31 de enero de 2014

Saltimbanquis contra artistas



La forza bruta (La fuerza bruta, 1941), Carlo Ludovico Bragaglia

El pequeño Pepe (Sergio Tedesco) no es aceptado por los payasos del Circo Colombier. Ha llegado allí con Bob (Juan de Landa), “el hombre más fuerte del mundo”, y Nell (María Mercader), sirena huida de una barraca e hija de trapecistas.
¿Y por qué no te quieren? pregunta Bob, que ha prohijado al arrapiezo.
Pues porque dicen que nosotros somos saltimbanquis y ellos son artistas.


Nell es el motor de la historia, toda ingenuidad y ternura. Se ha enamorado del trapecista Fred (Rossano Brazzi) y ha impuesto la presencia de sus compañeros al propietario del circo Colombier (Olinto Cristina). Fred, en el olimpo de su fama y su destreza como trapecista, acepta el amor de Nell como algo que se le debe, igual aceptara antes el de Diana (Germana Paoleri) y consiente al de las damas que van a buscarle en coche de caballos cada mañana después de haberle admirado en la función de la boda.


Pero Diana es una mujer celosa y no está dispuesta a ser olvidada. Así que cuando aparece en el circo el patrón de la barraca (Ernesto Bianchi) en la que Nell se exhibía como sirena y de cuyos requerimientos amorosos pudo escapar gracias a la fuerza bruta de Bob, Diana siembra la cizaña en el corazón de Bob.


Es el día en que, después de muchos ensayos, Nell va a debutar con un doble salto mortal con los ojos vendados. Después de lograrlo con éxito, abandona el trapecio. Fred, ofuscado, marra su salto y se estrella contra el suelo.


El último acto de la película se corresponde más o menos con lo que era el segundo cuadro de la obra que Jacinto Benavente estrenara en el madrileño Teatro Lara en 1908. Los compañeros van a despedirse al hospital del ídolo caído. Ahora que está tullido le han encontrado un sustituto (Ugo Sasso) y todos prometen recordarle…pero la caravana del circo nunca se detiene.


Sólo Nell sacrificará su carrera y su vida por Fred. Más profundo será aún el sacrificio de Bob, que volverá al camino sin esperanza de conseguir el amor de la volatinera. Al actor Juan de Landa irán dedicados los mayores elogios de la crítica cuando la película se estrenó en España e Italia. Suyo es el papel de bruto con corazón de oro, bufón por amor, payaso que debe hacer reír con el corazón hecho pedazos.


Y es que, para adensar la trama en la primera parte, Carlo Ludovico Bragaglia recurre al prontuario del cine circense: al patetismo de Emil Jannings convertido en hazmerreír del público por la veleidosa Marlene Dietrich en DerBlaue Engel; a la humillación de Lon Chaney en HeWho Gets Slapped ; y a la tragedia del “¡Ríe, payaso!” de la ópera de Leoncavallo .


¿Diremos que además toda la primera parte tiene aire inequívoco de haber servido de inspiración a Fellini en la creación de Zampanò y Gelsomina en La strada? Dicho queda.


Si, para colmo, salen barracas de feria, directores despóticos, carromatos en el crepúsculo, amazonas ofendidas y celos en el trapecio, no podemos ser más felices.


O sí, porque la película se rueda con la colaboración del equipo técnico y artístico del Gran Circo Jarz. Los hermanos de origen húngaro afincados en Italia doblan a los protagonistas en el trapecio volante y podemos contemplar a numerosos artistas ensayando sus números.


Aquí encontrarán una recensión por Quim Elías de la visita a Gerona del Circo Jarz en 1956:


La forza bruta (La fuerza bruta, 1941)
Producción: Lux Film (IT)
Director: Carlo Ludovico Bragaglia.
Guión: Carlo Ludovico Bragaglia, Ezio D'Errico, Ivo Perilli, Roberto de Ribón, Maria Teresa Ricci, Ákos Tolnay, de la obra homónima de Jacinto Benavente.
Intérpretes: Juan de Landa (Bob, el hombre más fuerte del mundo), María Mercader (Nell), Rossano Brrazzi (Fred III), Germana Paolieri (Diana, la trapecista), Olinto Cristina (Colombier, el dueño del circo), Pina Renzi (Madame Richard), Sergio Tedesco (Pepe), Claudio Ermelli (Lampione), Ugo Sasso (Gaetano, el sustituto de Fred), Cesare Polacco (Paolo Prego), Cesare Fantoni (el domador de tigres). Ernesto Bianchi (el de la barraca) y el elenco técnico y artístico del Gran Circo Jarz.
80 min. Blanco y negro.


