31 de julio de 2011

¿Algo que objetar, payaso?


Balada triste de trompeta, Alex de la Iglesia (2010) 

No resulta fácil para mí, coleccionista obsesivo de películas relacionadas con el circo, hacer una valoración sin prejuicios de la última película de Alex de la Iglesia, Balada triste de trompeta. Pero la actualidad —esa actualidad insuficiente de nuestro cuaderno de bitácora— manda y la notoriedad del director, además de los premios recibidos en Venecia —el León de Plata a la mejor dirección y el premio al mejor guión— y las expectativas que surgieron con las quince nominaciones en la XXV edición de los Premios Goya —que finalmente no se vieron cumplidas, pues solamente recibieron la estatuilla Maquillaje y Peluquería y Efectos especiales—, nos obligan a acercarnos a esta película e intentar servirnos de ella para hacer algunas reflexiones.



Para empezar, me parece una película entretenida, bien hecha, una historia de terror que protagonizan dos payasos que están enamorados de Natalia (Carolina Bang), una bella y camaleónica trapecista. Ya sé que he simplificado demasiado la sinopsis, pero el guión es tan, cómo decirlo, ¿enrevesado?, que no sabría explicar como llegamos a ver al mismísimo Franco siendo mordido en un dedo por el payaso salvaje en el que se convierte Javier (Carlos Areces) o cómo justificar la maravillosa aparición de Raphael, maquillado de payaso, cantando la canción “Balada de la trompeta”, imágenes de Sin un adiós (1970) de Vicente Escrivá, o como explicar el arroje infinito en las telas desde lo alto de la cruz del Valle de los Caídos, por poner algunos ejemplos.



La película es tan compleja, tan exagerada y versátil, tan violenta, negra y esperpéntica que hay tiempo para todo en sus 100 minutos de duración: hay secuencias bélicas, de humor, de amor, de musical, de documental, de suspense, de enredo, de destape, incluso podemos encontrar cine publicitario, y toneladas de terror y de violencia… Lo que menos hay es circo. 


De nuevo el circo es utilizado principalmente como escenografía, aunque la historia transcurre de lleno en el circo y sus protagonistas son artistas de circo. Pero si esperábamos ver aunque fuese la mitad de medio número que mereciese la pena nos vamos a ir decepcionados.



Los camiones y remolques del Wonderland, los animales del Circo Jamaica, Dumba, la elefanta de Yvonne Kludsky o las esporádicas y mínimas apariciones de algunos artistas de circo, como la familia Macaggi y otros, poco documentados en los títulos de crédito, no parecen suficientes. Como no parece suficiente, aunque resulta bello y emotivo, el grito de “Viva el circo” que realiza el monociclista Dubi poco antes de ser fusilado. 


Ni tampoco el personaje del Motorista-fantasma que interpreta Alejandro Tejerías. Mucho menos la licencia, una broma, del director de grabar un lanzamiento de enanos. Humor grueso que se mezcla con secuencias de terror psicológico y visceral, real hasta la nausea, del psicópata y déspota payaso listo. 



La historia resulta tan fuerte que me imagino que a ningún gremio le gustaría verse representado en ella. Y mucho menos al circense, que demasiado tiene que luchar por sacarse de encima demasiados estereotipos y mala imagen.

El payaso triste
La secuencia inicial que interpretan Santiago Segura y Fofito —muy bien en el papel— en la que el primero llama al segundo payaso tristón, nos sitúa de lleno en el tópico, sin disimulo. Pero si buscamos referencias fílmicas que nos ayuden a comprender un poco la ruta que recorre Balada triste de trompeta, yo más bien me inclinaría del lado de películas de terror como It (Tommy Lee Wallace, 1990) o Clownhouse (Victor Salva, 1988) que del lado de otras más sutiles como Laugh Clown Laugh (Ríe, payaso, ríe, Herbert Brenon, 1928). 




