Mucho se ha escrito sobre el estilo elemental de Méliès como narrador cinematográfico. Al fin y al cabo, sus películas no dejarían de ser fantasías que no podían tener lugar en un escenario. Lo mismito que Busby Berkeley sólo que éste utiliza la planificación y el montaje de forma tan imaginativa que finalmente sus filmaciones de coreografías devienen casi piezas abstractas. En cambio para Mélies, pionero del cinematógrafo primitivo, cada escena está concebida como una unidad con reglas propias y es dentro del propio plano donde realiza las mil diabluras que le permiten la combinación de su creciente repertorio de trucos cinematográficos.
La gramática, tal como la entendemos a partir de Griffith, resulta hoy un poco elemental. Claro que Méliès no postula sus películas como ejercicios narrativos sino como grandes espectáculos. Para ello se abre paso a machetazos en la selva inexplorada de la ilusión cinematográfica. Nadie antes que él se ha aventurado por estos terrenos y los demás siguen su senda apenas abierta. Carece de mapas y la única brújula es su talento. De ahí que su tarea sea homérica.
Del espectáculo a la narración
En Rêve de Noël [298-305] (1900) no hay montaje pero sí una serie de encadenados sobre diversos cuadros muy breves: uno de ellos muestra a los ángeles repartiendo regalos a través de las chimeneas. Otro encadenado, de mayor interés desde el punto de vista narrativo, se produce cuando un grupo de niños dobla las campanas y vemos un plano de detalle de una de ellas tañendo.
Algo totalmente inusual en el modo de de contar de Méliès en el que la figura humana está siempre presente, aunque sea como alegoría planetaria o como árbol viviente... Hay que tener en cuenta que estos efectos no se realizaban en el laboratorio sino en la propia cámara, haciendo un fundido en negro y rebobinando al película para realizar el efecto contrario de apertura.
Este mundo de delincuencia da lugar a giros inesperados. Les Incendiaires [824-837] (1906), historia granguiñoleca de un grupo de facinerosos que incendian una granja y son perseguidos por la policía, alterna los exteriores en los que los agentes siguen a los asesinos con escenas en la guarida. Algunos bandidos se hacen pasar por muertos y atacan a los representantes de la ley cuando estos irrumpen en el refugio. Ni corto ni perezoso, uno de ellos, agarra un hacha y la hunde -paso de manivela mediante- en el cráneo del criminal. Estos momentos en que “naturalismo” y grand-guignol se dan la mano nos preparan para lo que viene.
El cabecilla es apresado. Méliès lo saca en su celda de condenado a muerte, presa de terribles pesadillas. De pronto, la pared de la celda se disuelve y es como si a través de ella pudiésemos ver la guillotina que se alza al otro lado, en el patio de la prisión.
Les Incendiaires (1906)
Producción: Star Film (FR)
Dirección: Georges Méliès.
Guión: Gaston Méliès.
Blanco y negro.
2 comentarios:
¡Qué nadie le quite a Melies el apelativo de genio!.
Estamos hablando de 1900 a 1910 y del nacimiento del cine como espectáculo no de 1950,1970 o 2010.
Muchas gracias por esta serie de artículos,me están gustando muchísimo.
Agradecidos quedamos nosotros por su agradecimiento, don angeluco. Y aún nos queda cuerda con el asunto.
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