28 de enero de 2014

Bailes, salas de fiestas y teatrillos de variedades selectas


La honradez de la cerradura (1950), Luis Escobar

Luis Escobar era aún director del Teatro Nacional María Guerrero cuando recibió el premio del Sindicato Nacional del Espectáculo por su adaptación del drama de Jacinto Benavente La honradez de la cerradura. La obra, estrenada en 1942, planteaba las consecuencias para un matrimonio feliz de apropiarse del dinero que una vecina dedicado al préstamo con usura les ha dejado en depósito.


Según José Luis López Vázquez, que por entonces simultaneaba pequeñas partes como actor cinematográfico con las funciones de ayudante de escenografía y ayudante de dirección, él mismo echó una mano a Luis Escobar a la hora de ajustar sus ideas para la  adaptación al formato de guión. Como supervisor para los aspectos técnicos del rodaje José Carreras Planas contó con Rovira-Beleta. Cuenta éste que se hizo cargo tanto de la planificación como del buen funcionamiento en el plató, en tanto que Luis Escobar se encargaba estrictamente de la dirección de actores. El asunto requería dedicación porque debutaban como protagonistas Mayrata O’Wisiedo y Rabal, al que Rovira-Beleta lanzaría definitivamente con Hay un camino a la derecha (1953).


Director y supervisor airean el argumento intentando limpiarlo de resabios teatrales, aunque, por contraste, las escenas directamente traídas del drama destacan por unos diálogos fuertemente literarios. En cambio, las sospechas de la usurera (Lola Bremón) de que su criada pueda robarle el dinero que tiene en casa están resueltas con pulso caligráfico no exento de manierismos por Rovira-Beleta.


Una secuencia de montaje sobre los remordimientos de Ernesto (Paco Rabal) y su progresiva distanciación de Marta (Mayrata O’Wisiedo) y la persecución final del chantajista (Ramón Elías), que arrastra a Ernesto en su huida de la policía, constituyen otras tantas piezas autónomas forzadamente cinematográficas. Contribuye a acentuar lo artificial de alguna de estas resoluciones una partitura de Juan Dotras Vila, archipresente y, por momentos, abrumadora.


No obstante, se nota que Luis Escobar es hombre de teatro. Bailes populares, salas de fiestas y teatrillos populares dedicados a las variedades sirven de fondo animado y espectacular a varias escenas. En las del Café de la Luna asistimos a algunos números de baile por parte de una bailaora que en los carteles se anuncia como Margara de Córdoba. También se entrevé la actuación de dos payasos —“geniales caricatos”, a decir del presentador de la atracción— que atienden en la ficción por Tony y Pepé.


El Marqués de las Marismas del Guadalquivir sólo realizó otra película inmediatamente después -La canción de la Malibrán (1951)- y abandonó la dirección para resurgir como actor personalísimo mediada la década de los cincuenta en la serie televisiva El pícaro (Fernando Fernán-Gómez, 1979) y como simpar Marqués de Leguineche en La escopeta nacional (Luis G. Berlanga, 1978).


La honradez de la cerradura (1950)
Producción: José Carreras Planas para Pecsa Films (ES)
Director: Luis Escobar. Supervisor: Francisco Rovira-Beleta.
Guión: Luis Escobar, de la obra teatral homónima de Jacinto Benavente.
Intérpretes: Francisco Rabal (Ernesto), Mayrata O'Wisiedo (Marta), Ramón Elías (el chantajista), Lola Bremón (doña Matilde, la prestamista), Pilar Muñoz (Carmen), María Victoria Durá (Rosa, la criada), Ramón Martorí (don Pablo, el director de la sucursal), Modesto Cid (el juez), Miguel de Granada (Pedro), Pedro Mascaró, (don Cristóbal) Esperanza Navarro (Ketty), Concha López Silva (una vecina), Mercedes Gisbert, Paquita Bresoli, Ramón Vaccaro, Ricardo Martín, Antonio Polo, Esperanza Barrera, Pedro Puche, Juan Velilla
88 min. Blanco y negro.

23 de enero de 2014

La vida es una noria


 La rueda de la vida (1942), Eusebio Fernández Ardavín

La vida es una noria. Los que suelen pasar por aquí ya lo saben. La noria favorece la intimidad del ayayay y nos devuelve al caudal de la feria y de las atracciones a ras de tierra —el tiro al blanco, el pimpampum, e incluso los caballitos…— con el mareo del que ya lo ha visto todo desde lo alto.


