24 de julio de 2008

El pretendiente

Le soupirant (El pretendiente, 1963) Pierre Etaix


A principios de la década de los sesenta del pasado siglo Etaix y Carriere inician una carrera independiente: después de dos cortos debutan en el largometraje con Le soupirant (El pretendiente, 1963). Probablemente de aquí surja la convención de comparar el trabajo de Etaix con el de Keaton, porque El pretendiente parte de la misma base que aquellas Siete ocasiones (Seven Chances, 1925): un hombre debe casarse pero ninguna mujer parece estar interesada en él. Aquí acaban las similitudes, salvo porque la máscara de Etaix se asemeja a la keatoniana. 



Ambos son hombres que nunca ríen. Pierre (Pierre Etaix) es un hombre enfrascado en los estudios de astronomía al que la juventud se le ha pasado entre librotes. Es un tipo anticuado en su indumentaria, en su romanticismo feroz, en sus gustos… Sus padres constituyen una pareja perfectamente burguesa, para la que las apariencias están por encima de todo. En su casa se hospeda una joven nórdica, Elke (Karin Vesely), que parece ser el primer objetivo de Pierre cuando sus padres le urgen a tomar una decisión. Sin embargo, la barrera del idioma es infranqueable. Como en las películas de su maestro Tati el lenguaje es para Etaix vehículo siempre de incomunicación. Etaix deja de lado el diálogo chispeante que se suele asociar con la comedia francesa y encadena situaciones visuales llenas de inventiva y humor. Declara: «No creo que el sonido sea una desventaja en sí mismo, sólo implica que la esencia del humor debe cambiar. No es tan malo, porque te obliga a experimentar, pero detesto el humor verbal y monocorde del vodevil». Por ello recurre a la pantomima. No a esa pantomima arty, injustificada, inane. Aquí se trata de la fantasía. Pierre crea a su mujer soñada gracias a sus gestos. Merced a un hábil trabajo de planificación y montaje, vemos materializarse ante nuestros ojos a las féminas que pueblan sus fantasías. Baila con una de ellas y la cámara le sigue y busvca luego su presencia en el espejo donde el espectador descubre que está bailando con un jarrón. Y así. Ha llegado la hora de volver a la realidad. Pierre observa en la calle a varios cortejadores y su modo de abordar a las mujeres. Lo intenta, pero todos los ensayos resultan infructuosos. En la calle, en un club nocturno… Aquí consigue por fin atraer la atención de la exuberante Laurence (Laurence Lignères), pero resulta ser una alcohólica que le va a complicar bastante la vida. En su casa, ve en la televisión la actuación de Stella (la cantante France Arnel). La fantasía de Pierre vuela de nuevo. Llena su habitación de postales, recortes y fotos de tamaño natural de su amor platónico. En un apunte daliniano, uno de los cajones del armario, es la espetera de Stella.

Acude a verla al Olympia y luego intenta colarse en su camerino, a pesar de la vigilancia estricta de los guardaespaldas. Es aquí donde Etaix nos deja entrever el mundo del circo y de las variedades que son su principal interés. Por supuesto, nada es gratuito en esta película en la que todo está de más. Ante la presencia de un guardaespaldas, Pierre se lía con los cigarrillos. Cuando tiene dos en la boca se da cuenta de que allí está prohibido fumar. ¿Qué mejor, entonces, que hacerlos desaparecer? Su público no somos nosotros, sino el apático guardaespaldas que no está dispuesto a dejarle pasar. Buscando un sitio donde esconder las flores, comprueba como una silla se le deshace pieza por pieza entre las manos. Un augusto se la lleva llorando. Inadvertidamente, deja escapar a las palomas del mago. Una de ellas va a posarse sobre la pértiga del alambrista y éste se pega una costalada. Con el consiguiente revuelo consigue colarse por fin en el camerino de Stella. Allí hay un jovencito. ¿Otro pretendiente? ¡Qué va! El hijo de la artista. Desengañado de todo Pierre saca la lengua al mundo entero, sólo para darse cuenta, al llegar a casa de que Elke, que está a punto de regresar a su país, le ama. Corre a la estación tras ella. Lo han adivinado: final feliz.

