15 de abril de 2011

Un circo angelical




Als das Kind Kind war, / ging es mit hängenden Armen, / wollte der Bach sei ein Fluß, / der Fluß sei ein Strom, / und diese Pfütze das Meer.
Als das Kind Kind war, / wußte es nicht, daß es Kind war, / alles war ihm beseelt, /und alle Seelen waren eins.
Als das Kind Kind war, / hatte es von nichts eine Meinung, / hatte keine Gewohnheit, / saß oft im Schneidersitz, / lief aus dem Stand, / hatte einen Wirbel im Haar / und machte kein Gesicht beim fotografieren.
 

Cuando el niño era niño, /caminaba balanceando los brazos, / quería que el riachuelo fuera un río, /
el río un torrente / y este charco, el mar.
Cuando el niño era niño, / no sabía que era un niño ,/ todo le parecía lleno de vida / y todas las almas, una sola
Cuando el niño era niño, / no tenía opiniones sobre nada, / no tenía costumbres, / se sentaba en el suelo con las piernas cruzadas / echaba a correr, / tenía un remolino en el pelo / y no quedaba mal en las fotos. 

Peter Handke (Lied Vom Kindsein)


Solo los niños pueden ver a Damiel (Bruno Ganz), un ángel que observa y escucha todo, sobrevolando un Berlín en blanco y negro lleno de murmullos de historias tristes, fragmentadas, una sinfonía de voces en off que nos hipnotiza,al igual que cautiva a Damiel. El ángel mira los pequeños detalles de vida plena como si fuese la primera vez que los ve. Peter Handke, junto con Wenders fueron escribiendo la historia a medida que la iban haciendo. Dejándose llevar, como su personajes.


La tierra era un caos
Desde lo alto de la Siegessäule (construida en 1873), una columna coronada por una escultura dorada de la alada diosa Victoria, Damiel no está solo. Está también su ángel amigo, Cassiel (Otto Sander) y muchos otros con los que se encuentra en la Biblioteca Estatal de Berlín, refugio de ángeles y de Homero (Curt Bois), un viejo poeta.


La conversación de Damiel y Cassiel en un descapotable rojo en el que se cuentan lo que anotan en su cuaderno de campo es un delicioso juego de haikus. Desconcertante cuando la conversación se centra en su cansancio eterno de la eternidad. Querrían meterse en nuestro pellejo pero están condenados a consolarnos y a acompañarnos cuando más los necesitamos. Damiel está en crisis. 


Las imágenes de Berlín son demoledoras, una ciudad despersonalizada, donde el muro cobra un significado trascendente, un Berlín lleno de solares desolados, una tierra de nadie con edificios derruidos y grafittis en todas las paredes. “Es imposible perderse en Berlín, siempre vas a parar al muro”, dice la protagonista.


Caminando por Berlín, Damiel encuentra con un pequeño circo en bancarrota, el Cirkus Alekan, llamado así en homenaje al director de fotografía, Henri Alekan, que hizo un trabajo espléndido. Marion (Solveig Dommartin), una trapecista con alas es la primera imagen de color que vemos en la película. Damiel siente un flechazo, el mismo que sintió Wenders, pareja en ese momento de la actriz. Pero la historia vuelve al blanco y negro: la tristeza de la trapecista, la imagen de un ángel caído de verdad. Derrumbada en una caravana hasta que se desnuda y el ángel la roza el hombro y vuelve el color… 



Colombo es el ángel perfecto 
Pero el color no vuelve a la película. Esta sigue con historias en gris, como la de Homero, como la de la prostituta, como la del suicida… Todas te llevan a la historia de Alemania, al muro que divide y rompe, y la película te dirige a la película dentro de la película, una sobre la II Guerra Mundial, en la que Peter Falk, la estrella, dibuja retratos a lápiz mientras se pregunta si seguirá siendo tan buen actor como antes. Colombo –que aceptó encantado un papel pensado, en principio, para Willy Brandt – se encontró con que no había ni una sola página escrita sobre su personaje, así que la mayor parte de sus intervenciones se improvisaron –se crearon– sobre la marcha.


Colombo es el contrapunto a la seriedad conceptual de los ángeles de Handke y su presencia en Cielo sobre Berlín puede chocar a primera vista. Pero sus reflexiones en off –grabadas meses después en Los Ángeles bajo las indicaciones de Wenders al teléfono, muchas improvisadas– y sus diálogos ayudan a darle tierra a los espirituales y angelicales modos de Damiel y Cassiel. Colombo se interpreta a si mismo cuando no sabe qué sombrero escoger o cuando realiza pequeños bocetos a lápiz de los extras.

El amor da alas y también las quita
Las historias se entremezclan y volvemos al circo. El número de la trapecista se llena de emoción al ver al ángel en la pista soplando en la coronilla del jefe de pista. Pero nos tranquilizamos al ver que el ángel la acompaña en la discoteca donde ha ido a olvidarse de todo. Damiel está enamorado hasta la coronilla.


Es tanta la compasión que siente por los humanos, es tanto su amor hacia ellos que acaba convirtiéndose en un hombre de carne y hueso. El color vuelve a la pantalla al mismo tiempo que vuelve su sangre a las venas: una armadura –la protección del ángel– le ha caído del cielo provocándole una herida. 


El circo se va de la ciudad. La trapecista se queda sola. Cuando Damiel va a buscarla el dibujo de la arena de la pista preside el centro de un solar vacío. Pero, no se preocupen, que para que el final sea feliz están el teniente Colombo, Wenders y el From Her to Eternity de Nick Cave.


Der Himmel über Berlin
(El cielo sobre Berlín, 1987)
Producción: Road Movies Filmproduktion / Argos Films / Westdeutscher Rundfunk (WDR)
Director: Wim Wenders
Guión: Wim Wenders, Peter Handke y Richard Reitinger
Intérpretes: Bruno Ganz (Damiel), Solveig Dommartin (Marion), Otto Sander (Cassiel), Curt Bois (Homero), Peter Falk (como él mismo), Lajos Kovács (entrenador de Marion), Bruno Rosaz (payaso), Hans Martin Stier, Elmar Wilms, Sigurd Rachman, Beatrice Manowski,
128 min. Blanco y negro / color 

1 comentario:

angeluco10 dijo...

la ví hace tantos años que no recuerdo la mayoría de las cosas que acompañan a este post así que será cosa de volver a verla.
Muchas gracias por el recuerdo.