14 de noviembre de 2011

ZaSu y Thelma en el parque de atracciones


On the Loose (1931), Hal Roach

A pesar de su fracaso con la pareja femenina compuesta por Anita Garvin y Marion Bayron, Hal Roach no ceja en su empeño de concentrar un equivalente femenino a Laurel y Hardy. Han pasado tres años y el cine ha aprendido a hablar. Los chicos han realizado la transición sin mayores contratiempos e, incluso, su fama se ha acrecentado. Mientras otros ases del slapstick como Harry Langdon o Larry Semon ven decaer su estrella, el estilo de comedia de situación y de humor a fuego lento que practican el Gordo y el Flaco resulta reforzado por el nuevo medio.


Para crear su contrarréplica, Roach recurre a Zasu Pitts y a Thelma Todd. Las actrices encarnan a dos chicas solteras que comparten apartamento en los Estados Unidos post-crack del ’29. Zasu es apocada, desgarbada y metepatas; Thelma, en cambio, resuelta, sexy y siempre dispuesta a salir adelante. Sobre esta contraposición se construyen las 21 cintas de dos rollos que constituyen la serie protagonizada por ambas entre 1931 y 1933, cuando Zasu Pitts abandonó el estudio por una renegociación salarial infructuosa.


En la décima entrega, Show Business (1932), Thelma y Zasu se enfrentan con la estrella del espectáculo en el que han sido contratadas. La primera vedette no es otra que nuestra vieja conocida Anita Garvin, en un papel de estrella altiva y displicente. En la estación ferroviaria, una disputa por un abrigo dará lugar a que Thelma luzca su espléndido físico de rubia platino –algo bastante común en la serie, puesto que por estas fechas el código Hays no había impuesto todavía sus rígidos postulados- y en el coche-cama se armará la marimorena según era de prever. Parte activa en la zapatiesta tiene la mona Josephine, también veterana estrella cinematográfica, que había compartido reparto con Harold Lloyd en A Sailor-Made Man (1921) y con Buster Keaton en The Cameraman (1928).


On the Loose es uno de los raros títulos que el propio Hal Roach decidió dirigir personalmente. También intervino, al menos nominalmente, en el guión. Éste presenta a Zasu y Thelma regresando a casa agotadas después de su enésimo sábado en Coney Island con dos galanteadores sin un duro en el bolsillo. El hecho de que Zasu vacíe su zapato de arena y de que ambas compartan cama, sugiere una libertad sexual que en un par de años quedaría proscrita de las pantallas norteamericanas.


Por la mañana el coche del distinguido mister Loder (John Loder) salpica sus vestidos de barro. El apuesto galán se ofrece a comprarles unos nuevos para lo que las lleva en su coche al establecimiento de Pierre (Billy Gilbert). Es éste un modisto incapaz de nombrar las partes de la anatomía femenina que realzarán sus magníficas creaciones. Afectado hasta el amaneramiento, el chiste culmina cuando le ladra a una de las empleadas con modos barriobajeros que se dé prisa con los vestidos.


Mr. Loder piensa pasar toda la semana en la ciudad y propone a las chicas que vayan con él y un amigo (Claud Allister) a lucir sus nuevos modelos a un sitio “elegante, diferente y original”. Por supuesto, el lugar no es otro que el parque de atracciones de Coney Island.


Los planos de situación son de archivo, puesto que la película se rueda en el área de Los Ángeles. Esta parte se resuelve a base de sobreimpresiones der los rostros de los actores sobre las atracciones más conocidas, antes de pasar a los modestos puestos de tiro de dardos y tiro con carabina donde Thelma demostrará que es bastante más ducha con un arma en la mano que su pretendiente.


Su siguiente parada es en la “Casa de la Risa”, atendida por dos payasos que se dedican a propinar descargas eléctricas a los caballeros y a activar una corriente de aire que levanta las faldas de las damas, con el consiguiente regocijo del público. 


Thelma y Zasu, veteranas en estas lides, se libran de la burla, pero el pobre Claud termina en abrazado a la novia de un tipo fornido y malencarado, en un gag recurrente que irá reapareciendo en el resto de atracciones, como el tubo de la risa, la rueda loca o las alfombras mágicas. Como en Speedy, de Harold Lloyd, cada atracción sirve de escenario a un gag más o menos elaborado.



Todo culmina, no podía ser de otro modo, en las inevitables cataratas donde, para colmo de desdichas, la barca se hunde al llegar al estanque.


—Bueno —exclama Zasu— no puedo negar que nos habéis traído a un sitio elegante y original.


El epílogo tiene lugar una semana después, cuando Laurel y Hardy se presentan en su apartamento. La propuesta de ir a pasar la tarde a Coney Island acaba en auténtica batalla campal.


On the Loose (1931) 
Producción: Hal Roach (EEUU) 
Director: Hal Roach. 
Guión: H.M. Walker y Hal Roach. 
Intérpretes: Zasu Pitts (Zasu), Thelma Todd (Thelma), John Loder (Mr. Loder), Claud Allister (el amigo de Mr. Loder), Billy Gilbert (Pierre, el modista), Laurel y Hardy (ellos mismos) 
20 min. Blanco y negro.

1 comentario:

angeluco10 dijo...

La escena final que cuentas con la aparición de Laurel y Hardy es todo un puntazo me parece un gran acierto.