François está enamorado de Françoise, pero ella tiene un asunto con monsieur Valentin, que comparte el afecto de la joven con el de Clara. François y Clara terminan juntos, a pesar de no amarse… En fin, un embrollo amoroso-policiaco realizado por el tándem Carné-Prevert en la época en que el “realismo poético” francés estaba en su apogeo y una de cuyas cimas es esta Le jour se lève, cuya trama había empezado a contarles.
-¿Y qué nos importan a nosotros estos líos de faldas? –se preguntan ustedes. Y uno responde que como monsieur Valentin se dedica a hacer un número de variedades con unos perrillos amaestrados y Clara es su ayudante, ambos están aquí en su casa. Sólo vemos las habilidades de los canes en una ocasión, punteadas por la conversación casual que reúne a Clara (Arletty) y François (Jean Gabin). Él ha seguido a Françoise (Jacqueline Laurent) hasta este cruce de teatrito de variedades y café en un suburbio parisino donde cohabitan trabajadores y parados, chulos y floristas. En el tablado, monsieur Valentin (Jules Berry) ejecuta su número con precisión. A pesar de ello –o precisamente por eso- Valentin es un hombre brutal, de esos a los que les gusta hurgar en las cicatrices ajenas. De hecho, este es su método para que los perrillos le obedezcan: látigo y heridas sin cerrar.
Carla ha caído en sus manos después de ser ayudante de un domador de focas, que era igual de cruel con ella que con los animales. Pero Valentin posee un extraño magnetismo. Las cosas a su lado no son como son, sino como él las cuenta. Por eso, hasta que sus destinos se cruzan con el de François, Fraçoise se ha dejado seducir por el domador y Carla ha continuado junto a él. Ahora se siente fuerte para seguir adelante sola. Arletty, de la que ya hemos hablado con ocasión de Portrait d’un assassin, sólo aparece en unas cuantas escenas pero la claridad de ideas de que dota a su personaje, su acento barriobajero y su sinceridad a toda prueba, que aflora bajo la fachada encanallada, la convierten en el personaje más sólido de esta tragedia que se abre con un crimen y se cierra con un suicidio. No en vano estamos en un mundo en el que Jacques Prevert pone sus estupendos (y literarios) diálogos en boca de unos personajes que se mueven entre brumas existenciales y fatalismo en la Francia del Frente Popular.
El ambiente es obra de la fotografía difusa, de las melodías de Kosma y Jaubert y, sobre todo, de los irrepetibles decorados de Alexandre Trauner, un maestro de las perspectivas forzadas, capaz de meter en la trasera de un estudio un suburbio parisino completo.
Circula por el mundo una foto de Arletty en la que aparece desnuda, saliendo de la ducha. Corresponde a un plano de Le jour se lève. Viendo la película se produce un salto evidente en la continuidad cuando François abre la puerta de la casa y luego se asoma al cuarto de baño. Arletty, que ya no era una jovencita, accedió a rodar la escena como le pedía Marcel Carné y como vino al mundo, a cambio de que no hubiera fotógrafos en el plató. Alguien hizo la fotografía vedada y, cuando la película fue censurada, este es el único testimonio que queda de la belleza rotunda de la actriz. Como Carné volvió a contar con ella en Les enfants du paradis, tendremos ocasión de encontrarla de nuevo en Circo Méliès.
Sr. Feliú
Le jour se lève (1939) Productora: Sigma (FR)
Director: Marcel Carné
Argumento y Guión: Jacques Viot.
Diálogos: Jacques Prévert.
Intérpretes: Jean Gabin (François), Jules Berry (Valentin), Arletty (Clara), Jacqueline Laurent (Françoise), Mady Berry, René Génin, Arthur Devère, René Bergeron, Bernard Blier, Marcel Pérès, Germaine Lix.
93 min. Blanco y negro.
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