Nacido en Blois, Jean Eugène Robert –es al casarse cuando cambia a Robert-Houdin– era hijo de un relojero que estaba empeñado en que su vástago tuviese una profesión un poco más provechosa que la suya, así que el joven Jean-Eugène comienza sus estudios para ser notario. Cuenta en sus memorias (Confidences d'un prestidigitateur. Une vie d'artiste, Paris, 1859) que su aburrida vida como escribiente no duró demasiado y que su amor por la mecánica se vió pronto recompensado cuando comenzó a trabajar en el taller de relojería de su primo Robert. Allí podría desarrollar todas sus habilidades: estaba realmente fascinado por los ingeniosos mecanismos de los autómatas. Quiso el destino que un viejo librero de Blois confundiese un pedido del inquieto Robert-Houdin. En vez de un tratado de relojería del experto Berthoud, el joven relojero se encontró con otro libro, una enciclopedia de Ciencias Recreativas. Este detalle cambiaría la vida de Robert-Houdin de tal forma que llegaría convertirse en el mago más famoso e innovador de su tiempo y considerado como el padre de la magia moderna.
Robert-Houdin relata en su autobiografía cómo devoró obsesivamente el libro y comenzó su intenso aprendizaje. Primero aprendió a hacer malabares pues pensaba que ésta habilidad le facilitaría la manipulación y la prestidigitación. Una vez dominadas las cuatro pelotas, se empeñó en hacerlo mientras leía un libro. Cuando comenzó con las cartas y monedas, los amplios bolsillos de un gabán le servían de estudio de ensayo para practicar el salto de la baraja o empalmes de monedas. Un acontecimiento bastante dramático, pues estuvo al borde de la muerte, le pone en contacto con Torrini de Grisy, un noble mago ambulante que vivía en un acondicionado carruaje que le servía también de escenario. Éste le sumerje de lleno en el mundo de la prestidigitación y de la magia. Torrini, según cuentan, había matado a su hijo realizando el truco de la bala en la boca y por eso adoptó a Robert-Houdin y le cuidó y le enseñó en homenaje a su añorado hijo.
Otros ilustres que influyeron notablemente sobre Robert-Houdin fueron Comte, un famoso ventrílocuo y mago que realizaba sus sesiones en un pequeño teatro, el padre Roujol, dueño de una curiosa tienda de la calle Richelieu dedicada a la Física Recreativa que le sirvió de laboratorio para sus nuevas ideas mágicas y Giovanni Bartolomeo Bosco, un experimentado mago con una vida repleta de aventuras que era un maestro con el juego de los cubiletes y las bolas y también de la promoción.
Los autómatas
Impulsado por su búsqueda de la innovación, la notoriedad y su amor por la mecánica se pone a investigar a fondo el mundo de los autómatas. Durante su búsqueda descubre un escrito de Jacques de Vaucanson, el inventor del Pato autómata, en el que explica su funcionamiento: el pato tenía más de cuatrocientas piezas móviles y podía batir las alas, beber agua, comer grano y ¡defecar! En 1844 tiene la oportunidad de verlo en directo en una sala del Palais Royal de París y la fortuna de que le encargasen una pequeña reparación del autómata, gracias a lo cual pudo descubrir y asombrarse del ingenioso mecanismo que dejaba boquiabiertos a los espectadores.
Más tarde llegó a sus manos un maravilloso y gigantesco instrumento musical llamado Componium, una orquesta mecánica que improvisaba melodías sin repetirlas. El problema es que el Componium le llegó pieza a pieza, así que Robert-Houdin tardó un año en recomponerlo guiado únicamente por su intuición. Este éxito le trajo renombre, pero también una enfermedad depresiva que le mantuvo algunos años inactivo.
Haciendo honor a su primera profesión, Robert Houdin realizó auténticas maravillas mecánicas como un reloj despertador que encendía una pequeña cerilla, que tugo gran éxito y le reportó algo de dinero. O el Reloj Misterioso, un precioso reloj de mesa con la esfera de cristal que estaba sobre una columna igualmente de cristal que reposaba sobre una pequeña base de madera. El mecanismo que movía las agujas estaba oculto de manera asombrosa. Aún imaginando que en la base se encontrasen los barriletes y pernos del reloj uno no llegaba a entender cómo el movimiento llegaba hasta las agujas.