No obstante, la iconografía de payaso mutilado procede de algunos cuadros de Chris Mars, el que fuera baterista del grupo The Replacements. Marx ha desarrollado una carrera paralela como pintor, además de haber realizado varios cortos a partir de sus dibujos. Los cuadros de Mars y, en concreto, uno titulado “Anxiety The Clown”, configuran, con sus paisajes de pesadilla y sus personajes torturados y grotescos, el imaginario de la cinta de Álex de la Iglesia. Un mundo al que, por otra parte, ya se había acercado en Muertos de risa (1999) al retratar a una pareja de cómicos de variedades devenidos ídolos televisivos, cuyo motor humorístico eran la crueldad, el odio y la violencia más extremas. El envoltorio –la España de los años setenta y del boom/bluff del ’92- proporcionaba un envoltorio más colorido al caramelo envenenado que la sórdida Celtiberia surgida de la Guerra Civil que sirve de escenario a Balada triste de trompeta.

Diario de rodaje
"Hago esta película para exorcizar un dolor en el alma que no se me va con nada, como las manchas de aceite. Yo lavo mi ropa con las películas. Me siento ridículo, horrorosamente mutilado por un pasado maravilloso y triste, ahogado por una nostalgia de algo que no ocurrió, una pesadilla informe que me impide ser feliz. Quiero aniquilar la rabia y el dolor con un chiste grotesco que haga reír y llorar a la vez. Quiero quemar con ácido las heridas que me escuecen por la noche, cuando la angustia es insoportable y los demonios que viven a mi lado, susurrándome al oído, se vuelve dolorosamente reales.




Así explica Alex de la Iglesia en el blog de Balada triste de trompeta (http://baladatristedetrompeta.blogspot.com/) sus motivaciones para hacer esta película. Ahora lo entendemos todo. En realidad este blog es un documento excepcional, un extra adicional de la película, que recomiendo leer una vez que se ha visto Balada triste de trompeta. Allí nos encontramos de manera directa, con la sinceridad desnuda que otorga el cansancio, la ansiedad, la presión que supone rodar una película de estas características. Alex escribe de madrugada, después de haber tenido una jornada de trabajo maratoniana y llena de imprevistos, escribe antes de salir disparado a otra localización, escribe sobre si mismo y sobre sus actores, sobre sus técnicos, sobre la película y sobre sus angustias. Un documento colateral que tiene más valor ahora que está estrenada su película que mientras se realizaba el rodaje. 



Y es que Balada triste de trompeta no es una película típicamente española en cuanto a las necesidades de producción. Si se necesitaban 11 semanas para rodar sin demasiadas prisas, producción le ha hecho saber que solo contará con cuarenta y cinco días, quería dos elefantes pero solamente hay dinero para uno, la secuencia en el Museo de Cera resultaría demasiado cara, igual que en el Museo del Prado, así que finalmente se rodará en el Parque de Atracciones y así sucesivamente. Una vez vista la película, sus quejas, sus rabietas, los piropos a los actores o a sus técnicos, los entendemos mucho mejor, lo mismo que algunas secuencias cobran su verdadera dimensión después de enterarnos de algunos detalles de su grabación.

28 de julio de 2011

Agua para elefantes


Water for elephants (Agua para elefantes, 2011), Francis Lawrence 

Estamos en la actualidad. El gran Circo Vargas está preparándose para mudarse cuando un viejo despistado, parado en mitad del parking, impide seguir circulando a los camiones. Jacob Jankowski (Hal Holbrook) vive en una residencia de ancianos y no sabe volver. Mientras averiguan quién es, les cuenta que él trabajó en el gran Circo Benzini, allá por los años treinta, cuando la bebida estaba prohibida y se bebía extracto de jengibre, y se dispone a contárnoslo.


El mismo día que tiene que examinarse para ser titulado en Veterinaria, los padres de Jacob Jankowski (Robert Pattinson) mueren en un accidente de coche. La casa es del banco, así que Jacob decide marcharse, abandonar la ciudad y su último examen, para buscarse la vida.


El tren en el que pretende viajar como polizón pertenece al Benzini Brothers Circus. Es uno de esos circos de 2ª categoría —pero bastante grande— que viajan en tren de ciudad en ciudad en la América de la depresión, en la década de los treinta del siglo pasado. Allí es descubierto por Camel, un viejo muy agradable que le adopta y le deja echar una mano en el circo. Cuando va a ver al dueño del circo, consigue un trabajo oficial, y su respeto, después de comunicarle que es veterinario.


