16 de julio de 2011

A la buena de Dios



El seductor de Granada (1953), Lucas Demare

Sandrini y Perojo o Mientras el cuerpo aguante
A la buena de Dios es el título con el que El seductor de Granada se estrenó en Argentina. Por el camino, la copia también ha perdido el color, que se consiguió mediante el procedimiento hispano de corta vida denominado Cinefotocolor. Se trata de una de las producciones que Benito Perojo emprendió en estos años a mayor gloria del cómico argentino Luis Sandrini, de enorme popularidad a ambos lados del Atlántico.


Sandrini
Sandrini -ojos saltones, nuez prominente, parla delirante- definía su tipo como alguien “que no sabe explicarse, que no tiene oficio, como no tiene preparación. Él quiere ser… pero es un tipo demasiado bueno”. Había debutado en el cine en 1933 después de una carrera en el circo. En el patrón sentimental por el que están cortadas sus películas y en el retorcimiento del lenguaje se gana a pulso el calificativo de “el Cantinflas argentino”. En España había desembarcado con buen pie gracias a La casa de los millones (1942), que aquí se tituló con el latiguillo que el actor hizo célebre “Mientras el cuerpo aguante”… “voluntad no ha de faltar”.


Cuando acomete esta película ya lleva varios años ligado a Perojo, que, precisamente, ha regresado de su exilio argentino en 1948 para rodar en España ¡Olé torero! con el actor porteño. Después, Perojo dirige aún dos películas más con estrellas argentinas. Luego, centra sus esfuerzos en la producción. En 1953 vuelve a contar con Sandrini para protagonizar Maldición gitana (1953), que dirige Jerónimo Mihura, y El seductor de Granada (1953), dirigida por Lucas Demare.

De la Pampa a Tánger, pasando por Granada
Vamos con ésta... Valentín Cardoso (Sandrini) es un “petisero” con un corazón de oro. Ama profundamente a los caballos del equipo de polo con los que recorre Latinoamérica y viaja a España. También está enamorado secretamente de Maruja (Malvina Pastorino), la hermana del capitán. Pero, sobre todo, Valentín ama a la infancia desprotegida. Cada vez que encuentra a un niño sin padre, asume su paternidad sin importarle los contratiempos que le pueda traer. Entre otras cosas, los cientos de idilios imaginarios que le han servido hipotéticamente para ir sembrando de hijos el Nuevo Continente. Cuando Valentín llega al cortijo del conde de Peñaflor (Rubén Rojo), en Granada, para aclimatar los caballos que acaban de venderle, las madres esconden a sus hijas. Allí conoce a Juanillo (Pepito Moratalla), un rapaz entrenado en la rapiña y el hurto por la gitana que lo ha criado. La relación amorosa entre Maruja y el conde, y la desaparición del dinero de la venta de los caballos, no harán sino complicar la vida del petisero y el muchacho.


En comedias así el mundo es, más que nunca, un pañuelo. Los mismos personajes se reencuentran en una y otra vez en Panamá, Buenos Aires, Madrid, Tánger o Granada, amparados en las convenciones genéricas. Valentín y Juanillo se tropiezan en el ferial granadino con una barraca en la que las danzas de La Bella Zelina (la maravillosa Lina Canalejas en uno de sus primeras apariciones en la pantalla) prometen paraísos de fantasía oriental y goces inefables a cambio de un modesto óbolo. Mientras los espectadores se limpian la baba el falso moro Omar les alivia la cartera.


La circunstancia les conduce a comisaría y a un nuevo encuentro con la danzarina, que resulta ser una muchacha del Sacromonte llamada Angustias.


La escapada final de Valentín y Juanillo les conduce nada menos que a Tánger, donde intentan vender el camello que les ha llevado hasta allí. El comprador no es otro que Omar, que sigue explotando las habilidades danzarinas de La Bella Zelina en un cafetín de la ciudad internacional, sólo que ahora en su faceta de bailaora.


Luego, la cosa deriva en melodrama a base de padres recuperados y renuncias del petisero, pero nosotros hemos preferido quedarnos prendidos del arabesco que dibujan los brazos mórbidos de La Bella Zelina.

El seductor de Granada (1953)
Producción: Producciones Benito Perojo / Suevia Films (ES)
Director: Lucas Demare.
Guión: Lucas Demare, Sixto Pondal Rios, Carlos Olivari y José Santugini.
Intérpretes: Luis Sandrini (Valentín Cardoso), Malvina Pastorino (Maruja), Rubén Rojo (Carlos, conde de Peñaflor), Fernando Fernández de Córdoba (Ramón Altamira, el administrador), Pepito Moratalla (Juanillo), Lina Canalejas (La Bella Zelina), Félix Dafauce (el juez), Juan Cazalilla (el periodista de Panamá), Valeriano Andrés (el periodista de Madrid), Casimiro Hurtado (un tratante), Eloísa Muro (la condesa de Peñaflor), Concha López Silva (la señá Pepa), José Sepúlveda (el comisario), Arturo Marín (Tomás), Inocencio Barbán, Carlos Blanquet, Guillermo Méndez, Carmen Pérez Gallo.
90 min. Color (Cinefotocolor)

2 comentarios:

angeluco10 dijo...

Todo apunta a un final lacrimógeno como tantas y tantas películas de esa época que querían provocar (y lo conseguían) que echáramos una lagrimilla (éso sí,de felicidad porque todos los finales eran felices) al acabar la película.

Sr. Feliú dijo...

Pues sí, don Angeluco. Era el sino de las películas "con niño".

"Mi tío Jacinto" y "El ojo de cristal" son de las pocas que consiguen eludir el cliché. "El sol sale todos los días", de la que ya hablamos por aquí, y algunos otros títulos en las que el papel infantil no es protagonístico ("El tigre de Chamberí, "el hombre que viajaba despacito...) tampoco nos hacen añorar a Herodes.

Aunque, curiosamente, en "El seductor de Granada" los papeles se invierten y resulta más abandonado el padre que el chaval.

Gracias por su visita.