reconocen el incidente de la mañana en un sombrero con un rifle y un jersey con una cámara, la sátira es tan diáfana que el director no tiene más remedio que pronunciarse. Todo es una patochada: ¿quién habría de sentirse agredido por ello?

Luego, el mago lanza una serie de flores al público. La última se transforma, en el aire, en la bella Diana. Un ejercicio de levitación es el prólogo al número de la muchacha en el trapecio. Más tarde hacen su aparición los gatos equilibristas. Mourka se acerca a Diana que le quita las gafas. Se produce entonces un ballet frenético. Los amarillos y los grises se enfrentan con los rojos. El profesor, enamorado de la trapecista hasta las cachas, está de un rojo encendido, en tanto que su amante vira del amarillo al morado. El resto del pueblo huye en desbandada. Mourka ha desaparecido.

Todos buscan a la gata pero son los niños quienes la encuentran. Los habitantes del pueblo quieren matarla. El director del colegio considera que será una pieza estupenda para el museo de animales disecados. Robert y el señor Oliva aguardan el regreso de Diana y del señor Oliva para que la situación se resuelva. 

Lírica y satírica 
Az prijde kocour es una película deliberadamente poética, una sátira con ribetes amables y un derroche de técnica cinematográfica en un momento en que estas cosas se hacían en plan artesanal.

Cuando el señor Oliva se encuentra con su doble, el mago, se preguntan a qué se dedica cada cual. El mago acude con Mourka allá donde se les necesita, o sea, a todos sitios. El señor Oliva se pretende botánico; un jardinero que busca que la flor de la fantasía infantil no se marchite al concluir la infancia. Acaso a alguno de ustedes les resulte un tanto trasnochado. En ese caso, procreen, críen a sus vástagos y luego vean la película con ellos. Que la disfruten:


Az prijde kocour (La historia que nunca ocurrió, 1963) 
Producción: Filmové Studio Barrandov (CHE) 
Director: Vojtech Jasny 
Guión: Jan Werich y Vojtech Jasny. 
Argumento: Vojtech Jasny y Jirí Brdecka. 
Intérpretes: Jan Werich (el mago / Oliva), Emília Vásáryová (Diana), Vlastimil Brodsky (Robert, el profesor), Jirí Sovák (Karel, el director de la escuela), Vladimír Mensík (el conserje), Jirina Bohdalová (Julie), Karel Effa (Janek), Vlasta Chramostová (Marjánka), Alena Kreuzmannová (la cotilla), Stella Zázvorková (Ruzena), Jaroslav Mares (el dueño del restaurante), Jana Werichová, Ladislav Fialka, Karel Vrtiska, Václav Babka. 
91 min. Color.

10 de diciembre de 2020

Marujita es el pájaro loco


Pelusa (1960), Javier Setó

ADORO mis obsesiones porque me permiten llegar al límite sin plantearme ningún dilema intelectual o moral. De otra forma nunca me habría planteado realizar esta reseña de Pelusa, una película española que reúne con desparpajo una colección de tópicos circenses que poco a poco han ido penetrando en el subconsciente de esa parte de nuestro cerebro que dedicamos al Circo y a España.

Realizada por Javier Setó en 1960, Pelusa cuenta con un elenco de lujo: Marujita Díaz, Espartaco Santoni, Roberto Rey, Viviane Romance, Félix Fernández, Antonio Riquelme y otros muchos actores de la época que recrean diferentes personajes del Circo Solferino, un pequeño circo que sobrevive gracias al tesón de sus artistas y al de su propietario, el avispado Solferino (Félix Fernández). Tito García se estrena en el cine –fue torero en sus años mozos– interpretando al forzudo, el mismo papel que realizará en Salto Mortal un poco más tarde y Antonio Riquelme, un espléndido y prolífico actor cómico, encarna al domador Kipling, un esquelético beluario enamorado de la mujer gorda.

Rock (Roberto Rey) es el payaso del circo. Alcoholizado y depresivo mantiene la poca cordura que le queda gracias a su hija, Pelusa (Marujita Díaz), inocente jovencita que en realidad es el alma del circo. Huérfana de madre –eso cree ella–, los otros miembros del circo la tratan como si fuera su propia hija y como comodín del circo. El guión encierra un secreto a voces que al final sirve para agrupar los números musicales de la Díaz y para coreografiar un gran desfile circense en el que participan los artistas del momento del Circo Americano.

Pelusa está enamorada, cómo no, del trapecista Darsay (Espartaco Santoni), pero éste, cómo no, no se fija demasiado en ella. Su padre, Rock, sale borracho a la pista y es Pelusa la que tiene que salvar el número. Es cuando descubrimos al payaso Pelusa, un personaje del que todavía presume la actriz, ya que consiguió el premio de interpretación del Sindicato Vertical del Espectáculo, que ella recientemente en un programa de televisión denominó los Oscars españoles de la época. El movimiento alocado de los ojos, una de las habilidades más aplaudidas de nuestra protagonista, y una risa calcada a la del pájaro loco, dibujan un payaso que hace sacar lo peor de mi mismo.
Poco a poco el galán Darsey va cambiando su opinión con respecto a Pelusa y cuando ambos llegan a reconocerse mutuamente este amor, irrumpe en escena Zizí Lemaire (Viviane Romance), una estrella de la canción que en el inicio de la película da paso al flashback que nos presenta el Circo Solferino. Zizí se lleva a Pelusa a París tras una intriga muy débil que apenas permite la sorpresa. Zizí Lemaire es la madre de Pelusa. Rock, el padre, la había abandonado hace 20 años, por celos profesionales, llevándose a Pelusa .