August (Christoph Waltz), el despótico y violento dueño del circo, sueña con ser uno de los Ringling. La idea de que su circo tenga todo un doctor veterinario y el Ringling no, le hincha de soberbia y de gozo. Su mujer Marlene (Reese Witherspoon) es la ecuyere y principal atracción del circo. Cómo no, Jacob se enamora de la guapa artista y su contacto obligado a través de los animales, en especial a través de Rosie, la nueva elefanta del circo, nos mostrará una historia de amor difícil, sensiblera y, a veces, un poco previsible.


Un día, la elefanta se espanta en mitad de una función y se escapa al pueblo. Jacob consigue recuperar a la elefanta —le encanta el whisky— sin violencia, cosa que no gusta demasiado a August que se desquita golpeando al animal sin piedad, cosa que afortunadamente no vemos en la pantalla. Este acto de brutalidad aleja más a Marlene de August y le acerca a nuestro joven polaco. Jacob muestra a August la manera de domar pacíficamente a Rosie, la elefanta: hablándole en polaco.


El circo conoce un tiempo de esplendor. Hay llenos diarios gracias al número de la elefanta Rosie y August y Marlene parecen vivir un renacimiento de su amor. Pero no va a durar mucho tiempo. El obsesivo y posesivo August no puede soportar sus celos…

 

La película está basada en el best seller de Sara Gruen "Agua para elefantes" y la verdad es que la película no ha defraudado a los más entusiastas de la novela. En la novela, descubrimos muchos detalles de la vida de los cirqueros, sus costumbres, sus supersticiones y su forma de hablar. En la película, los diálogos mantienen esa acidez y dureza del ambiente circense y la ambientación consigue reflejar una época y unas circunstancias muy reales. La historia de amor sobre la que se sustenta es lo de menos.


Nos interesa más fijarnos en los diferentes carromatos, adornados con esculturas y volutas doradas, o en las decenas de personas que se necesitan para izar una carpa, o en la clasista distribución de los vagones del tren o en los trucos que utilizan los trabajadores para animar a los palurdos a comprar su entrada o en lo que significa dar luz roja… y, sobre todo, nos interesa ver cómo trabaja Tai, el verdadero nombre de la elefanta Rosie.


Water for elephants (Agua para elefantes, 2011
Producción: Fox 2000 Pictures (EEUU)
Director: Francis Lawrence Guión: Richard LaGravenese basado en la novela de Sara Gruen
Intérpretes
: Robert Pattinson (Jacob), Reese Witherspoon (Marlena), Christoph Waltz (August), Paul Schneider (Charlie), Tim Guinee (Diamond Joe), Ken Foree (Earl), Jim Norton (Camel), Hal Holbrook (Jacob Jankowski viejo), Mark Povinelli (Kinko / Walter) Richard Brake (Grady), Stephen Taylor (Wade), Scott MacDonald (Blackie) James Frain (cuidador de la elefanta), Sam Anderson (Mr. Hyde), John Aylward (Mr. Erwin), Brad Greenquist (Mr. Robinson)
Color. 120 min.

25 de julio de 2011

Los títeres de Gasch


Otro excelente libro de Sebastián Gasch, autor ya conocido por todos los amantes del circo, que en esta ocasión emprende un singular viaje ayudado por los títeres y marionetas de muchos titiriteros españoles. Las ocho láminas en color y los numerosos grabados que ilustran la publicación nos permiten descubrir las costuras y las pinceladas de algunos de los títeres que han sido protagonistas de la historia de las marionetas en España.

GASCH, Sebastián:
Títeres y Marionetas
Editorial Argos S. A.,  Barcelona, 1949

23 de julio de 2011

Títeres



Es una publicación muy cuidada de la Fundación Joaquín Díaz, ubicada en la honorable villa del Libro, Urueña. El libro se editó con motivo de una exposición de títeres celebrada en la localidad en 2004 y reúne en sus páginas a diferentes ensayistas que abordan el estudio del títere desde diversos ámbitos. Joaquín Álvarez Barrientos, Salvador García Castañeda, Jesús Rubio Jiménez, Pepe Bablé, Ángel Vergara, David Vela, Adolfo Ayuso y Paco Aparicio son los autores de los diferentes capítulos, todos ellos muy interesantes y con extensas bibliografías. 