La noria: metáfora del vértigo, rueda de la fortuna, sube y baja del destino que ayer nos elevó hasta allí y hoy nos ha hecho descender hasta aquí…


Feria de una capital de provincias. Ambiente fin de siglo, tan cursi, tan pomposo, tan ingenuo. La famosa cantante de variedades Nina Luján (Antoñita Colomé) conoce en la feria a un modesto músico de café cantante llamado Alberto (Ismael Merlo).


Ante él, por su amor provinciano y modesto, se finge camarera en la fonda donde se ha hospedado. Ha huido de Madrid y de la fama y él le ofrece una canción en la que se cifra toda su devoción por Nina, que dice llamarse Elena. Renuncia a partir con sus amigos en viaje de estudios a Italia y busca el modo de que ella debute en el café cantante, seguro de su éxito.


Entretanto, el agente de Nina (Gabriel Algara) y el empresario del teatro madrileño (Pedro Barreto) remueven cielo y tierra para dar con ella. La actuación desastrosa ante un público garrulo y soez significa su separación.


Pasan los años… Muchos. La noria de la vida gira y gira sin parar. Lo sabían los autores de esta comedia dramática, los espectadores que acudieron al cine a verla cuando se estrenó en 1942 y quienes suelen pasar por aquí.


Quizá por eso, más acertado que el banal enredo, más seguro que las titubeantes interpretaciones de los intérpretes principales, más firme que el pulso confuso del realizador, nos parece el ambiente de la feria fin de siglo, con el retrato de los espectadores vocingleros y con esa deliciosa cantante de variedades que se anuncia como Dorita y que cuando Nina Luján le dice que parecen fieras se levanta el flequillo para dejar al aire la cicatriz en la frente que atestigua que sí, que son fieras desatadas y que aquí se actúa sin red con el consiguiente riesgo para la vida del artista.


La rueda de la vida (1942)
Producción: Casáreo González- Suevia Films (ES)
Director: Eusebio Fernández Ardavín.
Guión: Ramón Torrado, H.S. Valdés, Eusebio Fernández Ardavín.
Intérpretes: Antoñita Colomé (Nina Luján / Elena), Ismael Merlo (Alberto), Gabriel Algara (don Peter), Pedro Barreto (don Ricardo), Eduardo Stern (Enrique), Alfonso Mancheño (Federico), Elisa Cavalcanti (lña criada), Xan das Bolas (Juanito), Antonio Bayón, Salvador Videgaín, M. Romero Hita, Antonio Casas, Esperanza Hidalgo, Elena Salvador.
92 min. Blanco y negro.


16 de enero de 2014

Magde Allen, domadora de felinos


The Postman Always Rings Twice (El cartero siempre llama dos veces, 1981), Bob Rafelson

Si hubiéramos de buscar una razón única para la celebridad de la versión de Bob Rafelson de The Postman Always Rings Twice, ésta sería, sin duda, la escena de la cocina entre Frank (Jack Nicholson) y Cora (Jessica Lange).


Sin embargo, los que vimos la película en la época de su estreno no quedamos menos impresionados por un episodio digresivo de la novela —el capítulo XIIII— y, como tal, dejado de lado en la adaptación de Tay Garnet protagonizada por Lana Turner y John Garfield en 1946.


Una vez cometido el crimen que es el motor de la acción, Cora debe ir a ver a su madre porque se ha puesto enferma. Frank se lía con la primera mujer que para en la estación de servicio. Se llama Magde y cría felinos para exhibiciones y zoológicos privados. Su ilusión es irse a Nicaragua, agenciarse unos pumas y montar con ellos un número circense con el que recorrer el mundo. Durante tres días de sexo y planes en México, Frank lo considera como una alternativa:
—Te va a gustar, Frank. Nos instalaremos en algún lugar de las montañas, donde el clima sea fresco. Luego, cuando tenga listo el número, recorreremos todo el mundo. Iremos donde nos dé la gana, haremos lo que se nos antoje y tendremos dinero en abundancia. ¿No eres un poco gitano, Frank?
Aquella noche no pude dormir. Al amanecer abrí los ojos, despierto por completo. Y entonces pensé que Nicaragua estaba bastante lejos.
Literatura hard boiled sin aditivos ni edulcorantes.


En la primera incursión del dramaturgo David Mamet en el campo de la escritura para el cine, se propone sacar el máximo partido del espectáculo que supone un circo de época. En la película, Frank se monta en el camión de un tipo simplemente porque se dirige a cien kilómetros de la estación de servicio. Cuando llegan a su destino, Magde Allen (Anjelica Huston) no acepta los leones que le traían porque los han drogado para el viaje y son inservibles para el espectáculo.


El jefe de pista del Molen Bros. Circus (Louis Turenne) le propone entonces que vaya a buscar otros felinos a México y que se reúnan en Tucson (Arizona). Es la oportunidad que estaba esperando Frank para ofrecerse como chófer.

