Cielo
negro (1951), Manuel Mur Oti
En cualquier Historia del cine español
encontrarán ustedes referencia a Cielo
negro como uno de sus títulos más emblemáticos. Bien sea por la
“genialidad” autopregonada de su director, miembro de la quinta de calígrafos
que tomó el relevo de los de la generación bélica –los Román, Gil, Sáenz de
Heredia…-, bien sea por el alarde técnico que supuso en aquel cine el largo
travelling que acompañaba a la adolescente Susana Canales en su carrera bajo la
lluvia artificial por toda la calle Bailén de Madrid, o bien por los rasgos de
estilo que suponen la sublimación del melodrama cinematográfico en el que la
ceguera juega un rol medular, lo cierto es que la película de Mur Oti no
necesita de mayor presentación.
Podemos ir a lo nuestro. Y lo nuestro es el
final del primer acto: el momento en que la cenicienta Emilia (Susana Canales)
sustrae un vestido de la casa de modas de Madame Dorin (Porfiria Sanchiz), para
poder acudir esa noche a la verbena con Ricardo Fortún (Luis Prendes), el
hombre de sus sueños.
Emilia se ha dejado los ojos cosiendo carreras
de las medias y traduciendo unos documentos técnicos para Ricardo, que ha
conseguido así un nuevo empleo en Valencia. Ricardo ni siquiera la ve. Pretende
comunicarle la noticia y a otra cosa. Pero la miopía de Elena no es sólo un
problema fisiológico. Tampoco ella quiere ver. Por eso se quita las gafas. No
las necesita para sentir el amor agitado en los coches de choque, estremecido
por el vértigo de la noria y centrifugado en esas sillas voladoras que los
castizos llaman el “uy-toma”.
Y el aguardiente de Rute bebido sin tasa. Y el
chotis romántico desgranado por el organillo. Y los fuegos artificiales que son
como una cascada de estrellas…
—¡Setenta y cinco minutos de felicidad! —exclama la sentimental Emilia—. Es toda la que he tenido nunca.
La tormenta veraniega separa a la pareja.
Emilia se cobija en el puesto de un churrero (Antonio Riquelme) junto a la
barraca del payaso Tony Medina (Vicente Soler). Éste pregona su espectáculo con
una salmodia en la que es evidente la pluma de Mur Oti:
—¡Tony Medina! ¡Carrusel de alegría, nubes de humor, ancho cielo de risas y de gracia! ¡Símbolos del mundo, reflejos de la humanidad, espejos de la vida! ¡Pasen, señores, pasen! ¡Tony Medina soy yo, César Augusto de los augustos! ¡La lluvia no atraviesa la lona errante de nuestra carpa! ¡La tristeza es la noche de la vida; las risas son horas jubilosas! ¡Pasen, señores, pasen!
El payaso ofrece su paraguas a Emilia, que
busca sus gafas bajo la lluvia con el vestido arruinado. Payaso triste hasta la
médula, el clown concluye que “en las verbenas no se divierte nadie”. Emilia
niega la mayor: ella ha sido muy feliz… durante setenta y cinco minutos. Los
que ha durado el espejismo de una feria que se quiere símbolo del mundo,
reflejo de la humanidad y espejo de la vida.
Cielo negro
(1951)
Producción:
Intercontinental Films (ES)
Director: Manuel Mur Oti.
Escritores: Manuel Mur
Oti, Antonio González Álvarez y Francisco Pierrá, del relato “Miopita”, de
Antonio Zozaya.
Intérpretes: Susana
Canales (Emilia), Fernando Rey (Ángel López Veiga), Luis Prendes (Ricardo
Fortún), Teresa Casal (lola, la modelo), Inés Pérez Indarte (doña Clara, la
madre de Emilia), Julia Caba Alba (Fermina, la portera), Porfiria Sanchiz
(Madame Dorin), Mónica Pastrana Luisa), Francisco Pierrá (don Julio), Rafael
Bardem (el oculista), Manuel Arbó (el trapero), Casimiro Hurtado (Pepe, el
camarero), Antonio Riquelme (el churrero), Vicente Soler (Tony Medina, el
payaso).
113 min. Blanco y negro.
2 comentarios:
Me ha gustado mucho el argumento,esa melancolía que he visto entre las lineas y la lluvia,la lluvia uno de los mejores reflejos de la personalidad en el cine.
Intentaré verla.
Muchas gracias.
El argumento es muchísimo más complicado que este arranque de ambiente verbenero que hemos relatado.
Véala si puede, porque es película digna de toda estima (una de las favoritas de don Miguel Marías).
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