27 de enero de 2009

Macario y su caracolillo

Erminio Macario
Turín (Italia), 27 de mayo de 1902
Turín (Italia), 25 de marzo de 1980


Imputato alzatevi! (1939), Mario Mattoli 

Erminio Macario 
Erminio Macario (1902-1980) debuta en el teatro apenas cumplidos los dieciocho años y en 1924, con veintidós, ya figura como “segundo cómico” en los espectáculos de variedades en su Turín natal y en Milán. Durante el siguiente lustro perfila su personaje al lado de la vedette Isa Bluette. Se trata de un tipo infantil, con la cara blanca, el flequillo repeinado y los ojos perennemente abiertos ante lo insólito cotidiano. Del contraste entre la candidez de su personaje y la belleza de las soubrettes junto a las que trabaja, surge una comicidad que su compañía explota durante más de treinta años. Macario debuta en el cine con una película de una hora aproximada de duración titulada Aria di paese (1933), elaborada en colaboración con Eugenio de Liguoro, y en la que asume un papel a medio camino entre los dos cómicos norteamericanos más afines a su sensibilidad: Charles Chaplin y Harry Langdon. Trae al cine algunas de las características de su personaje revisteril: la ingenuidad, el optimismo a prueba de bombas y un punto excéntrico que podía dispararse repentinamente sin que se le despeinara el caracolillo a lo Estrellita Castro. Si han visto ustedes en acción a Pee-Wee Herman se harán cargo de lo que estamos hablando.


En el cabaret Mariette 
Mario Mattoli realiza al final de la década de los treinta cuatro títulos con Macario que constituyen otros tantos éxitos de público. El primero de ellos es el Imputato alzatevi! que hoy traemos a la palestra. Mattoli se sirve de un argumento de Bel Ami -periodista y libretista experimentado en revista- y recurre a la plana mayor de las redacciones de la revista de humor que está triunfando en ese momento en Italia: “Marc’Aurelio”. Aunque en los créditos sólo figuran Metz y Mattoli como responsables del libreto, también suministran gags y réplicas Marchessi, Carlo Manzoni, Vito da Bellis, Brancacci, Steno y los jovencísimos Federico Fellini y Giovanni Guareschi. 

La acción se sitúa en Francia, para no herir susceptibilidades de los jerarcas fascistas pues la película se toma a chacota el sistema judicial con el mismo desparpajo con el que lo hicieran William Wellman en Roxie Hart (1942), Tono en Habitación para tres (1951) o Fernán-Gómez en La vida alrededor (1959). Macario –con el nombre francés a más no poder de Cipriano Duval- es un ayudante de enfermería en una maternidad, con aspiraciones de compositor y cantante, que se hace pasar por tremendo mujeriego ante la enfermera Giorgetta (Leila Guarni). Cipriano tiene tan buen corazón que le roba al doctor (Carlo Rizzo) los animales con los que realiza los experimentos. Despedido del hospital, Cipriano traba conocimiento con Vetriolo (Armando Migliari), un ladrón especializado en entrar en un local con un abrigo viejo y salir de él con uno nuevo y, a ser posible, con una cartera en el bolsillo. Esa noche, después de una juerga en el cabaret Mariette, Cipriano se encuentra con cuatro abrigos flamantes, una pistola en la mano y un cadáver a sus pies.

La policía le detiene inmediatamente. El juicio es sonado. El abogado Gaveneau (Enzo Biliotti) es un especialista en procesos sensacionales y presenta el homicidio, del que Cipriano es totalmente inocente, como un truculento crimen pasional. Cuando el jurado lo absuelve, a pesar de hallarlo culpable, la popularidad de Cipriano Duval llega al paroxismo. El empresario teatral que antes no quería ni escuchar las canciones de Cipriano lo contrata ahora en exclusiva. A la salida del tribunal se encuentra con Vetriolo detenido. Le ofrece trabajo. —¿Qué sabes hacer? –pregunta Cipriano. —Nada. —¿Nada de nada? —Nada de nada. —Entonces serás el director. El espectáculo es, por supuesto, una revista al estilo de Macario. Por eso se proyecta la película aquí, bajo la carpa. Los esfuerzos del verdadero asesino por desacreditar a Cipriano con la connivencia del doctor que ve como la bella Giorgetta se escapa de sus garras, constituyen los salvables obstáculos finales antes de que triunfe la revista y, de paso, el amor. 

