4 de marzo de 2008

Esencia


Esencia de verbena (1930), de Ernesto Giménez Caballero


Esencia de verbena
es obra de un tipo único en la vida cultural española de finales de los años veinte: Ernesto Giménez Caballero. Hijo del propietario de una imprenta madrileña, Giménez Caballero –GeCé en los corrillos del Madrid que se mira en el espejo de las vanguardias europeas- dirige y anima “La Gaceta Literaria”, un semanario en el que se dan la mano cultura y política. Al alborear la década de los treinta, GeCé deslumbrado por los sueños imperiales del fascismo italiano, se olvida de la cultura y se convierte en un ferviente falangista primero y franquista después. Las páginas en las que describe su encuentro con Franco enBurgosdurante la Guerra Civil no tienen desperdicio: el Generalísimo es un ángel bello como ninguno armado con un gran falo de fuego que es la espada que purificará España.

Pero regresemos al año 1930, cuando todo tenía aún un rostro más amable. Como actividad paralela a “La Gaceta Literaria” y como muestra de su devoción por el arte nuevo Giménez Caballero ha fundado el Cine-Club Español, que cuenta con la colaboración de Luis Buñuel en la programación.
No es extraño por tanto que su primer empeño como realizador sea Noticiario del Cineclub (1930), un álbum de familia de la intelectualidad española. Por sus imágenes desfilan Dalí y Gala Eluard, Edgar Neville y señora, recién regresados de Hollywood, Ignacio Zuloaga, Vallé Inclán, Santiago Rusiñol o Ramón Gómez de la Serna. Rafael Alberti es presentado cabeza abajo, con los faldones de su chaqueta extendidos, como si fuera el ángel caído de su libro Sobre los ángeles. Rodado con su propia cámara, el reportaje une a estas valiosas instantáneas de la vida cultural española del momento, juegos vanguardistas como aquel en el que se ve un perro rondando un estercolero en un desmonte, que deviene surrealista al colocar Giménez Caballero un intertítulo en el que anuncia que la imagen es un homenaje a Buñuel y Dalí: “En un suburbio de Madrid un perro descubre el esqueleto de una niña y come parte de su cráneo”.

Ese mismo año, a principios del verano, rueda Giménez Caballero Esencia de verbena, subtitulada “Poema documental de Madrid en 12 imágenes”. Son otras tantas estampas en las que se ofrecen diferentes visiones de las verbenas madrileñas: San Antonio, San Isidro, San Lorenzo, el Carmen, la Paloma…

A pesar de nuestro anglosajonismo galopante, las barracas no son una invención estadounidense. Quien quiera acercarse a los fenómenos en su versión hispana, no tiene más que abrir las páginas dedicadas por el pintor José Gutiérrez Solana a glosar los espectáculos populares de su tiempo. En Esencia de verbena podemos ver el “Pabellón Artístico de Antonio Valle”, una barraca dedicada a los autómatas con un carillón en la portada, según era costumbre. La admisión, treinta céntimos. En el interior, pequeñas vitrinas con fragmentos de vida que se repiten cíclicamente y carteles plagados de faltas de ortografía. Ahí está el prestidigitador con turbante que pierde la cabeza, el borracho meneado por los dos guardias y un toro que corre en círculo embistiendo alternativamente a los capotes de los cuatro toreros que le hacen rueda.

Pero el plato fuerte es el octavo cuadro, dedicado íntegramente al “Pabellón Liliputienses” de Don Paquito. Dos mujeres diminutas, vestidas a la moda del día, bailan el charlestón intentando atraer al público. A un lado, indiferente, don Paquito. Viste esmoquin y fuma un cigarro ante una pizarra que anuncia que en el interior de la barraca realizará trucos de magia. Salmodia GeCé: “Y ante don Paquito, viejísimo niño de la verbena, se congregan los niños de verdad, los niños de la calle”.

El reportaje, de unos doce minutos de duración, se presenta en el Studio des Ursilines parisino en sesión única, a instancias de Buñuel, antes de formar parte del programa de la decimoquinta sesión del Cineclub Español, celebrada en el Palacio de la Prensa el 29 de noviembre de 1930, con un comentario de Ramón Gómez de la Serna, que protagoniza los segmentos del Pim-Pam-Pum, las sillas giratorias y la estocada. Más tarde Giménez Caballero grabaría su propio comentario, cuajado de greguerías –“tiene esa rueda [la de la noria] el mismo fin que el vino, que el polvo, que el organillo, que el baile y que los ojos de las verbeneras: marear”- en la versión que actualmente conocemos. Está editado en DVD como complemento a El misterio de la Puerta del Sol (1929), primer largometraje rodado en España con sonido sincrónico, así que no hay excusa para no verlo.

Sr. Feliú


Esencia de verbena
(1930)
Producción: Ernesto Giménez Caballero (ES).
Dirección, Guión y comentario: Ernesto Giménez Caballero
Intérpretes: Ramón Gómez de la Serna, Samuel Ros, Miguel Pérez Ferrero.
11 min. Blanco y Negro

1 comentario:

Anónimo dijo...

...es a causa de este cortometraje (y no por mi querido Fellini) que he aterrizado aquí. Pensaba escribir una reseña de "Esencia de Verbena", pero lo ha descrito usted todo tan bien... que voy a tener que replanteármelo...

Gracias ;)