Tanto El pretendiente como las tres siguientes películas de Etaix se estrenan en España: Yo-Yo (Yoyo, 1964), Tant qu'on a la santé (Mientras haya salud, 1965) y Le grand amour (El gran amor, 1968). En cambio, Pays de cocagne (1971) y sus nuevas aproximaciones al cine de finales de la década de los ochenta, permanecen inéditas. En El gran amor, Etaix elige como compañera de reparto a Annie Fratellini, la nieta de Paul Fratellini. Un año después contraen matrimonio. En 1974, cuando el cine ha pasado a un segundo plano en sus vidas, ambos fundan la Escuela Nacional de Circo. La pareja aparece en Los clowns (I Clown, Federico Fellini, 1970).
Sr. Feliú
El pretendiente (Le soupirant, 1962) 
Producción: C.A.P.A.C. (FR) 
Dirección: Pierre Étaix 
Guión: Jean-Claude Carrière y Pierre Étaix. 
Intérpretes: Pierre Étaix (Pierre), Laurence Lignères (Laurence), Claude Massot (el padre), Denise Péronne (la madre), Karin Vesely (Elke), France Arnel (Stella), Lucien Frégis (el pintor), Anna Abigaël, Dominique Clément, Patrice Laffont, Pierre Maguelon, Roger Trapp.
83 min Blanco y Negro

21 de julio de 2008

Daja-Tarto en el cine

Gonzalo Mena Tortajada
1904-1988

El conquense Gonzalo Mena Tortajada parecía destinado a una vida vulgar a juzgar por su trayectoria como adolescente: reformatorio, fugas de casa, vida trashumante de maletilla... Sin embargo, dos hechos notables confluyen para torcer su destino. El primero, su servicio militar en los fríos polares oscenses. El segundo, la lectura para distraer los pocos ratos de ocio entre guardias de un libro titulado “Misterios de la India”. ¿Sería la versión de Emilio Salgari, traducida por Carmen de Burgos “Colombine”, la protectora del joven Ramón Gómez de la Serna, o la del folletinista francés Xavier de Montepin? No lo sé, pero Gonzalo, subyugado por los extraños casos de faquirismo que allí se relatan, decide probar. Uno se lo imagina perfectamente robando las bombillas del cuartel para caminar sobre cristales machacados o, en las interminables horas de guardia, introduciéndose la bayoneta hasta el esófago. Nace así Daja-Tarto, de indudable aroma oriental, acrónimo de su segundo apellido. Con este nombre debuta en el Circo Price de la capital del reino en 1927. Cemento, colillas, cuchillas de afeitar y bombillas constituyen su dieta habitual en la pista. Pronto amplía su repertorio: escaleras de sables, agujas que le atraviesan el cuello de parte a parte… Entre sus hazañas más recordadas, la crucifixión en el vestíbulo de un teatro portugués. El objetivo no era otro que saldar las deudas contraídas durante sus diarias incursiones al Casino de Estoril. El espectáculo se demostró tan fructífero que Daja-Tarto decidió no dejar que los agujeros se cerrasen mediante unos tornillos desenroscables. A consecuencia de las llagas sufrió una grave infección que atajó él mismo con el faquírico remedio de escaldarse vivo. Daja-Tarto regresa a España. Monta algunos espectáculos taurinos que más adelante se detallan, trabaja a las órdenes del dibujante y publicista Enrique Herreros en la promoción de las películas estrenadas en el Palacio de la Música y es punto fuerte en las veladas artísticas organizadas en El Pardo con motivo del 18 de julio. Daja-Tarto se casó con Dionisia Gallardo y tuvo con ella dos hijas que hicieron también carrera en la pista con el nombre de las Tinokas Sisters.

Su peripecia vital quedó reflejada en el libro autobiográfico “Memorias del enigmático faquir Daja-Tarto”, pero sus incursiones cinematográficas no debieron tener mucha parte en su fama porque apenas las menciona. En tanto no se demuestre lo contrario, su debut cinematográfico tiene lugar en Un traje blanco / Il grande giorno (Rafael Gil, 1956), película de estampita de las que por aquel entonces realizaba Gil, a mayor gloria de Miguelito Gil, émulo de Joselito y Pablito Calvo. Daja-Tarto es un imponente Rey Mago que le regala el ansiado traje de almirantito para recibir la primera comunión. Otro niño prodigio, Miguel Ángel Rodríguez, es el protagonista de El sol sale todos los días (Antonio del Amo, 1958), donde de nuevo se consigna la intervención de nuestro faquir.

Desde nuestro sesgado punto de vista, el título más interesante en que interviene Daja-Tarto es la coproducción La muerte viaja demasiado / Umorismo in nero (1965). Se trata de una película de sketchs que intenta conciliar humor negro y suspense. Codirigen el francés Claude Autant-Lara, el italiano de exigua filmografía, Giancarlo Zagni, y el español José María Forqué. El episodio de este tiene lugar en un circo. Miss Wilma (Emma Penella), una tiradora de ballesta, contrata al cándido Jacinto (José Luis López Vázquez) como asistente, pero cuando en el circo se comete un crimen, todas las pruebas le señalan como culpable. Uno supone, ya que no ha podido ver la película, que Daja-Tarto es una de las atracciones de dicho circo, acaso con un número en el que se puedan comprobar sus habilidades. Como decíamos antes, uno de sus números más castizos –recuerdo de su adolescencia maletillera-, tenía que ver con la Fiesta Nacional. Daja-Tarto se hacía enterrar en el centro del ruedo mientras se celebraba la lidia de un toro. La faena tenía doble emoción, porque una vez concluida la lidia con la muerte de uno de los oficiantes –generalmente, el toro, que no dispone de enfermería en la plaza, al contrario que el torero-, se procedía a desenterrar al faquir y comprobar si había podido contener la respiración durante veinte minutos. Este curioso espectáculo dio lugar a una anécdota durante la insurrección militar del general Sanjurjo en 1932. Parece que la lidia se había prolongado ese día y Daja-Tarto deba las últimas boqueadas. Los camilleros le llevan a la Casa de Socorro cuando les sorprende la balacera a la altura de La Cibeles. Sin pensárselo dos veces, los camilleros dejan allí abandonado al pobre faquir. Pues bien, Berlanga y su guionista colaborador, el excelso Rafael Azcona, incluyeron este sucedido en una de las primeras versiones del guión que luego daría lugar a La vaquilla (Luis G. Berlanga, 1985). Cuando los soldados hacen el recuento de víctimas, se quedan patidifusos al comprobar que entre las víctimas hay… un hindú.
Sr. Feliú

más sobre Daja Tarto

Más de Daja-Tarto

“…lo cierto es que entre todos los faquires habidos y por haber,
ninguno pudo igualar al increíble Daja-Tarto”
Alfredo Marquerie, Personas y Personajes, Dopesa, 1971

Daja-Tarto debuta en el Circo Price de Madrid en 1927 y es el Price uno de sus foros principales ya que, una vez acabada la Guerra Civil española, Daja-Tarto es contratado casi todos los años para realizar sus arriesgados ejercicios. Al comienzo de esta, Daja-Tarto se marcha a Canarias, donde pasa los primeros meses de la Guerra y, según nos cuenta en su libro, su primera intervención militar es para salvar la vida a un contingente de falangistas a los que libra de un artefacto explosivo. Más adelante, nos cuenta como viaja a Vigo, San Sebastián, Zaragoza y Castellón. Se hace íntimo amigo del General Aranda “héroe de Oviedo y Capitán General de Levante” y sus sesiones de espiritismo son relatadas con detenimiento en sus memorias. Daja-Tarto salva también la vida del General y la de los malhechores que querían atentar contra él. Esta amistad le ayuda salvar de la cárcel a otros artistas simpatizantes de los republicanos.

En otro episodio de su vida actúa para el general Franco y brinda por él comiéndose la copa de champán a continuación para que nadie más pudiese brindar con la misma copa. Daja-Tarto ha trabajado con los mejores artistas de la época como los Hnos. Díaz, Llapisera, Pablo Celys, René Andreu, los Hnos. Cape, Felipe Moreno, Luisita Esteso, Tony Díaz, etc. Su hermano, viendo el éxito de Gonzalo, también se hace faquir, presentándose como Mena, “el Comensal Moderno”, pero con tal mala suerte que muere al poco tiempo de una perforación en el estómago. Daja-Tarto estuvo siempre unido sentimentalmente y profesionalmente a su mujer, Dionisia Gallardo, conocida como “la faquira”y en algunas publicidades como “la faquira paterneri”era grande y su imagen contrastaba con la menudencia de Daja-Tarto. Siempre estuvieron juntos y tuvieron dos hijas que se presentaron en el mundillo artístico como las Tinokas Sisters presentando un original número de doma de perro y gato. Daja-tarto siempre fue un buen empresario. Se presentaba él mismo en los cines o teatros y se ofertaba “a taquilla” con la seguridad de que con su publicidad y su prensa iba a llenar la sala sin ningún problema. 