Varios
Títeres. 
Fundación Joaquín Díaz, 2004
ISBN: 84-932110-6-0

21 de julio de 2011

Talio Rodríguez, maestro de titiriteros


La proyección en la carpa de Séptima página, nos ha recordado que teníamos  que incluir entre nuestros perfiles a uno de los grandes titiriteros españoles, Natalio Rodríguez López, más conocido como Talio.

Según nos cuenta el ABC del 8 de febrero de 1976, con motivo de la nueva construcción del teatro estable de títeres en el parque del Retiro, Natalio, "era un apasionado de sus títeres. Había viajado por Europa para estudiar todas las modalidades del género. Era un auténtico Pigmalión que construía sus propios muñecos, escribía las adaptaciones de cuentos infantiles y formaba un equipo de actores para que lo acompañasen. manejaba con igual destreza los muñecos de guante o de guiñol que las marionetas movidas por hilos."

¡Toma, toma y toma, y ahora a la basura!
Según Adolfo Ayuso, en su excelente ensayo "Cómicos y virtuosos a media luz: los títeres durante la dictadura franquista" ("Títeres", Fundación Joaquín Díaz, 2004) "Talio, que comenzó como pintor y escultor, recordaba que el veneno de las marionetas se le introdujo al ver una representación del Piccoli del italiano Podrecca en Salamanca. Realizó en madera unas marionetas, se inventó una cruz de control horizontal y representó en Salamanca una obra en verso que él mismo escribió: “La venganza de Floro”. (…) Su aprendizaje hizo mejorar notablemente su espectáculo que solía consistir en una primera parte con una obra argumental y una segunda parte con números cortos o sketchs, basados en famosos personajes de la canción y el cine, como Laurel y Hardy, Frankestein, etc.".


El héroe de sus episodios era Chacolí, una marioneta que siempre era perseguida por una bruja, que regularmente se asomaba por uno de los lados del escenario, o detrás de un decorado amenazando a la princesa. No había demasiado argumento. Siempre era lo mismo, el disimulo de Chacolí, la maldad de la bruja Candileja y la inocencia de la princesa a la que quería salvar nuestro héroe de las garras del malvado Atila. Pero este guiñol de toda la vida, con su estaca doble para acentuar el sonido –lo que los sajones llaman slapstick-, era un bálsamo de alegría e inocencia en un tiempo de posguerra que no era demasiado fácil ni para los artistas ni para el público que acudía a aplaudirles. 

También en ABC (21/12/1945), hemos podido encontrar esta referencia que nos demuestra que el repertorio de Talio no se restringía a los títeres de cachiporra sino que se componía de un conjunto de obras variadas y de diferentes géneros: "Los muñecos de Talio pusieron en escena las farsas "El cornetín de Buco" y "Los mellizos" y la comedia en tres actos, original de Natalio Rodríguez, "Crispín en la Isla Dorada", resultando la función muy interesante y amena por lo que los niños rieron satisfechos, aplaudiendo los pasajes interesantes y demostrando su contento y alegría al final de la representación."


Ayuso nos cuenta que su teatro se podía transformar, gracias a un sencillo mecanismo, en un teatrillo de guante y que el interés de Natalio era crear un teatro de títeres culto, con un repertorio basado en la tradición y la literatura española. Las marionetas eran vehículo ideal para este cometido, por su pureza histriónica. Afirmaba don Natalio: “El actor ha de soportar la lucha con su propia personalidad y lo que la farsa exige de él. En los títeres, este teatro viejo y siempre nuevo, la fuerza expresiva reside en la sinceridad total con que el títere se entrega al papel de ridiculizar las debilidades humanas”.

