El negro que tenía el alma blanca (1927), Benito Perojo
Alberto Insúa,
narrador a la moderna, de la escuela cosmopolita y galante, distribuye la
acción de El negro que tenía el alma
blanca entre Madrid y París. Madrid de palacios aristocráticos en los Altos
del Hipódromo y hoteles de lujo, pero también de los barrios bajos, de la calle
de la Ruda donde vive Emma Cortadell con su padre y de las envidias e intrigas
del Teatro del Sainete.
Sin embargo, en
París, la imagen de España es un cabaret llamado El Patio, ambientado como un
jardín de la Alhambra y decorado con panós de corridas de toros y procesiones
sevillanas del Corpus. Perojo rueda las escenas que le sugieren estos capítulos
en un inmenso decorado que alterna motivos castizos y decó, pero –madrileño
rodando tierras de Merimée- afila la puya contra la espagnolade al vestir a la orquesta negra de jazz band con un traje campero y sombrero cordobés.
La historia es la
del amor imposible del cubano Pedro Valdés (Raymond de Sarka) convertido en
“Peter Wald”, el bailarín de moda en el París del charlestón, por la tímida
Emma Cortadell, a la que convierte en estrella.
En la pesadilla
de Emma, planificada por Segundo de Chomón, se intenta reflejar el terror
subconsciente al “otro”. Ya la novela de Alberto Insúa ligaba gráfica y
metafóricamente la imagen del negro a la del mono antropomórfico de la conocida
marca de anís y Perojo recurre, edulcorando un poco el tropo, a otro emblema
publicitario, el del papel de fumar “Bambú”.
El negro que tenía
el alma blanca (1927)
Producción: Goya P.C. (ES) / Production Française
Cinematographique (FR)
Director: Benito Perojo.
Guión: Benito Perojo, de la novela homónima de Alberto
Insúa.
Efectos fotográficos especiales: Segundo de Chomón.
Intérpretes: Conchita Piquer (Emma Cortadell), Raymond de
Sarka (Peter Wald), Valentín Parera, José Agüeras, Joaquín Carrasco, Andrews
Engelmann.
88 min. Blanco y negro + virados.
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