Con ese buen ojo para los negocios, se hace manager de un equipo de luchadoras hasta que la Federación de Lucha Libre le prohíbe realizar este espectáculo. Más adelante monta su propia empresa de toreo cómico, a la que llama primero El Terremoto y, más tarde, Estrellas de Oriente. Corrían los años sesenta y las plazas de toros se llenaban para ver el espectáculo de Daja-Tarto. Él sólo o en compañía de algún artista más (no más de dos) confeccionaba un programa de variedades muy entretenido y que además le reportaba sabrosos dividendos. Si no había ningún casino cerca, Daja-tarto era capaz de ahorrar la mayor parte de su sueldo, que desde casi el primer día era bastante interesante. Recibió varias distinciones y medallas por sus más de cincuenta años trabajados y todavía pervive en la memoria de muchos españoles que no podían explicarse las maravillas que realizaba el faquir conquense. 

Fue tal su popularidad que se le realizó, en vida, una réplica en cera para el Museo de cera de Madrid. En 1969, Daja-Tarto tiene un accidente trabajando en la película “Cañones para Córdoba” y sufre desprendimiento de retina. Por esta causa deja de trabajar como faquir y se dedica casi en exclusividad a la regiduría de cine. Una regiduría que en aquella época era una mezcla de regiduría, producción, director de casting y especialista en efectos especiales. En los últimos años de su vida colabora con Radio Madrid dando charlas sobre espiritismo, hablando de los seres de luz y de los diferentes guías espirituales que se manifiestan a través de los mediums. Todo esto lo cuenta con detalle en su libro de memorias y es precisamente este aspecto de su vida el que le hace un personaje absolutamente singular, envuelto en un halo de misterio y bondad que todavía se mantiene en el recuerdo de muchos de sus amigos artistas.

Una vida insólita


El faquir Daja-Tarto terminó de redactar sus memorias en el año 1982 y muere en Madrid el 30 de octubre de 1988 "con la gran tristeza de no poder ver publicadas sus Memorias en vida, pese a los evidentes y notorios esfuerzos realizados en tal sentido". El Ministerio de Cultura de la época, con José Manuel Garrido Gúzman como Subsecretario y con Adolfo Marsillach como Director General del INAEM, entiende el valor del documento que les presenta Higuera Guimerá y facilita la publicación de este maravilloso texto, una página de oro en la historia del circo español.

DAJA-TARTO
La insólita vida del fakir Daja-Tarto contada por él mismo

Presentada por Juan-Felipe Higuera Guimerá
Ed. Colón, Barcelona, 1990
ISBN: 84-87566-01-4


9 de julio de 2008

Una pareja… distinta



Una pareja… distinta (José María Forqué, 1974)

La pareja distinta que nos ocupa está compuesta por Zoraida, una mujer barbuda, y Charly, un payaso travesti. Hay que anotar en el haber de su director, José María Forqué —realizador de, entre otras, la notable Atraco a las tres (1962)—, la voluntad de romper moldes. 



Coger a dos de los puntales del cine español de estos años y someterlos a semejante torsión es digno de elogio. López Vázquez viene de interpretar a un asesino psicópata en El bosque del lobo (Pedro Olea, 1971), de su cambio de sexo en Mi querida señorita (Jaime de Armiñán, 1971) y de la reciente polémica de La prima Angélica (Carlos Saura, 1974), pero Lina Morgan sigue a estas alturas de su carrera encasillada en papeles de chacha y chica de pueblo asilvestrada a la que todos parten el corazón. Se ha acercado al mundo del circo en otra tragicomedia de tintes policiacos que la empareja con Arturo Fernández: Ésta que lo es (Tito Fernández, 1973). Ellos son los protagonistas de Una pareja… distinta (José María Forqué, 1974). 



El punto de partida se diría tomado de La donna scimmia, si aquella hubiera tenido un final feliz. Zoraida (Lina Morgan) es despedida del circo en que trabaja cuando da a luz una niña imberbe. Pide refugio por una noche en casa de Charly (José Luis López Vázquez), cuya especialidad son los números de travestismo para solaz de don Arturo (Manuel González). 