Títeres en el Retiro
Sebastián Gasch, en su libro "Títeres y Marionetas", Argos, 1949, dedica al titiritero un espacio importante y relata algunos de los proyectos del artista. Natalio Rodríguez consigue que se construya en el parque del Retiro de Madrid un teatro estable para representar títeres los domingos. Después de salvar numerosos contratiempos y dificultades por fin se inaugura bajo su dirección en 1947. El teatro era de bella línea clásica y disponía de un aforo de mil localidades.

  
En la inauguración del teatro figuraba entre el elenco Jose Luis Villarejo, más conocido como Maese Villarejo, que junto a Natalio compartieron la gestión del teatro durante los primeros años, pues parece ser que pronto surgieron las desavenencias o que Natalio intentó enfocar su carrera junto a la de su familia política, ya que los famosos ventrílocuos Moreno, Felipe y Wences, eran los hermanos de Josefa Moreno, la mujer de Talio.

De hecho, el loro Kiko, uno de los muñecos más famosos de Felipe Moreno, fue realizado por Talio, al igual que la gallina Cecilia de Wences. Más tarde fue el creador de los muñecos de su hijo, el conocido ventrílocuo y empresario de espectáculos, José Luis Moreno y también de la niña Daisi o el pato Nicol de Mari Carmen. Ambos fueron discípulos de Talio y miembros de su compañía. Jorge San Román en su biografía sobre Wences nos sugiere también cierta enemistad entre Wences y Natalio a raíz del intento de ambos por acercarse a la compañía de Walt Disney, que se mostró interesado por ellos.

 

Talio, don Natalio, forma parte de un grupo de titiriteros que inició el trabajo de recuperación y reconocimiento del teatro de títeres en Madrid durante el franquismo. Son nombres importantes en la historia de los títeres, aunque muchos de ellos son prácticamente desconocidos. Talio, el ya citado Maese Villarejo, Manuel Meroño, Gonzalo Cañas, Francisco Peralta, Paco Porras y Tina de Ureña han sido los maestros de toda una generación de titiriteros que han proseguido con la tradición por una España, ahora ya libre y democrática.
Talio muere en 1988.

Filmografía:
Séptima página (Ladislao Vajda, 1950)
Cerca de la ciudad (Luis Lucia, 1952)
Un idioma para el mundo (Enrique Cahen Salaberry, 1965)

19 de julio de 2011

Las Marionetas de Talio y dos bailarines de mambo


Séptima página (1950), Ladislao Vajda

Nos topábamos el otro día en un parque parisino a John Carradine en plan titiritero y ayer mismo entramos en el túnel del tiempo para encontrar a don Natalio Rodríguez en el Teatro de Marionetas del Parque del Retiro de Madrid. Se trata de una intervención bastante breve en Séptima página, película poliédrica con la que Ladislao Vajda daba un giro a su carrera.


A lo largo de veinticuatro horas diversas historias se entrecruzan. Todas tendrán su reflejo en la séptima página del periódico “La Jornada”. Méndez (Adriano Domínguez) y Dieguito (Raúl Cancio) son los dos periodistas que desenredan y enredan el ovillo de atracos, adulterios, despedidas de soltero, matrimonios por interés, natalicios y fallecimientos. Su hábitat natural son las “boites” madrileñas de finales de los años cuarenta, con sus orquestas. En el “Montecarlo” actúan las chicas del Ballet D’Orsay de París, acompañadas por la Orquesta Gea, que amenizaba entonces los ocios nocturnos del Pasapoga madrileño y la Parrilla del Ritz de la Ciudad Condal.


En el “Ébano”, con su ornamentación recargada de palmeras y máscaras africanas, la Orquesta Molina acompaña a la pareja cubana de baile Mayra y Óscar López. Lugares en los que se baila, se bebe, se hacen confidencias y se pasan de matute pistolas que podrían haber servido para la comisión de un delito.


Frente a este ambiente nocturno, la historia de amor entre un estudiante de Medicina (Rafael Romero-Marchent) y una muchacha descarriada (Anita Dayna) que como amante de un banquero se hace llamar Maruja, pero como noviecita del estudiante responde por Amparito. A la luz del día, sin maquillaje, paseando por el Parque del Retiro, los jóvenes se encuentran ante el Teatro de Marionetas de Natalio Rodríguez, los famosos Títeres de Talio.