Pelusa triunfa rotundamente en París, pero su máxima ambición es volver al circo y reunir a sus padres. Al final, Pelusa regala al circo pobre todos los elementos de un gran circo y en la apoteosis final se encuentra con su amado Darsey, uno de los finales más felices y más previsibles que he visto en mi vida. 

"Los payasos no sudamos", "el circo es eso de estar triste y feliz a la vez" y "el circo es Pelusa" son algunas de las frases que acompañan esta historia impregnada de un ligero tufo del nacional-catolicismo de la época. Con todo, podemos disfrutar de una banda sonora de lo más española compuesta por un ramillete de canciones muy del gusto del momento y que se mantienen vivas en nuestro recuerdo–muy destacable la de Soldadito español en plan parada circense–, y de una secuencia en la que Marujita parece, de verdad, estar encima de un alambre de equilibrio mientras canta una divertida canción (La pequeña tonkinesa) vestida a lo oriental, un número que hoy se disputarían los mejores circos. 

Pelusa (1961)
Producciones Cinematográficas M.D.
Dirección: Javier Setó.
Guión y diálogos: Luis David de los Arcos y J. M Iglesias, sobre una idea de Marujita Díaz.
Intérpretes: Marujita Díaz, Espartaco Santoni, Roberto Rey, Viviane Romance, Félix Fernández, Antonio Riquelme, Tito García, Diana López, Francisco Bernal, Enrique Benchimol.
Payasos: Pedro Pescador, Antoñito Candelas, Julio Carbayo, Eduardo Ruiz, Jose Clavijo, Antonio Palacios, Francisco González, Cesáreo González y el chimpancé Judith.
Asesor circense: Alfredo Marquerie
Eastmancolor, 95 min.

9 de diciembre de 2020

Sin final feliz


Guttaperchevyy malchik (1957), Vladimir Gerasimov

La película no empieza mal para ser una película de circo. Petja está desconsolado por la muerte de su madre. No le queda nadie en el mundo. Por lo menos, aunque el ruso me sigue sonando a chino, me siento como en casa. Comienzo a imaginar a otros personajes y acierto. No hay nada como ser un especialista. Si hay un niño huérfano, ¿quién será su mejor amigo? Muy bien, el payaso solitario. Pero no tan rápido, señoras y señores. Esta película es un drama de los de verdad. Está catalogada como película infantil, pero yo no le pongo esto a mi hija hasta que cumpla los dieciséis y dudo que aún así no llore desconsolada y me mire desconfiada al saber que me he dedicado toda la vida a este oficio. Esta sí es una película para tener pesadillas con el circo, sobre todo porque no tiene un final feliz.

Petja (Sasha Popov) es entregado para su educación al bruto y desalmado atleta Bekkera, que parece forzudo pero no se esfuerza demasiado, que le maltrata y le obliga a realizar ejercicios peligrosos. Por otro lado está el payaso Edward (Aleksei Gribov, el mismo que hace de capitán en la película Polosatiy Reis), al que conocemos primero en la pista, junto a su oca matemática; y luego en su alcoba, junto a su botella de vodka. Es un hombre de buen corazón. El sonido de su flauta, como Hamelin, atrae a Petja y se hacen amigos.

Las sesiones de entrenamiento con Bekkera resultan una tortura para Petja desde el primer día. Los métodos pedagógicos del forzudo son látigo y orden. Petja obedece hasta que no puede más. El único que sabe como parar la situación es Edward el payaso. Se inventa una dama para el torturador que, vanidoso, se apresura a la cita. Es Mikhail Nazvanov, el mismo actor que hace del príncipe Andrei Kurbsky en el Iván el Terrible de Eisenstein.

El payaso ha intentado adoptar al niño pero los trámites burocráticos parecen insalvables así que se dedica a entrenarle en secreto y a procurarle un poco de alegría. Poco a poco nuestro héroe se ha convertido en un acróbata que pronto se estrenará en la pista con un número de equilibrio sobre percha. Un número que entrena y entrena sin descanso.

Ha llegado el gran día. El chaval parece un ángel en todo lo alto. Después de unos cuantos equilibrios en lo alto de la percha, se pone en equilibrio sobre su espalda preparado para un arroje a la inversa. Se adivina la tensión en la cara del payaso que observa la escena desde el control.