El amor entre Zoraida y Charly les empuja a dejar atrás su vida pasada, que ambos consideran degradante: Charly como hombre de una pieza y Zoraida, bien afeitada. Sin embargo… El afán por hacer “amables” a los personajes impide al relato progresar implacable hasta su final lógico, al tiempo que Forqué elude los momentos que podrían haber acercado su película al esperpento. A fuerza de introspección sicológica el aguafuerte que podría haber sido Una pareja… distinta, deviene acuarela de pintor dominguero. Uno tiende a poner el acento en las intenciones, y como la de Forqué es encomiable, no quiere ponerse faltón.



El problema es que la indefinición genérica, el afán moralizante y la tendencia al subrayado fían toda la fuerza de la película a la calidad de las interpretaciones de la pareja protagonista. “El personaje de López Vázquez (…) –declara Forqué en 1990 en una entrevista con Florentino Soria- ha existido en la realidad y yo lo he conocido. Estos personajes marginales están manipulados por la sociedad que los acepta como tales, pero los tiene clasificados y cuando quieren salir de su sitio, buscando una mejora social, no se lo permiten. Eso sucede en todas las actividades. Creo que es una de mis mejores películas”.



El premio a la mejor interpretación femenina otorgado a Lina Morgan en el II Festival de Cine de Humor de La Coruña parece corroborar la afirmación de Forqué, cuyos recuerdos también están mediatizados por la presencia de su hija Verónica por primera vez ante la cámara. Sin embargo, los veinte millones de pesetas que la película ingresa en taquilla quedan muy lejos de las pretensiones de su autor y de las recaudaciones obtenidas habitualmente por sus estrellas, de modo que Una pareja… distinta sólo puede ser actualmente degustada por los incondicionales de los canales televisivos afines a “Cine de barrio”.


Una pareja... distinta (1974) 
Producción: Orfeo (ES)
Dirección: José María Forqué
Guión: José María Forqué y Hermógenes Sáinz.
Intérpretes: Xan das Bolas, Manuel Díaz González, Verónica Forqué, Emilio Laguna, José Luis López Vázquez, Ismael Merlo, Lina Morgan, Rina Ottolina, Susi Sánchez 
104 min. Eastmancolor.


El Gran Espectáculo

The Playhouse (1921), Buster Keaton

"Qué maravilla de película! No es, creo, la que produce más risas generalizadas entre el público. Pero es una de las que dejan traslucir la esencia creadora de Keaton, la búsqueda de nuevos recursos. También el saber hacer de las limitaciones, virtud. En este caso, Keaton estaba lastimado por un grave accidente (una pierna rota) durante el primer rodaje de The Electric House, que se pospuso, y debía reaizar una película sin que apareciesen sus habituales y características piruetas" (Joan M. Minguet, Buster Keaton, 2008).

Así que Buster Keaton se las ingenia para realizar The Playhouse (1921) en la que se multiplica a si mismo para interpretar todos los papeles de esta asombrosa película que nos recuerda a una vieja cinta de nuestro patrón e inspirador Georges Méliès,
L´homme orchestre (1900). Buster es el director de orquesta, los diferentes músicos (espléndidos gags con el clarinete, el trombón y el contrabajo), el público que asiste a la función, los maquinistas del teatro…, en el programa aparece el nombre de Buster Keaton por todos lados, Buster y Buster son los bailarines de claqué, multitud de Keatons interpretan un minstrel show…, parece una pesadilla y lo es. Buster se despierta sobresaltado de un sueño furtivo mientras trabaja como ayudante en un teatro (ver la película Backstage, de la que ya hemos hablado). Pero la confusión no acaba aquí, el dualismo prosigue con dos gemelas que vienen a trabajar en el espectáculo y que, con la ayuda de los espejos, se multiplican ante el asombro de Keaton. Más tarde le encargan vestir al mono para su actuación, pero éste se escapa. Keaton se disfraza de mono y realiza una divertida interpretación simiesca que produce la hilaridad de todo el público. Otra de las actuaciones del espectáculo es una tropa de soldados que realizan diferentes ejercicios acrobáticos que cuentan con la inestimable ayuda del genial payaso disfrazado para la ocasión. No es extraño, como apunta Minguet, que el título de The Playhouse en Francia fuese Frigo, Frégoli, en homenaje al genial transformista de principios de siglo. La película termina con nuestro héroe salvando a una de las gemelas, sirena en un número acuático, de morir ahogada en la piscina. Su nuevo amor, idéntica a su hermana, necesita un detalle para su identificación: una X a la espalda resulta lo más apropiado. Un detalle de lo más apropiado para acabar la película.


The Playhouse (1921)
A First National Attraction (USA)
Director: Buster Keaton / Eddie Cline
Guion: Buster Keaton / Eddie Cline
Productor: Joseph M. Schenck
Fotografía:  Elgin Lessley
Intérpretes: 'Buster' Keaton (Audience / Orchestra / Mr. Brown - First Minstrel / Second Minstrel / Interlocutors / Stagehand), Eddie Cline (entrenador del orangután), Virginia Fox (Twin), Joe Roberts (Actor-Stage Manager), Monte Collins (Civil War Veteran), Joe Murphy (One of the Zouaves),  Jess Weldon (One of the Zouaves),  Ford West (Stage Hand)
22 min. Blanco y negro

5 de julio de 2008

Aprende con Keaton

Ensayo sobre la naturaleza del gag y su definición general para su posterior estudio y análisis enmarcado en el universo keatoniano. Muy interesante, con numerosas referencias a otras películas que podrían ser parte de nuestra colección. 

COURSODON, Jean-Pierre 
Buster Keaton: Keaton et le gag 
Cinema Club /Shegers, París, 1973

Más de Keaton

Interesante librito dedicado a recuperar y a divulgar la figura de Buster Keaton entre el público español. "Se olvida, frecuentemente, que Keaton ha sido uno de los cineastas más incomprendidos de la historia del cine, siempre a la sombra de Chaplin e incluso de otros cómicos de su época, y que sólo el paso del tiempo parece haberle situado en su justo lugar". Eduard Jose Gasulla nos cuenta como, muerto el genial artista, el promotor Raymond Rohauer comienza a restaurar y a recuperar las películas de Keaton. También hace una divertida reflexión sobre Pamplinas, su apodo en español, e incluye un capítulo dedicado a frases dichas por Buster Keaton. Una filmografía un tanto caótica cierra la publicación. 

JOSE, Eduard 
Buster Keaton 
Directores de cine #26 
Ediciones JC, Madrid, 1987
ISBN 84 85741 37 4 

El hombre que nunca ríe

Magnífico trabajo de Daniel Moews, que considera su propio libro como el primer análisis serio que se hace sobre las películas de Keaton, cómo funcionan, porqué son divertidas, en definitiva, porqué se han convertido en clásicas. Cada capítulo se centra en una película, lo que ayuda al autor a presentarnos diferentes maneras de mirar las películas. 

MOEWS, Daniel 
Keaton: the silent features close up 
University Of California Press, Ltd, London, 1977 
LB CCN 75-27930

El personaje: clave del payaso


EN EL CIRCO la apariencia externa, el vestuario, es muy importante. Este vestuario es lo que recibe el público como primera impresión, antes de realizar ningún complicado ejercicio, y puede marcar definitivamente el éxito o fracaso del acto. En el teatro, donde la naturaleza del héroe se va desarrollando a través de la trama, el actor puede ganarse gradualmente la confianza del público, pero en el circo esta conexión debe de ser inmediata. La imagen del artista tiene que ser inequívoca, clara y a favor de las cualidades del intérprete.
Karandash es un ejemplo claro de lo que estamos diciendo. En Karandash hasta su inseparable compañero Klyaksa tiene el tamaño y la cara adecuada. Karandash estuvo buscando el perro exacto durante un tiempo. Algunos eran demasiado grandes, otros demasiado pequeños. Hasta que encontró a este simpático Scottish Terrier, con la cabeza grande y las patas muy cortas, como el mismo payaso, el complemento ideal para su personaje, así que esta mascota le acompañó durante muchos años en la arena del circo —varias generaciones de perros se fueron sucediendo en la larga carrera del payaso, aunque todos mantuvieron el mismo nombre: Klyaksa, que en español significa mancha o borrón.

Sus grandes pantalones y su original sombrero de fieltro, su bigotito, su afilada voz, los zapatos…, todo encajaba a la perfección para crear un personaje entrañable, comprometido, ágil en sus improvisaciones y tremendamente afectivo. Karandash participaba a lo largo del espectáculo dando valor a algunos números o interviniendo para aligerar algunos cambios de aparatos. El público, y sobre todo los niños, con los que se identificaba de una manera especial, estaba deseando disfrutar con sus nuevas ocurrencias y sus diálogos con el Maestro de Ceremonias.