Natalio Rodríguez, cuyo principal crédito actualmente parece el de haber echado al mundo al ventrílocuo José Luis (Rodríguez) Moreno, tenía a sus espaldas a estas alturas un amplísima trayectoria como artífice de títeres de cachiporra y dramaturgo en esta especialidad. Su relación con el cine se ampliaría un par de años después con la creación del muñeco Pepito de Cerca de la ciudad (1952).


Vajda aprovecha para contrastar la inocencia infantil ante el espectáculo y la del estudiante, que desconoce la doble vida de su amada. Por eso, cuando uno de los muñecos pregunta a los niños si quieren que la princesa se case y ellos corean que sí, una panorámica busca a la pareja.
-Di también sí —le pide el estudiante.
-Sí.
-Más fuerte.
-¡Sí! —y rompe a llorar.


Amparito quiere romper con su pasado pero Maruja no lo tiene fácil. Como recita al principio y al final de la película Fernando Rey: “La vida es demasiado difícil para el que la vive y demasiado sencilla para el que la contempla”.


Séptima página (1950)
Producción: Peninsular Films (ES)
Director: Ladislao Vajda.
Argumento y Guión: Ángel Gamón.
Adaptación y Diálogos: José Santugini.
Intérpretes: María Asquerino (Leonor), Luis Prendes (Manolo), Alfredo Mayo (Paco), Rafael Durán (Fuentes), Raúl Cancio (Dieguito), Adriano Domínguez (Méndez), María Rosa Salgado (Isabel Arrosti), Jesús Tordesillas (José Arrosti), Anita Dayna (Maruja/Amparito), José María Rodero (Carlos), Rafael Romero Marchent (Javier), Manuel Arbó (señor Montalvo), Rafael Arcos (Fernando Montalvo), José Isbert (vendedor de bolsos), Manolo Morán (vigilante herido), José Sepúlveda (inspector Miranda), Julia Caba Alba (doncella de Maruja), Joaquín Roa (“Ardilla”), Carlota Bilbao (encargada teletipos), Teresa Arcos (tanguista), Paquito Cano (Ricardo), Santiago Rivero (jefe de información), José Prada (doctor Vargas), Eloísa Muro(señora de Arrosti), Carlos Díaz de Mendoza (maître del Montecarlo), Manuel Aguilera (encargado del Ébano), Pilar Sirvent (Luisa), Antonio López Izquierdo (mayordomo de los Arrosti), Emilio Ruiz de Córdoba (comisario) y la participación de Ballet D’Orsay de París, las Orquestas Gea y Molina, los bailarines Mayra y Óscar López y las marionetas de Natalio Rodríguez.
73 min. Blanco y negro.

16 de julio de 2011

A la buena de Dios



El seductor de Granada (1953), Lucas Demare

Sandrini y Perojo o Mientras el cuerpo aguante
A la buena de Dios es el título con el que El seductor de Granada se estrenó en Argentina. Por el camino, la copia también ha perdido el color, que se consiguió mediante el procedimiento hispano de corta vida denominado Cinefotocolor. Se trata de una de las producciones que Benito Perojo emprendió en estos años a mayor gloria del cómico argentino Luis Sandrini, de enorme popularidad a ambos lados del Atlántico.


Sandrini
Sandrini -ojos saltones, nuez prominente, parla delirante- definía su tipo como alguien “que no sabe explicarse, que no tiene oficio, como no tiene preparación. Él quiere ser… pero es un tipo demasiado bueno”. Había debutado en el cine en 1933 después de una carrera en el circo. En el patrón sentimental por el que están cortadas sus películas y en el retorcimiento del lenguaje se gana a pulso el calificativo de “el Cantinflas argentino”. En España había desembarcado con buen pie gracias a La casa de los millones (1942), que aquí se tituló con el latiguillo que el actor hizo célebre “Mientras el cuerpo aguante”… “voluntad no ha de faltar”.


