18 de abril de 2008

Lola Montes


Lola Montes (1955), de Max Ophüls


La autobiografía como espectáculo circense

El que la hace la paga. Uno prometió volver sobre las similitudes entre Se acabó el negocio y Lola Montes y aquí está para cumplir lo pactado. La biografía de Lola Montes (1821-1861) –breve y romántica como constatará quien interprete las dos lacónicas cifras comprendidas en el paréntesis- roza la mitología: desde su procedencia, al parecer irlandesa, pero con episodios hindúes, escoceses y, por supuesto, españoles, hasta sus aventuras amorosas con Listz y con las principales cabezas coronadas de Europa. Es lógico que tan agitada vida sentimental estimulara la imaginación de los cineastas. Uno de los episodios apócrifos de la biografía de Lola Montes es su trabajo en el circo de Phineas T. Barnum.
Al parecer, antes de trasladarse a Estados Unidos en 1851, la bailarina mantuvo contactos con el representante del empresario circense en Europa que se resolvió con un cruce de insultos en los periódicos. A pesar de ello el colorido episodio forma parte de la biografía que le dedicó Cecil Saint-Laurent y de ahí pasa a la última película que realiza el director vienés Max Ophuls –Lola Montes (1955)- antes de fallecer en 1957.

Martine Carol se suma así a la larga lista de rostros que han encarnado en la pantalla a Lola Montes: desde Leopoldine Konstantin –la primera, en Alemania en 1918-, Yvonne de Carlo, Florinda Bolkan y la española Conchita Montenegro. Que nuestra estrella más internacional y sofisticada se decidiera en 1944 a sustituir a la racial Imperio Argentina en una biografía tendenciosa de José María Pemán merece un mínimo comentario. El afán de hacer patria en colaboración con la Censura sirven para crear una Lola Montes delirante. Sus amoríos con Listz y Luis I de Baviera, serían en realidad, según la película de Antonio Román –Lola Montes (1944)-, el plan urdido por una sociedad secreta -¿la “masonería internacional” que tanto atribulaba a Franco?- para soliviantar a los estudiantes centroeuropeos. No contentos con eso, los guionistas inventan un militar español que es el único amor verdadero de Lola, que culmina con el arrepentimiento por toda su vida pasada, de rodillas ante un Cristo crucificado. La Lola Montes de Antonio Román, una vez sorteados los problemas con la Censura, recibe el plácet oficial confirmado por el Premio de Interés Nacional concedido por el Sindicato Nacional del Espectáculo en 1945. Por el contrario, la película de Ophuls se salda con un sonoro fracaso de taquilla en la Francia de 1955. Los distribuidores se apresuran a retirar la película de la cartelera y a remontarla en orden cronológico.

No es hasta 1968 que la cinta vuelve a estrenarse según su concepción original y obtiene el estatus de clásico indiscutible, summa de la obra ophulsiana. Pero para entonces el color del negativo original (o del internegativo) se ha desvanecido y sólo los ajustes digitales nos han permitido recientemente intuir Lola Montes en toda su riqueza visual. Dejando de lado el dato biográfico, Ophuls y su guionista, Jacques Natanson, construyen una serie de cuadros al tiempo barrocos y expresionistas que son reflejo de la gran representación que constituye la vida de Lola Montes (Martine Carol), entregada a su personaje y devorada por él. Pautando estas estampas, el circo como metáfora de la memoria. El jefe de pista (Peter Ustinov) ordena el espectáculo, como el maestro de ceremonias en el carrusel de La ronda (La ronde, 1950) o el narrador de El placer (Le plaisir, 1952). Promete el número “más sensacional del siglo: el espectáculo, la emoción, la acción, la Historia”… La que se acredita como verdadera historia de Lola Montes es representada por la compañía del Circo Mammoth durante cuatro meses de gira por los Estados Unidos mediante pantomima, acrobacias, sombras chinescas, cuadros vivientes, música y baile. Lola pasa por el alambre de un pequeño decorado a otro que representan sus triunfos en Madrid, Roma y Varsovia. Su secuestro por un príncipe ruso toma la forma de un número de caballistas disfrazados de cosacos. En la Costa Azul Lola protagoniza un sonado escándalo con la mujer de un director de orquesta.

