2 de julio de 2009

El profesor Thalès


La Nuit fantastique (1942), Marcel L'Herbier

Pongámoslo por delante. El título de trabajo de La Nuit fantastique era “La tumba de Méliès” y Marcel L’Herbier pretendía con ella rendir homenaje a nuestro santo patrón, el mago del teatro Robert Houdin. Sólo por eso La Nuit fantastique tendría un lugar preferente en la filmoteca de la carpa.

El sueño y la vigilia
Los historiadores suelen emparejar esta película con Les Visiteurs du soir, de Carné, y L’éternel retour, sobre un guión de Cocteau, como muestras del cine evasivo practicado por los cineastas franceses durante la ocupación nazi. Al cinéfilo contemporáneo le traerá a la memoria After Hours (Jo, qué noche, 1985), de Martin Scorsese. Pero La Nuit fantastique reviste algunas características especiales. Se trata de una obra esencialmente fantástica, refractaria a interpretaciones en clave, y su adscripción al romanticismo onírico, apenas deja resquicio para la lectura alegórica. La cinta se plantea desde el principio como un entretenimiento modesto, con ribetes humorísticos para los que, por otra parte, L’Herbier no parece especialmente dotado. Su motor sería un pensamiento de Blaise Pascal en el que éste ponía en duda la realidad de nuestra vida de vigilia, como contrapunto al tiempo que pasamos soñando. Ahí es nada.

Denis (Fernand Gravey), un estudiante de filosofía harto improbable dada su edad, se gana la vida trabajando por las noches en un puesto de flores del mercado central parisino. Mientras descabeza un sueñecito su cuerpo se desdobla y persigue a una evasiva dama de blanco. Su amigo Lucien (Bernard Blier), que estudia medicina, le recomienda reposo. Sólo así cesarán las alucinaciones. Pero Denis está convencido de que no hay tal. La dama existe; la pasada noche ha dejado caer un ramo de flores a su lado.

Esa noche vuelve a aparecérsele en sueños. En un clima fantástico de nieblas irreales y puertas que se abren solas, Denis sigue a la mujer al interior del “Au grand pére tranquille”. La dama, que se presenta como Irène (Micheline Presle), invita a Denis a compartir la mesa con su padre (Saturnin Fabre) y su prometido (Jean Parédès). Que el padre es mago profesional comenzamos a intuirlo cuando hace desaparecer la copa de Denis en el momento en que éste va a beber de ella. Se hace llamar profesor Thalès y le entrega una tarjeta para que acuda esa misma noche a su Academia de Magia. La mujer enigmática le pide que no olvide la cabeza.

En la Academia hay toda clase de aparatos mágicos, cajas misteriosas, guillotinas, sables, maniquíes descabezados… Irene obliga a Dènis a cambiar su ropa de trabajo por el esmoquin de uno de los maniquíes, si es que quiere acompañarla a le velada que está a punto de celebrarse en el Museo del Louvre. Tienen que llevar en una caja, una cabeza idéntica a la de Irène. Denis, convencido de que todo es un sueño, acepta.

El organizador confunde a Denis con un mago y le hace pasar al escenario donde el profesor Thalès y el prometido de Irène están preparando la trampa que la hará enloquecer definitivamente, porque de esto se trata: hay un plan criminal detrás de tanto misterio. Comienza el espectáculo del profesor Thalès: un truco de escamoteo con dos sarcófagos en el escenario. Irène se ofrece voluntaria. Denis, borracho, pero sabedor de lo que va a ocurrir, intenta retenerla. Irène, atada, es introducida en un sarcófago. Cae por la trampilla al sótano donde dos momias. Uno ignora si Louis Chavance, el argumentista, tenían en mente “la atacan Los habitantes de la casa deshabitada”, comedia con fantasmas de Enrique Jardiel Poncela, cuyo argumento en este tramo es muy similar, por mucho que Jardiel explore estas situaciones hasta la médula y La Nuit fantastique se pierda un poco en el apunte cómico bienintencionado. En el escenario, el profesor Thàles atraviesa con los sables el sarcófago y abre la puerta del otro, donde aparece Irène. Ahora entendemos la función de aquella cabeza decapitada a la que Denis dedicó algunos piropos. En plan héroe, agarra uno de los sables y se introduce en el primer sarcófago para acudir al rescate de la dama misteriosa.

