A canção
de Lisboa (1933), José Cottinelli Telmo
José Cottinelli Telmo (1897-1948) ingresa en
la Escuela Superior de Bellas Artes lisboeta en 1915 y sale de ella con el
título de arquitecto cinco años después. Desde muy pronto, su preocupación por la
renovación estética le lleva compaginar la arquitectura con el diseño y con la
creación de decorados cinematográficos. Como tal se emplea en varias películas
producidas por la pionera Lusitania Films y dirigidas por Leitão de Barros,
como Mal de Espanha, Malquerer o la inacabada O homem dos olhos tortos (todas de
1918).
Además, Cottinneli Telmo se hizo muy popular
como dibujante de una serie de historietas aparecidas en la revista “ABC”
tituladas Aventuras inacreditáveis, e com
razão, do Pirulau que venida baloes y fue colaborador de las revistas
especializadas “Kino” e “Imagem”.
Pero si ha pasado a la historia del cine es
como director de la primera película sonora de largo metraje rodada
íntegramente en Portugal. Los interiores de A
Severa (1930), de Leitão de Barros, se habían tenido que rodar en los
estudios de la Tobis en Epinay y el terceto de títulos rodados en portugués por
Cavalcanti y Emmerich W. Emo en 1930-1931, habían tenido su centro de operaciones
en los Studios Paramount de Joinville-lePont.
A canção
de Lisboa es, antes que nada, una comedia. Una comedia
con canciones, que no es exactamente lo mismo que una comedia musical. La trama
no se pierde en florituras: Vasco (Vasco Santana) es un estudiante más
preocupado por irse de parranda y cortejar a las muchachas que por sus estudios
de Medicina o por pagar a sus acreedores.
De hecho, ha convencido a sus tías
provincianas (Sofía Santos y Teresa Gomes) de que le sigan enviando dinero,
primero para los estudios, y luego para poner una lujosa consulta. Pero, ay,
las tías se presentan en Lisboa con intención de conocer el resultado de sus
inversiones.
Vasco no tiene más remedio que urdir mil y una
tretas para evitar que sus tías descubran la verdad. Para ello cuenta con la
colaboración del sastre Caetano (António Silva), cuya hija Alice (Beatriz
Costa), enamorada de Vasco, le ha convencido para que lo haga con el argumento
de que algún día heredará la fortuna de sus tías.
El arranque es ilustrativo y hace honor al
título. Mientras la letra desgrana las bellezas y dones de la capital lusa, la
cámara de Cottinelli Telmo nos lleva de la zona monumental, por tejados y
azoteas, a los barrios populares donde tendrá lugar la acción no sólo de ésta,
sino de la mayoría de las comedias portuguesas del periodo de oro. Los
incidentes subsecuentes tienen lugar en una verbena durante la noche de San
Juan, en el Zoo, en un concurso de mises del barrio dos Castelinhos, o en una
sala de fiestas donde se cantan fados.
Las canciones –cómicas, sentimentales,
populares…- van incrustándose el hilo de la trama y sólo en tres o cuatro
ocasiones adquieren autonomía. Una de ellas tiene lugar en el taller, cuando
Alice canta sus amores por Vasco y sus sueños se trasladan a la pantalla. Canta
entonces: “Tiene tanto encanto / hacer castillos en el aire, / dormir y no
despertar. ¡Quién pudiera / vivir en el ilusorio ideal / de una quimera!”.
El concurso de reina de las costureras deja
campo libre a la interacción entre dos comediantes de raza como António Silva y
Beatriz Costa, pero el resto del metraje recae sobre las espaldas de Vasco
Santana.
Algunos de sus diálogos –“¡Sombreros hay
muchos, so berzas!” o “¡El fado es el veneno de la raza! Yo soy médico y tengo
la obligación de sanar las lacras sociales. Habiendo tantas semanas, ¿por qué
no se organiza la semana anti-fadista? ¡Uno para todos y todos contra el fado!”-
se convierten en auténticas creaciones. La facundia verbal de Vasco es el
correlato exacto de su orondez de tentetieso, pero no por ello se obvian
apuntes de slapstick –con batalla de
masa pastelera incluida- ni el humor arrevistado, medio del que proceden la
mayoría de los intérpretes.
Como curiosidad, destacar que el amigo de
Vasco que le propone ir al Retiro de Alexandrino donde triunfará como cantante
de fado, es nada menos que el centenario director Manoel de Oliveira, entonces
todavía en su etapa de deportista y aspirante a realizador, cuya tarjeta de
presentación había sido el documental formalista Douro, faina fluvial (1931).
La producción de A canção de Lisboa surgió como una especie de apéndice, en el curso
de la construcción de los estudios de la Tobis portuguesa diseñados por
Cottinelli Telmo. El éxito rotundo de la cinta en Portugal y Brasil, permitió
financiar la finalización de las obras. Luego, se centra en los encargos que le
propone el gobierno, convirtiéndose en uno de los diseñadores punteros del
salazarismo, en el “arquitecto del Régimen”, del que quiso distanciarse en
1948, poco antes de su prematura muerte accidental a los cincuenta años. A la
realización cinematográfica había regresado puntualmente, una década atrás,
para realizar tres documentales ferroviarios, hoy desaparecidos.
A canção de Lisboa (1933)
Producción:
Tobis Portuguesa (POR)
Guión y
Dirección: José Cottinelli Telmo.
Intérpretes:
Vasco Santana (Vasco), Beatriz Costa (Alice), António Silva (Caetano), Manoel
de Oliveira (Carlos), Alfredo Silva (el zapatero), Sofía Santos y Teresa Gomes (las
tías de Vasco), Eduardo Fernandes (Quicas), Ana María (Ana da Graça), Silvestre
Alegrim (el camarero del Retiro), Alvaro de Almeida (el hombre del sombrero en
el Zoo), Carlos Deus (el policía), Francisco Santos, José Victor y Guimarães Frazão
(examinadores), Henrique Alves y José Santos Alcibiado (jurado), Malveira, Maria
Albertina, Fernanda Campos .
90 min.
Blanco y negro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario