19 de junio de 2013

¡Sombreros hay muchos, so berzas!


A canção de Lisboa (1933), José Cottinelli Telmo

José Cottinelli Telmo (1897-1948) ingresa en la Escuela Superior de Bellas Artes lisboeta en 1915 y sale de ella con el título de arquitecto cinco años después. Desde muy pronto, su preocupación por la renovación estética le lleva compaginar la arquitectura con el diseño y con la creación de decorados cinematográficos. Como tal se emplea en varias películas producidas por la pionera Lusitania Films y dirigidas por Leitão de Barros, como Mal de Espanha, Malquerer o la inacabada O homem dos olhos tortos (todas de 1918).


Además, Cottinneli Telmo se hizo muy popular como dibujante de una serie de historietas aparecidas en la revista “ABC” tituladas Aventuras inacreditáveis, e com razão, do Pirulau que venida baloes y fue colaborador de las revistas especializadas “Kino” e “Imagem”.


Pero si ha pasado a la historia del cine es como director de la primera película sonora de largo metraje rodada íntegramente en Portugal. Los interiores de A Severa (1930), de Leitão de Barros, se habían tenido que rodar en los estudios de la Tobis en Epinay y el terceto de títulos rodados en portugués por Cavalcanti y Emmerich W. Emo en 1930-1931, habían tenido su centro de operaciones en los Studios Paramount de Joinville-lePont.


A canção de Lisboa es, antes que nada, una comedia. Una comedia con canciones, que no es exactamente lo mismo que una comedia musical. La trama no se pierde en florituras: Vasco (Vasco Santana) es un estudiante más preocupado por irse de parranda y cortejar a las muchachas que por sus estudios de Medicina o por pagar a sus acreedores.


De hecho, ha convencido a sus tías provincianas (Sofía Santos y Teresa Gomes) de que le sigan enviando dinero, primero para los estudios, y luego para poner una lujosa consulta. Pero, ay, las tías se presentan en Lisboa con intención de conocer el resultado de sus inversiones.


Vasco no tiene más remedio que urdir mil y una tretas para evitar que sus tías descubran la verdad. Para ello cuenta con la colaboración del sastre Caetano (António Silva), cuya hija Alice (Beatriz Costa), enamorada de Vasco, le ha convencido para que lo haga con el argumento de que algún día heredará la fortuna de sus tías.


El arranque es ilustrativo y hace honor al título. Mientras la letra desgrana las bellezas y dones de la capital lusa, la cámara de Cottinelli Telmo nos lleva de la zona monumental, por tejados y azoteas, a los barrios populares donde tendrá lugar la acción no sólo de ésta, sino de la mayoría de las comedias portuguesas del periodo de oro. Los incidentes subsecuentes tienen lugar en una verbena durante la noche de San Juan, en el Zoo, en un concurso de mises del barrio dos Castelinhos, o en una sala de fiestas donde se cantan fados.


Las canciones –cómicas, sentimentales, populares…- van incrustándose el hilo de la trama y sólo en tres o cuatro ocasiones adquieren autonomía. Una de ellas tiene lugar en el taller, cuando Alice canta sus amores por Vasco y sus sueños se trasladan a la pantalla. Canta entonces: “Tiene tanto encanto / hacer castillos en el aire, / dormir y no despertar. ¡Quién pudiera / vivir en el ilusorio ideal / de una quimera!”.


El concurso de reina de las costureras deja campo libre a la interacción entre dos comediantes de raza como António Silva y Beatriz Costa, pero el resto del metraje recae sobre las espaldas de Vasco Santana.


Algunos de sus diálogos –“¡Sombreros hay muchos, so berzas!” o “¡El fado es el veneno de la raza! Yo soy médico y tengo la obligación de sanar las lacras sociales. Habiendo tantas semanas, ¿por qué no se organiza la semana anti-fadista? ¡Uno para todos y todos contra el fado!”- se convierten en auténticas creaciones. La facundia verbal de Vasco es el correlato exacto de su orondez de tentetieso, pero no por ello se obvian apuntes de slapstick –con batalla de masa pastelera incluida- ni el humor arrevistado, medio del que proceden la mayoría de los intérpretes.


Como curiosidad, destacar que el amigo de Vasco que le propone ir al Retiro de Alexandrino donde triunfará como cantante de fado, es nada menos que el centenario director Manoel de Oliveira, entonces todavía en su etapa de deportista y aspirante a realizador, cuya tarjeta de presentación había sido el documental formalista Douro, faina fluvial (1931).


La producción de A canção de Lisboa surgió como una especie de apéndice, en el curso de la construcción de los estudios de la Tobis portuguesa diseñados por Cottinelli Telmo. El éxito rotundo de la cinta en Portugal y Brasil, permitió financiar la finalización de las obras. Luego, se centra en los encargos que le propone el gobierno, convirtiéndose en uno de los diseñadores punteros del salazarismo, en el “arquitecto del Régimen”, del que quiso distanciarse en 1948, poco antes de su prematura muerte accidental a los cincuenta años. A la realización cinematográfica había regresado puntualmente, una década atrás, para realizar tres documentales ferroviarios, hoy desaparecidos.



A canção de Lisboa (1933)
Producción: Tobis Portuguesa (POR)
Guión y Dirección: José Cottinelli Telmo.
Intérpretes: Vasco Santana (Vasco), Beatriz Costa (Alice), António Silva (Caetano), Manoel de Oliveira (Carlos), Alfredo Silva (el zapatero), Sofía Santos y Teresa Gomes (las tías de Vasco), Eduardo Fernandes (Quicas), Ana María (Ana da Graça), Silvestre Alegrim (el camarero del Retiro), Alvaro de Almeida (el hombre del sombrero en el Zoo), Carlos Deus (el policía), Francisco Santos, José Victor y Guimarães Frazão (examinadores), Henrique Alves y José Santos Alcibiado (jurado), Malveira, Maria Albertina, Fernanda Campos .
90 min. Blanco y negro.

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