
Die Puppe (La muñeca, 1919), Ernst Lubitsch
Herr Ernst Lubitsch nos propone un cuento. Un cuento perverso, claro. Pero primero dispone el escenario: una casita… de muñecas.

Ossi Oswalda, la muchacha pizpireta que había querido tener la misma independencia que los hombres en la modernísima Ich möchte kin Mann sein (No quiero ser un hombre, 1918) y que había sido Die Austernprinzessin (La princesa de las ostras, 1919) en otra de las sátiras de Lubisch, es la muñeca del título. Y se entrega a ello con una energía desbordante, digna de una reina del slapstick. Como Mabel Normand, vamos, por mucho que la calificasen de la Mary Pickford germana.

Lubitsch, formado en la disciplina de Max Reinhardt y en el humor judío de tipificación étnica que practica sin rubor en sus primeras películas como actor –véase: Der stolts der firma (El orgullo de la firma, 1915)-, lleva a Ossi de la mano en Die Puppe por el camino de la estilización, donde los hombres se mueven como por resortes.

Lancelot (Hermann Thimig), el sobrino del barón de Chantarelle, siente auténtico terror por el sexo opuesto, pero su tío (Max Kronert) no está dispuesto a que su estirpe no se extinga. Ofrece su cuantiosa herencia a quien se case con su sobrino. Como al atribulado Keaton en Seven Chances (Siete ocasiones, 1925), las novias persiguen al pánfilo Lancelot, que busca refugio en un convento de frailes entregados a los excesos de la comida, la bebida y la avaricia, pero no a los de la carne. Al enterarse de que el barón premiará con trescientos mil francos a Lancelot si se casa, el prior urde una estratagema. El artesano Hilarius (Victor Janson) fabrica muñecas femeninas de tamaño natural especialmente recomendadas para “solteros, viudos y misóginos”. La mujer mecánica es su salvación.


Hilarius tiene, por supuesto, lo que desea: una réplica exacta de su hija Ossi (Ossi Oswalda). Claro que desconoce que el aprendiz (Gerhard Ritterband) ha roto la muñeca mientras bailaba con ella y la auténtica Ossi ha aceptado suplantarla ante el cliente de su padre: basta con colocarse el panel de mandos en la espalda.

-No te preocupes. Tengo un manual de instrucciones,

Lubitsch en Berlín
Los decorados, el vestuario y el maquillaje nos mantienen en ese universo fantástico en el que todo es posible. Golpes, persecuciones y equívocos nos sitúan ante el slapstick más desquiciado. Las escenas de los herederos alrededor del lecho de muerte del barón, como buitres parlanchines, y las de los frailes glotones, convierten la película en feroz sátira de costumbres. Los caballos del coche nupcial, que son hombres disfrazados, el atrezzo de la cocina pintado en la pared, el sol, la luna y el gallo que anuncia el nuevo día, el sonámbulo que camina por los tejados ante un cielo cuajado de bombillas y el inventor volando en busca de su hija agarrado a un puñado de globos infantiles nos remiten (una vez más) a Méliès.

Sin embargo, pocas películas como Die Puppe mantienen el pie en el acelerador durante todo su metraje. Tiene la ventaja de que no llega a la hora. Si es breve, es bueno, que dicen en Francia.
Sr. Feliú
Die Puppe (La muñeca, 1919)
Producción: Projektions-AG Union (AL)
Director: Ernst Lubitsch.
Guión: Ernst Lubitsch y Hanns Kräly, basado en un cuento de E.T.A. Hoffmann
Intérpretes: Ossi Oswalda (Ossi / la muñeca), Hermann Thimig (Lancelot), Max Kronert (el Barón de Chanterelle), Victor Janson (Hilarius), Marga Köhler (su mujer), Josefine Dora (la casera de Lancelot), Gerhard Ritterband (el aprendiz), Jakob Tiedtke, Arthur Weinschenk, Hedy Searle, Paul Morgan, Lapitski.
58 min. (la versión restaurada) Blanco y negro.
2 comentarios:
¡Hace sólo unos meses que la vi! Es un cuento de hadas picarón, muy del estilo de su director; me reservo hacerle la reseña para el próximo nº de 2000Maníacos, un especial chicas fantásticas en el que estarán esta mujer artificial, la Mandrágora de Henrik Galeen y Genuine (la vampiresa) de Robert Wiene.
Venerable Abuelito:
Se ha dejado usted en el tinero a la Sara Montiel de "Varietés", prueba irrefutable de que la vida artificial es posible.
Sus (traviesos) nietos nunca le agradecerán lo suficiente su fidelidad.
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