I vitelloni (Los inútiles, 1953), Federico Fellini
Es difícil rehuir el enfoque biográfico cuando
uno se enfrenta a I vitelloni. ¡Hay
tantas cosas aquí del Federico Fellini que abandona la indolencia de Rímini
para buscarse la vida en Roma! Y sin embargo, el sentimiento que predomina no
es la nostalgia por la juventud apenas perdida ni por las amistades que quedan
atrás. Cuando uno ve la película no puede dejar de sentir un estremecimiento de
melancolía en el que hay una nota discordante: la acritud del ajuste de cuentas
que Fellini lleva a cabo con su ciudad. No en vano, Fellini abandona Rímini con
apenas diecinueve años.
La acción se desarrolla a lo largo de un año,
con sus hitos señeros: el verano con la elección de Miss Sirena, el carnaval
con su gran baile, la llegada de la primavera y su compañía de revista… Fellini
muestra los actos sociales que puntúan estas fechas. No sólo eso, sino que nos
muestra su revés. Por eso, más que las aventuras sentimentales de Fausto
(Franco Fabrizi), en cuyo devenir se hilvanan las ilusiones de Moraldo (Franco
Interlenghi), las fantasías del enmadrado Alberto (Sordi), las inquietudes
literarias de Leopoldo (Trieste), el entusiasta Riccardino (Fellino)… Más que
los devaneos de Fausto, “guía espiritual” del grupo, decíamos, lo que cuenta
son los ritos de los retoños de la pequeña burguesía provinciana.
La película arranca con la elección de Miss
Sirena 1953, premio que recae en Sandra (Eleonora Ruffo), la hermana de Moraldo
a la que Fausto ha dejado embarazada. Además, estalla una tormenta y la velada
finaliza abruptamente.
Como el intento de que el viejo actor Sergio
Natali (Achille Majeroni) monte la obra que ha escrito Moraldo y que culmina
con una patética escena de seducción en la playa. Mientras tanto sus amigos
coquetean en el café con las soubrettes
de la revista. Fausto termina encamado con la primera vedette y todavía quiere
creer que podría irse con la compañía, sin responsabilidades, siempre rodeado
de mujeres estupendas.
Acaso la escena más célebre sea aquélla en la
que Alberto les hace un corte de mangas a los peones que trabajan en la
carretera. El insulto es el peor que se le puede ocurrir: “Lavoratori!”. O sea,
trabajadores… Inmediatamente después el coche se cala y los “vitelloni” son apedreados
por los currantes. Fellini retrata también al travestido Alberto estupidizado
por el alcohol la mañana después del gran baile de carnaval. Es como si se
empeñara en demostrar que toda alegría no puede acabar sino en profunda
tristeza.
Pero más allá del esperanzador viaje de
Moraldo a Roma —mientras los amigos quedan atrás en sus dormitorios, con sus
sueños incumplidos— Fellini ha hecho que broten ante nuestra mirada momentos
luminosos, como cuando Fausto y Sandra vuelven de Roma con un tocadiscos y
Fausto y Alberto bailan el mambo en plena calle como hacía el bailarín de la
compañía de revista de Wanda Osiris. Sordi estaba en ese momento de gira con la
gran vedette y parte del calendario de rodaje y las localizaciones debieron
amoldarse a sus compromisos. Una vez más, la realidad y la fantasía van de la
mano.
I vitelloni (Los inútiles, 1953)
Producción: Cité Films / PEG-Films (IT)
Director: Federico Fellini.
Guión:
Federico Fellini, Ennio Flaiano, Tullio Pinelli.
Intérpretes:
Franco Interlenghi (Moraldo), Alberto Sordi (Alberto), Franco Fabrizi (Fausto),
Leopoldo Trieste (Leopoldo), Riccardo Fellini (Riccardo), Eleonora Ruffo
(Sandra Rubini), Jean Brochard (Francesco Moretti), Claude Farell (Olga), Carlo
Romano (Michele Curti), Enrico Viarisio (el padre de Moraldo), Paola Borboni
(la madre de Moraldo), Lída Baarová (Giulia Curti), Arlette Sauvage (la mujer
del cine), Vira Silenti (Gisella), Maja Nipora (Caterina), Achille Majeroni (el
viejo actor Natali).
107
min. Blanco y negro.
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