Cuando acomete esta película ya lleva varios años ligado a Perojo, que, precisamente, ha regresado de su exilio argentino en 1948 para rodar en España ¡Olé torero! con el actor porteño. Después, Perojo dirige aún dos películas más con estrellas argentinas. Luego, centra sus esfuerzos en la producción. En 1953 vuelve a contar con Sandrini para protagonizar Maldición gitana (1953), que dirige Jerónimo Mihura, y El seductor de Granada (1953), dirigida por Lucas Demare.

De la Pampa a Tánger, pasando por Granada
Vamos con ésta... Valentín Cardoso (Sandrini) es un “petisero” con un corazón de oro. Ama profundamente a los caballos del equipo de polo con los que recorre Latinoamérica y viaja a España. También está enamorado secretamente de Maruja (Malvina Pastorino), la hermana del capitán. Pero, sobre todo, Valentín ama a la infancia desprotegida. Cada vez que encuentra a un niño sin padre, asume su paternidad sin importarle los contratiempos que le pueda traer. Entre otras cosas, los cientos de idilios imaginarios que le han servido hipotéticamente para ir sembrando de hijos el Nuevo Continente. Cuando Valentín llega al cortijo del conde de Peñaflor (Rubén Rojo), en Granada, para aclimatar los caballos que acaban de venderle, las madres esconden a sus hijas. Allí conoce a Juanillo (Pepito Moratalla), un rapaz entrenado en la rapiña y el hurto por la gitana que lo ha criado. La relación amorosa entre Maruja y el conde, y la desaparición del dinero de la venta de los caballos, no harán sino complicar la vida del petisero y el muchacho.


En comedias así el mundo es, más que nunca, un pañuelo. Los mismos personajes se reencuentran en una y otra vez en Panamá, Buenos Aires, Madrid, Tánger o Granada, amparados en las convenciones genéricas. Valentín y Juanillo se tropiezan en el ferial granadino con una barraca en la que las danzas de La Bella Zelina (la maravillosa Lina Canalejas en uno de sus primeras apariciones en la pantalla) prometen paraísos de fantasía oriental y goces inefables a cambio de un modesto óbolo. Mientras los espectadores se limpian la baba el falso moro Omar les alivia la cartera.


La circunstancia les conduce a comisaría y a un nuevo encuentro con la danzarina, que resulta ser una muchacha del Sacromonte llamada Angustias.


La escapada final de Valentín y Juanillo les conduce nada menos que a Tánger, donde intentan vender el camello que les ha llevado hasta allí. El comprador no es otro que Omar, que sigue explotando las habilidades danzarinas de La Bella Zelina en un cafetín de la ciudad internacional, sólo que ahora en su faceta de bailaora.


Luego, la cosa deriva en melodrama a base de padres recuperados y renuncias del petisero, pero nosotros hemos preferido quedarnos prendidos del arabesco que dibujan los brazos mórbidos de La Bella Zelina.

El seductor de Granada (1953)
Producción: Producciones Benito Perojo / Suevia Films (ES)
Director: Lucas Demare.
Guión: Lucas Demare, Sixto Pondal Rios, Carlos Olivari y José Santugini.
Intérpretes: Luis Sandrini (Valentín Cardoso), Malvina Pastorino (Maruja), Rubén Rojo (Carlos, conde de Peñaflor), Fernando Fernández de Córdoba (Ramón Altamira, el administrador), Pepito Moratalla (Juanillo), Lina Canalejas (La Bella Zelina), Félix Dafauce (el juez), Juan Cazalilla (el periodista de Panamá), Valeriano Andrés (el periodista de Madrid), Casimiro Hurtado (un tratante), Eloísa Muro (la condesa de Peñaflor), Concha López Silva (la señá Pepa), José Sepúlveda (el comisario), Arturo Marín (Tomás), Inocencio Barbán, Carlos Blanquet, Guillermo Méndez, Carmen Pérez Gallo.
90 min. Color (Cinefotocolor)

14 de julio de 2011

Inside Teradome


Excelente aproximación al cine de terror especializado en freaks, realizada por Jack Hunter. Incluye una breve historia de la Teratología, los monstruos, o freaks, desde una perspectiva mítica y también científica. Además, el autor nos regala un índice de películas que nos ha servido de guía para la búsqueda de pequeños tesoros bizarros que no conocíamos. 