Su obsesión le llevó a construir muchos otros autómatas como El escribiente, La mujer y el ruiseñor, El pastelero, Los clowns Auriol y Debureau, El naranjo misterioso y muchos más que acabaron acompañándole en sus veladas mágicas. Su obra maestra es, sin lugar a dudas, Antonio Diavolo el Trapecista al que hemos tenido la oportunidad de ver en acción –como a algunos de los anteriormente citados– en el documental Robert-Houdin, Une Vie de Magicien. Los movimientos del muñeco son suaves y precisos y la rutina que ejecuta es simplemente maravillosa, hoy en día dificilmente explicable: el muñeco se suelta de manos y se apoya sobre la cadera de espaldas, en equilibrio; realiza una vertical y se detiene durante unos segundos; se detiene para saludar y continúa su ejercicio de manera virtuosa.
La particularidad de los autómatas de Robert-Houdin era que se interrelacionaban con el artista –su propio creador– para realizar juegos de adivinación, como El pastelero y El escribiente, o momentos de delicada poesía mágica como El naranjo misterioso o Diavolo. El clik-clak de sus piezas era también el tempo del espectáculo creado por Robert-Houdin y contribuía al éxito de las veladas.
Aquí podemos hacer un viaje al pasado de la mano del mago Paul Daniels que recrea, a su manera, el juego de El naranjo misterioso [http://www.youtube.com/watch?v=-Ht_afydffk&playnext=1&list=PL0F41A60D6D9F8F58&index=21].
Las Soirees Fantastiques en el Palais Royal
El pequeño teatro del mago fue inaugurado el 3 de julio de 1845. En su programa, además de la rotunda aseveración de la originalidad de lo presentado, podemos leer las siguientes atracciones:
El péndulo cabalístico, Auriol y Debereau, El naranjo, El bouquet misterioso, El pañuelo de las sorpresas, Pierrot en el huevo, Las cartas obedientes, La pesca milagrosa, El buho fascinador, El pastelero del Palais-Royal. Una verdadera colección de rutinas mágicas y atracciones muy estudiadas y elaboradas que el artista presentó, vestido elegante y moderno, en un decorado muy familiar, como el salón de una gran casa.
Entre sus números mágicos cabe destacar La carpeta fantástica y La suspensión etérea. En la primera, el mago entraba con una gran carpeta roja que apoyaba sobre un caballete. Abriendo y cerrando la carpeta sacaba sombreros de señora, palomas, ramos de flores para finalizar sacando a su propia hija. La segunda es una levitación provocada por un nuevo producto que se estaba investigando, muy de actualidad: el éter . La novedad en la presentación fue muy pronto imitada por muchos magos de la época. En sus memorias podemos encontrar varios apéndices, entre otros, la descripción de sus números o «experiencias» y una lista de las experiencias inventadas por él mismo.
El jardín de las maravillas y la diplomacia mágica
Después de una carrera brillante en el mundo del espectáculo se retiró a Blois, a una casa de campo donde ingenió un jardín lleno de sorpresas. El portón de entrada debió ser el primer portero automático de la historia y entre sus atracciones destacaba un banco que se ponía en movimiento cuando alguien se sentaba trasladándote a otro lugar del jardín. El reloj de su torre podía provocar el cambio de los restantes relojes del pueblo o pararlos en el mismo instante.
En 1856 Robert-Houdin fue persuadido por el gobierno francés para que acudiera a Argelia a contribuir a pacificar algunas de las tribus de la colonia francesa. Napoleon III estaba preocupado con una tribu llamada Marabouts cuyos líderes manejaban al pueblo con habilidades mágicas. El emperador quería mostrar que la magia francesa era más fuerte. La misión mágico-diplomática comienza con varios espectáculos en la sala Bab Azoun, que le sirvieron como ensayo, y dos más para los jefes de las tribus y altas personalidades en el Teatro Imperial donde obtiene un éxito rotundo y la felicitación de todos. En sus memorias, Robert-Houdin cuenta un último reto, un duelo a pistola con el incrédulo bajá Bou- Allem, un juego de magia excepcional con un final inesperado que el mago explica en su libro y que podemos ver recreado en el mismo documental.
Robert-Houdin. Une Vie de Magicien (2005)
Talia Films y la Maison de la Magie Robert-Houdin
Dirección: Jean-Luc Muller
Guión: Jean-Luc Muller
Intérpretes: Pierre Switon, Alexandre Boiche-Switon, GerardKunian, Azzedine Bouayad