The Mad Magician (1954), John Brahm
Vaya por delante que The Mad Magician es una película discreta realizada con muy poca
discreción, como corresponde a la última ola de la marea tridimensional que
inundó las salas de cine durante el bienio 1953-54.
Buena parte de los responsables del gran éxito
de la Warner dirigido por André De Toth en 3-D, House of Wax (Los crímenes
del museo de cera, 1953), pasaron a la Columbia para realizar The Mad Magician. Productor, guionista,
director de fotografía y actor principal intentaron repetir la fórmula en el
más modesto estudio de Harry Cohn. De Toth, insatisfecho, con las posibilidades
creativas del cine estereoscópico, declinó la oferta y la dirección fue asumida
por John Brahm, experto en escalofríos, que una década antes había rodado dos
obras maestras protagonizadas por el malogrado Laird Cregar: The Lodger (Jack, el destripador, 1944) y Hangover
Square (Concierto macabro,1945).
Añorante de aquellos éxitos, Brahm no duda en
rescatar de ambas películas escenas puntuales –la llegada a la pensión de The Lodger, la incineración pública de
un cadáver de Hangover Square- que
introduce como quien no quiere la cosa en el guión de Crane Wilbur. De modo que
The Mad Magician termina siendo un
pastiche de pastiches, del que sería mejor desconocer el contexto si se quiere
disfrutar mínimamente.
El disfrute lo proporciona, ante todo, el
protagonismo de un Vincent Price deliciosamente histriónico y desquiciado. Él
es Don Gallico, humillado y ofendido, cornudo y apaleado. Gallico es un mago
frustrado, un artista sublime de la caracterización y el creador de los
aparatos de magia escénica que la casa Illusions Inc. vende en exclusiva al
Gran Rinaldi (John Emery). Pero Ross Ormond (Donald Randolph), su socio en la
empresa, le ha hecho firmar un contrato leonino por el que renuncia a todas sus
creaciones. No contento con eso, le ha arrebatado a su mujer, la bella y movediza
Claire (Eva Gabor).
Cuando empieza la película Gallico está a
punto de demostrar al mundo lo que es el auténtico talento. Se presenta en un
teatro como “El Gran Gallico”, batiendo a Rinaldi en su propio terreno,
caracterizado como su competidor y realizando sus trucos con la misma
diligencia. Luego, cuando se dispone a presentar su nueva creación “La dama y
la sierra circular”, Ormond y Rinaldi le obligan a suspender el espectáculo.
Lo que sigue es la escalada de crímenes del
camaleónico Gallico… que el espectador encuentra plenamente justificables.
La ambientación en una Nueva York fin de
siglo, los segmentos humorísticos proporcionados por la pareja de caseros
(Lenita Lane y Jay Novello) y los consabidos momentos en que los objetos
parecen salir de la pantalla –una demostración de un maestro del yoyó o un
folleto del teatro de variedades- no terminan de compensar la funcionalidad de
la fotografía, apartado en el cual destacaban sobremanera las otras películas
firmadas por Brahm.
Si disponen ustedes de las correspondientes
lentes ortopédicas aquí pueden ver un fragmento en el 3-D original:
En caso contrario tendrán que conformarse con buscar
la modesta versión plana que hemos visto el resto de los
mortales.
The Mad Magician (1954)
Producción:
Columbia Pictures (EEUU)
Director: John Brahm.
Guión: Crane Wilbur.
Intérpretes: Vincent Price (Don Gallico, el “Gran
Gallico”), Mary Murphy (Karen Lee), Eva Gabor (Claire Ormond), Donald Randolph (Ross
Ormond), John Emery (El Gran Rinaldi), Patrick O'Neal (teniente Alan Bruce), Lenita
Lane (Alice Prentiss), Jay Novello (Frank Prentiss).
72 min. Blanco y negro. 3-D.
4 comentarios:
Una cinta de la que guardo muy agradable recuerdo; hay que olvidar por un momento que la dirige el responsable de las dos obras maestras que cita usted, y se difruta más: de lo contrario el recuerdo de lo que pudo haber sido de asemejarse a sus predecesoras se interpone entre el ojo y la pantalla, y es que cuando quiere el señor Brahm es mucho Brahm...
Tiene usted razón, venerable Abuelito. The Mad Magician tiene sus propios méritos, pero es el propio Brahm quien parece empeñado en recordarnos sus momentos de gloria. Si a esto le sumamos el reciclaje de los hallazgos y modos procedentes de Los crímenes del museo de cera, podemos decir que la película es lo que ofrece: un pastiche tan disfrutable "per se" como por el placer morboso de rastrear los préstamos.
Sus nietos que bien le quieren
Buscaré la versión plana puesto que éso de ponerme unas gafas para ver una película aún no me convence demasiado.
Nosotros también la hemos visto en versión bidimensional, no se crea. Aún no tenemos adaptada la carpa al 3-D.
Gracias por sus visitas, don angeluco
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