HUNTER, Jack:
Inside Teradome. An illustrated History of Freak Film
Creation Books, London, 1995
ISBN: 1-871592-41-0

12 de julio de 2011

Nada de Fear



Circus of Fear (1966), John Llewellyn Moxey
 
Basada en la novela de Edgar Wallace "And the three just men" (1928), esta película, a pesar del Fear de su título y sus actores (Christopher Lee y Klaus Kinski), no es una película de terror. La trama gira en torno a la investigación de Scotland Yard de una serie de asesinatos cometidos en un circo ambulante conectados con el robo de un camión blindado.


Los sospechosos son numerosos y todos ellos podrían ser el culpable. Aquí radica precisamente lo más interesante de la película: contestar a la pregunta antes de que el director, John Llewellyn Moxey, decida que lo descubra el detective de Scotland Yard, el inspector Elliot (Leo Genn) que,  junto con el agente de la policía local Manley (Lawrence James) están a cargo de la investigación. ¿Quién lo hizo?


¿Quién es el asesino? ¿Es Barberini (Anthony Newlands), el propietario del circo, que tiene dificultades económicas? ¿Es Mario (Maurice Kaufmann), el celoso lanzador de cuchillos? ¿O, a lo mejor, es el pequeño Mr. Big (Skip Martin –el mismo enano de Vampire Circus), que además chantajea a Gregor?  O Karl (Heinz Drache), el presentador que está obsesionado con Gina (Margaret Lee), la novia de Mario? ¿O quizá es Gregor (Christopher Lee), el enmascarado domador de leones, cuyo hermano está en prisión por asesinato? 

Mason (Victor Maddern), un miembro de la banda de atracadores, dispara a uno de los conductores del camión blindado y debe entregar una maleta con un cuarto de millón de libras al cerebro de la operación que está localizado en el circo. Mason es asesinado por la espalda con un cuchillo de los utilizados para el espectáculo con un lanzamiento certero y silencioso. La maleta está ahora en posesión de Gregor que esconde sus cicatrices faciales con una bolsa de tela sobre su cara. El trabaja con su sobrina Natasha (Suzy Kendall), hija de Otto, el hermano de Gregor que está en la carcel por haber asesinado al padre de Karl, nuestro maestro de ceremonias. Para liarlo todo un poco más, descubrimos que Otto se ha escapado de una carcel de Sudáfrica y vemos merodear por el circo en busca de la maleta a Manfred Hart (Klaus Kinski), uno de los pocos miembros de la banda que está en libertad, un extraño y fascinante personaje, cuya cara es lo que más miedo da en la película.


De la película queremos destacar a Eddie (Eddi Arent), el asistente del director Barberini, que quiere actuar en la pista como payaso y que muestra un par de trucos interesantes. El resto no nos ha enganchado y aunque el suspense es más intelectual que otra cosa, los primeros diez minutos dedicados al atraco de la furgoneta blindada no están nada mal, al igual que la persecución de otra furgoneta por la policía. Algunos de los números circenses son los mismos que aparecen en Circus of Horrors, como el trapecio o la mujer que escupe fuego. También tenemos la oportunidad de ver los cuarteles de invierno del Billy Smart Circus. Más abajo pueden ustedes ver el trailer de la película.


Circus of Fear (1966)
Producción:  UK
Director: John Llewellyn Moxey
Guión: Harry Alan Towers basado en la novela de Edgar Wallace
Director de fotografía: Ernest Steward
Intérpretes: Christopher Lee (Gregor), Leo Genn (Elliott), Anthony Newlands (Barberini), Heinz Drache (Carl), Eddi Arent (Eddie), Klaus Kinski (Manfred Hart), Margaret Lee (Gina), Suzy Kendall (Natasha), Cecil Parker (Sir John), Victor Maddern (Mason), Maurice Kaufmann (Mario), Lawrence James (Manley), Tom Bowman (Jackson), Skip Martin (Mr. Big), Nosher Powell (Red) , Gordon Petrie, Henry B. Longhurst, Dennis Blakely, George Fisher, Peter Brace, Roy Scammell, Geoff Silk, Keith Peacock, John Carradine (narrador)
Color. 90 min.