3 de octubre de 2011

Niní actúa en el Moulin Noir



Yo no soy la Mata-Hari (1949), Benito Perojo

Hacíamos el pasado mes de junio repaso de las Mata-Haris que en el cine han sido y nos dejamos a la comedianta argentina Niní Marshall. Pero es que, como dice el título, ella no es la Mata-Hari.


¿Quién es entonces? Pues la humilde Niní, una cancionista de tres al cuarto que actúa todas las noches en el Moulin Noir parisino. Estamos en octubre de 1917 y todos los periódicos dedican grandes titulares a la ejecución de la danzarina exótica y espía internacional. Entre brumas, tipos misteriosos intercambian mensajes crípticos en que las “X” y las cifras se multiplican hasta el absurdo.


El bombero del cabaret se mete con Niní mientras canta y ella, picada, le propone que suba al escenario si es capaz de hacerlo mejor. Se trata, en realidad de una pantomima, porque el bombero no es otro que Michel (Roberto Font), un aspirante a “chansonier” sin éxito que realiza un dueto con Niní. Durante la actuación, para nuestra sorpresa, los galanes interesados en Niní se multiplican. Ella queda con todos para cenar ostras y champán porque sabe que luego los galanes fallan mucho. Pero, por la noche, se va finalmente con Richard (Virgilio Teixeira), un tipo con estampa de bohemio que no tiene un chavo y al que ella debe invitar. En el “bistrot” pide él cinco platos y postre. Ella, un guisante.

-Querrá decir una ración –objeta el camarero.
-No, quiero decir un guisante. Yo comiendo soy un pajarito.
-¿Y después?
-¿Cómo después? ¡Qué horror! Después estaré ya empachada.


Y es que diálogos y argumento son obra del comediógrafo Miguel Mihura, el fundador de “La Codorniz”. Mihura no se permitía tales disparates en la pantalla desde el guión de Intriga (1942), adaptación de un cuento de Wenceslao Fernández Flórez que dirigió Antonio Román. En Yo no soy la Mata-Hari la parodia del género “de espías” se dispara hacia un absurdo disparatado e inverosímil.


Paneles simulados, copas con champán envenenado, planos de submarinos ocultos bajo unos inocentes bodegones, espías con mostachos de dos palmos… Los tópicos se multiplican y se dislocan.

Richard es en realidad un temible espía, un maestro del disfraz que, cual nuevo Frégoli, es capaz de mudar de caracterización en apenas unos segundos. Pero no sólo cambia el atuendo y la voz, también se transforma completamente en lo fisonómico y caracterológico. Perojo, el director, resuelve el expediente encomendando el papel a tres actores diferentes, de modo que Richard pasa en un momento de ser un anciano corpulento a convertirse en una decrépita marquesa.


Y así se van sucediendo las escenas en una cinta cuyo mayor inconveniente es el desajuste entre la comicidad un poco bufa y alocada de Niní Marshall, la espiral de despropósitos surreales provistos por Mihura y la realización un tanto plana de Perojo, que parece irse quedando sin fuelle según avanza el metraje. Por ello funcionan mejor las escenas jugadas a una carta. En el haber de la actriz su baile sobre la cama cuando sueña ser una gran danzarina, su parodia de Greta Garbo en la casa del gobernador de Varsovia y la hilarante escena en la que pretende quitarle los pantalones a Worsikoff (Manuel de Juan), pues el único modo de averiguar si es Richard disfrazado es comprobar que tiene una cicatriz en la pierna.


En la columna de Mihura, unos diálogos siempre ocurrentes, que ganan enteros cuando los dicen actores como Manuel Requena -el mentado camarero- o Julia Caba Alba, en el papel de una viajera en el tren cuyo tío también fue espía y está empeñada en que Niní tiene que conocerlo.


Perojo se luce en el arranque, en una noche parisina velada por la niebla, en los momentos en que Richard se disfraza, en una escena en que todos los adoradores de Niní resultan ser espías que entran y salen por las mil puertas de la oficina de Inteligencia o en la cita visual de The Big Parade (El gran desfile, 1925), cuando Renée Adorée corría en busca de John Gilbert en dirección contraria a las tropas que desfilaban.

Perojo decidió que en esta escena parisina lo lógico era que sonara “La Marsellesa”, pero a los censores les pareció demasiado revolucionario y ordenaron cortar la mitad.


Yo no soy la Mata-Hari (1949)
Producción: Paloma-Ares Films (ES)
Director: Benito Perojo.
Guión: Miguel Mihura.
Intérpretes: Niní Marshall (Niní), Virgilio Teixeira (Richard), Rafael Calvo (Bonnard), Francisco Pierrá (Durand), Rosita Vallejo (Carmela), Xan das Bolas (don Cosme), Rafael Bardem (gerente del Hotel), Julia Caba Alba (iuna viajera), Ramón Martori (Renoir), Manuel de Juan (Worsikoff), Fernando Aguirre (Basilio), Manuel San Román (señor X), Roberto Font (Michel), Trini Montero (princesa Jesusa), Pepito Goyanes (el niño espía), Manuel Requena (el camarero del restaurante).
90 min. Blanco y negro.

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