Suspense (1946), Frank Tuttle
Hubo en el musical estadounidense una estrella
bastante improbable: la patinadora noruega Sonja Henie. Durante la segunda
mitad de la década de los treinta, a pesar de su marcado acento y su escasa
habilidad interpretativa, sus suntuosos musicales para 20th Century Fox se
contaban por taquillazos. Los responsables de Monogram, un modestísimo estudio
que llevaba facturando westerns y seriales desde principios de los años
treinta, decidieron que no querían quedarse atrás y contrataron a la patinadora
británica Belita Jepson-Turner. Su talento para la danza y el patinaje pudieron
ser disfrutados por el público americano de los circuitos menos refinados en Silver Skates (1943), en Lady, Let's Dance! (1944) y en la
película que ayer pudimos ver en la carpa: Suspense
(1946). Mientras las dos primeras son musicales estrictos -con las convenientes
dosis de propaganda bélica, dado el momento de su producción-, la última figura
en todas las antologías del noir por
ser el primer intento de Monogram de salir del circuito del Callejón de la
Pobreza.
Joe Morgan (Barry Sullivan) llega al puesto de
tiro al blanco de Max (George E. Stone) en busca de trabajo, pero éste le recomienda
que hable con Frank Leonard (Albert Dekker), el empresario del palacio de hielo
de la feria de Los Ángeles.
Joe hace amistad con Harry (Eugene Pallette),
el segundo de Harry, y no deja de tirarle los tejos a la estrella del
espectáculo, Roberta Elva (Belita). Claro que ella, aparte de la principal
atracción, es la mujer de Frank. Sin embargo, éste tiene que viajar cuando le
ofrecen el palacio de hielo de Chicago y Joe se queda a cargo de todo, incluido
un número estrella que se le ha ocurrido a él. Roberta saltará por un aro hecho
de sables puntiagudos en el que apenas queda sitio para que pase su cuerpo.
El decorado daliniano en el que se desarrolla
el número habla bien a las claras de esa facilidad para la coctelería de alta y
baja cultura con la que se concebían estos brebajes en Hollywood. Por no hablar
de la artificiosidad del decorado de alta montaña: una lagunita helada en la
que Joe contempla a Roberta ejercitarse mientras Frank, que sospecha que le
están poniendo los cuernos, busca un risco para disparar contra él con un rifle
de caza. Es a partir de este momento que la película empieza a hacer honor a su
título. Por desgracia, ha pasado una hora de metraje.
Ha sido en este punto también donde se ha
desvelado la clave del espectáculo de feria. Joe le pregunta a Roberta por qué
patina. Ella contesta que por satisfacer al público. Joe replica que si el
número tiene éxito se debe a que a los espectadores les gustaría verla
ensartada en los sables y chorreando sangre. “No pienso darle ese gusto –argumenta
la patinadora-. Así regresarán”.
Por lo demás, las escenas de patinaje –incluido
ese monumento al kitsch que supone el
número de inspiración afro-cubana coprotagonizado por Miguelito Valdés- suponen
un lastre importante para una historia en la que las motivaciones de los
personajes nunca terminan de estar claras, algo imperdonable cuando se quieren
plasmar las ambigüedades morales del noir.
Frank Tuttle había facturado al menos una obra canónica del género, This Gun for Hire (1942), pero entonces
contó con el respaldo de Paramount Pictures y dos estrellas del tamaño
(reducido) de Veronica Lake y Alan Ladd. En 1951 declaró ante el Comité de
Actividades Antiamericanas y delató a varios compañeros del Partido Comunista
en los años treinta. A pesar de ello, sólo rodó tres o cuatro películas más a
lo largo de la década.
Suspense (1946)
Producción:
Monogram Pictures (EEUU)
Director:
Frank Tuttle.
Guión:
Philip Yordan.
Intérpretes:
Belita (Roberta Elva), Barry Sullivan (Joe Morgan), Bonita Granville (Ronnie),
Albert Dekker (Frank Leonard), Eugene Pallette (Harry Wheeler), George E. Stone
(Max), Edit Angold (Nora), Leon Belasco (Pierre Yasha), y las actuaciones de Miguelito
Valdés y Bobby Ramos and His Rumba Band.
101
min. Blanco y negro.
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