17 de abril de 2009

Rectas y Curvas

Playtime (Playtime, 1967), Jacques Tati


Tativille 
Los nubarrones sobre los que aparecen los títulos de crédito al principio de Playtime parecen un presagio de lo que ocurriría en la realización de la obra más ambiciosa del director francés. Veamos lo que nos cuenta su biógrafo David Bellos:
 “Playtime is Tati’s most ambitious and magnificent film by far. It was also a monumental disaster; and almost every stage in its development, its making, and its release was clouded over by the foreboding of an unhappy end.” (D. Bellos, 1999, 241). 

La principal causa de este desastre fue Tativille, los estudios en los que se construiría la ciudad de Playtime, un proyecto demasiado costoso y que hizo que la película tardase más de tres años en realizarse, además de endeudar al propio Tati y a toda su aristocrática familia hasta hacerles perder su elegante casa de Saint Germain.

Tativille se comienza a construir en septiembre de 1964 y a los pocos meses un fuerte vendaval causa un gran destrozo en los decorados y en las finanzas del proyecto. Esta cinecitta francesa de 15.000 metros cuadrados constaba de dos edificios de acero y cristal con plantas eléctricas y calefacción incluidos, que sirvieron de set para la agencia de viajes, el aeropuerto, la oficina, el drugstore, el restaurante y la feria de exposiciones. Además, Tati se servía de una serie de calles auténticas con sus semáforos y rotondas incluidas y de otros muchos falsos edificios construidos de tal manera que permitían su movilidad y acentuaban la perspectiva de su ciudad futurista. Estos edificios aparecen en todos los carteles de la agencia de viajes anunciando ciudades distintas, un magistral resumen de la sinopsis de una película en la que no pasa nada y pasa de todo.


Reflejos y sombras del Film nº 4 
Antes de llamarse Playtime se llamaba Film nº 4. Playtime es un tiempo de recreo, un tiempo de ocio. Es la hora de jugar, así que una vez que Tati ha presentado el escenario, un edificio moderno de cristal y acero del desarrollismo de los años sesenta, deja clara sus intenciones con dos monjas que baten las alas de sus cofias como si fueran ligeros pajarillos que se han colado en una oficina. Les sigue un meticuloso limpiador que busca afanosamente una mancha en un inmaculado suelo, una pareja espera nerviosa no se sabe porqué…, Cuando ya creemos que estamos en un hospital o en una oficina administrativa bien ordenada, Tati nos descubre que se trata de un aeropuerto y comienza el bullicio

Entre grupos de turistas, violinistas VIP o presidentes de algo, vemos a Hulot tan despistado como siempre, el único que no se vuelve cuando una chica le llama descaradamente. Además del propio Hulot hay tres más falsos Hulot que multiplican esa silueta tan especial, una silueta que parece que va por delante del personaje. La intervención del Hulot verdadero en esta película resultaba ineludible aunque no sea el protagonista real de la misma. Tati se lo cede a un sinfín de personajes que rodean el tour de 24 horas en París de unas turistas americanas (en realidad, las esposas de algunos oficiales americanos en París sin experiencia en el cine, como la mayor parte de los actores).

Hulot es un espectador más. Muchos planos nos muestran a Hulot/Tati mirando a través de una gran pantalla acristalada o examinando detenidamente a algunos de los personajes. Veamos cómo observa Tati al ejecutivo que espera en la misma sala. No sólo nos muestra una colección de gestos y actitudes de un ejecutivo seguro de si mismo –una auténtica lección de mimo–, además, sitúa la cámara de tal manera que nos muestra un Tati/Hulot observando detenidamente lo que hace el ejecutivo. Lo mismo sucede con la escena del conserje manejando un extraño intercomunicador. Tati nos enseña uno de sus secretos: la observación detallada y callada de la realidad es la fuente de muchos de sus personajes. Otro ejemplo en el que no participa Hulot: el singular grupo de personajes que interrumpen a la turista principal (su amiga alemana Barbara Dennek) en su afán de fotografiar a una sencilla vendedora de flores.

En un mundo cuyas paredes son acristaladas los reflejos y las sombras se alían para crear imágenes llenas de magia. Tati lo aprovecha al máximo y además de crear gags y situaciones cómicas con los reflejos, recrea ilusiones ópticas y momentos de poesía fugaz: La torre Eiffel, el Sacré-Cour o el Arco del Triunfo, es decir el París de los turistas, sólo se ve en el reflejo del cristal de una puerta. La pulcritud y la búsqueda estética de Jacques Tati encuentran un aliado perfecto en las imágenes reflejadas, como si hasta el cine lo tuviéramos que ver como una imagen reflejada de si mismo. 

