Die Büchse der Pandora (La caja de Pandora, 1929), Georg Wilhelm Pabst
SIETE actos. Siete escalones en la degradación de Lulú, que arrastra en su caída a cuantos hombres (y mujeres) se cruzan en su camino. Poco podemos esperar cuando la conocemos en brazos del viejo y repulsivo Schigolch (Carl Goetz), el hombre que la desfloró cuando era una niña. O sea, que lo esperamos todo.
El doctor Schön (Fritz Korner), que cree que la puede dejar plantada para casarse con Charlotte Marie Adelaide von Zarnikow (Daisy d'Ora). Lulú le seduce una vez más y luego convence a Alwa (Franz Lederer), el hijo del doctor Schön, de que la contrate como bailarina en su nuevo espectáculo. Un hombre más, el trapecista Rodrigo Quast (Krafft-Raschig), que le había pedido que subiera con él al trapecio, se conforma con hacer de comparsa en la revista de Alwa. El trajín entre cajas es continuo: tramoyistas que cargan con decorados, bailarinas que bajan las escaleras. Lulú lleva un sensacional tocado para un número de romanos, del que apenas entrevemos las salidas y entradas del escenario. Un gag muestra a cada gladiador con dos chicas en brazos; el último en salir es el trapecista que lleva en brazos a un fornido legionario. El otro contrapunto cómico es el atribulado regidor (Sigfried Arno).
La revista de Alwa es trasunto del tipo de representaciones que ofrecía el cabaret berlinés de aquellos años. No el “kabarett” de asunto político y tintes dadaístas sino el de gran espectáculo al estilo de los que preparaba Erik Charell para el Wintergarten o el Grand Theater de Max Reinhardt. También tenemos ocasión de ver en acción –no escuchar, porque la película es muda- a los Sid Kay’s Fellows, uno de los grupos más representativos de jazz de aquel ambiente, intérpretes de las melodías creadas por compositores como Mischa Spoliansky Werner Richard Heymann o Friedrich Hollaender.
Cuando Lulú descubre a Schön con su prometida tras el escenario, se niega a salir a bailar. Un cuarteto de bailarines de jazz se apresura a sustituirla. Todavía el número del cuento de las Mil y Una Noches debe comenzar sin ella, que se ha encerrado en el cuarto del atrezo con Schön. Creyendo que es capaz de convencerla, aunque sea a costa de forzarla, el hombre no hace sino enredarse más en la red que le tiende la mujer araña. Lo mismo le ocurrirá a la condesa Geschwitz (Alice Roberts). Se trata de unas escenas famosas en la historia del cine ya que pasan por ser las primeras en las que se muestra el lesbianismo a cuerpo limpio. Más violentas, aunque acaso entonces no se viera así, son las del trapecista borracho y el viejo chulo cuando irrumpen en la fiesta nupcial de Lulú. Todo el edificio social se viene abajo en este momento, lo que desencadena el enfrentamiento entre padre e hijo y culmina con la muerte de Schön. Después la acción se traslada a un barco-casino en la costa francesa, penúltima estación de la degradación del grupo. La Geschwitz, que ha seguido a su amada hasta allí, termina en prisión, y Lulú en el East End londinense, en un grotesco “menage a trois” con Schigolch y Alwa. Es Navidad. El único modo en que pueden conseguir unas monedas es mediante la venta de lo único que le queda a Lulú: su cuerpo. Schigolch la empuja a ello sin ningún miramiento. Alwa prefiere hacer que no se entera. De este modo, entre ambos empujan a Lulú en brazos de Jack el destripador (Gustav Diesel).
Con más de una licencia, Pabst adapta dos obras de Wedekind que habían sido objeto de censura y prohibición en la Alemania de 1905. La crudeza de las situaciones y del lenguaje empleado, atacaba al buen gusto de la sociedad biempensante. Poco más o menos pasó con la película en la época de su estreno. Lo peor no era el lesbianismo, la sífilis, la depredación del hombre por el hombre, la prostitución, la pobreza, la violación o el juego. Lo peor es que Lulú pasa por todas estas experiencias con una inocencia total. Su amoralidad es absoluta; por tanto, está exenta de todo sentido de culpa.
En su autobiografía (Lulú en Hollywood) Louise Brooks relata que a su vuelta a Estados Unidos, un sacerdote quiso perdonarla por haber pintado semejante cuadro de la mujer y le pidió que se arrepintiera. La actriz replicó que no había hecho absolutamente nada que no hubiera visto por sí misma en el Berlín de entreguerras:
“El sexo era el gran negocio en la ciudad. En el Eden Hotel, donde me hospedaba, las rameras más caras se alineaban a lo largo de la barra del café. Las más económicas paseaban por las calles. En las esquinas se podía ver a las que calzaban botas y ofrecían flagelar al cliente. Los agentes de los actores eran los chulos de las damas de los lujosos apartamentos del Bavarian Quarter. Las busconas de Hoppegarten organizaban orgías para grupos de deportistas. El night-club El Dorado ofrecía una seductora fila de homosexuales vestidos de mujer. En Maly se podía elegir lesbianas femeninamente ataviadas o de chaqueta y corbata. Una lujuria colectiva inundaba los teatros. En la revista Chocolate Kiddies, Josephine Baker aparecía desnuda con una especie de cinturón hecho de plátanos, provocando exactamente la misma reacción que Wedekind expresaba al describir la entrada de Lulú en el escenario: “Se oyen los mismos bramidos que cuando les echan carne a las fieras en sus jaulas”.
Irredimible Lulú, que ni necesita ni quiere nuestro perdón.
Sr. Feliú
Die Büchse der Pandora (La caja de Pandora, 1929)
Producción: Nero-Film AG (AL)
Director: Georg Wilhelm Pabst.
Guión: Ladislaus Vajda, basado en las obras teatrales de Frank Wedekind “El espíritu de la tierra” y “La caja de Pandora”.
Intérpretes: Louise Brooks (Lulú), Fritz Kortner (el doctor Schön), Franz Lederer (Alwa Schön), Carl Goetz (Schigolch), Krafft-Raschig (Rodrigo Quast), Alice Roberts (la condesa Anna Geschwitz), Daisy d'Ora (Charlotte Marie Adelaide von Zarnikow), Gustav Diesel (Jack el destripador), Michael von Newlinsky (el marqués de Casti-Piani), Sigfried Arno (el regidor).
133 min. (la version restaurada). Blanco y negro.
2 comentarios:
De la muy sexy señorita Brooks sólo he visto una que nombra don Javier al comentar las memorias de la fementida, Beggars of life, en la que se pasa media peli ambiguamente ataviada de muchacho... Esta de la Caja de pandora la tengo grabada, su reseña me ha dado enorme apetito por devorarla pronto...
Sus nietos se alegran de haber despertado sus más bajos instintos, venerable Abuelito.
Véala. Compruebe lo que era un lujoso espectáculo de revista en la República de Weimar. Refocílese con un plano lleno de sensualidad del... ¡hombro! de la pequeña Louise. Deléitese con su ofrecimiento a Jack el Destripador por nada y de una resolución de sus crímenes que nada tiene que ver con la iconografía tradicional.
Que la disfrute, vaya.
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