Gulliver es una película invisible.
Realizada en 1976, Gulliver sufrió en carne propia los últimos coletazos de una Censura a punto de pasar a mejor vida. Por un quítame allá esa escena de sexo oral, la cinta quedó bloqueada administrativamente, sin permiso para ser estrenada. Su director, Alfonso Ungría, cuya carrera llevaba camino de convertirse en un rosario de desencuentros con el público recurre a la prensa para denunciar las presiones administrativas.
¿Qué asustaba tanto a los censores? La adaptación a la España contemporánea de la obra de Jonathan Swift. Con el tiempo, Liliput y el resto de tierras visitadas por Lemuel Gulliver se habían ido descafeinando convirtiendo en temas infantiles apropiados para dibujos animados o efectos especiales la feroz sátira de Swift, que es también –no lo olvidemos- el pergeñador de aquel inolvidable panfleto titulado “Una modesta propuesta para acabar con el hambre y la miseria en Irlanda” en la que sugiere que los pudientes deberían de devorar a los hijos de los menesterosos.
Con la colaboración de Fernán-Gómez en el guión Ungría urde una parábola satírica en la que un delincuente, huido de la policía, se refugia en un pueblo abandonado que sirve de cobijo a una cuadrilla de treinta enanos que actúan en espectáculos cómico-taurinos. De ahí surgió precisamente la idea. Declaraba el director en una entrevista concedida al diario “El País” el 19 de abril de 1979:
“A mí siempre me habían asombrado aquellas corridas bufas que organizaba El Chino Torero con su troupe de enanos. Cuanto más empitonaba el becerro a los pequeños hombrecillos, cuantas más volteretas y golpes les propinaba, más crecían las risas, el jolgorio, del respetable público. ¿Fiesta bárbara? ¿Sadismo colectivo? No; más bien, descubrí que la desfiguración de una imagen (trágica, en este caso: «la cogida») libera de la crueldad de su absurdo, y este descubrimiento gratificante se desborda en risa. (…) No tengo la menor duda del porqué, de entre los diversos sectores de marginados, los enanos son los que sufren la más, imposible integración social. ¿Se imaginan ustedes que un enano pudiera llegar a magistrado supremo, catedrático, presidente de la Generalidad o hasta ser elegido sumo pontífice? (…) Pues, eso. Es el único de los marginados que sólo con su presencia, a la cabeza de cualquier institución, haría tambalear sus cimientos”.
El reparto incluye a los diminutos Enrique Fernández, José Jaime Espinosa, Rodolfo Sánchez, Mariano Camino, Isabel Fernández… y así hasta treinta liliputienses que en el cartel se promocionan como “grandes enanos”. Rememora el protagonista en un libro de conversaciones con Enrique Brasó que este fue uno de los problemas a los que hubo de enfrentarse la producción. El organizador financiero del asunto contaba con el sueldo de su estrella, pero pensaba que los salarios de los diminutos serían proporcionales a su tamaño. Craso error. Casi todos ellos ganaban sus buenos cuartos en el circo o con los espectáculos taurinos y renunciar a ellos durante más de un mes que duró el rodaje, requería compensaciones principescas. Por ello, concluye Fernán-Gómez, los productores tuvieron que seguir pagando pequeñas cantidades mucho tiempo después de acabado el rodaje. “Lo que más recuerdo, como cosa singular, es el haber visto que todos estos actores componían una especie de sociedad distinta dentro de nuestra sociedad. Y que se comportaban de otra manera. Vivían así”.
El estafador (Fernán-Gómez) descubre que el diminuto empresario que explota a sus compañeros oculta a una mujer (Yolanda Farr). Con la ayuda de ésta el extranjero decide hacerse con el poder. Lo logra gracias al libre mercado: juego, alcohol, tabaco… Los oprimidos se alzan contra su antiguo jefe… sólo para colocar en su puesto al delincuente. Eso sí, en nombre de la civilización occidental y el progreso. La lectura entre líneas, en tiempos de la transición democrática, no podía ser más sarcástica. Menos nihilista acaso que aquella También los enanos empezaron pequeños (Auch Zwerge haben klein angefangen, 1970), que el director alemán Werner Herzog rodara en Lanzarote y que tantos puntos de contacto guarda con Gulliver. Gulliver se estrena con casi tres años de retraso en el coqueto cine Palace de Madrid, con sus butacas blancas y su terciopelo rojo, una vez enterrado el control estatal heredado del franquismo. En su día tuvo una distribución limitadísima y ahora no parece el plato más adecuado para las televisiones. Película invisible, ea.
Sr. Feliú
Gulliver (1977)
Producción: Juan Manuel Muñoz P.C. (ES)
Director: Alfonso Ungría
Guión original: Fernando Fernán Gómez y Alfonso Ungría
Intérpretes: Fernando Fernán Gómez, Yolanda Farr, Enrique Fernández, José Jaime Espinosa, Rodolfo Sánchez, Mariano Camino, Santiago Pérez, José Riesgo, Enrique Vivó, Manuel Pereiro, Antonio Canal, Isabel Fernández, la trouppe de "El Chino Torero".
97 min. Eastmancolor.
3 comentarios:
Invisible, literalmente: no hay quién le eche el guante. No la vi en su día y ahora usted me ha resucitado el interés por ella. Si alguna vez la consigo s elos comunicaré.
De que algún canal la proyecte, mejor abandone usted toda esperanza...
Por cierto, señor Feliu, no renuncie usted a hablar de El Terror de Tiny Town; mucho me gustaría oírle al respecto. Yo hice una micro reseña, tomada en realidad de un artículo más amplio; sabrá que la película está editada en castellano como extra en la edición de L´Atelier13 de "La bestia de la Montaña Hueca".
Esperamos sus noticias sobre "Gulliver" como agua de mayo.
En cuanto a Tiny Town, hablaremos de ella... aunque sólo sea por complacer a uno de los pocos lectores que dejan constancia de sus opiniones, siempre bienvenidas.
Nuestra copia es de procedencia casera, en V.O. y en soporte obsolesecente, de modo que si encuentro la versión de L'Atelier, la compraremos y nos haremos un programa doble de western desopilante.
(Iba a proponerle que hablara usted a cambio desde el Desván de aquella mezcla de Gene Autry y Flash Gordon que era "El imperio fantasma" y que tuve ocasión de ver en pantalla grande hace mil años pero veo que ya lo hizo el 21 de enero. Voy a leérmelo)
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