Una cena en el Royal Garden 
Playtime es una creación precisa y muy meticulosa. La utilización del formato de 70 mm permitía a Tati componer como si cada encuadre fuese un lienzo, una comparación que utilizaba el propio Tati para explicar su trabajo y justificar su exigente acabado. El resultado es una proeza circense. La repetición, el cuidado del detalle y la coreografía de los movimientos de los actores en formato panorámico acercan a esta película al número de circo. Fiel a sus orígenes interpretativos, Tati se esmera hasta la perfección. Además de su cuerpo elástico y expresivo, esta vez cuenta con una tropa de trabajadores a los que hay que pagar cada semana y una colección de acreedores que cada día va aumentando. A pesar de todo ello, Tati, gracias a su entrega absoluta, su compromiso personal con la película y su obstinación artística, consigue acabar la película realizando un más difícil todavía. Por desgracia, este atrevimiento no lo entendieron ni los franceses ni los americanos, los principales destinatarios de la película.

La película nº 4 de Tati tiene multitud de detalles que solamente se ven al segundo o tercer visionado. Sus casi dos horas de duración están repletas de momentos destacables. Algunos de estos momentos son: la secuencia del laberinto de oficinas en la que Hulot persigue a su interlocutor; la colección de gadgets que se ofrecen en una feria de exposiciones, como la escoba con luz; las casas con paredes acristaladas, un gran escaparate de lo íntimo; el tío vivo de coches atascados y la larga escena en el Royal Garden, una cena en un restaurante recién inaugurado que acaba en desastre.

Esta última escena podría ser una película por si sola, de casi una hora de duración. Aquí es donde Tati despliega su batería de gags: la puerta invisible; el entierro del chef-menú; el camarero excluido en la terraza porque se le ha roto el pantalón y que acaba hecho un desastre; el panel de mandos de la calefacción, tan potente que es capaz de derretir a la vista un helado o de hacer ondular la piel de una de las comensales; los sombreros –¡hay sombreros por todas partes a lo largo de toda la película!– regados con champán; el pescado aderezado una y otra vez; el diseño de las sillas se convierte en el sello de admisión de un improvisado bistrot dirigido por el alegre y espléndido Sr Schultz…

La cena de élite se convierte en una loca fiesta de jazz y alcohol. La geometría de la arquitectura se rompe junto con el restaurante y dejamos de ver ángulos rectos. Las coreografías dejan de ser rectilíneas y los bailes, animados por una trepidante música de jazz, son alocados y divertidos. La rotonda se transforma en un carrusel de caballitos en una magnífica mañana de sol. Es hora de partir, el autobús espera a las turistas. Hulot tiene tiempo para comprar un regalo souvenir a su fugaz amiga: además de un pañuelo con la imagen de la Torre Eiffel le regala un ramillete de farolas como las que ella ve camino del aeropuerto.

Resumiendo lo que no se puede resumir y parafraseando a François Truffaut: una película hecha por un marciano, el genial Jacques Tati. 

Play Time (PlayTime 1967) 
Producción: Jolly Film / Specta Films (FR) 
Director: Jacques Tati. 
Guión: Jacques Tati, Jacques Lagrange. 
Diálogos en ingles: Art Buchwald. 
Intérpretes: Jacques Tati (Monsieur Hulot), Barbara Dennek (la turista), Jacqueline Lecomte (su amiga), Valérie Camille (la secretaria de Mr. Lacs), France Rumilly (la vendedora de gafas), France Delahalle (cliente en el drugstore), Erika Dentzler (Mme. Giffard), Nicole Ray (la cantante), Yvette Ducreux (la chica del guardarropa), Rita Maiden (la acompañante de Mr. Schultz), Jack Gautier (el guía), Léon Doyen (el portero), Georges Montant ( M. Giffard), John Abbey (Mr. Lacs), Reinhard Kolldehoff (el director alemán), Grégoire Katz (el vendedor alemán), Billy Kearns (Mr. Schultz), Yves Barsacq (Mr. Schneider), André Fouché (el gerente del Royal Garden), Georges Faye (el arquitecto), Michel Francini (el maîtr), Henri Piccoli (el señor importante), François Viaur (el camarero desastre), Robert Renaudin (el fotógrafo acróbata), Marc Menjou (el falso Hulot). 
124 min (version restaurada). Color (Eastmancolor).

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