Consiguen escapar de las momias y se refugian en casa del ciego Adalbert (Charles Granval). Denis le ha arrebatado al profesor un libro titulado “La clave de los sueños”, pero antes de que puedan descifrar su contenido Irène es secuestrada por los secuaces del profesor disfrazados de enfermeros. La conducen en ambulancia a la clínica de reposo del doctor Tellier (Marcel Lévesque). Denis les sigue en bicicleta. Iréne se va desnudando y arrojando prendas por la ventanilla para que él pueda seguir su rastro. En la clínica, la pareja consigue escapar por los tejados. No encuentran taxi pero, como están en el sueño de Denis, pueden viajar volando en bicicleta. Llegan así al Caveau des Ilusions, un extraño restaurante en el que los clientes son maniquíes y los camareros visten dominó y llevan antifaz. El profesor Thalés tiene aquí un despachito de nigromante. Hace beber un narcótico a la pareja. Sus sicarios devuelven a Irène a su casa y a Denis al mercado. Los compañeros le despiertan. Todos están convencidos de que ha sido un nuevo sueño de la fértil imaginación de Denis. ¿O no?

Igual da, porque convencido de que habita en un sueño, Denis ha abandonado toda inhibición. Durante esa noche ha puesto en riesgo su vida una y otra vez y se ha enfrentado a la locura sin otras armas que su convicción de que el amor es más fuerte que todo.

El espíritu de Méliès
El espíritu de Méliès que invocábamos al principio se manifiesta apenas en el viaje en bicicleta y en el histrionismo encantador de Saturnin Fabre. Podríamos reprocharle a L’Herbier la torpeza de desvelar los secretos de los trucos del profesor Thalès pero deberíamos de reconocer a renglón seguido su capacidad para crear climas irreales a partir de situaciones prosaicas… ¡Esa niebla que preludia los Poes de Corman!

Los efectos caleidoscópicos para visualizar la borrachera de Denis no son dignos del planificador imaginativo de L’Argent (1928), ni el desolado decorado del sótano egipciaco hace justicia al creador de L’Inhumaine (1924). Y, sin embargo, reconocemos su toque mágico en el interior de un taxi rodeado por la niebla en el que sólo una sugerencia sonora nos transporta en el espacio, o en la delicadeza con que Denis contempla la cabeza cortada en el interior de la caja. La magia, viene a decirnos L’Herbier, no está en el escenario, sino en nuestra fantasía… o en nuestros sueños, que vienen a ser su mejor vehículo.

Aquí la podrán ver si se atreven con este enlace.
Sr. Feliú

La Nuit fantastique (1942)
Producción: UTC (FR)
Director: Marcel L'Herbier.
Guión: Louis Chavance, Maurice Henry y Marcel L'Herbier, sobre un argumento original de Chavance
Diálogos: Henri Jeanson.
Intérpretes: Fernand Gravey (Denis), Micheline Presle (Irène), Saturnin Fabre (el profesor Thalès), Jean Parédès (Cadet, su ayudante), Charles Granval (el ciego Adalbert), Marcel Lévesque (el doctor Tellier), Michel Vitold (Boris), Christiane Nère (Nina), Bernard Blier (Lucien), Roger Caccia (un loco que se cree un reloj), Zita Fiore, Paul Frankeur.
86 min. Blanco y negro.

2 comentarios:

El Abuelito dijo...

Aunque peque a veces de ampuloso, este cine francés de la guerra que tanto abominarosn los de la nueva ola, me interesa siempre... esta llevo tiempo queriéndola ver, aún a sabiendas de que tal vez decepcione, lo que me parece se desprende entre líneas en el fino diagnóstico que nos presenta... ¿Dónde, si no es en su circo, puede leerse acerca de este cine siempre al margen?

Sr. Feliú dijo...

Muchas gracias por su comentario, venerable Abuelito.
Y sí, existió el cine francés antes de la Nouvelle Vague, por mucho que don François Truffaut abominara del cine de sus padres y sus opiniones de circunstancias hayan quedado grabadas en piedra en las tablas de los mandamientos del buen cinéfilo.
A la película le falta un poquito de vuelo, pero seguro que adopta usted al villano.
Le reservamos una copia (ya se imaginará que sin subítulos) para cuando tengamos algo más que hacerle llegar.
Un saludo de sus nietos