Dove sei Lulù 
Sin embargo, la potencia cómica de Imputato alzatevi! reside menos en su argumento que en la capacidad de sus guionistas y protagonista de encadenar gags verbales y visuales de una excentricidad digna de los hermanos Marx de los primeros años treinta. Si en sus trabajos con Totò, Mattoli se pone al servicio del cómico napolitano, en las películas con Macario demuestra que es posible crear humor de primera a partir de una hábil manipulación de la planificación y el montaje. La escena del cabaret es, en este sentido, modélica: personajes absolutamente desquiciados como la devora-hombres del guardarropa (Livia Minelli) o la cantante afónica (estupenda Greta Gonda); peleas, batacazos y tartazos; el clásico marmolillo que no se entera de nada y cada vez que estampan una botella en la puerta invita al responsable a entrar; o la orquesta inasequible al desaliento.

En otros momentos, la película opta por el absurdo de corte surreal. El compañero de sala de espera en el despacho del empresario es músico. Cipriano lo averigua sin dificultad porque el hombre tiene un catarro de aúpa y cada vez que se lleva el moquero a las narices produce una bella melodía. Esperan durante todo el día. Por la noche, al marcharse, el empresario les dice que aquellas no son horas de ir a visitar a nadie. Cipriano está desconcertado, pero el músico catarroso, que ya conoce el percal, se dispone a dormir en el sillón… como todos los días. Antes, se suena una vez más y en la estancia resuena el tema “Silencio”. En otro momento, un botones le trae un gran ramo de flores. Cipriano le da una propina mísera. —Para que te compres un caramelo, chico. —No soy un chico. Tengo cuarenta años. —Entonces cómprate unos zapatos de tacón alto.

La apoteosis se produce durante la escena del juicio. El juez aburrido, el fiscal que hace su disertación en plan telegráfico, las asistentes femeninas uniformadas con su sombrerito a la Duval, la puesta en escena del abogado Gaveneau, los miembros del jurado que salen recibir los aplausos del público como si fueran una compañía teatral… Todo culmina cuando el abogado invita a los asistentes a entonar a coro la exitosa canción de Cipriano: “Dove sei Lulù”.
 

Macario se pone serio 
En 1952 Macario se convierte en productor con Io, Amleto, dirigida por Giorgio Simonelli. La película supone un absoluto fracaso de taquilla y Macario regresa al teatro donde sus revistas y comedias musicales le permiten rehacerse. Su carrera cinematográfica corre entonces pareja a la de Totò, al servicio del cual pone su profesionalidad en seis títulos a finales de los años cincuenta. Trabaja luego en la televisión e, incluso, consigue hacer el tránsito de la revista al teatro respetable en los años setenta, interpretando a Molière.
Sr. Feliú
Imputato alzatevi! (1939) 
Producción: Alfa Cinematografica (IT) 
Director: Mario Mattoli 
Argumento: Bel Ami (Anacleto Francini). 
Guión Vittorio Metz y Mario Mattoli. 
Intérpretes: Erminio Macario (Cipriano Duval), Leila Guarni (Giorgetta), Ernesto Almirante (André Copersche, el presidente del tribunal), Greta Gonda (la cantante afónica), Enzo Biliotti (Gaveneau, el abogado), Carlo Rizzo (el médico), Armando Migliari (Vetriolo, el ladrón), Lola Braccini (la portera), Arturo Bragaglia (el propietario del cabaret), Felice Romano (el comisario), Alfredo Martinelli, Livia Minelli, Nico Pepe, Lauro Gazzolo, Alessandra Adari, Mario Ersanilli, Anita Farra, Paolo Ferrara, Enzo Gainotti, Armando Gianni, Emilio Petacci, Agostino Salvietti, Franca Volpini. 
82 min. Blanco y negro.

1 comentario:

El Abuelito dijo...

dios mío, si lo tuviera... nunca se acaba de aprender con este blogo suyo, señores... qué placer!