Nunca veremos México. Un interior y un exterior del magnífico carromato en el que viaja la domadora servirán de marco a un romance ocasional, en el que Jack Nicholson y Anjelica Huston —pareja por entonces— se divierten sugiriendo refinamientos amatorios orientales.


Breve paréntesis circense en un retro-noir que se inspira en los clásicos —los diálogos de Raymond Chandler para la versión de Billy Wilder de otra novela de James Cain, Double Indemnity (Perdición, 1944)— y se aprovecha de la revitalización del género en los años inmediatamente anteriores, con Chinatown (1974), otra película protagonizada por Nicholson, como punta de lanza.


The Postman Always Rings Twice (El cartero siempre llama dos veces, 1981)
Producción: Lorimar / Metro-Goldwyn-Mayer (EEUU)
Director: Bob Rafelson.
Guión: David Mamet, de la novela homónima de James M. Cain.
Intérpretes: Jack Nicholson (Frank Chambers), Jessica Lange (Cora Papadakis), John Colicos (Nick Papadakis), Michael Lerner (Mr. Katz), John P. Ryan (Kennedy), Anjelica Huston (Madge Allen, la domadora), Louis Turenne (el jefe de pista del Molen Bros. Circus), William Traylor (Sackett), Thomas Hill (Barlow), Brian Farrell (Mortenson), Jon Van Ness (un policía), Raleigh Bond (el vendedor de seguros), William Newman.
122 min. Color.

13 de enero de 2014

Escamoteo de una jirafa


La grande bellezza (La gran belleza, 2013), Paolo Sorrentino

Gep Gambardella (Toni Servillo) pasea su escepticismo por los amaneceres romanos después de noches de juerga interminables y amores ocasionales que lo hastían. Durante la noche brilla con luz propia como autor de una única novela, una obra maestra irrepetible. Acaba de cumplir los sesenta y cinco y paga su magnífico ático con vistas al coliseo y al mejor sastre de Roma con sus reportajes sensacionales para la prestigiosa revista que dirige Dadina (Giovanna Vignola).


Se ha señalado hasta la saciedad la deuda de Sorrentino con el Fellini de La dolce vita, como una especie de puesta al día de aquella Roma de aristócratas, estrellas de cine y paparazzi traídos a la Italia de Berlusconi y los realities televisivos. La nueva fauna incluye gurús del botox, cardenales glotones, performers descerebradas y pintoras gestuales infantiles.


Durante una fiesta en la mansión del mayor coleccionista de arte de Italia un lanzador de cuchillos pinta un lienzo silueteando a una oronda dama. El arte y el espectáculo se han convertido ya en algo indisociable.


Si alguna vez hubo algo puro, fue en el pasado, que Gep intenta recuperar a pesar de que lo sabe irrecuperable.


Sólo cabe el truco, como desvela un amigo ilusionista (Vernon Dobtcheff) con el que se encuentra una noche. Su número consistirá en hacer desaparecer una jirafa de cinco metros de altura en unas ruinas. Gep vuelve a sentir por un momento la capacidad de maravillarse.
-¿Puedes hacer eso?
-Claro que puedo hacerlo.
-Entonces, ¿por qué no me haces desaparecer a mí?
-¿Y tú crees que si tal cosa fuera posible estaría yo a mi edad haciendo juegos de manos? ¡Es sólo un truco!


La grande bellezza no deja de ser eso, un truco de gran formato con el que Sorrentino nos mantiene boquiabiertos durante dos horas y media ante el espectáculo de la decadencia redimido por esos vislumbres fugaces de belleza que sólo un amanecer con resaca de alcohol y de amor es capaz de proporcionarnos.


En muchas ciudades españolas sigue en cartel.

La grande belleza (La gran belleza, 2013)
Producción: Indigo Film / Medusa Film (IT)
Director: Paolo Sorrentino.
Guión: Paolo Sorrentino, Umberto Contarello.
Intérpretes: Toni Servillo (Gep Gambardella), Carlo Verdone (Romano), Sabrina Ferilli (Ramona), Carlo Buccirosso (Lello Cava), Iaia Forte (Trumeau), Pamela Villoresi (Viola), Galatea Ranzi (Stefania), Sonia Gessner (la condesa Colonna), Franco Graziosi (el conde Colonna), Giovanna Vignola (Dadina), Isabella Ferrari (Orietta), Massimo Popolizio (Alfio Bracco), Serena Grandi (Lorena), Vernon Dobtcheff (Arturo, el mago), Fanny Ardant.
142 min. Color. Scope (2,35:1)