Ansiktet (El rostro, 1958), Ingmar Bergman
Entre 1952 y 1958 Ingmar Bergman se establece en Malmö como
director del teatro municipal. En los meses de julio y agosto, cuando la
compañía está libre de compromisos teatrales, suele rodar una o dos películas
para la Svensk Filmindustri. Aunque va ahondando en sus preocupaciones–el amor,
el pecado, la muerte, el Bien y el Mal y otras banalidades por el estilo- en la
superficie suele colocar un erotismo cada vez más evidente. Acaso por esta
razón Sommaren med Monika (Un verano con Mónica, 1953) o Sommarnattens leende (Sonrisas de una noche de verano, 1955) obtienen
el beneplácito del público en Suecia y se venden en el extranjero. Alentado por
esta respuesta, Bergman concibe una un argumento que trata, esencialmente,
sobre el oficio de actor y su relación con la sociedad que lo alimenta: Ansiktet.
El Teatro Magnético
El doctor Vogler (Max von Sidow) es el director del Teatro
Magnético, un experto en lo que Mesmer llamaba “magnetismo animal”. En su
trashumancia le acompaña su abuela (Naima Wifstrand), una vieja cantante de
ópera, ahora dedicada a realizar toda clase de conjuros y a preparar pócimas
que lo mismo valen para rendir al amado que como callicidas. El bocazas de Tubal
(Ake Fridell) se encarga de la logística y la propaganda y, como asistente, el
andrógino señor Aman (Ingrid Thulin), que es, en realidad, la señora de Vogler
travestida.
Camino de Estocolmo Vogler y sus acompañantes tropiezan con Johan Spegel (Bengt Ekerot), un actor, despedido de la compañía Stenborg por su alcoholismo, que volverá de la muerte para interpretar su último acto. Durante la noche, se instalan en casa del cónsul Egerman (Erland Josephson) y su esposa (Gertrud Fridh), carne de cañón para el embaucador Vogler porque su hijita ha muerto hace apenas un año y ambos estás sedientos de explicaciones, aunque sean sobrenaturales.
El escéptico doctor Vergérus (Gunnar Björnstrand) conoce los
antecedentes como curandero y charlatán de Vogler. A pesar de ello, aceptan que
pernocten en la casa y que, al día siguiente ofrezcan uno de sus espectáculos.
La sesión sigue con el siguiente programa:
• una levitación, cuyo truco desvela el comisario Strabeck (Toivo Pawlo)• una sesión de hipnotismo en la que la mujer del comisario (Ulla Sjöhlom) revela toda clase de lindezas sobre el comportamiento de su marido• una sugestión inducida mediante la que el cochero Antonsson (Oscar Ljung) se cree atado por cadenas y, cuando por fin consigue liberarse, estrangula a Vogler.
A partir de la muerte de Vogler, Ansiktet deriva hacia lo terrorífico: autopsias, suicidios, manos
cortadas que recobran vida autónoma, apariciones espectrales… Son estas escenas
pródigas en sombras expresionistas y en reflejos de lo sobrenatural que se
materializa en esos espejos tan queridos por los magos.
Es apenas un interludio. Si Bergman ha puesto en escena
sucesivamente, en un juego de cajas chinas, el drama metafísico, la farsa de
amos y criados, la sesión de magia y el “grand guignol”, la conclusión nos
devuelve al patetismo de la vida de los cómicos ambulantes, mercaderes de
ilusiones saldadas.
Los magos, simples cómicos, al fin y al cabo, terminan asumiendo
fatalmente —postula Bergman— su condición de bufones de la burguesía a cambio
de unas monedas. En este enlace pueden comprobarlo.
Producción: Svensk
Filmindustri (SUE)
Guión y Dirección:
Ingmar Bergman.
Intérpretes: Max
von Sydow (Albert Emanuel Vogler), Ingrid Thulin (Manda Vogler / Aman), Gunnar
Björnstrand (el doctor Vergérus), Bengt Ekerot (Johan Spegel), Naima Wifstrand
(Ágata de Macopazza, (la abuela Vogler), Bibi Andersson (Sara), Åke Fridell
(Tubal), Erland Josephson (el cónsul Abraham Egerman), Gertrud Fridh (Ottilia
Egerman, su esposa), Lars Ekborg (Simson), Toivo Pawlo (Frans Starbeck,
comisario de policía), Oscar Ljung (Antonsson, el cochero), Sif Ruud (Sofia Garp),
Ulla Sjöblom (Henrietta Starbeck), Axel Düberg (Rustan), Birgitta Pettersson (Sanna).
100 min. Blanco y negro.
2 comentarios:
La ví de pequeño,tal vez demasiado pequeño para comprender lo que veía pero me gustó,me encantó y siempre he recordado el desfile de los encadenados tras la muerte al final de la película pero nunca la he vuelto a ver.
Suponemos que se refiere usted a El séptimo sello y no a El rostro, don angeluco.
Es película de un simbolismo un poco trasnochado pero de una belleza inmarcesible. Eso sí, aguarde a verla en alguna fresca noche otoñal; no se le ocurra verla ahora, en plena canícula, porque el sofocón puede ser de aúpa.
Siempre suyos, el profesor Javier y el Sr. Feliú
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