11 de noviembre de 2009

El mago de la sala Lux



Le notti di Cabiria (Las noches de Cabiria, 1957), Federico Fellini

Papà Colombaioni ha sido para mí un colaborador precioso.
No sólo porque haya puesto a mi disposición su carpa y su prole de hijos y nietos,
que saltaban como canguros por todas partes, sino, sobre todo,
por el ambiente de intimidad que transmitía su circo,
con algo de indefinible y de onírico”.

Federico Fellini

Como a Dorita en “El mago de Oz” hay algo siempre que nos empuja a volver a casa. Y uno se encuentra como en casa en este teatro cochambroso del suburbio romano: el Lux. Aquí lo mismo te ponen una película de aventuras exaltando el fascismo que una de teléfonos blancos. De hecho, si hemos acompañado a Cabiria en una de sus correrías nocturnas –porque Cabiria es una lumi de las que sólo caen por Via Venetto para comprobar que en esto de la prostitución también hay clases- nos habremos tropezado con el mismísimo Amedeo Nazzari, el hombre por el que suspiraban las mujeres de los países del Eje (España incluida) veinte años atrás.


Pues he aquí a la atribulada Cabiria (Giulietta Masina) ante la fachada del Lux, dispuesta a buscar un rato de evasión en una de esas funciones de variedades que el propio Fellini había inmortalizado en Luci del varietà. En el escenario actúa un mago innominado (Aldo Silvani). La primera parte de su número ha consistido en el escamoteo de la cabeza de su ayudante, encerrado en una caja atravesada por sables.

La segunda parte tiene que ver con el magnetismo y la hipnosis. Cinco garridos muchachos se ofrecen como voluntarios y al punto están remando en un banco. A la invocación del mago de una imaginaria tormenta, los gamberros se lanzan al mar o imploran por sus vidas. Un pase mágico les devuelve a la realidad en una situación de ridículo que provoca la hilaridad de los espectadores.

Cabiria cree que puede irse de rositas, pero el mago la detiene con sus poderes mesmerizantes. Bajo la chistera esconde unos cuernos de Mefistófeles de teatrucho. Un pase hipnótico y la baqueteada prostituta se convierte en una adolescente virginal que conoce por primera vez el amor junto a un imaginario príncipe azul llamado Óscar. La luz cruda del foco muestra al mago con su cansancio y sus ojos pintados, pero envuelve a Cabiria en un halo de inocencia recuperada o, caso, nunca perdida. Fellini pone buen cuidado en mostrarnos entre cajas, en segundo término, a los trabajadores del teatro, tonteando con las chicas o fumando un pito. La magia sólo tiene lugar en el escenario. Detrás todo es tramoya.

Giulieta – Gesolmina – Cabiria… y los ColombaioniEn otro lugar hemos hablado de la participación de la familia Colombaioni en la gestación de I Clown. La relación con Fellini arranca precisamente en Le notti di Cabiria donde es posible ver a Vittoria en moto y a Carlo y Romano sirviendo de soporte a esa escena magnífica en que Giulietta Masina da cumplida cuenta de su maestría en la pantomima. Más allá de Gesolmina, la Masina es el augusto ingénito, aquel que por todo maquillaje no precisa más que una lágrima pintada.

Giulietta Massina ya había interpretado el personaje de esta puta lunar y chaplinesca en Lo sceicco bianco (El jeque blanco, 1952), un personaje episódico con el que se encuentra Leopoldo Trieste vagando en la noche romana mientras su mujer tontea con un Alberto Sordi protagonista de fotonovelas. Después del Oscar de la Academia de Hollywood a La strada, la resurrección de Cabiria fue el mejor regalo que Fellini pudo hacerle a su señora.

Aquí tienen el trailer.


Le notti di Cabiria (Las noches de Cabiria, 1957)
Producción: Dino de Laurentiis (IT) / Les Films Marceau (FR)
Director: Federico Fellini.
Guión: Federico Fellini, Tullio Pinelli y Ennio Flaiano. Con la colaboración de Pier Paolo Pasolini.
Intérpretes: Giulietta Masina (Cabiria), Aldo Silvani (el mago), François Périer (Oscar D'Onofrio), Franca Marzi (Wanda), Ennio Girolami (Amleto), Amedeo Nazzari (Alberto Lazzari), Dorian Gray (Jessy), Vittoria Colobaioni (la chica de la moto), Romano Colombaioni, Carlo Colombaioni..
113 min. (la versión restaurada). Blanco y negro.

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