COMO NUESTRO querido Philip Astley, el padre del circo moderno, Jacques Tati fue oficial de un regimiento de caballería de los Dragones gracias a su destreza como jinete. De procedencia aristocrática, participaba en competiciones de charlestón o practicaba la equitación, el rugby y el tenis mientras finalizaba sus estudios. Su paso por la mili fue determinante en su vida y aparece como una constante en su obra. En Playtime, Hulot se encuentra con amigos de la mili con los que se relaciona de una manera especial. Quizás, por un lado, la armada acentuara su pasión por los uniformes y, por otro, le diera la confianza suficiente para dedicarse profesionalmente a lo que hacía para divertir a sus colegas: pantomimas de tipos sociales o actividades deportivas.

El primer corto en el que se ve inmerso nuestro invitado de estos días es una película perdida pero que por el título, Oscar,champion de tennis (Jack Forrester, 1931), podemos imaginarnos por dónde iban los tiros, o las pelotas imaginarias.



L’Ecole des facteurs (1945), su siguiente corto, le abre definitivamente las puertas del cine. El entusiasmo y empuje de su socio Fred Orain (Cady Films) le llevaría, por fin, al mundo del largometraje con Jour de Fête, que ya comenzaba a dibujarse en el horizonte. En L’Ecole des facteurs volvemos a encontrar al cartero pequeño, con bigote y marchoso de Soigne ton gauche, esta vez interpretado por Paul Demange, profesor de una curiosa escuela. La experiencia es un grado, así que este divertido personaje examina con dignidad los conocimientos y habilidades de un trío de carteros entre los que destaca el larguirucho Tati. Una vez graduados, ya están preparados para servir a la ciudadanía y comienza una divertida sucesión de gags protagonizadas por un diligente cartero que tiene su culmen cuando este entrega la carta al campanero de una iglesia en plena tarea.

Después de una loca carrera en pos de su bicicleta, el cartero François, el personaje que protagonizaría más tarde Jour de Fête, se toma un respiro en un café. Allí nos regala un delirante baile en el que Jacques Tati rememora sus días de charlestón y fiesta. Digno de ver, sin ninguna duda. Jacques Tati se hace cargo de la realización de este cortometraje demostrando a todo el mundo que tenía algo que decir y sabía cómo hacerlo. Sobre todo se lo demostró a Fred Orain que puso todo su corazón para la producción de su primera película de verdad.
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