Es entonces cuando llama la atención del maestro de ceremonias que se presenta en su hotel como “un hombre de circo”, sin más aditivos que sus triunfos. Él fue el descubridor de la mujer con tres cabezas. Él llevó a la pista al único elefante del mundo que podía tocar “Sur le pont d’Avignon” al piano. El estuvo actuando durante cuatro semanas en Nueva York con los anarquistas que asesinaron al sultán de Egipto”. Lola rechaza su oferta. Ella no es un fenómeno. Su ascenso social continúa. De trapecio en trapecio asciende hasta una jaula en forma de corona situada en el punto más alto de la cúpula del circo. Desde allí debe ejecutar su número más arriesgado: arrojarse, sin red, hasta una pequeña plataforma acolchada. Lola lleva ejecutando este número todas las noches durante los últimos cuatro veces, pero no está bien. Su salud se ha resentido y este día, como nunca, “peligra la vida de la artista”. Sus amores con Luis I de Baviera (Anton Walbrook) y un estudiante revolucionario (Oskar Werner) culminan con su huida de Munich y este salto al vacío, elidido en la película con un discreto fundido en negro pleno de suspense. El final, en un largo movimiento de cámara de retroceso que nos hacía establecer el paralelismo con Se acabó el negocio, presenta a Lola como fenómeno, en una jaula. Durante la primera parte del espectáculo ha respondido a las preguntas del público sobre su vida. Ahora, los hombres mayores de dieciséis años, pueden pasar por la jaula y besarle la mano. Lo que ha costado a varios monarcas su reino, el público americano lo puede tener por un modestísimo dólar. Los palurdos se aproximan en masa para posar sus labios en la mano de la bestia más asesina del circo: “un monstruo sanguinario con ojos de ángel”.
Sr. Feliú


Lola Montes
(1944)

Producción: Alhambra Films (ES).
Dirección: Antonio Román
Guión: Antonio Román y Francisco Bonmatí de Codecido.
Intérpretes: Conchita Montenegro (Lola Montés), Luis Prendes, Guillermo Marín, Jesús Tordesillas, Mariano Alcón, Carlos Muñoz, Nicolás D. Perchicot, Pablo Álvarez Rubio, Félix Fernández, Joaquín Burgos, Antonio Calero, Ricardo Calvo, Manuel Requena, Santiago Rivero, Manuel de Juan, Julio Rey de las Heras, Miguel del Castillo, Ramón Elías, César Guzmán, Manuel Kayser, Luis Latorre, José Portes, Rosario Royo, Emilio Ruiz de Córdoba, José María Rupert.
90 min. Blanco y Negro.


Lola Montes (Lola Montès, 1955)
Producción: Florida Films (FR), Gamma Film (FR), Oska Films (AL).
Dirección: Max Ophüls
Guión: Annette Wademant y Max Ophuls, de la biografía de Lola Montes por Cécil Saint-Laurent. Diálogos: Jacques Natanson.
Intérpretes: Martine Carol (Lola Montes), Peter Ustinov (Jefe de pista), Anton Walbrook (Ludwig I de Baviera), Henri Guisol, Lise Delamare, Paulette Dubost, Oskar Werner, Jean Galland, Will Quadflieg, Héléna Manson, Germaine Delbat, Carl Esmond, Jacques Fayet, Friedrich Domin, Werner Finck.
110 min. Color.


1 comentario:

Raffaele De Ritis dijo...

The dream of my life have always been to stage a circus show in the allucinatory form of that movie, in all his baroque glory, inside the enormous former Fiat industries building in Torino....
In 1992 we contacted Mr.Ustinov to be the ringmaster of the Verona circus festival, but he was forced to decline for ealth reasons.