Altas variedades / Cibles vivantes (1960), Francisco Rovira Beleta

A principios del siglo XX los húngaros se dejaban caer por España en su carromato, con sus aros en las orejas, su pañuelo en la cabeza y un oso bailarín. Pero a partir de 1950 esto se puebla de húngaros fugitivos del terror rojo. O eso era lo mejor que se les ocurría a los guionistas.
El reconocimiento internacional del Régimen después de la II Guerra Mundial condujo al fin de la autarquía económica y la comunión española con los postulados ferozmente anticomunistas defendidos desde Estados Unidos y el Vaticano. El “cine de estampita” sustituyó al “cine de Cruzada” y los curitas cinematográficos (hasta Rabal y Fernán-Gómez, antípodas del Régimen, se calzaron la sotana) se dedicaron a hacer el bien allá donde estuvieran. Ocasionalmente, su misión evangelizadora les llevaba tras el Telón de Acero. En otros casos, eran terroristas o niños de Rusia con el cerebro bien lavado quienes regresaban a España con planes muy poco maquiavélicos. Por último, parte de este cine tuvo como protagonistas a los evadidos de los países del Este en busca de una libertad de la que sólo podían disfrutar…en España. El más famoso de ellos fue el futbolista Ladislao Kubala, protagonista de Los ases buscan la paz (1954). La más anónima, Ilona, una bella muchacha que por carecer, carece hasta de apellido.

Una tarde de 1960 Ilona (la francesa Agnès Laurent) llega a la estación de Barcelona, envuelta en brumas del pasado y humo de la locomotora. Busca en la ciudad condal a un amigo de su hermano, caído en la lucha revolucionaria. Rudolf es un partisano anticomunista reciclado en tirador de circo en España. Ahora se encuentra de gira, de modo que Ilona conoce primero a otro compañero de profesión.

De la mano de Ilona, descubrimos los pasillos y camerinos, los carteles de algunos espectáculos que han pasado por allí, y asistimos a la entrada en el escenario de los acróbatas del Trío Olympic.
El circuito de Valera
El responsable del argumento de Altas variedades es Manuel María Saló Vilanova, un dibujante que participó como guionista en un buen número de guiones de Rovira Beleta. Entre ellos, los de Hay un camino a la derecha (1953) -la primera de las cintas de la trilogía neorrealista del director- o Los atracadores (1961), película emblemática del policial barcelonés de los cincuenta y sesenta. Por suerte, Saló Vilanova deja únicamente esbozado el apunte político y se vuelca en los cauces genéricos para desarrollar este melodrama de pasiones desaforadas al que sirve de pórtico una cita del Éxodo: “vida por vida, ojo por ojo, diente por diente”.
Lo que le otorga su nota característica a Altas variedades es la ambientación en el mundo del circo y las variedades. Vamos con ella.


Porque a veces andan de tournée. Actúan en pueblos en fiestas, con la intervención de una familia cantarina que se anuncian como “los Trapp” –los de Sonrisas y lágrimas, sí- y un combo folklórico (Carmelita, Gracia y su cuadro andaluz) de cuyo nombre se ha tomado el insulso título español de la película: “Altas variedades”. En esta gira, entre playa y pensión, Ilona coge la pistola de Walter. No es la primera vez que empuña una. Entrena duro hasta convertirse en la partenaire del “Mago del Revólver” y debutar con él en el Palacio de las Variedades. El número mejora el que realizaba con Rita, que, simplemente, se ofrecía como blanco. Walter e Ilona disparan el uno contra el otro, y si él hace volar el cigarrillo de la boca de ella, ella destroza la pipa de él. El número de fuerza es el mismo. Walter siluetea a balazos a Ilona, inmóvil contra un panel negro.
Y en esto regresa Rudolf (Ángel Aranda). Se encuentra su habitación ocupada por Ilona. Ya está el lío montado, porque entretanto, Walter se ha enamorado de ella e, incluso, se la ha presentado a su madre. Doña Mercedes (espléndida creación de María Fernanda Ladrón de Guevara) es una artista de circo alcohólica, con un matrimonio fracasado a sus espaldas, y, sin embargo, madre hasta las cachas, capaz de compartir la botella con su hijo en los momentos difíciles. Su circo es probablemente el más desangelado. Por no tener no tiene ni rótulo que lo identifique: una carpa al fondo y unas cuantas caravanas diseminadas en un fangal. El empresario de ésta y otras carpas de rango ínfimo es Valera (José María Caffarel).

¡Silencio! Peligra la vida de los artistas.
El Gran Circo de Austria
En el circo de Valera, “Los Magos del Revólver” obtienen un triunfo apoteósico. Inmediatamente reciben una oferta del Gran Circo de Austria, que hace temporada en Barcelona.

Ha llegado la hora del duelo final. Para Walter cada bala tiene un nombre: “humillación, vergüenza, odio”… La espera ha merecido la pena. ¡Redoble de caja! En la pista, los amantes, revólver en mano, se enfrentan bajo los focos.
Sr. Feliú

Producción: Este Films (ES) / Jad Films (FR)
Director: Francisco Rovira Beleta.
Argumento y guión: Manuel María Saló.
Fotografía: Mario Pacheco. Música: José Solá.
Intérpretes: Christian Marquand (Walter), Agnès Laurent (Ilona), Ángel Aranda (Rudolf), María Fernanda Ladrón de Guevara (doña Mercedes), José María Caffarel (Valera), Vicky Lagos (Rosita), Julia Martínez (Carmina), Marisa de Leza (Rita), Luis Induni, Mari Carmen Yepes.
90 min. Blanco y negro.
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