Ya les he dicho que acaba mal, el niño se desnuca. Así como suena. La escena es presenciada por una adorable niña de la nobleza que coincide con el chaval en varias ocasiones, como invitando a pensar en un final feliz, pero no, no es así. El niño tiene una agonía demoledora, con las carcajadas del público como fondo. El payaso efectúa también un nuevo número de riesgo. Se lanzará desde lo alto atravesando un aro de fuego. La imagen es bastante elocuente. Parece que el director se guardaba en la manga varios finales y optó por el más adecuado para los niños, el más demoledor.

Los más atrevidos o los más morbosos pueden disfrutarla aquí:



Guttaperchevyy malchik (1957)
Producción: Ministerstvo Kinematografii
Director: Vladimir Gerasimov
Guión: Mikhail Volpin Intérpretes: Sasha Popov (el huérfano), Alexey Gribov (el payaso), Mikhail Nazvanov (el forzudo), Inna Fedorova, Olga Viklandt, Ivan Koval, Andrei Popov, Marina Strizhenova, Afanasij Kochetkov, Alexander Popov, Sergei Filippov, Vladimir Gribkov, В. Kirillin, Н. Stepanov.
77 min. Color

5 de noviembre de 2020

Galería de stripteuses (invisibles)


Juventud a la intemperie (1961), Ignacio F. Iquino

Juventud a la intemperie comienza, nada menos, que con una cita de José Antonio Primo de Rivera. Pero es que su guionista es el falangista Federico de Urrutia. El asunto es exponer del modo más sensacionalista posible los vicios –básicamente gamberrismo, alcohol, drogas, homosexualidad, proxenetismo y rock’n’roll- de la juventud contemporánea. Todo ello se da cita en una cave barcelonesa con la actuación en el escenario del vasco José Luís Bolivar y el holandés Tony Ronald, que por entonces se hacían llamar “Kroners Dúo”. Sigue así Iquino la senda de otros reyes de la exploitation, como Corman.

El enrevesado argumento se ocupa de un asunto que Iquino ya había tratado como productor: el gamberrismo. Esta vez el drama afecta a un inspector de Policía (Adriano Rimoldi), cuyo hijo (Manuel Gil) es sospechoso de asesinato. Para resolver el asunto, el policía contará con la colaboración de un camarada ex legionario que argumenta que en los viejos tiempos –léase la República- pudieron arreglar las cosas a tiros, pero ahora eso es imposible porque “el mundo está en manos de cuatro científicos paranoicos”.

Algunos habituales de las producciones IFI de los que nos hemos ocupado aquí en otras ocasiones, como Gustavo Re, de “Los Vieneses” o “Alady”, tienen papeles que son poco más que figuraciones.

La muy publicitada Rita Cadillac se limita a cantar un chachachá en “La barra Roja” y otra canción en francés en el garito de Mauricio (el comediante Joan Capri, en un papel anómalo en su carrera). Rita Cadillac, nacida en París en 1936 con el nombre de Nicole Yasterbelsky fue bailarina del Crazy Horse y apareció en una decena de películas –casi siempre policiacas- entre mediados de los años cincuenta y principios de los sesenta. Grabó también algunos discos con canciones de sugerentes títulos como “Ne comptez pas sur moi (pour me montrer toute nue)” o “J'ai peur de coucher toute seule”.


Como Iquino era un lince para esto de las dobles versiones, la Cadillac tenía más papel en el montaje para el extranjero, de ahí que algunas fuentes consignen 97 minutos de duración cuando la copia española sólo alcanza los 87. Los números de estriptis se rodaron en la sala de fiestas que el productor regentaba en Castedefells. El propio Iquino explicaba así la operación: “Estaba en París y en el Crazy Horse había una tipa que se llamaba Rita Cadillac. Maravillosa señora. La conocí una noche, la metí en un coche, me la traje a Barcelona y a rodar. Empezamos sin pedir permiso. Esta señora era una srtripteuse. En aquella época la gente se ponía muy nerviosa con el strip-tease. Hicimos una versión para el extranjero y, naturalmente, la vendimos a todo el mundo”.

El título inglés —The unsatisfied-—podría encajar en la versión española, pero el italiano —La regina dello strip-tease— resulta incomprensible a la vista de la copia estrenada en el cine Fémina de Barcelona en septiembre de 1961, donde apenas lucía la hermosa “carrocería” de la Cadillac.

Juventud a la intemperie (1961) 
Producción: IFI (ES) 
Director: Ignacio F. Iquino. 
Argumento y Guión: Federico de Urrutia. 
Intérpretes: Manuel Gil (Alberto), Rita Cadillac (Hilda), María del Sol Arce (Elena), Colette Descombes (Susana), Julián Mateos (Tony), Adriano Rimoldi (el comisario Torres), Ángela Tamayo (Loreta), José Montez (El Loren), Fernando León (Fernando), Luis Induni (Carlos), Carlos Saldaña « Alady » (un taxista), Joan Capri (Mauricio), Gustavo Re (un camarero), José Thelman (Crespo, el fotógrafo), Armonía Montez, Florencio Calpe, Iván Tubau, Kroners Dúo, La Chunguita. 
87 min. Blanco y negro.