En el vídeo que enlazamos, Karandash interviene en diferentes momentos de un programa de circo en el que hay un trapecio volante excelente en el que Karandash pierde los pantalones, los osos de Filatov, caballos, equilibrios sobre un extraño aparato, mano a mano, etc. Y afortunadamente podemos ver unos segundos de la parodia política que realizaba Karandash sobre los nazis. Una expresiva máscara, un acertado vestuario y un diminuto tanque le acompañaban en esta hilarante sátira. Pasen y vean.

Todas las pelis de Keaton

Recién publicado por el grupo Anaya, este libro de Joan María Minguet nos acerca a la trayectoria de este gran payaso y director de cine. El autor se detiene especialmente en sus películas mudas, con interesantes capítulos dedicados al estudio de este genial cómico redescubierto tardíamente por los intelectuales y el público en general. Gran amante del circo, Minguet nos presenta un Buster Keaton fiel a si mismo, un personaje impenetrable que, sin esbozar una mínima sonrisa, nos regala una catárata de gags y situaciones cómicas de antología. 

MINGUET, Joan M. 
Buster Keaton 
Cátedra, Signo e Imagen/Cineastas Ediciones Cátedra (Grupo Anaya S.A.), 2008 
ISBN 978 84 376 2461 7

1 de julio de 2008

La pista como subconsciente



El secreto inconfesable de un chico bien, Jorge Grau (1975)

PELÍCULA de un freudianismo de vía estrecha, apenas salvable por su vinculación con el esperpento. El chico bien es Juanjo (José Sacristán) y su secreto una impotencia que le ha obligado a dar largas durante ocho años a su novia Ana (María José Cantudo). Los símbolos visuales de esta impotencia se acumulan hasta el paroxismo. Estatuas de reyes que enarbolan sus cetros en evidente alegoría, la pérdida de las llaves por parte de Juanjo o el chorizo que Ana corta y come con fruición mientras le confiesa que está embarazada. Estando José Frade tras el argumento y la producción tampoco vamos a pedir sutilezas. Por otro lado, Grau y la Cantudo venían de un notabilísimo éxito de público con La trastienda (Jorge Grau, 1975), película ambientada en los Sanfermines en la que la modelo y actriz andujareña se atrevía con “el primer desnudo frontal del cine español”.

Pero, a lo que íbamos. Las causas de la impotencia están en un padre franquista (Antonio Garisa), fabricante de armas, que Juanjo cree que ha matado a su madre al obligarla a mantener relaciones a pesar de su debilidad. Enfrentado a sí mismo –en un espejo, como no podía ser de otro modo- Juanjo se enfrenta también a su madre (Myriam de Maeztu), materializada en el azogue. Al intentar acercarse a ella, el suelo hunde literalmente bajo los pies de Juanjo. Por suerte va a caer de pie en la red de la carpa de un circo. De pronto, se encuentra convertido en un niño, aunque lleva la misma barba y el mismo traje que de adulto. La criada (Rafaela Aparicio) corta en rodajas un salchichón con un cuchillo inmenso. Un carablanca (José Ruiz Lifante) les sorprende a él y a un amigo mirando por el ojo de una cerradura y les pide que muestren los bolsillos. Los de su amigo están agujereados, por lo que ha pecado contra su pureza. En cambio, los bolsillos intactos de Juanjo son prueba de castidad.

Uno no insiste más en el argumento porque tampoco tiene mayor interés. En el reparto, en cambio, merece ser destacada la presencia de dos luminarias del teatro de los años treinta y del cine republicano –Mari Paz Molinero y Luisita Esteso- como dos viejas atrincheradas en un edificio que se hunde. Una vez más, la metáfora de la España contemporánea es diáfana.
En los títulos de crédito consta el agradecimiento de los productores a los hermanos Tonetti.

Sr. Feliú

El secreto inconfesable de un chico bien (1975)
Producción José Frade P.C. (ES)
Director: Jorge Grau
Argumento: Jorge Grau y José Frade. Guión: Alfonso Jiménez y Jorge Grau.
Intérpretes: José Sacristán (Juanjo), María José Cantudo (Ana), Antonio Garisa (don Florentino), José Calvo (don Sindo), Máximo Valverde (Paco), Rafaela Aparicio (Brígida), Ruíz Lifante (onírico), Víctor Israel (moralista), Miriam de Maeztu (madre de Juanjo), Claudia Gravy, Mercedes Lezcano, Carmen Carbonel, Luisa Esteso, Helena Fernán Gómez, Bonet de San Pedro.
90 min. Eastmancolor.