4 de junio de 2025

Lautrec



Lautrec (1998), Roger Planchon

Henri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec-Montfa, conocido simplemente como Toulouse-Lautrec (Régis Royer), nace en el castillo de Albi, en medio de una fastuosa cena que ha organizado su padre para la ocasión. Sus padres, el conde Alphonse de Toulouse-Lautrec-Montfa (Claude Rich) y Adèle Tapié de Celeyran (Anémone), primos en primer grado, conforman un matrimonio de conveniencia en aras de conservar el patrimonio familiar indemne. A causa de esta endogamia, Henri tuvo problemas óseos desde pequeño y su altura nunca superó el metro y medio.


Roger Planchon, que también firma el guion, nos dibuja un Toulouse-Lautrec y un Montmartre desinhibidos, contestatarios, incluso revolucionarios en el campo del arte. Un Henri lleno de vida que acepta su condición con naturalidad y que tiene  la suerte de estar rodeado de mujeres, igualmente desinhibidas y libres, como Suzanne Valadon (Elsa Zylberstein). Suzanne, modelo y también pintora, cautiva al inocente e infantilizado Henri en Le Chat Noir, donde un apuesto Aristide Bruant (Jean-Marie Bigard), "el hombre de la bufanda roja y la capa negra", canta al amor y a la libertad.


Al mismo tiempo que vive su aventura de amor, libra una batalla artística junto al pintor Émile Bernard (Nicolas Moreau) en defensa de los colores de los impresionistas. La película, que carece de la vitalidad y el colorido —la pictoricidad— del Moulin Rouge de Houston, se adentra en otros campos, con algunas reflexiones sobre el camino del arte a finales del siglo XIX, y además nos presenta a otros genios de la pintura como Degas (Victor Garrivier), un empático artista que sabe reconocer el primer arte de Lautrec; a Auguste Renoir (Philippe Clay), que comparte modelo y amante con Henri; y un Vincent Van Gogh (Karel Vingerhoets), en una escena, en mi opinión, encajada con alfileres.


También se ocupa Blanchon de la madre de Lautrec, bien interpretada por Anémone, figura principal en la vida del pintor, protectora y comprensiva con todos los excesos del pequeño gran artista. 


La verdad es que Planchon no ha realizado un biopic al uso. Ha querido adentrarse en diferentes universos completamente cinematográficos. En algunas escenas nos sorprendemos con un plano inspirado en un cuadro de Renoir o Degas y en otras nos muestra un fresco magnífico que rodea el aula de la academia de pintura de su maestro Pierre Cormon, que representa todas las leyes clásicas que están empeñados en romper algunos de los alumnos. 


En otras escenas juega con la pintura derramándose o con las planchas de papel saliendo de los rodillos de las máquinas litográficas. Y en otras, nos regala la presencia de Elsa Zylberstein, que ya fue musa de pintores en el Van Gogh (1991) de Maurice Pialat y la amante del Modigliani (2004) de Mick Davis.



Pero en medio de todo el batiburrillo que todavía estoy digiriendo, que alguien me explique el homenaje final que realiza en el entierro de Toulouse-Lautrec con la aparición de duendes, malabaristas y personajes salidos de un cuento de hadas…


Se ruega a las bailarinas de que no se olviden sus bragas
La película, en fin, rinde homenaje a los jóvenes pintores que enfrentaban el nuevo siglo con rebeldía y a un París que bullía de pasión, alegría y celebración de la vida, derramando la lujuria y los excesos alcohólicos por los adoquines de Montmartre. Los personajes del Moulin Rouge no serán tan coloridos como los de Houston, pero están planteados con maestría tanto por el director como por los propios actores y actrices, y la ambientación nos mete de lleno tanto en el barrio de los artistas, como en el lujo y ostentación del castillo de Albi.  


Mención aparte se merece una magnífica selección de canciones de Aristide Bruant, el cantante de Montmartre por excelencia del cual Santiago Rusiñol habla en su libro Desde el Molino (Barcelona, 1945):
   
Canta los crímenes de la Villette; canta el canal legendario de aguas enlutadas, con la guillotina en el fondo, elevándose en terrible silueta; canta las miserias en Menilmontant, con sus tortuosas callejuelas y sus solares desiertos, con la ortiga brotando del abandono, con su población miserable acampando alrededor del cementerio de Père Lachaise, en el que se ven desfilar los entierros como vagas apariciones; canta las hecatombes del matadero con el más ferviente realismo; canta las angustias de Saint Lazare con todos los horrores de aquel hospital inmenso; y con su voz cavernosa adquiere la solemnidad de un profeta que narra a su alegre auditorio las angustias todas, todas las desdichas que palpitan ignoradas, como en dilatado desierto, en este París que pone en música lo mismo sus glorias que sus más negras desventuras.


“Los pintores de finales del siglo XIX son auténticos héroes, gente admirable. Hacían una pintura que en ese momento era rechazada por todos y encontraron valor, la fuerza para pintar doce horas al día cuadros que nadie quería ver. Eran personajes heroicos. Guerreros, verdaderos héroes que tuvieron la fuerza de traer la modernidad a la pintura cuando nadie la quería.”
Roger Planchon


Lautrec (1998)
Director: Roger Planchon
Guion: Roger Planchon
Productor: Margaret Ménégoz
Musica: Jean-Pierre Fouquey
Fotografía: Gérard Simon 
Edición: Isabelle Devinck
Régis Royer (Henri de Toulouse-Lautrec), Elsa Zylberstein (Suzanne Valadon), Anémone (Condesa Adèle de Toulouse-Lautrec), Claude Rich (Conde Alphonse de Toulouse-Lautrec), Micha Lescot (Gabriel de Céleyran), Claire Borotra (Hélène), Helene babu (La Goulue), Jean-Marie Bigard (Aristide Bruant), Vanessa Guedj (Marie Charlet), Eric Civanyan (El obispo), Philippe Clay (Auguste Renoir), Karel Vingerhoets (Vincent van Gogh), Victor Garrivier (Edgar Degas), Rosetón (La patrona de la lavandería), Nicolas Moreau (Émile Bernard), Juliette Deschamps (Jeanne), Élodie Frenck (Madame Fourre-Tout) P'tite Pomme
126 min. Color

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